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LAS NO SIEMPRE JUSTAS PERCEPCIONES por Antonio Yakcich Furche(Historiador)

Lo que somos en términos profesionales condiciona también de alguna forma la percepción que se tiene sobre nosotros, atribuyéndoles similares características a todos los militares, policías, sacerdotes, o representantes de otras actividades humanas.

 Dicen los expertos que la percepción, es la forma en que nuestro cerebro interpreta las sensaciones de su entorno al recibirlas por medio de los sentidos, formándose a base de ella un impresión inconsciente o consciente de la realidad física de su entorno.

Pero todos sabemos que al hablar de percepciones, no referimos también a la forma en que interpretamos las acciones o la forma de ser de los demás seres humanos, en especial cuando no los conocemos, o solo lo conocemos parcialmente.

Es evidente que muchas veces las percepciones sobre otras personas, resultan más benévolas que la realidad, ya que es posible que nos equivoquemos, atribuyéndoles cualidades que no tienen y que con el paso del tiempo, descubrimos que en realidad eran defectos.

Pero ello no es tan grave, por cuanto es preferible equivocarse positivamente, que negativamente sobre los demás, ya que en el primer caso no originamos ningún daño.

A la inversa es más complicado. De hecho todos hemos sentido a lo menos una vez, que existe por parte de otras personas una animosidad hacia nosotros, sin que podamos descubrir la causa.

Peor aún, si llegamos a conocer el motivo y este no necesariamente coincide con la realidad, es probable que aunque nos expliquemos ante quien nos interpretó de una forma determinada, continuemos siendo percibidos negativamente por él.

Cuando se une una percepción negativa con la intolerancia, las consecuencias son aún más graves, ya que corremos en riesgo que se nos juzgue negativamente, sin existir motivos para ello.

Por otra parte, lo que somos en términos profesionales condiciona también de alguna forma la percepción que se tiene sobre nosotros, atribuyéndoles similares características a todos los militares, policías, sacerdotes, o representantes de otras actividades humanas.

Debo manifestar que en ningún caso mi ánimo al escribir estas líneas es negativo, solo es realista, impulsado o influenciado tal vez, por lo que veo a diario en mi entorno, donde percibo que muchas personas son estigmatizadas solo por el hecho de ser o pensar diferente.

La pregunta es obvia, ¿que evita cargar con injustas percepciones?, a mi juicio la transparencia en nuestras acciones por una parte, y por otra, la predisposición de quien nos juzga. Si a esos dos factores le agregamos el conocimiento mutuo, aún mejor sin duda.

Si nada de lo anterior resulta, recuerde que lo más importante no es el juicio de sus semejantes, sino el que le otorga su propia y recta conciencia.

Estimado lector, percibo que usted tiene seguramente, otras respuestas más acertadas que las mías.

 

ANTONIO YAKCICH FURCHE

 Historiador

Lo que somos en términos profesionales condiciona también de alguna forma la percepción que se tiene sobre nosotros, atribuyéndoles similares características a todos los militares, policías, sacerdotes, o representantes de otras actividades humanas.

 Dicen los expertos que la percepción, es la forma en que nuestro cerebro interpreta las sensaciones de su entorno al recibirlas por medio de los sentidos, formándose a base de ella un impresión inconsciente o consciente de la realidad física de su entorno.

Pero todos sabemos que al hablar de percepciones, no referimos también a la forma en que interpretamos las acciones o la forma de ser de los demás seres humanos, en especial cuando no los conocemos, o solo lo conocemos parcialmente.

Es evidente que muchas veces las percepciones sobre otras personas, resultan más benévolas que la realidad, ya que es posible que nos equivoquemos, atribuyéndoles cualidades que no tienen y que con el paso del tiempo, descubrimos que en realidad eran defectos.

Pero ello no es tan grave, por cuanto es preferible equivocarse positivamente, que negativamente sobre los demás, ya que en el primer caso no originamos ningún daño.

A la inversa es más complicado. De hecho todos hemos sentido a lo menos una vez, que existe por parte de otras personas una animosidad hacia nosotros, sin que podamos descubrir la causa.

Peor aún, si llegamos a conocer el motivo y este no necesariamente coincide con la realidad, es probable que aunque nos expliquemos ante quien nos interpretó de una forma determinada, continuemos siendo percibidos negativamente por él.

Cuando se une una percepción negativa con la intolerancia, las consecuencias son aún más graves, ya que corremos en riesgo que se nos juzgue negativamente, sin existir motivos para ello.

Por otra parte, lo que somos en términos profesionales condiciona también de alguna forma la percepción que se tiene sobre nosotros, atribuyéndoles similares características a todos los militares, policías, sacerdotes, o representantes de otras actividades humanas.

Debo manifestar que en ningún caso mi ánimo al escribir estas líneas es negativo, solo es realista, impulsado o influenciado tal vez, por lo que veo a diario en mi entorno, donde percibo que muchas personas son estigmatizadas solo por el hecho de ser o pensar diferente.

La pregunta es obvia, ¿que evita cargar con injustas percepciones?, a mi juicio la transparencia en nuestras acciones por una parte, y por otra, la predisposición de quien nos juzga. Si a esos dos factores le agregamos el conocimiento mutuo, aún mejor sin duda.

Si nada de lo anterior resulta, recuerde que lo más importante no es el juicio de sus semejantes, sino el que le otorga su propia y recta conciencia.

Estimado lector, percibo que usted tiene seguramente, otras respuestas más acertadas que las mías.

 

ANTONIO YAKCICH FURCHE

 Historiador

Columna de Opinión

La muerte de occidente, por Pedro L. Llera (VivaChile.org, Sociedad, 02/10/2021)

La muerte de occidente, por Pedro L. Llera (VivaChile.org, Sociedad, 02/10/2021)
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión.
“La salida de Afganistán es un error estratégico enorme, una huida y una derrota que evidencia la pérdida de liderazgo de EE. UU. y de Europa y que abre muchos interrogantes sobre el futuro de Occidente, donde hay una lucha cultural interna en el que se ponen en duda nuestras raíces, nuestros principios y nuestros valores”.

 

Fulgencio Coll, general retirado y ex JEME, decía recientemente en una entrevista en Libertad Digital:

La salida de Afganistán es un error estratégico enorme, una huida y una derrota que evidencia la pérdida de liderazgo de EE. UU. y de Europa y que abre muchos interrogantes sobre el futuro de Occidente, donde hay una lucha cultural interna en el que se ponen en duda nuestras raíces, nuestros principios y nuestros valores”.
El periódico digital “El diario.es” señalaba en un artículo titulado “América derriba a Colón en el segundo centenario de su independencia”, lo siguiente: “El movimiento iconoclasta contra el marino italiano se multiplicó en 2020 con el movimiento Black Lives Matter, en EEUU, contra los símbolos racistas. El Gobierno de Colombia ha decidido retirar ahora estatuas de Colón e Isabel I para abrir “una reflexión”.
Para la artista peruana Daniela Ortiz, de 35 años, los monumentos dedicados a Colón y a los militares españoles que “invadieron América” hace cinco siglos deben ser derribados del espacio público. Dijo que son símbolos que reivindican la supremacía blanca y que por ello se deben vandalizar y retirar de las calles.
Para Ortiz estas esculturas honran en Europa y en España un proceso colonial que sigue vigente y acaba con la vida de miles de personas, a través de los procesos de control migratorio. Entonces Susanna Griso le dijo a la artista que a ella la estatua de Colón no la ofendía. A lo que Ortiz respondió rápido: “Claro, porque eres blanca”.
Black Lives Matter, #MeToo, el movimiento ecologista contra el “cambio climático antropogénico” y su discurso apocalíptico maltusiano; el indigenismo que protesta contra el descubrimiento de América y reivindica su “cultura” y estiman como maravillosas las atrocidades que realizaban Incas, Aztecas y demás pueblos que vivían sumidos en la barbarie, frente a los invasores españoles, que según ellos, fueron asesinos y destructores de esas culturas tan encomiables… Los movimientos sociales de los últimos años están dando paso a un nuevo tiempo, una nueva época.
El llamado Foro de Davos, la ONU y sus agencias (Unicef, Unesco, Organización Mundial de la salud, etc.), el Club Bildelberg y toda la bazofia mundialista anticristiana han llevado a cabo en los últimos años toda una programada y planificada campaña de ingeniería social que consiste en convencer a la sociedad de que debe cuestionar todos los principios que se percibían como inmutables.
Frente a la cultura occidental cristiana y contra la familia tradicional, ha aparecido la ideología género, el lobby LGTBIQ o el movimiento transexual; el feminismo radical se rebela contra el patriarcado; los del Black Live Matters se manifiestan contra la supuesta supremacía blanca; y los ecologistas, contra el capitalismo, el cambio climático o el consumo de combustibles fósiles.
Es lo que se viene llamando el Nuevo Orden Mundial: hay que hacer borrón y cuenta nueva. Hay que acabar con la cultura cristiana, con la religión católica especialmente, y construir un nuevo mundo desde unos cimientos nuevos y radicalmente distintos y antagónicos de aquellos que construyeron la Civilización Occidental, para dar pie al “Gran Reinicio” o “Gran Reseteo”. Apagamos el mundo y lo volvemos a arrancar pero con un sistema operativo nuevo y radicalmente distinto del que existía hasta hace poco.
Esos movimientos sociales, supuestamente revolucionarios y con una base filosófica materialista y marxista, plantean siempre una dialéctica maniquea de “lucha de clases” entre blancos y negros, mujeres y hombres, la naturaleza (la Pachamama) y el ser humano, los indígenas y los invasores españoles…
Siempre hay buenos y malos: la naturaleza sufre la opresión del hombre, por la contaminación y la sobreexplotación no sostenible. Entonces, esa naturaleza se rebela contra el ser humano y lo castiga con la plaga del Coronavirus… Hay demasiados millones de seres humanos, que somos como un virus para el Planeta, para nuestra “casa común”, para nuestra Madre Tierra, que nos alimenta y nos da cobijo. El hombre está destruyendo el Planeta y la Tierra se defiende (como si el planeta que habitamos fuera un ser animado y racional, un ser vivo o un ídolo pagano).
Soluciones: evitar los combustibles fósiles (carbón, gas natural y petróleo), acabar con los coches y con las centrales térmicas que contaminan. Eso provoca – lo estamos sufriendo ya – un aumento del coste de la energía eléctrica, cuyos precios se están disparando. Porque tienen que obligarnos a consumir menos. Y para ello, nada mejor que aumentar impuestos y encarecer la electricidad y la energía: y con ese encarecimiento energético y con esa subida de impuestos, suben también los precios de los productos de primera necesidad. Así aumenta la inflación y nosotros cada vez seremos más pobres.
Pero ya nos lo han dicho en el Foro de Davos: En 2030, “No tendremos nada pero seremos felices”; es decir, seremos pobres como ratas pero el Estado Omnipotente nos dará cartillas de racionamiento para que podamos comer la basura que nos quieran dar. Porque también dicen abiertamente que hay que comer menos carne y que hay que sustituirla por carnes sintéticas y basuras artificiales que serán muy saludables y sostenibles (malditos dictadores: pienso comer lo que me dé la gana, digáis lo que digáis).
Pero la cosa no se queda ahí. El Gran Reseteo pasa también por un control de la población que pretende rebajar la población mundial a quinientos millones de habitantes. Ahora mismo andamos por los siete mil ochocientos millones de habitantes. Imagínense lo que hay que hacer para reducir la población mundial desde los siete mil ochocientos millones hasta los quinientos millones.
Pero lo tienen todo pensado: hay que promover los métodos anticonceptivos; el aborto libre, como derecho de la mujer, en todo el mundo; leyes de eutanasia y suicidio asistido en todos los países; promover todo tipo de relaciones sexuales estériles: homosexualidad, transexualidad, etc.
Para eso han ideado la ideología de Género: para combatir el concepto tradicional de familia y sustituirlo por modelos alternativos que destruyan el modelo de familia tradicional y conviertan a la familia en la nada. No hay que tener hijos porque los hijos son un estorbo para el ascenso en la carrera profesional (sobre todo de las mujeres) y para el ocio y el disfrute de la vida (hedonismo vitalista nauseabundo). Además, cuantos más hijos, más consumo de agua, más huella de carbono, más contaminación: tener hijos no es sostenible.
Todo esto se complementará, obviamente, con campañas masivas de esterilización forzosa permanente e irreversible que se realizarán con fines eugenésicos y con el objeto de impedir la reproducción de determinados segmentos de la población que se consideran como una carga para la sociedad: portador de rasgos defectuosos (retrasados mentales, delincuentes), pobres de países subdesarrollados, etc.
Les recomendaría que entraran en estos enlaces:
¿La pandemia de Coronavirus ha sido una casualidad o ha sido premeditada para aplicar un modo de guerra biológica que mate a parte de la población mundial, sobre todo a viejos y enfermos crónicos? ¿Las campañas de vacunación masivas son una forma de combate contra la pandemia o tendrán esas vacunas unos efectos secundarios a medio o largo plazo que contribuya de alguna manera a la disminución de la población mundial en clave neomalthusiana?
Caer en las teorías conspiranoicas es muy fácil. Lo que estoy planteando aquí es un escenario propio de una distopía… Pero está claro que el origen de la pandemia no está ni medio claro. Y que la rapidez con la que se inventó la vacuna tampoco es normal (el virus del SIDA lleva más de cuarenta años esperando por una vacuna que ni está ni se le espera, a pesar de los millones que se han invertido en investigación).
El temor a la pandemia, al cambio climático, a un apocalipsis ecológico provocado por el hombre, justifica medidas coercitivas, represivas, estados de alarma o de excepción que restringen la libertad individual; elevar los precios de la energía para que se consuma menos, reducir el poder adquisitivo por la inflación y por la subida de los impuestos.
Si el precio de la carne, por ejemplo, se pone por las nubes, ¿quién la podrá consumir? ¿Los ricos solo? Para eso solo hace falta hacer con la carne lo mismo que ya se hizo con el tabaco: subir y subir los impuestos hasta que su precio resulta prohibitivo. De esa manera nos empobrecen y nos dejan a merced del Estado para que éste nos alimente y cubra nuestras necesidades básicas (que nos den una paguita). Lo dicen con claridad meridiana: “No tendréis nada pero seréis felices”: “No tengo nada. No tengo coche. No soy dueño de una casa. No tengo electrodomésticos ni ropa”. Seremos felices gracias al Gran Hermano Estatal que nos da de comer (bazofia artificial de laboratorio pero saludable y sostenible), nos da una casa, nos da educación (adoctrinamiento obligatorio) y sanidad y una renta básica miserable. Pero para que el Estado me cuide, tengo que ser bueno y obediente…
En cualquier caso, este Gran Reseteo se está acelerando gracias a la pandemia. Y el enemigo es Cristo y el resto fiel de su Iglesia. Y digo “el resto fiel” porque buena parte de la jerarquía se ha pasado con armas y bagajes al enemigo y se ha unido al discurso de la ONU y de las organizaciones mundialistas. No podemos esperar nada de ellos. Ahora predican una nueva religión, que nada tiene que ver con la católica; una nueva religión universal que plantea una redención puramente inmanente, terrenal. Es la Iglesia del Nuevo Paradigma, que canta (a coro con la ONU, con Greta y con las voces de los castrati masones de Davos y del Bildelberg) el Imagine de Lennon, esa canción programática del Nuevo Orden Mundial: por algo se cantó en la inauguración de los juegos olímpicos de Tokio.
Esa Nueva Iglesia no es la de Jesucristo, sino que es una religión sincrética: una mezcla de todas las religiones, porque todas son igual de buenas para la salvación de la humanidad. Claro que esa salvación es solo una salvación en este mundo, en esta vida terrenal: no hay otra vida ni otro mundo distinto que este.
La salvación ahora es un mundo sostenible, que no consume carne, que no contamina ni deja huellas de carbono; un nuevo mundo ecológico que, con la excusa del cambio climático, impondrá una dictadura mundial y un control férreo de la población.
Las dictaduras más atroces siempre empiezan convenciendo a la gente de que nos tienen que salvar. Nos matan y nos reprimen pero es por nuestro bien. Ahora nos tienen que salvar de nosotros mismos, de los plásticos en los océanos, de las ventosidades de las vacas y de la destrucción del planeta en general. Y las religiones, todas las religiones, tienen que unirse para colaborar con la ONU en este cambio global que las élites mundiales tienen programado.
Lo paradójico y lo sarcástico, es que este cambio global planificado por los ricos y poderosos para favorecer sus propios intereses se nos vende como un movimiento revolucionario y contracultural de perroflautas y comunistas. Tiene bemoles la cosa.
Occidente es la cruz. España es la cruz. Si renunciamos a Cristo, si despreciamos a Dios y seguimos adelante con este proyecto delirante de construir una civilización contra Dios, estamos perdidos.
Dice la “Quas Primas” de Pío XI que todos los males que han invadido la tierra en el mundo de hoy tienen una causa: la mayoría de los hombres se han alejado de Jesucristo y de su ley santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado. Nunca habrá una esperanza de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones nieguen y rechacen el imperio de nuestro Salvador.
Y recordemos una vez más la visión profética del Catecismo respecto a los últimos tiempos:
675. Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad.
La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un pseudomesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).
La impostura religiosa está a la vista. La Iglesia del Nuevo Paradigma, efectivamente, representa esa impostura religiosa que pretende proporcionar a los hombres una solución puramente aparente a sus problemas: ecología integral, adoración a la Pachamama, a la que tuvieron la desfachatez de adorar en el Vaticano y llevarla en procesión a hombros para profanar nuestros templos.
La Iglesia del Nuevo Paradigma es apóstata, es la Iglesia del Anticristo, la de un pseudomesianismo que glorifica al hombre y no a Dios. Es la iglesia antropocéntrica que coloca al hombre en el lugar de Dios y de Cristo. Quien no lo ve es que está ciego. Preparémonos para la persecución y para el Juicio Final.
La Civilización Occidental no es que esté muriendo: está siendo destruida por las fuerzas mundialistas que quieren un nuevo mundo construido contra Dios (es el Anticristo). Eso solo puede acabar en un infierno de odio y muerte. Las pandemias, las hambrunas y las guerras siempre han venido de la mano a lo largo de la historia. No creo que ahora vaya a ser distinto. Además, necesitan una matanza: hay que hacer que disminuya la población mundial… La sostenibilidad del planeta exige un holocausto de seres humanos.
Así es la Pachamama y así los hijos de puta que la adoran a ella y al Nuevo Orden Mundial.
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional