El Mercurio, Editorial, 23/09/2023
”Contrasta su claro y valioso apoyo a Ucrania con sus señales respecto de Cuba y Venezuela”.
Ante el pleno de la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), en Nueva York, el Presidente Gabriel Boric afirmó que los tres grandes desafíos que tiene el mundo son la defensa de la democracia, el combate al cambio climático y las oportunidades y riesgos del cambio tecnológico.
Y aunque la sala semivacía en que habló impone una dosis de realismo respecto de las posibilidades de Chile para incidir en el concierto internacional, no es motivo para renunciar a tener posiciones claras, las que en definitiva asientan el prestigio del país y el respeto de las demás naciones.
En este sentido, el mandatario hizo lo correcto al situarse junto con los países respetuosos del derecho internacional y condenar con claridad la invasión de Rusia a Ucrania.
En este tema, el mandatario ha marcado una valiosa diferencia tanto con otros gobernantes de izquierda de la región como con una parte de su propia coalición política, donde el Partido Comunista mantiene sin rubor una posición funcional a los intereses de Vladimir Putin, el autócrata ruso.
Pero, respecto de la situación latinoamericana, así como fue valiosa la claridad de Boric para condenar la dictadura del matrimonio Ortega-Murillo en Nicaragua, llamó la atención la ausencia de críticas en su discurso a los gobiernos igualmente opresivos de Venezuela y Cuba.
Por cierto, es razonable que el mandatario destaque el diálogo multilateral como camino para asegurar elecciones libres en Venezuela, pero sorprende que no haya dedicado una palabra a la ofensiva del régimen de Nicolás Maduro contra las primarias que realiza la oposición, incluida la arbitraria inhabilitación de la candidata favorita, María Corina Machado.
En lugar de ello, el Presidente Boric prefirió pedirle a Estados Unidos que levante las sanciones que afectan a ese país y a Cuba.
Más aún, afirmó que incluir a esta última en la lista de naciones que promueven el terrorismo “no solo es falso, sino que nos violenta”.
Más allá del histrionismo de esas palabras, ellas demandan algún matiz, considerando no solo el largo historial de apoyo del régimen cubano a grupos extremistas en toda la región, incluido nuestro país, sino también, y especialmente, los antecedentes sobre la protección dada por el castrismo a los autores del asesinato del senador Jaime Guzmán.
Es en realidad difícil entender la evolución del mandatario chileno respecto de Cuba. Si en 2016, al morir Fidel Castro, el entonces diputado Boric le expresaba “mis respetos, comandante” en Twitter, años después, cuando disputaba la primaria presidencial con Daniel Jadue, marcó distancia de este y expresó su apoyo a los manifestantes que en 2021 protagonizaron sonadas protestas en la isla.
Luego de asumir el poder, sin embargo, tanto él como su gobierno han evitado condenar a esa dictadura y sus acciones represivas.
Respecto de Venezuela, en tanto, las señales han sido equívocas. Este año, el Presidente se atrevió a corregir a Lula da Silva en una cumbre en Brasil cuando este quiso minimizar los abusos del chavismo y decir que eran “una construcción narrativa”, pero precisamente por lo mismo llama la atención que ahora, en el principal foro mundial, Boric se haya restado de expresar con claridad una postura crítica.