“OCCIDENTE” EN TIEMPOS DE TRUMP (21)
El término Occidente surgió en el siglo XVI para referirse a los países de «cultura occidental» de base cristiana
Desde la 2ª Guerra Mundial, se entendía por Occidente a Estados Unidos, Canadá, Europa occidental, Australia, Nueva Zelanda, España y Portugal.
Desde el arribo de Trump a la Casa Blanca, los líderes de todo el mundo se encuentran trabajando para anticiparse a sus planes respecto a comercio, alianzas y otros. Están tratando de determinar cómo sus países jugarán sus cartas para sobrevivir al fenómeno Trump 2.0 , que puede ser pasajero o establecerse como un nuevo ordenamiento global.
La Guerra Fría fue el punto de partida del concepto de Occidente como alianza integral, bajo el liderazgo y financiamiento de EEUU y la participación de la Unión Europea como socio principal, para enfrentar a la Unión Soviética. Pero, el proyecto final de los dos socios no era el mismo, no tenía las mismas bases, no apuntaba al mismo fin. La amenaza soviética postergó la necesidad de una respuesta, pero con su colapso, las dudas surgieron con fuerza.
En Europa una encuesta entre 10.000 ciudadanos y 1.800 representantes de las elites, muestra la falta de consenso respecto del futuro de la integración.
– Según Chatham House, si la situación actual no cambia, otros países pueden seguir el ejemplo del Reino Unido.
– Hay una división entre las élites y los ciudadanos de a pie respecto a la utilidad de la UE., sin embargo, ambos grupos sociales están de acuerdo en que uno de los objetivos de la UE como proyecto político es redistribuir la riqueza (más que generarla).
– La mitad de la población europea considera que los países ricos deben proporcionar apoyo financiero a los países pobres. Hay una profunda grieta entre los economistas liberales y los conservadores.
– No hay consenso entre las élites sobre el rumbo de desarrollo que debe tomar la UE. Se puede notar que las preocupaciones europeas giran en torno a una problemática eurocéntrica, que no se inquieta por la seguridad ni se autoasigna intereses ni responsabilidades en el resto del mundo más allá de cierta filantropía y utilitarismo comercial.
– La lógica Europea sería: El declive relativo es inevitable, pero no debería preocuparnos. Significa que otros lugares están haciéndose más ricos, pero no tiene por qué suponer una caída de nuestra prosperidad. Podemos seguir igual.
El regreso de Trump al gobierno consolida su figura como “transformador”. Roosevelt definió el rol de EEUU como el de líder del orden mundial hegemonizado por su país y proclamó “el siglo Americano”. Reagan lo transformó, maximizando el poder militar y económico de EEUU. La suya fue la era de “La paz mediante la fuerza”.
Los gobiernos posteriores al término de la Guerra Fría han oscilado entre ambas tendencias, pero incluyendo dosis crecientes de prioridad por sus intereses nacionales, conformando la nueva “era del nacionalismo” que se agudizó tras la crisis financiera del 2008 que afectó e influyó en todos los países. Desde 2010 el nacionalismo económico o étnico ha avanzado en el mundo. En vez de criticarlo o aplacarlo, EEUU ha contribuido a reforzarlo. La crisis económica que afecta a todos por igual, lo ha exacerbado.
La única economía occidental a la que le está yendo relativamente bien es Estados Unidos. Pero si se le resta la deuda acumulada entre las Administraciones de Trump y Biden, el crecimiento generado casi queda anulado, pues está impulsado en gran parte por deuda. Estados Unidos es la moneda de reserva mundial, pero no puede tapar la crisis indefinidamente.
En términos de poder, fuerza y objetivos, “Occidente” ya no existe más. El nacionalista Trump le está poniendo la lápida, mientras Europa discute sus preocupaciones existenciales.
Fernando Thauby García
Capitán de Navío, Infantería de Marina (R)
Melosilla 29 de Enero de 2025
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