Columna de Opinión

MATAR AL NEOLIBERALISMO

MATAR AL NEOLIBERALISMO

Daniel Mansuy

El Mercurio, Columnistas, 30/10/2022

En su comentada visita a Chile, la economista italiana Mariana Mazucatto afirmó que el mundo mira con interés a nuestro país, pues seríamos “un experimento muy importante para matar al neoliberalismo”. Más tarde, corrigió la primera parte de la frase: no somos un experimento, sino una experiencia (se agradece el detalle).

Sin embargo, no modificó la segunda parte, tanto o más delicada que la primera: matar al neoliberalismo. ¿Qué significa una expresión de esa naturaleza?

La pregunta no es baladí. Después de todo, tanto el Frente Amplio como el PC han empleado majaderamente dicha consigna. Sin ir más lejos, tras el 18 de octubre se repitió una y otra vez que nuestro país sería la tumba del neoliberalismo.

Chile había despertado después de largos años de alienación.

Luego, el exconvencional Barraza afirmó que el texto rechazado buscaba acabar con el neoliberalismo “en un solo acto”. De aquí emerge la retórica ampulosa de las transformaciones profundas que caracteriza a Apruebo Dignidad.

Este discurso, además, juega un papel diferenciador, pues permite marcar una distancia radical respecto del ciclo político de las últimas décadas (que habría sido de mera administración, pronunciado en tono peyorativo).

Lo curioso, desde luego, es que el resultado del 4 de septiembre mostró que ese proyecto no tiene por dónde ser mayoritario. La izquierda apostó por plebiscitar mucho más que una Constitución: lo que estaba en juego eran los 30 años.

Aunque sufrió la peor derrota electoral de su historia, muchos se resisten a abandonar esa lógica (de allí la bizarra entrevista del senador Latorre publicada la semana pasada en estas páginas).

Esto tiene una explicación. La identidad de parte del oficialismo no tiene más contenido que la afirmación de Mazucatto. Dicho en simple, la vocación exclusiva de muchos consiste en abolir el sistema que nos habría oprimido durante décadas. Para peor, si asumen un discurso reformista, le cederán la iniciativa política a los sectores moderados que desplazaron hace pocos meses.

”La operación es moralmente tranquilizadora (nosotros, compañeros, luchamos por el bien), pero intelectualmente pobre (no todos los males del mundo remiten al neoliberalismo). Así, han gastado la palabra hasta convertirla en basura conceptual”.

Esto conduce a otra reflexión: a estas alturas, el neoliberalismo es un significante vacío. En lugar de reflexionar y ponderar una realidad ambigua, la izquierda ha puesto allí todo lo que detesta.

La operación es moralmente tranquilizadora (nosotros, compañeros, luchamos por el bien), pero intelectualmente pobre (no todos los males del mundo remiten al neoliberalismo). Así, han gastado la palabra hasta convertirla en basura conceptual.

De muestra, un botón: la izquierda sigue calificando al TPP11 como neoliberal, a pesar de que ha sido suscrito por varios gobiernos socialdemócratas. ¿Cómo explicar esto? ¿Los socialdemócratas también son neoliberales? ¿Quién se salva entonces, fuera de ellos?

Por otro lado, ¿qué hacer con la vieja Concertación que sigue prestando servicios? ¿No fue Mario Marcel uno de los creadores de la regla del superávit fiscal, epítome perfecto de los 30 años? ¿Alguien puede creer que Marcel será el verdugo final de aquello que el Frente Amplio llama neoliberalismo?

Desde luego, nada de esto quita que no podamos discutir sobre modelo económico y estrategias de desarrollo. Pero quienes han dinamitado esa posibilidad son precisamente quienes han simplificado nuestro debate hasta volverlo estéril.

Si Chile es la “Norcorea neoliberal”, entonces no hay espacio alguno para conversar seriamente.

La voluntad transformadora es, por cierto, legítima, pero debe cumplir con dos condiciones. La primera es construir mayorías amplias, que sirvan de soporte. Sobra decir que, en este plano, Apruebo Dignidad ha realizado un esfuerzo sistemático en la dirección contraria: tono mesiánico, desprecio a otros sectores y afirmación de superioridad moral.

En otras palabras, no construyeron confianzas, pues, por algún extraño motivo, siempre supusieron que al mundo le asiste el deber de rendirse a sus pies. ¿El resultado? Una cacofonía insoportable al interior del oficialismo, que vuelve inviable cualquier transformación.

La segunda condición de dicha aspiración pasa por elaborar un proyecto serio. Y no, lamentablemente no basta haber leído y predicado “El Estado emprendedor” de la misma Mazucatto.

Es curioso, pero el sector más crítico de todas las formas de colonialismo tiene (muy) poco diagnóstico original sobre Chile. No ha reflexionado sobre nuestra realidad, nuestras singularidades y nuestras auténticas posibilidades de acción. En otras palabras, no será una economista extranjera —sin perjuicio de sus eventuales méritos— la que resolverá nuestros problemas, ni zanjará nuestros debates.

