Por eso es posible que, a 38 años de los hechos, una verdad pública y ampliamente conocida resulte desvirtuada por una triple coincidencia de trasgresión de los cánones de la medicina legal, de la legislación penal y del recto ejercicio del Poder Ejecutivo, a cargo de un gobernante elegido en aras de la promesa -formulada a los militares en retiro y reiteradamente incumplida– de velar por la legalidad de los juicios.
Alguien se preguntará cómo es posible que la justicia haya demorado 38 años en comprobar que el general Bachelet falleció a causa de torturas recibidas en marzo de 1974.
Es que nunca se habían dado las condiciones para esta “tormenta perfecta” un gobernante como Sebastián Piñera, que designa y mantiene como Director del Servicio Médico Legal a un mirista activo (quien declaró paladinamente serlo ante la televisión, oportunidad en la cual incluyó, dicho sea de paso, una acusación falsa en mi contra); y un juez de izquierda dispuesto –como todos los de su clase– a pasar por sobre las normas legales que le vedan conocer de hechos prescritos.
Entonces se da a conocer ahora, con amplia publicidad, que, fundado en un informe del Instituto Médico Legal, el juez da por acreditado que el general Bachelet falleció debido a las torturas recibidas en la Academia de Guerra, en marzo de 1974.
Pero he aquí lo que declaró al respecto un ex senador socialista, Eric Schnake, que estaba preso junto al general Bachelet cuando éste falleció: “Yo estaba con él cuando murió.
Estuve detenido con el general Bachelet en la Academia de Guerra y después en la cárcel pública. Recuerdo que estábamos jugando un partido de básquetbol en la calle Los Aviadores (en la cárcel), cuando se sintió un poquito mal. Paramos el partido y Bachelet cayó al suelo.
Entonces se lo llevaron a su celda y lo examinó rápidamente el doctor Yáñez, un viejo compañero mío del Liceo Manuel de Salas y médico de la FACH. Él pidió una ambulancia, porque pensó que se trataba de un infarto”. (Entrevista en revista “Qué Pasa” de 26 de noviembre de 2006).
Bachelet tenía una condición cardíaca. Probablemente era congénita, porque un hijo suyo murió posteriormente, siendo muy joven y por la misma causa. La verdad médica y testimonios objetivos hicieron imposible durante 38 años que la izquierda, sus abogados y la justicia de esa tendencia lograran el propósito de fabricar una “muerte por torturas” que no fue tal.
Hasta que se dio la triple coincidencia actual, la “tormenta perfecta”: un Presidente que pone a la cabeza del Instituto Médico Legal a un abierto y confeso militante del MIR y un juez de izquierda dispuesto a transgredir los fundamentos básicos de la legislación penal.
La combinación perfecta de circunstancias para que la verdad histórica y judicial resulten derrotadas una vez más en Chile.
Por eso es posible que, a 38 años de los hechos, una verdad pública y ampliamente conocida resulte desvirtuada por una triple coincidencia de trasgresión de los cánones de la medicina legal, de la legislación penal y del recto ejercicio del Poder Ejecutivo, a cargo de un gobernante elegido en aras de la promesa -formulada a los militares en retiro y reiteradamente incumplida– de velar por la legalidad de los juicios.
Una perfecta fotografía del Chile actual.