DICTADURA SIN CARETAS
El Mercurio, Editorial, 13/01/2025
Desde su primera elección, en 2013, tras la muerte de Hugo Chávez, Maduro ha enfrentado acusaciones de fraude electoral, particularmente en los comicios de 2018, ampliamente cuestionados. La Unión Europea y la Organización de Estados Americanos (OEA), entre otros, denunciaron entonces la falta de condiciones para una elección libre y justa, lo que llevó a varios gobiernos a desconocer su legitimidad.
A pesar de ello, el Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el oficialismo, y la Asamblea Nacional Constituyente, creada en 2017 y dominada por el chavismo, garantizaron su continuidad en el poder. Mientras, figuras clave de la oposición enfrentaron inhabilitaciones políticas, persecución y exilio.
Las imágenes de Nicolás Maduro asumiendo su tercer mandato presidencial consecutivo fueron ilustrativas. En un salón mucho más pequeño que en las anteriores ocasiones, solo estuvieron presentes los gobernantes de Cuba y Nicaragua, mientras el gobierno mantenía cerrada la frontera con Colombia y todo el espacio aéreo. Y a pesar de que en su discurso usó varias veces la palabra democracia, fue el nacimiento de una nueva fase de la dictadura, ahora ya sin tapujos. |
El proceso electoral más reciente, que culminó con la juramentación de Maduro, estuvo marcado por la exclusión de María Corina Machado, la principal líder y triunfadora en la primaria opositora, y de quien en principio la reemplazaría, Corina Yoris.
Eso llevó finalmente a que las principales fuerzas de oposición se unieran en torno a Edmundo González, un exdiplomático cuya postulación el régimen no alcanzó a impedir.
El escenario era adverso, sobre todo tomando en cuenta cómo la figura de Juan Guaidó, quien se proclamó Presidente encargado en 2019 con el respaldo de más de 50 países, había terminado desvaneciéndose tras la falta de resultados tangibles. Aun así, con el liderazgo de Machado, la candidatura de González logró movilizar al país y se impuso abrumadoramente en las elecciones del pasado 28 de julio, cuyo resultado Maduro desconoció.
Desde entonces, enfrentando una violenta represión y con el apoyo del pueblo venezolano, Machado y González —quien debió partir al exilio— han defendido su triunfo, avalado por las copias del 85% de las actas electorales que han logrado reunir.
Pero Maduro juega con otras reglas y, tras un cuarto de siglo de chavismo, todo indica que Venezuela sigue de cerca los pasos de la incombustible dictadura cubana.
Hoy, el gobernante está más aislado que antes y, sobre todo, mucho más dependiente del respaldo de figuras “más duras” como Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López —y de las fuerzas armadas— para mantenerse en el poder y que el establishment chavista pueda seguir saqueando el país, ignorando las necesidades de la población y a una diáspora de 7,7 millones de compatriotas.
La división de Latinoamérica. A nivel regional, el inicio del nuevo sexenio de Maduro muestra cómo la comunidad latinoamericana ha fracasado en su intento de reencauzar a Venezuela hacia la senda democrática. Así lo han demostrado los múltiples foros diplomáticos que han visto diluirse sus esfuerzos frente a un régimen que ha consolidado su poder con mano dura y represión.
Aun así, en un giro significativo, las izquierdas regionales han comenzado a marcar distancia. Gobiernos como el de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y Gustavo Petro en Colombia, históricamente cercanos al chavismo, han adoptado posturas más críticas.
Sin embargo, este distanciamiento no es uniforme. Regímenes como los de Cuba y Nicaragua continúan siendo aliados incondicionales de Caracas, reforzando un bloque autoritario que se resiste a la presión internacional.
Trump, una interrogante. A una semana de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca, muchos se preguntan cuál será su posición frente a la dictadura de Maduro. Si se recuerda su primer mandato, más allá de reforzar sanciones económicas y reconocer a Guaidó, no logró resultados.
Ahora, su agenda de “temas pendientes” parece tener mucho más arriba la supuesta recuperación del Canal de Panamá o apropiarse de Groenlandia. Pero más allá de eso, lo cierto es que sus intereses más concretos son el control fronterizo y migratorio absoluto, así como debilitar a China todo lo posible.
Aun así, en especial considerando la nominación de Marco Rubio como secretario de Estado, algunos mantienen expectativas de una acción más decidida.
Con todo, John Bolton, exconsejero de seguridad nacional de Trump de 2018 a 2019 y hoy duro crítico, en una entrevista con CNN, sugirió como posible un escenario muy distinto, donde no es descartable que el futuro Presidente —apelando a su conocido pragmatismo— incluso se reúna con Maduro y busque llegar a algún tipo de acuerdo de beneficio mutuo. Algo similar a lo que intentó hacer en su primer gobierno con Kim Jong-un.
Después de todo, Venezuela aún le vende petróleo a EE.UU. y a otros países, gracias a licencias que datan de 2022 y que eran “la zanahoria” para que Maduro realizara elecciones libres y democráticas (que nunca se concretaron).
Ahora, Trump tiene la capacidad de mantener o no esas licencias, tal vez a cambio de que Maduro acepte recibir a todos los venezolanos que pretende deportar apenas regrese a la presidencia.
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