En virtud de todo lo anterior, resulta simplemente inverosímil suponer que este gobierno vaya a “matar al neoliberalismo”. Es más, llegados a este punto, la actual administración solo puede aspirar a conducir con algún éxito reformas puntuales.

En ese sentido, la aserción de Mazucatto ilustra a la perfección el contraste entre la grandilocuencia de la campaña y la prosaica realidad del poder. En rigor, el Gobierno no solo está lejos, muy lejos, de “matar al neoliberalismo”, sino que su impericia bien puede terminar alimentando algún tipo de restauración.

Nadie sabe para quién trabaja.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

Columna de Opinión

CHILE, ¿UN CAMPO DE PRUEBAS?

 

CHILE, ¿UN CAMPO DE PRUEBAS?

El Mercurio, Editorial, 28/10/2022

En economía existen tendencias y hasta modas. Algunas logran mostrar fundamentos conceptuales sólidos y resultan validadas por la evidencia. Estas son las que terminan transformando el conocimiento económico.

Se trata de innovaciones de la ciencia social que permiten generar crecimiento y aumentar el bienestar de la población. Sin embargo, hay muchas otras menos exitosas que representan altos riesgos para aquellas sociedades que ingenuamente las abrazan.

Un caso reciente de moda económica desacreditada es el movimiento conocido como la Teoría Monetaria Moderna. Sus promotores, aprovechando la década de baja inflación y bajas tasas de interés, impulsaron la idea de que los gobiernos debían imprimir dinero casi sin restricciones, impulsando así la expansión de las economías.

Los costos de inflación, se argumentó, podrían ser controlados por la vía de mayores impuestos a los privados. Estas ideas se hicieron populares en libros que alcanzaron circulación masiva pero cuyos contenidos no habían pasado por el exigente filtro académico. Alertas técnicas y la acumulación de evidencia terminaron por echar abajo su influencia.

No se puede descartar que algunas de las ideas que motivan la agenda económica de la nueva izquierda latinoamericana tengan similar destino.

Abrazar una moda económica con escaso sustento en la evidencia es un riesgo letal para nuestras posibilidades de desarrollo.

Una de ellas es la del Estado emprendedor. En esencia, ella revive la añeja aspiración (y errada estrategia) de la izquierda de las décadas de 1960 y 70, en cuanto a apostar por un mucho mayor protagonismo del aparato público en distintos ámbitos de la economía.

Sus promotores —uno de ellos, Mariana Mazzucato, por estos días de visita en el país— han construido un hábil relato en torno a las supuestas virtudes de este enfoque, pero sin ofrecer evidencia robusta que lo sustente. Esto explica la falta de publicaciones académicas de primer nivel de algunos de sus inspiradores, más conocidos por sus textos de difusión masiva que por haber desarrollado investigación de punta.

Así, la facilidad con que sus ideas son abrazadas sin reparos por una parte de nuestro mundo académico habla más de las debilidades de este que de la fortaleza de aquellos planteamientos.

Por cierto, una clave de la popularidad de estas modas pasa por su atractivo para dirigencias políticas que buscan suplir su falta de nuevas ideas. Así, por ejemplo, la posibilidad de un “Estado emprendedor” puede resultar un mensaje atractivo que confirma sus sesgos contrarios a la iniciativa privada y ofrece una fórmula aparentemente fácil para salir de la mediocridad económica, a partir de la acción de burócratas o agencias gubernamentales a los que repentinamente se atribuye la condición de innovadores y visionarios. La añoranza ideológica o la simple ignorancia de la historia pueden contribuir a bloquear la capacidad crítica frente a la falta de evidencia.

Existe otra arista de esta moda que representa también una gran amenaza. Como ha sido discutido en la literatura, la popularidad de la idea de un Estado emprendedor se explica por su compatibilidad con las motivaciones de grupos de interés ya establecidos, los que pueden aprovechar una débil institucionalidad para impulsar por esa vía sus agendas.

Son precisamente estos grupos —tanto públicos como privados y económicos como políticos— los que suelen captar los flujos de recursos fiscales destinados a promover el desarrollo de actividades identificadas desde el Estado como “prioritarias”.

Esto explica que gran parte de estos esfuerzos terminen con mínimos impactos sociales y altos costos económicos para los países. Ello es el resultado de la falta de incentivos adecuados, de la selección arbitraria de supuestos “ganadores” por parte del Estado y de recursos públicos que pueden ser gastados sin los riesgos personales que enfrenta un privado al invertir su capital.

Por supuesto, existen contados casos de resultados más positivos, selectivamente explotados por los promotores de la idea e ingenuamente adaptados por sus seguidores, pero son la excepción y no la regla.

La innovación que promueve el crecimiento y desarrollo en un país depende de una institucionalidad clara y estable que incluya el aseguramiento de los derechos de propiedad, acceso libre y abierto a mercados, un sistema monetario estable y reglas que favorezcan la competencia y emprendimiento.

Tomar seriamente cualquier moda que no nazca de estas condiciones e impulsada por personas sin responsabilidades materiales en sus relatos representa un experimento —o experiencia— letal, no para el neoliberalismo, sino para cualquier sociedad que busca progresar.

Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

HISTORIA MILITAR Y HÉROES OLVIDADOS

RESTAURACIÓN DE LA CASA O’HIGGINS REVELA HALLAZGOS CONSTRUCTIVOS

RESTAURACIÓN DE LA CASA O’HIGGINS REVELA HALLAZGOS CONSTRUCTIVOS

Íñigo Diaz

El Mercurio, 31/10/2022

Incluso hoy, que se encuentra rodeada de edificios actuales de densificación urbana en el centro de Santiago, la casona se termina imponiendo en el entorno de calle Santo Domingo, con amplia fachada de 150 m2, sus muros de adobe de 80 centímetros de espesor, alto pórtico y una hilera de ventanas que dan a la estrecha vereda.

De una planta, tiene tres patios, 18 habitaciones de 3,6 metros de altura y unos 1.000 m2 construidos en total.

Y por su valor como ejemplar de la arquitectura colonial urbana cuenta con estatus de Monumento Histórico desde 1981.

Es la casa Santo Domingo 623 – 627, una denominación técnica que identifica al edificio en las direcciones en que se encuentra, pero por su historia los investigadores también la han conocido como la Casa O’Higgins: el la adquirió a su propietaria, María del Rosario Melchora Puga y Vidaurre.

Veinte años menor, fue la madre de su hijo Demetrio.

Desde 2019, un equipo de especialistas del Grupo Praedio se encuentra desarrollando un plan maestro de restauración para una de las residencias capitalina más antiguas vigentes, junto con la Casa Velasco, a veinte pasos de ahí.

“La Velasco es un ejemplar colonial muy valioso. Conserva su pilar en la esquina, pero, en cambio, ha tenido muchas intervenciones posteriores que le han incorporado elementos decorativos no coloniales. La Casa O’Higgins mantiene sus atributos del siglo XVIII casi intactos”, dice María Jesús Guridi, directora de Praedio.

Se refiere, por ejemplo, a esos tres patios interiores, que en su tiempo contaban con funciones específicas. “El primero tenía una dimensión social; el segundo representaba el espacio privado y el tercero estaba dedicado a las zonas de servicio de la casa”, explica.

Original del siglo XVIII en calle Santo Domingo, es un emblema colonial en medio de una ciudad transformada. Las obras de la techumbre dejaron a la vista materialidades y tecnologías de hace cerca de 200 años intactas.

Pero existe el hallazgo de un atributo original más, que los especialistas de Praedio están dando a conocer.

Coligüe y curagüilla. Desde el inicio del plan, el equipo ha logrado finalizar dos de las etapas de rescate de la fachada de calle Santo Domingo, que le ha dado una presencia en el barrio.

Luego le siguió una actualización de los sistemas eléctricos.

El objetivo es recuperar la totalidad de la casa para fines culturales y sociales. La organización propietaria, cuyo rol original estaba en el socorro y atención de salud a las personas necesitadas, planea darle un programa nuevo y sustentable como centro cultural, con salas de exposiciones, salas de conferencias, oficinas para organizaciones y espacios de acceso público.

La tercera etapa está en marcha con la intervención de la techumbre, unos 500 m2 de tejas musleras originales -es decir, moldeadas en el muslo del artesano-, piezas de 60 x 35 cm.

“Al retirar las tejas nos encontramos con el encañado original de la casa, lo que representa un valor extra al proyecto pues se releva el sistema constructivo de su tiempo”, dice Jorge Domínguez, ingeniero a cargo de la restauración de la techumbre.

“De esa gran superficie que estamos interviniendo, existen unos 120 m2 sanos”, agrega.

La Casa O’Higgins exhibe vigente un sistema constructivo que comenzó a desaparecer -señala Domínguez- hace unos 140 años. Los restauradores descubrieron una cubierta de tierra de 20 cm de espesor, que permitía estabilizar las tejas y proveer de aislación térmica del edificio.

Bajo ella se encuentra una cama de curagüilla, la fibra utilizada en la fabricación de escobas típicas, y luego un entablado de coligüe con amarras de cáñamo. “Esa construcción viene del siglo XVIII y funciona en perfecto estado. Creemos que la materialidad proviene de las riberas del Mapocho”, infiere Domínguez.

La intervención en el techo del patio principal finalizará en enero, pero los problemas mayores están identificados en el tercer patio, donde la falta de mantención de las cubiertas ha ocasionado acumulación de material y atascos en las bajadas de aguas lluvias, lo que ha deteriorado sostenidamente la materialidad de los muros.

“Una etapa de trabajos ahí es lo que viene en el plan de restauración. La casa estará terminada en 2025”, cierra María Jesús Guridi.

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional