“SALIR CON UN GÉMINIS ES UN DESASTRE” O
POR QUÉ NI LA AUTOAYUDA NI LOS ASTROS
SOLUCIONAN NUESTRAS RELACIONES FALLIDAS
Andrea Proenza – Flipboard, 14/02/2025
Una mujer lee en el tren de la línea Barcelona-Salamanca un libro cuyo título, en letras mayúsculas que ocupan toda la portada, interpela a cualquiera que lo mire: “TÚ NO ERES EL PROBLEMA”. Minutos después, recibe una llamada y aprovecha para recomendar lo que está leyendo: “Ha sido un antes y un después en mi vida”.
Una búsqueda rápida en Internet nos revela que el libro es de la psicóloga Elizabeth Clapés, quien, según la editorial Montena, cuenta con más de 100.000 lectoras (en femenino) y que su obra funciona como una guía para “entenderse y sanar tras el vínculo con personas narcisistas”.
Libros de autoayuda que prometen curarnos de relaciones dañinas o ‘tiktokers’ que predicen qué signos del zodiaco sufrirán más en el amor. En una época marcada por la incertidumbre, la autoayuda y la astrología se han convertido en herramientas populares para buscar sentido y control
La proliferación de la literatura de autoayuda se produce en un momento en el que la cultura neoliberal nos dice que tenemos el poder de decidirlo todo: desde alcanzar el éxito hasta encontrar el amor.
Un discurso que, paradójicamente, se superpone con el auge de una espiritualidad centrada en la astrología y el tarot, donde nuestras interacciones con el mundo y los vínculos sexoafectivos que establecemos dependen de la posición de los astros. “Tú tienes el poder para encontrar el amor, pero este 2025 los Géminis y los Tauro lo van a tener más complicado”, parece ser una de las contradicciones más recurrentes en estos días.
Pero ¿qué sucede cuando dejamos que esta clase de discursos se infiltren en nuestras vidas y, especialmente, en nuestras relaciones? ¿Realmente tienen la capacidad de ayudarnos a establecer vínculos más conscientes o, por el contrario, dirigen la mirada únicamente al interés particular?
La cultura del “yo” frente a los problemas estructurales. A pesar de sus diferencias —la astrología es considerada una pseudociencia, mientras que los manuales de autoayuda suelen estar escritos por profesionales de la psicología pero con un uso poco riguroso de la ciencia— ambas comparten el mismo punto de partida: la búsqueda de consejo en “un Otro”.
Sin embargo, este “Otro” no es una comunidad o una red de apoyo que busca el bienestar colectivo, sino una voz que se centra en el “yo”.
En La voz del oráculo (Reservoir Books), la historietista Liv Strömquist analiza el auge de la industria de desarrollo personal y cuestiona cómo el vocabulario terapéutico impregna cada vez más todos los ámbitos de la vida humana: “En MI viaje hacia la sanación…”, “MIS herramientas internas y MIS estrategias…” son algunos de los ejemplos que abundan en esta clase de discursos.
Vivimos en una época en la que el “yo” parece sobredimensionado pero que, dice Strömquist, tal vez debería ser interpretado como “un ‘yo’ extremadamente frágil, que está fragmentado, confuso y expuesto a una enorme presión”: “Estoy inseguro”, “estoy cansada”, “siento que la vida se me escapa de las manos”, “no me gusta mi cuerpo” …
Ante estos problemas aparentemente individuales, la cultura de la autoayuda —y, en menor medida, también la astrología— buscan “producir y regular un individuo que es libre de elegir” y capaz de solucionar sus propios problemas, tal y como explica el sociólogo Nikolas Rose.
La psicóloga Isa Duque y el equipo de Psico Woman atribuyen esta confusión del individuo, especialmente de las generaciones más jóvenes, a la situación de gran incertidumbre que les ha tocado vivir. “Han crecido en un contexto de crisis sistemática: la crisis económica, una pandemia mundial, conflictos bélicos, un genocidio, el ascenso de la ultraderecha en este país… No han tenido nada de certezas, ni del presente ni del futuro, y es normal que se hayan acercado o enganchado más a cualquier tipo de herramienta que te haga sentir que tienes más agenda, más autonomía, más gobernanza sobre tu destino, sobre tu cuerpo, sobre tu alimentación, sobre lo que sea”, explica.
Estos libros defienden que, con la actitud correcta, es posible atraer relaciones saludables, mejorar la vida amorosa y alcanzar objetivos personales, lo que indirectamente minimiza o ignora factores estructurales que influyen en nuestras vidas.
Al centrarse en la psicología individual, estos discursos invisibilizan problemas como el machismo, el racismo, la precariedad laboral, la crisis de la vivienda o la falta de protección a las personas migrantes, presentando el éxito y la felicidad como elecciones personales, en lugar de reconocer la influencia de sistemas de poder desiguales.
Además, este tipo de literatura tiende a negar el papel del azar o la suerte, lo que refuerza la idea de que quienes no logran sus metas simplemente no se han esforzado lo suficiente o no han “vibrado” en la frecuencia adecuada.
Sin embargo, la realidad es que, al igual que Laura (nombre ficticio), muchas personas consumen estos libros e ideales “pensando ‘este me va a ayudar o cambiar la vida seguro’, porque te venden que puedes tener un control total sobre tu vida. Pero luego te hacen sentir muy culpable. Si no consigues lo que sea, es tu culpa”.
En esta misma línea, cuando el libró Tú no eres el problema: Entiéndete y sana tras el vínculo con psicópatas narcisistas clasifica como tales a “maridos aparentemente maravillosos, pero infieles”, “padres ejemplares de cara a la galería, pero maltratadores a puerta cerrada” o “exitosos empresarios que no merecían sus puestos” está patologizando e individualizando estos comportamientos.
En lugar de señalar que responden a un sistema social que los permite y perpetúa, la solución propuesta es “identificarlos, alejarse y sanar”. Un enfoque que omite la necesidad de cambios políticos, económicos y sociales que prevengan y combatan estas violencias en primer lugar.
Por ejemplo, sustituir, en muchos casos, el concepto de “violencia machista” por el de “psicópatas narcisistas” o “relaciones tóxicas” invisibiliza esta realidad y el trabajo de numerosas teóricas feministas como Adrienne Rich, que politizaron la heterosexualidad como un régimen que refuerza la dominación masculina a través de diferentes fuerzas como “la violación, la socialización de las mujeres para hacerlas creer que el «impulso» sexual masculino equivale a un derecho, el control del aborto y la anticoncepción, la negación del acceso a la educación”, entre otros factores.
Estos sistemas de opresión interactúan con variables como la raza, la clase o la identidad sexual, produciendo desigualdades específicas. Detrás de cada “psicópata narcisista” hay una estructura que lo protege. Y tal vez una mujer tenga las condiciones materiales necesarias que le permitan “alejarse y sanar” —para que luego otra ocupe su lugar—, pero muchas otras simplemente no contarán con esa posibilidad.
Prejuicios en lo afectivo. Más allá de los contextos de violencia explícita, el desplazamiento de la fe religiosa hacia nuevas espiritualidades, como la astrología, las energías o el tarot, también influye en las relaciones afectivas.
Cuando una persona sufre en sus relaciones —especialmente amorosas— es natural querer encontrar explicaciones a “por qué me han hecho daño”. Tanto la autoayuda como la astrología ofrecen ese alivio momentáneo.
Como señala Strömquist, del mismo modo que las religiones brindan consuelo ante el miedo a la muerte, atribuir una mala relación a una “incompatibilidad zodiacal” ayuda a justificar por qué alguien que nos quería nos hizo daño.
Isa Duque explica que si existiera “un acompañamiento de calidad en el bienestar emocional de las personas desde que van a Infantil, luego no necesitarían aferrarse tanto a cuestiones como el signo del zodiaco o la carta astral”.
En este contexto, cada vez es más común que, en realities como Love is Blind, la cuestión de los signos zodiacales aparezca en los primeros encuentros de los participantes. En el programa, las solteras y solteros entran con el propósito de encontrar el amor verdadero en una época marcada por la superficialidad de las relaciones. Para ello, entablan citas a ciegas desde cabinas aisladas que no les permiten verse, solo escucharse.
En muchas de estas primeras conversaciones, preguntas como “¿qué signo eres?” se suman a otras como “¿dónde te gustaría vivir?” o “¿qué valores buscas en una relación?”, reflejando cómo la astrología ha pasado de ser una curiosidad esotérica a un filtro más en la selección amorosa (las apps de citas, por ejemplo, también permiten cribar por signos).
Este fenómeno no solo ocurre dentro del programa, sino también en la audiencia. Algunas creadoras de contenido, como The Amateur Guru, analizan la compatibilidad astrológica de los participantes y ofrecen su interpretación de por qué algunas parejas han funcionado y otras han fracasado.
Nuevamente volvemos a ese sesgo de confirmación que estas dinámicas infiltran en los vínculos afectivos. Esto, a su vez, “te va a cerrar la puerta a poder conocer gente y tener experiencias maravillosas”, razona Duque (Psico Woman), “ya que actúan como un filtro que busca protegerte. Vincularnos en los amores y vincularnos con otra persona implica mucha incertidumbre, implica soltar, tienes que abrirte de alguna manera al interrogante”.
Otra forma de contar historias. Sin embargo, la astrología no solo funciona como generadora de prejuicios, sino que también puede ser utilizada como fuente de creatividad. Este es el caso de Charas Vega, conocida en redes como @charcastrology, quien utiliza los doce signos del zodiaco como “un sistema de símbolos en el que se puede empaquetar todo” y que “le permite hablar de lo que le da la gana, desde la sociedad neoliberal obsesionada con el yo hasta los aspectos culturales que más le interesan, como el cine, la música, el arte, la cultura de Internet o los memes”, explica.
Vega, que es crítica con las pseudociencias, los gurús, los coaches y la autoayuda, utiliza la astrología como fuente de valor iconográfica y una herramienta narrativa: “Del mismo modo que puedes estudiar la iconografía católica siendo atea, yo uso la astrología para contar historias con humor y parodia”, como su post en el que puedes descubrir qué momento icónico de Montoya en La Isla de las Tentaciones eres según tu signo.
Sin embargo, su uso como recurso creativo no cambia el hecho de que, en muchos otros espacios, la astrología —al igual que la autoayuda— refuerza una lógica individualista. Ambas ofrecen soluciones personalizadas que sitúan al individuo como único responsable de su destino, desviando la mirada de los sistemas que condicionan su vida.
Pero la promesa de encontrar respuestas dentro de uno mismo o en los astros actúa solo como un espejismo contra la incertidumbre y no nos acerca a relaciones más justas ni a una sociedad más equitativa. Al final, ni los signos ni los libros de autoayuda tienen la respuesta: la clave está en no perder de vista lo colectivo, lo estructural y lo político.
Prejuicios en lo afectivo. Más allá de los contextos de violencia explícita, el desplazamiento de la fe religiosa hacia nuevas espiritualidades, como la astrología, las energías o el tarot, también influye en las relaciones afectivas.
Cris, científica de profesión y escéptica de estas creencias, admite sin embargo que a veces ha encontrado patrones de comportamiento similares en personas de ciertos signos. “Tengo mucha afinidad con los géminis, pero en relaciones de amistad. Las dos veces que salí con chicos de este signo, fue un desastre. En cambio, tengo problemas con los cáncer: mi expareja, mi exjefa, incluso el exnovio de mi madre. No creo en esto, pero a veces dudo”, explica.
Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio varas Clavel