Columna de Opinión, News

¿PAUTEANDO AL BANCO CENTRAL? SIN DESESPERARSE Sebastián Izquierdo La Tercera, 11/07/2022

¿PAUTEANDO AL BANCO CENTRAL? SIN DESESPERARSE

Sebastián Izquierdo

La Tercera, 11/07/2022

La semana pasada ocurrió lo impensable: el dólar llegó a mil pesos.

Con razón, esta situación se ha convertido en una preocupación para el Presidente Gabriel Boric, quien está viendo con inquietud cómo las consecuencias del alza y el problema inflacionario se están haciendo sentir en el bolsillo de los chilenos, a tan solo dos meses del plebiscito.

La aprobación del gobierno y su opción respecto de dichos comicios se encuentran por el suelo. El pesimismo se ha instalado en La Moneda, y con él, las respuestas desesperadas.

El ministro de Hacienda, tras observar con frustración que su anuncio de venta de 5.000 millones de dólares no hizo nada al tipo de cambio, solicitó por la prensa un “diagnóstico de la situación” a la institución que lideró hasta hace solo 4 meses: el Banco Central (BC).

Dicha intromisión no quedó ahí, pues luego la vocera de gobierno instruyó indebidamente al organismo a “tomar medidas”, lo que fue reforzado por el ministro de Economía tras preguntar públicamente cuál sería la estrategia del BC respecto de la escalada del dólar.

Las alarmas en el mundo de la economía se prendieron rápidamente, llevando a las autoridades a desdecirse: Vallejo se disculpó por el espacio a la mala interpretación, al no haber querido dar a entender que se quería pasar a llevar la autonomía de dicha institución, y Marcel, advirtiendo que “hay ciertos actores y autoridades que no están tan familiarizadas con los temas económicos”, desacreditó a la titular de la Segegob, encendiendo las trincheras de Apruebo Dignidad, principalmente en los dirigentes comunistas que han sido críticos con la orientación de Hacienda.

Con este telón de fondo, la inflación galopante sigue presente. La evidencia es enfática en el valor que tiene el hecho de que los bancos centrales sean autónomos, sobre todo de los gobiernos de turno, para que puedan lograr un buen manejo monetario en favor de la estabilidad macroeconómica y controlar la inflación –“impuesto regresivo” que afecta directamente a los más vulnerables, pues devora sus sueldos y ahorros-.

En vez de pautear el quehacer de un organismo cuya independencia hay que respetar, el Ejecutivo debiese destinar sus esfuerzos respecto de los problemas de fondo que afectan a nuestra economía y, así, fortalecer nuestra debilitada moneda.

Se advirtió que el exceso de gasto fiscal y los retiros producirían inflación, a oídos sordos de muchos del oficialismo. Hoy, se debe trabajar en aquellas ayudas dirigidas a las familias golpeadas por dicho fenómeno, no solo con la preocupación técnica de no generar un exceso de liquidez, sino que con la prudencia que amerita una elección libre de intervencionismo.

Así, y a propósito de la propuesta constitucional, estamos ante un buen ejercicio de evaluación sobre la robustez de la autonomía del BC, que pone en duda la definición de objetivos más diversos en el nuevo texto, pues las tentaciones a más escrutinios indebidos podrían ser recurrentes.

No por nada decimos “zapatero a tus zapatos”: dejemos que el BC haga lo suyo y el gobierno se encargue de lo que le corresponde (sin desesperarse).

Columna de Opinión

INTEGRANTES DEL EJÉRCITO JURARON ANTE LA BANDERA Y SELLARON SU COMPROMISO CON CHILE Lorena Soto G., periodista Dirección de Comunicaciones Estratégicas del Ejército, 09/07/2022

Dirección de Comunicaciones Estratégicas del Ejército

Historia y Vigilia de Armas. Este acto recuerda a los 77 soldados de la gesta heroica de La Concepción, que en la Sierra peruana el 9 de julio de 1882, hace exactamente 140 años rindieron su vida por la Patria y la bandera.

5.573 soldados del Ejército de Chile, de ellos 1.158 mujeres y 4.415 hombres, en todas las unidades militares a lo largo del país, realizaron este 9 de julio, el acto de Jurar ante la Bandera Nacional, en representación de la Patria, comprometiéndose con valores, fidelidad y el cumplimiento del deber de servir a Chile.

El acto central de Juramento a la Bandera se llevó a cabo en la explanada del Templo Votivo de Maipú, y fue encabezado por el Presidente de la República, Gabriel Boric F., junto a la Ministra de Defensa Nacional, Maya Fernández A. y el Comandante en Jefe del Ejército, General Javier Iturriaga D.

En esta ceremonia principal, a la que asistieron las máximas autoridades del país, fueron 1.746 soldados, de ellos 464 mujeres y 1.282 hombres, entre oficiales, suboficiales, soldados de tropa profesional, alumnos de las escuelas matrices y soldados conscriptos, pertenecientes a las unidades de la Guarnición de la Región Metropolitana, quienes realizaron el acto de juramentar.

Inicialmente, luego de los honores de reglamento al Presidente de la República e izamiento del Pabellón Nacional, se dirigió a los presentes el Comandante en Jefe del Ejército, para resaltar el acto con el que se comprometen con el país. “Seremos testigos del compromiso solemne y público, que estos jóvenes adquirirán, ante SE el Presidente de la República, las máximas autoridades del país, sus familias, sus comandantes e instructores. Con su brazo derecho extendido, hacia la estrella solitaria de nuestra bandera nacional, jurarán servir fielmente a su patria y defenderla, incluso con su vida, si la protección de la soberanía y de sus ciudadanos, así lo requiriera”, sostuvo.

En este contexto, agradeció el trabajo de los comandantes e instructores en el proceso de formación para convertirlos en soldados disciplinados y comprometidos, al tiempo de asegurarles un permanente apoyo para su desarrollo personal y profesional.

Tras sus palabras, juraron ante la Bandera efectivos de las escuelas matrices, Comando de Educación y Doctrina, escalón Operaciones Especiales, II División Motorizada, Comando de Apoyo a la Fuerza, Comandancia General de la Guarnición Ejército Región Metropolitana y Comando de Industria Militar e Ingeniería.

Con posterioridad, el General Iturriaga intervino por segunda vez, para enfatizar en la responsabilidad adquirida en esta ceremonia y que deben cumplir durante su trayectoria militar. “Al regresar a sus cuarteles, lo harán con la satisfacción de haber cumplido mucho más que un rito militar, sino un compromiso de vida, con la patria y con ustedes mismos”, junto con destacar que la principal fortaleza de la Institución está en el personal, en los procesos de preparación y capacitación, pero “principalmente en su formación valórica, su disciplina y el cultivo de los principios que sustentan una profesión que debe ser eminentemente vocacional”, puntualizó.

Asimismo, detalló que esos valores han permitido al Ejército, al igual que a las otras instituciones de las FF.AA., de Orden y Seguridad, “apoyar a la población en las difíciles circunstancias que hemos debido enfrentar, durante los últimos años”, recordando a quienes fallecieron y sufrieron accidentes durante su empleo en los distintos Estados de Excepción.

En la misma línea, destacó que, junto con realizar los procesos de instrucción y entrenamiento, se cumple con las demandas que el Estado ha determinado, “para apoyar el normal funcionamiento del país y la seguridad de los ciudadanos”, en alusión al despliegue ante emergencias y al existente en la zona norte del país, apoyando los controles fronterizos afectados por la inmigración ilegal y en la macro zona sur, frente a los delitos que están afectando tan gravemente la vida de las personas. Cerró sus palabras, instándolos a continuar trabajando con la misma entrega que hasta ahora.

Luego se efectuaron las descargas de reglamento, y la correspondiente bendición y oración por el compromiso adquirido de servir a Dios y la Patria, por parte del Pastor Evangélico, Pedro Rubio C. y el Obispo Castrense, Monseñor Pedro Ossandón B., dando paso al tradicional desfile de honor.

Por su parte, el Presidente saludó a los juramentados y recordó a los 77 chacabucanos, “nos tiene que llenar de orgullo e incentivar nuestro actuar como esos valientes que no se rindieron por defender la Patria. Agradezco tremendamente y valoro profundamente el gesto de entrega que hacen con nuestra Patria, y como autoridades debemos hacer valer ese compromiso”, finalizando con “el Estado de Chile está orgulloso de ustedes”.

Historia y Vigilia de Armas. Este acto recuerda a los 77 soldados de la gesta heroica de La Concepción, que en la Sierra peruana el 9 de julio de 1882, hace exactamente 140 años rindieron su vida por la Patria y la bandera.

Por lo mismo, en esta fecha se conmemora también el Día Nacional de la Bandera, símbolo que fue acogido oficialmente el 18 de octubre de 1817.

Asimismo, se realiza la Vigilia de Armas, rito tradicional que se efectúa la noche previa al “Juramento a la Bandera”, para que los jóvenes que jurarán reflexionen sobre los desafíos que depara la carrera militar y los deberes hacia la Patria, “hasta rendir la vida si fuese necesario”.

Columna de Opinión

¿POR QUÉ JURAMOS A LA BANDERA? Centro de Liderazgo del Ejército, 07/07/2022 —- COMBATE DE LA CONCEPCIÓN – 9 Y 10 DE JULIO DE 1882 Eduardo Arriagada Aljaro,

¿POR QUÉ JURAMOS A LA BANDERA? Centro de Liderazgo del Ejército, 07/07/2022 —- COMBATE DE LA CONCEPCIÓN – 9 Y 10 DE JULIO DE 1882 Eduardo Arriagada Aljaro, Lic. en Historia PUC Academia de Historia Militar

Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión

La Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional en el juramento a la bandera y conmemorando el combate de La Concepción

¿POR QUÉ JURAMOS A LA BANDERA?

Centro de Liderazgo del Ejército, 07/07/2022

Con motivo del acto solemne del Juramento a la Bandera, el Centro de Liderazgo del Ejército (CLE) pretende aportar a la reflexión sobre los contenidos del juramento y su vinculación con la esencia de nuestra profesión militar, destacando virtudes propias que caracterizan al soldado chileno.

Soldados y comandantes deben demostrar hoy, como antes, la fortaleza y el carácter de los “77 Héroes de La Concepción”, que dieron su vida por Chile y la causa nacional.

Todos somos testigos de cómo distintos actores de la sociedad, civiles y militares demuestran su patriotismo día a día en sus labores propias de aporte al desarrollo del país. No obstante, la labor militar (de tipo profesional o de servicio ciudadano) requiere una entrega límite y un pacto consecuente que demuestre frente a la ciudadanía aquella disposición incondicional para dar la vida por Chile, en los escenarios y situaciones más complejas y extremas que se deban enfrentar.

Por esa razón, los militares chilenos no basan su compromiso patriótico en una simple promesa privada, sino en un juramento declamado públicamente que pone como testigo trascendental a Dios y a la Bandera, principal símbolo del patriotismo. Entre el soldado, la ciudadanía asistente y las autoridades se pone a un “tercero trascendente” en el cual se depositan todos los votos de un compromiso integral con la Patria.

Lo que ocurre en el momento mismo del juramento es que el joven soldado empeña seriamente su palabra y su integridad moral para el resto de la vida. El vocablo “compromiso” nos remite precisamente a aquella palabra dada o empeñada, y que genera una obligación contraída voluntariamente; por esa razón, nuestra Ordenanza General pone como principio el Compromiso Básico de la Profesión Militar, que se ve expresado en la declamación misma del juramento ante la bandera.

Por eso, cabe advertir que no es posible romper un juramento sin perder también la integridad moral frente a Dios, la Patria y la ciudadanía. A diferencia del patriotismo libre y valioso del ciudadano civil, el militar chileno sella públicamente un pacto de honor frente a sus compatriotas.

Al proferir las palabras del juramento, el soldado chileno está llevando a cabo un acto de pleno sentido personal cuya trascendencia se considera permanentemente durante toda la vida. En ese sentido, es un acto que debe cautelar la plena conciencia de quienes participan. Esto último vale no solamente para aquellos que realizan su juramento, sino también para los comandantes que instruyen a la tropa para aquel acto solemne.

Si se revisa con atención, el juramento es la síntesis explícita de todos los valores y virtudes militares que establece nuestra Ordenanza General del Ejército; en él se verá reflejado plenamente el carácter propio del militar chileno: aquel sello que lo distingue por su arrojo, fortaleza, valentía y espíritu de sacrificio.

Desde el principio, el juramento expresa los valores de Lealtad e Integridad con el solo hecho de mencionar el grado y el nombre del soldado ante Dios y la Bandera.

Precisamente, la Lealtad es el cumplimiento fiel de los compromisos personales y la adhesión a las órdenes normativas, y la Integridad es un principio que lleva a actuar en plena concordancia con la conciencia moral, manteniendo la palabra empeñada y defendiendo aquello en lo que se cree.

Al jurar “servir fielmente a mi patria, ya sea en mar, en tierra o en cualquier lugar” se expresa, primero, el valor del Espíritu de Servicio, como disposición a ofrecer voluntaria y activamente los esfuerzos en beneficio de la Patria y la cohesión social, asunto que hoy se ve de modo destacable en la participación del Ejército en todas las catástrofes naturales que han azotado a nuestro país.

También es posible distinguir el valor de la Abnegación como principio psicológico básico de la vocación militar, donde se subordinan los propios intereses para el cumplimiento del deber.

Las palabras del juramento hacen hincapié en que el militar realiza una entrega de servicio en cualquier lugar donde el destino, las circunstancias y la Institución lo requieran, asunto que se puede ver cotidianamente en las destinaciones, misiones de paz y designaciones en el extranjero, donde el militar debe representar al país y defender los intereses nacionales e institucionales a toda costa.

Quizás, la parte más importante del juramento es cuando el joven soldado declama servir “hasta rendir la vida si fuese necesario”. Aquí no solo se reflejan los valores de la Abnegación, el Honor y el Valor (como valentía frente a las circunstancias que puedan atentar contra la vida del soldado).

La frase apunta más allá, pues ¿qué quiere decir “rendir la vida”? Significa que el soldado entrega no solo la posibilidad última de morir por la Patria, sino el entregar la vida en su completo sentido: tanto la vida biológica, la entrega del cuerpo y sus energías; como la vida biográfica o historia personal (e incluso familiar): el militar chileno, por auténtica vocación de servicio y patriotismo, entrega sus tiempos personales, subordina sus propios intereses y está dispuesto a ser empleado en cualquier parte, entre otras muestras de sacrificio. En síntesis, entrega su vida completa al servicio.

A continuación, el juramento se centra en algunas cuestiones de suma importancia para el funcionamiento eficaz del Ejército cuando dice “cumplir con mis deberes y obligaciones militares”. Esta frase nos remite a la Disciplina y al Cumplimiento del Deber como valores que definen la mentalidad y el comportamiento distintivo del militar.

La disciplina, como método de instrucción, ordenamiento y formación, es el que permite forjar el carácter necesario para el cumplimiento de los deberes militares relacionados al empleo de la fuerza. El cumplimiento de obligaciones está relacionado a las responsabilidades propias del puesto y cargo asignado, así como también a la doctrina institucional.

Esto último se refuerza con la frase siguiente: “conforme a las leyes y reglamentos vigentes…”. Aquí también está implicada la Subordinación al Derecho, que no es más que lo señalado por la Constitución Política de la República de Chile para todas las Fuerzas Armadas como instituciones “obedientes” y “no deliberantes”.

Hoy, el cuerpo legal que rige la administración del Estado está sustentado bajo principios de probidad y transparencia, cuestiones en que el militar chileno debe ser siempre un ejemplo de Integridad moral para sus conciudadanos en la gestión de recursos materiales y humanos a su disposición.

Nuevamente, se refuerzan los valores fundamentales de la Disciplina y el Cumplimiento del Deber cuando el soldado jura “obedecer con prontitud y puntualidad las órdenes de los superiores”. Aquí la Integridad del soldado también se pone en juego, pues empeña su palabra en la obediencia de las órdenes emitidas por el escalón superior.

Hoy nuestra doctrina incorpora a este cumplimiento la comprensión de la intención del escalón superior para que el soldado pueda cumplir con las misiones de una forma proactiva y autónoma. Si bien la actual filosofía del mando tipo-misión puede abrir una reflexión en torno a esta frase del juramento, conviene destacar que el cumplimiento de las misiones encomendadas y encuadradas en una intención general deben ser cumplidas en la forma de “iniciativas disciplinadas” que respeten el sentido final de las órdenes que se imparten.

Nuestro juramento termina con una frase que resume el anhelo y la disposición vocacional del joven soldado chileno en “poner todo empeño en ser un soldado valiente, honrado y amante de mi Patria”. El militar basa su Honor en ser considerado alguien valeroso, fuerte e íntegro desde el punto de vista moral. El patriotismo (o “amor a la patria”) aparece con un acento especial bajo la forma de un afecto profundo que debe ser común a todos los soldados chilenos, que juran o han jurado a la Bandera.

El Espíritu de Cuerpo, como afecto común que une a una comunidad militar, se puede comprender como el amor compartido por todos los soldados a Chile. Desde ese afecto común, los militares se entregan juntos a una ardua y cotidiana tarea de Abnegación y entrega de la vida, con dignidad y sentido trascendente para el país; es la pasión que une a los soldados, genera hermandad, el sentido del honor y anima la sana camaradería en las unidades.

Conviene recordar acá porqué el acto solemne se realiza el día 9 de julio en conmemoración de la gesta heroica de La Concepción: la entrega de la vida por la patria y la insigne demostración de liderazgo y carácter de parte del Capitán Ignacio Carrera Pinto y sus “77 Chacabucanos”.

Si se relaciona este hecho heroico y dramático con nuestra doctrina operacional actual, se comprende por qué el Carácter aparece como el componente moral más importante del poder de combate: es la adhesión y cultivo de virtudes y valores militares lo que permite al soldado demostrar la fortaleza de su espíritu para lograr algo que es improbable para los seres humanos comunes: no huir ante el peligro inminente y proteger a Chile hasta rendir la vida si fuese necesario.

Hasta el final, el Subteniente Luis Cruz Martínez con sus 4 últimos hombres sin munición, frente a los ofrecimientos peruanos que le gritaban: “¡Subteniente Cruz, ríndase hijito, no tiene para qué morir!”, no claudicó en sus convicciones, respondiendo con carácter firme la célebre frase que da vida a la auténtica vocación militar de servicio: ¡Los chilenos no se rinden jamás!…

Por eso, los militares chilenos juramos a la Bandera.

COMBATE DE LA CONCEPCIÓN – 9 Y 10 DE JULIO DE 1882

Eduardo Arriagada Aljaro, Lic. en Historia PUC

Academia de Historia Militar

IMPRESIONES Y HOMENAJES DE SUS CONTEMPORÁNEOS.

Hay ciertas efemérides en la historia militar de Chile que han llegado a ser, de una u otra forma, muy emblemáticas no solo para el mundo castrense, sino que también para la sociedad chilena en su conjunto. Entre ellas se cuentan el triunfo chileno en Yungay (20 de enero de1839), la gesta naval de Iquique (21 de mayo de 1879) y el combate de La Concepción (9 y 10 de julio de 1882.)

Es ya común observar en la historiografía moderna -tanto chilena como extranjera- obras que han hecho seguimientos a las trayectorias que siguieron los recuerdos y las conmemoraciones de algunos de estos hechos de armas.

En el caso del combate de La Concepción, es interesante escudriñar en los testimonios contemporáneos a esa acción (y en aquellos posteriores que dejaron los que fueron los testigos de entonces) acerca del impacto inicial que causó entre los militares chilenos, el que se replicó posteriormente en toda la sociedad nacional.

Cuando se leen esas fuentes, se percibe claramente una mezcla de estupor, pero también de homenaje a los protagonistas de un martirio que, inmediatamente después de acontecido, ya se visualizaba que pasaría a ser una de los episodios más recordados de nuestra la historia.

La guarnición chilena del pueblo de La Concepción se componía de un total de 77 hombres, bajo el mando del recién ascendido capitán Ignacio Carrera Pinto. Se trataba de uno de los tantos destacamentos entre los que estaba repartido el contingente chileno que se hallaba operando en la sierra peruana. Dicha guarnición sufrió un sostenido ataque desde, aproximadamente, las dos y media de la tarde del día 9 de julio de 1882 hasta las nueve de la mañana del día siguiente.

Primero los chilenos defendieron las entradas de la plaza del pueblo, pero con el paso de las horas debieron replegarse a su cuartel. En la mañana del día 10 solo sobrevivían cinco hombres, siendo el subteniente Luis Cruz Martínez el de mayor graduación. Sin embargo, el muy superior número de enemigos (la historiografía en general sostiene que la fuerza de la división peruana del coronel Juan Gastó constaba de entre trescientos a cuatrocientos hombres armados, más una masa de indígenas guerrilleros cuya cantidad era aún mayor) no tardó en imponerse, por lo cual no quedó ningún chileno sobreviviente en esta acción de guerra.

Poco rato después de consumado el aniquilamiento de la guarnición, llegó al poblado la división del coronel Estanislao del Canto, a cuyos integrantes les tocó contemplar el dantesco panorama.

Un primer testimonio viene de Justo Pastor Merino, cirujano del Ejército chileno que estaba en campaña en la sierra peruana y que se contaba en las filas de la división del coronel Estanislao del Canto, la cual venía en retirada desde Huancayo:

“Nosotros entramos a Concepción como a las 5 de la tarde del día 10 a sangre y fuego. Pues a esa hora todavía quedaban en el pueblo algunos montoneros, que pretendieron hacerse fuertes a pesar de nuestra proximidad; pero tuvieron que ceder, y una vez nosotros en el pueblo, lo primero que hicimos fue visitar el cuartel. ¡Qué terrible espectáculo se presentó desde el primer momento a nuestra vista! El cuartel en gran parte estaba abrasado por las llamas y al llegar a su puerta se veían desde los umbrales los cadáveres hacinados. Entré al cuartel de a caballo y al encontrar en los cuartos y en el patio cadáveres y sólo cadáveres ignoro lo que pasó por mí. Sólo sé que máquinamente [sic] llevé la mano a la cintura sacando mi revólver y miré alrededor, esperanzado quizá de encontrar a algunos de los asesinos.”

Se puede afirmar que el espíritu de estas expresiones es casi común a todos los testimonios de los chilenos que conformaron la ya citada división y que tuvieron la experiencia de observar los restos humanos y materiales de este hecho de armas.

Manuel Salas, quien era oficial subalterno del Batallón Movilizado Lautaro, cuerpo este último que conformaba la columna del coronel Canto, da cuenta del mismo sentimiento cuando escribió al autor Nicanor Molinare, quien se hallaba preparando una obra acerca de este combate:

“Llegamos de los primeros a la plaza [del pueblo de Concepción] y nos animaba la esperanza de hallar algún «chacabuco» vivo. Lo que vimos, usted con pluma maestra lo relata con exactitud. Al salir de la iglesia donde primeros entramos, me encontré con el ilustre comandante Pinto Agüero [quien en ese tiempo era el comandante del Batallón Movilizado Chacabuco, cuya Cuarta compañía había sucumbido en este pueblo] que salió del cuartel, intensamente pálido y en cuyos ojos se reflejaba lo que su alma sentía en esos instantes. Se nos dio orden de revisar casas y sitios, y fue imposible contener a los soldados que vengaban a los «chacabucos» y a un soldado nuestro que había quedado ahí de los enfermos que condujo días antes el capitán Guzmán.

Una impresión análoga la entrega otro testigo de los restos que quedaron en Concepción. El capitán Arturo Salcedo, quien era ayudante de Pinto Agüero, en otra misiva dirigida a Molinare señaló:

“Al llegar a «La Concepción», y visto el cuadro de horrores que se presentaba, me ordenó el comandante Pinto Agüero recogiese y juntase todos los cadáveres de los mártires de la 4ª. Compañía. La tarea fue difícil y larga, y se terminó a horas avanzadas de la noche […]”.

El testimonio de Víctor Valdivieso, quien era teniente de la Quinta Compañía del Batallón Tacna 2º de Línea, relata la extrañeza que le causó el hecho de que nadie viniera a recibir a la división que venía llegando al pueblo, para luego expresar su desconcierto cuando penetró en la plaza de dicho poblado:

“La Quinta Compañía del 2º de Línea entró a Concepción, como ya he dicho, en la tarde del día diez y nos extrañó a los que éramos amigos del mocho Carrera Pinto, como lo llamábamos, no nos viniese a recibir conjuntamente con los demás oficiales […] Los que creíamos a la compañía que estaba destacada en la Concepción en muy buena situación con respecto a víveres, nos extrañó no viniesen los oficiales a recibirnos para ofrecernos algún alimento, puesto que hacía más de veinticuatro horas no lo tomábamos. Tan luego como dejé alojada mi compañía me dirigí al cuartel situado en la plaza para saludar a los oficiales, pero ¡cual no sería mi sorpresa al encontrar solo los cadáveres de los valientes que allí habían sucumbido! El dolor, la rabia, el despecho por no poder vengar a los que habían sido cobardemente asesinados por un número crecidísimamente mayor de enemigos, se apoderó de mí. Desde ese momento me concreté a hacer comentarios con los demás oficiales sobre esta hecatombe.”

Otro testimonio viene de la mano del cirujano del Ejército, Rómulo Larrañaga, quien se ocupó de atender a los enfermos de la división que iba llegando al poblado de La Concepción:

“A las 3 de la tarde, según mis recuerdos, a una legua escasa de la Concepción, sentí dos disparos y se me dijo que el comandante Pinto Agüero había fusilado a dos indios armados, los primeros avisos de la gran masacre. Estamos en el pueblo: Ahí no hay un perro, ni un gato, ni un cucaracho [sic]; ahí no existe la vida, ahí solo está la muerte en sus dos manifestaciones de la grandeza y la bajeza humana.!”.

A continuación, esta misma persona relata las labores que le tocó desempeñar en La Concepción. Sin embargo, cuando escribe esta misiva a Nicanor Molinare (en 1911) ya entrega la evidencia de que este combate ya estaba situado entre las grandes proezas militares de Chile:

“Dice Ud. muy bien, mi amigo: El 21 de mayo de Iquique y el 9 de julio de La Concepción son dos glorias paralelas de la Marina y del Ejército, que Chile ha colocado en el más esplendoroso pedestal histórico a la contemplación de los siglos pasados y que no han de ser superados en lo venidero”.

En el parte oficial que el coronel Estanislao del Canto elevó al Jefe del Estado Mayor General, en el cual informó acerca de lo sucedido en Concepción, se aprecia que junto con el desconcierto producido por el horrible cuadro que observaron los chilenos en esa población, ya se vislumbraba el hecho de que la acción de guerra que allí tuvo lugar estaba llamada a ser uno de los grandes hitos de la historia militar chilena:

“Mi escasa inteligencia, señor General, divaga para comprender si es mayor el profundo y justo sentimiento que debemos experimentar por la pérdida de tantos buenos, o bien, si lo es la gloria alcanzada por esos héroes a costa del sacrificio de sus vidas. […] El mutismo de soldado invade mis facultades y me priva del derecho de poderme explayar más sobre tan grandioso hecho, que habla muy alto en pro de la patria chilena y de los defensores de su honor”.

En la proclama que dicho coronel entregó a sus hombres, una vez superada la amarga impresión por lo contemplado en La Concepción, señaló:

“Si os encontráis en igual situación a los 77 héroes de Concepción, sed sus imitadores y entonces agregaréis una brillante página a la historia nacional y haréis que la efigie de la patria se presente una vez con el semblante risueño en símbolo de gratitud por los hechos de sus hijos”.

En otro parte elevado por el comandante del Batallón Chacabuco 6º de Línea, Marcial Pinto Agüero, al coronel Estanislao del Canto, respecto de los sucesos de Concepción, aquel expresa la admiración por el comportamiento que tuvieron los militares chilenos que perecieron en ese poblado, el cual en adelante sería un modelo a seguir por todos sus compañeros de armas:

“Excusado me parece, señor coronel, recomendar a la consideración de V. S. la conducta brillante y mas que distinguida observada en el hecho de armas de la Concepción el 9 y 10 del presente, por los señores oficiales y tropa que formaban parte de esa guarnición; hechos de armas de esa naturaleza, llevan consigo su recomendación. La memoria del capitán Ignacio Carrera Pinto, subtenientes don Julio Montt, don Arturo Pérez Canto y don Luis Cruz M., sacrificados con sus 73 soldados en el puesto del deber, es algo que el que suscribe, como el personal del cuerpo de mi mando, recordaremos siempre con respeto y nos esforzaremos en imitar, en algo siquiera, el camino que con su abnegación y sus vidas nos ha trazado ese puñado de valientes”.

El corresponsal del diario “El Mercurio” en el teatro de guerra comunicó las repercusiones inmediatas que había tenido el combate de La Concepción entre los habitantes de la sierra peruana, en el cual descolló la conducta de los militares chilenos:

“El combate de la Concepción y el heroísmo de los 77 chilenos circulaba en aquellos pueblos con todos los caracteres de una leyenda. Los indios se contaban unos a otros los detalles de aquel increíble suceso, en que un puñado de chilenos había perecido hasta el último sin rendirse y poniendo fuera de combate más de 800 enemigos. Hasta tal punto había llegado la sensación, que las autoridades peruanas decidieron prohibir, bajo severas penas, que ninguno se acercase al lugar que antes ocupaba el pueblo de la Concepción ni los demás destruidos por nuestras tropas, a fin de que no cundiera entre ellos la desmoralización y el desaliento”.

En el caso de la prensa peruana, dentro de la correspondencia dirigida al diario “El Eco de Junín”, también se destacó el notable comportamiento de esta guarnición chilena. Si bien algunos datos que aquella entrega no concuerdan totalmente con la historiografía nacional, es muy notable que se haya reconocido el valor desplegado por los chilenos, junto a los combatientes peruanos:

“Según las disposiciones del General en Jefe, el coronel Gastó, Comandante General de la División de Vanguardia, atacó en la tarde del mismo día 9 a la guarnición de la ciudad de Concepción, la misma que sucumbió por completo, sin que se salvase ningún jefe, oficial ni soldado. La guarnición de Concepción constaba de 100 hombres, al mando del comandante Carrera Pinto, sobrino de don Aníbal Pinto, ex – Presidente de Chile. Este jefe murió heroicamente defendiendo el puesto que le había sido confiado, dando ejemplo de valor a sus subalternos, que se batieron hasta el último momento, haciendo frente a nuestros soldados que competían en arrojo y decisión con enemigos dispuestos a vender caras sus vidas; peruanos y chilenos lucharon con denuedo y encarnizamiento.”

Días después de la homérica jornada de La Concepción, las autoridades chilenas en Lima presidieron las honras fúnebres que se celebraron en la iglesia de Santo Domingo de dicha ciudad, las cuales se llevaron a cabo con mucha solemnidad y con la presencia de destacadas personalidades civiles y militares, junto con la colonia chilena establecida en Lima y El Callao.

En la prensa limeña se dio cuenta de esta ceremonia, la cual fue considerada como un justo homenaje a los militares chilenos caídos en La Concepción, los cuales ya estaban considerados como héroes de la historia de Chile:

“La manera como se ha conmemorado el recuerdo de las heroicas víctimas de la sierra no ha podido menos que satisfacer al patriotismo chileno, que ha visto en la manifestación ya expresada un homenaje digno de la gloria de héroes como los que hoy nos traen a la memoria los hechos legendarios de mejores tiempos, en que como en el día, el pabellón chileno se ostentó brillante al libre aire y en la zona tropical”.

El objetivo de exponer estos extractos de fuentes históricas relacionadas con el combate de La Concepción es mostrar cómo inmediatamente después de producido un sangriento hecho de armas y con resultados lamentables, los espectadores intuyen la importancia que ese acontecimiento tendrá en el futuro.

Los hombres dedicados al oficio de las armas y que se han formado para ejercerlo, suelen tener la intuición necesaria para advertir que el recuerdo de una determinada acción de guerra persistirá en la memoria de una nación (sobre todo si ellos ya han tenido experiencias bélicas, como es el caso de todos estos testigos); lo que hace mas destacable este caso específico, es que esa premonición también se hizo extensiva a los observadores y residentes civiles que había en la región que en ese momento constituía el teatro bélico, lo cual terminó traspasándose a los habitantes del mismo suelo chileno.

Esto también ha ocurrido con otras acciones de guerra de nuestra historia nacional; si bien es cierto que la trayectoria del recuerdo de algunas de estas últimas ha tenido altos y bajos en nuestro devenir histórico, han terminado perdurando en el tiempo.

Columna de Opinión

El compromiso permanente del Ejército de Chile Javier Iturriaga Del Campo General, Comandante en Jefe del Ejército

Hoy, miles de jóvenes, hombres y mujeres integrantes del Ejército de Chile,  efectuarán su Juramento a la Bandera, un compromiso de honor que realizan  todos los militares con la Patria, el cual fue instaurado en 1818 por el Libertador  Bernardo O’Higgins en los albores de la República

Este juramento se lleva a cabo en todas las unidades a lo largo del país, en  homenaje a la acción heroica de los 77 jóvenes de la 41 Compañía del  Regimiento “Chacabuco”, quienes 140 años atrás defendieron nuestro pabellón  Patrio en el Combate de La Concepción, en la sierra peruana. Juramento que nos  identifica y une como chilenos desde Arica a la Antártica, hasta nuestros días.

Las figuras del capitán Ignacio Carrera Pinto, delos subtenientes Julio Montt  Salamanca, Arturo Pérez Canto, Luis Cruz Martínez del sargento Clodomiro Rosas, del cabo Gabriel Silva, de los soldados Rafael Otárola, Estanislao Jiménez,  Plácido Villarroel y Lindor González por mencionar algunos de estos valientes,  cobran un significado especial para los militares chilenos, quienes reconocen en  ellos no solamente su heroísmo, sino también su tremendo amor a Chile, al que  defendieron hasta entregar su propia vida

Estos héroes no pertenecen solamente al Ejército, son un patrimonio de todos  los chilenos. Es por ello que el Juramento a la Bandera funde en un acto  republicano nuestras tradiciones e historia patria con el compromiso de las  nuevas generaciones del país, proyectándolas hacia el futuro.

El Ejército recibe todos los años a parte de nuestra juventud, que proviene de  todos los rincones de la sociedad, sin importar clase social, género, creencia o  etnia. De manera voluntaria y consciente, es esta misma juventud, los  principales protagonistas de esta jornada, quienes emprenden la carrera militar  con un compromiso férreo con la Patria y los chilenos.

Como parte de la sociedad, nuestra fortaleza como institución no proviene de  los equipos militares ni de los sistemas de armas, sino de los miles de hombres  y mujeres que lo integran, profesionales que son formados intelectual moral y  físicamente para los desafíos actuales y futuros.

Este proceso refuerza la disciplina principios y valores para que todos puedan  desarrollarse como personas, se realicen profesionalmente y cumplan con  excelencia y rectitud las distintas misiones que les entrega el país, como es la  defensa de la soberanía, la participación en operaciones de paz, la Contribución  en emergencias y desastres naturales y el apoyo a la seguridad, entre otras.

Prueba de ello fue el despliegue realizado, durante más de 18 meses a lo largo  del país, en apoyo a la pandemia del Covid para resguardar a toda la ciudadanía. Lo anterior, con el pesar de haber perdido a dos de nuestros camaradas en el  cumplimiento de su deber, el cabo 1° Alejandro Celis (Q.E.P.D.) y el soldado  conscripto Hugo Muñoz (Q.E.P.D.), así como las graves lesiones que deberá  sufrir de por vida el cabo 2° Bryan Castillo.

Con la misma entrega de ellos, seguimos cumpliendo nuestras tareas en tiempos de normalidad y en Estados de Excepción Constitucional, Junto a las otras  instituciones do las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad Pública,

Este juramento cobra vida todos los días, razón por la cual insto a todos quienes  lo realizarán hoy a ser fieles y consecuentes con el legado histórico dé quienes  nos han precedido, no solo de los héroes de La Concepción, sino que de todos  aquellos que han rendido su vida en defensa de nuestro territorio y sus  habitantes.

El objetivo fundamental del Ejército, que tengo el honor de comandar, es servir  a Chile. Misión para la cual la institución se nutre de jóvenes que provienen  desde nuestra sociedad, quienes aceptan el desafío de contribuir al país con  honor, disciplina, lealtad y patriotismo.

Los integrantes del Ejército renovamos nuestra vocación de servicio al recordar  el legado eterno de los 77 héroes de La Concepción y al observar, año a año, el  compromiso que adquieren las nuevas generaciones en esta ceremonia  republicana del Juramento a la Bandera.

Editorial del sitio Web Cosur Chile y de su revista digital “Tres Espadas”  Av. Bernardo O’Higgins 1452, piso 3, Santiago. www.cosur.cl y contacto@cosur.cl

Columna de Opinión

EL FRACASO DE LA CONVENCIÓN CONSTITUCIONAL por Víctor Manuel Avilés

EL FRACASO DE LA CONVENCIÓN CONSTITUCIONAL por Víctor Manuel Avilés El Líbero, Opinión Constituyente, 06/07/202

Las opiniones en esta columna son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión

Este desastre fue fruto del grupo articulador que alcanzó grandes cuotas de poder, primero alentando el conflicto y luego manipulando las necesidades de grupos identitarios y de intereses específicos.

EL FRACASO DE LA CONVENCIÓN CONSTITUCIONAL

Víctor Manuel Avilés

El Líbero, Opinión Constituyente, 06/07/2022

La Convención Constitucional se disolvió. Formalmente cumplió el encargo, pero sustancialmente no lo hizo, estirando su plazo y privilegios -dieta, dignidad del cargo, etc.- todo lo que la normativa le permitió y hasta el último día, bajo la mirada sorprendida del resto.

Aclaro lo anterior. Es evidente que la fórmula que canalizó el triunfo en el plebiscito de entrada fue la de una “democracia deliberativa”, procedimiento donde se buscaría la mejor solución para todos y no la que acomoda a una mayoría ocasional.

Así, se lograría la “casa de todos” de cara a dar lugar a un futuro “patriotismo constitucional”, lo que exigía a los convencionales ejercer el encargo tras el “velo de la ignorancia”, es decir, no regulando de cara a favorecer opciones determinadas -“¿cómo voy yo en la parada?”- sino que buscando el bien común.

Rawls y Habermas navegaban tras estas ideas, pero sucumbieron tras Schmitt y sus discípulos chilenos, en su peor versión, fascista, agonal y/o de base teológica. Es decir, sacar adelante lo que ya se tenía claro en mente, pudiendo decidir en esta “situación de excepción”, sin contrapesos.

Para eso, no era necesario varios meses de escribir un reglamento, llamar a la participación ciudadana y generar maratónicas sesiones cosméticas, donde el tiempo se llenaba no en reflexiones de fondo sino en el rechazo frontal pero automático de los cientos de ideas de otros.

Se debería haber sido más honesto y no haber cobrado dieta, por ejemplo, más allá del mes nueve. Pero no, la necesidad suele ser más fuerte.

El resultado ya se conoce. Un borrador extenso, donde solo se prometen soluciones, pero se crean problemas ciertos; donde se hacen desaparecer derechos y libertades concretas a la luz de esbozarse, sin sustancia, nuevos derechos.

Un texto que multiplica al infinito la burocracia y se anuncia un Estado que absorberá los esfuerzos de todos, etc. La fiesta para los políticos y la resaca para la gente, podría ser el resumen de los años que se proyectan.

Este desastre fue fruto del grupo articulador que alcanzó grandes cuotas de poder, primero alentando el conflicto y luego manipulando las necesidades de grupos identitarios y de intereses específicos.

Este desastre fue fruto del grupo articulador que alcanzó grandes cuotas de poder, primero alentando el conflicto y luego manipulando las necesidades de grupos identitarios y de intereses específicos (pensiones, vivienda, salud y otros), que solo obtuvieron ser reconocidos nominalmente, aunque sus peticiones de fondo no solo no se resolvieron sino que las soluciones se complicarán al infinito: El borrador no genera confianza para invertir ni crear trabajo, es decir, para crecer, por lo que recaudación por tributos y dinero para avanzar no habrá de manera sustentable. Luego, derechos sociales, culturales y económicos como realidad de las personas, menos. Finalmente, de nuevas oportunidades para los jóvenes en Chile, ni hablar.

El abuso de las normas del tipo principios, acompañado de significantes vacíos –Laclau por medio- (“igualdad sustancial” y otros), neologismos (justicia “interseccional”, por ejemplo), elementos de textura abierta o valorativos (“caracteres confiscatorios”, etc.), solo aumentan la incertidumbre y el poder de quien, a futuro, se haga con buenas o malas artes del control político.

La Constitución será lo que yo diga, soñarán alguno de los convencionales proyectando así su futuro laboral o profesional.

Luego, los jueces controlados a través de un Consejo de la Justicia de mayoría política y con facultades de hacer (“revisión integral” del trabajo de los jueces, se dice), tampoco podrán garantizar el respeto a los derechos y libertades fundamentales de las personas.

Desde el punto de vista del gasto público, de aprobarse el texto, el solo proceso de implementación asegura al menos dos cosas en favor de los políticos y operadores detrás del borrador. Primero, una parte relevante de los fondos públicos distraídos de las necesidades sociales y destinados a crear, financiar y operar las nuevas instituciones -agencias estatales, asambleas locales, autonomías y un largo etcétera-. Y, segundo, el trabajo del Congreso Nacional por varios años comprometido en la dictación de las leyes necesarias para ver si el ensayo constitucional funciona o no.

La discusión de los asuntos sociales de fondo o la llegada de los dineros necesarios para avanzar, ciertamente se verán postergados o ralentizados. Por ello, nadie con necesidades urgentes debería estar contento.

Desde el punto de vista de la república, la idea de que todos somos iguales como ciudadanos y que no existen privilegios por origen, es enterrada debajo de un conjunto de prebendas especiales para grupos específicos.

Sospecho, lamentablemente, que lejos de solucionarse el asunto de fondo -lograr dignidad e igualdad para todos- este tipo de normas solo repercutirán en perjuicio de las personas que hoy conforman los denominados pueblos originarios, por ejemplo. Florecerán las odiosidades.

Quienes habitan en determinadas zonas y a los que les caiga una autonomía territorial encima, verán además cómo lo que les queda de vida se irá en debatir una nueva normativa de alcance local, donde es de esperar que no terminen transformados en ciudadanos de segunda.

Finalmente, el sabor para muchos hoy es especialmente triste. Para unos, por haberse perdido el plebiscito de entrada y dos años de avances del país (quizá seis) y, para otros, por haber siquiera soñado luego, con poca confianza, que quizá a través de la Convención lograríamos terminar con el discurso de que la Constitución era la base de todos los problemas.

En fin, creo que gane una u otra opción, este discurso seguirá dando trabajo y recursos a unos pocos, en perjuicio de la mayoría de los chilenos que ven cómo el tiempo vital se les acaba.

Confío, eso sí, que las fuerzas democráticas de Chile darán curso a los cambios que, combinando lo bueno que tenemos con los cambios que necesitamos, nos reencaucen en la línea del crecimiento y la equidad.

Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Columna de Opinión

Aniversario de la tragedia de Alpatacal.

Aniversario de la tragedia de Alpatacal.

Autor: Ernesto Vargas es un apasionado del mundo ferroviario y un profundo admirador de las obras de arte asociadas a la vía férrea así como de sus constructores. Nacido en San Felipe, vive desde hace más de 25 años en la ciudad de Santiago, desempeñándose en una empresa relacionada con la tecnología y las comunicaciones.

Al llegar a la pequeña estación de Alpatacal, en la provincia de Mendoza, durante la madrugada del 7 de Julio y mientras los soldados dormían, el convoy que viajaba a toda velocidad chocó de frente con otro que esperaba el cruzamiento. Producto de esto, los dos trenes descarrilaron iniciándose un incendio que atrapó a los heridos que se encontraban entre los fierros retorcidos además de los caballos que utilizarían los oficiales durante el desfile.

Aunque este accidente ferroviario no ocurrió en Chile, sino en suelo Argentino, cada año es recordado especialmente por nuestro Ejército, ya que en él perdieron la vida 12 cadetes chilenos y otros tantos resultaron heridos.

Corria el año el año 1927 y el Gobierno de Argentina extendió una invitación para que una delegación de la Escuela Militar de Chile participara junto a otras de Uruguay, Paraguay y Brasil en  las ceremonias de celebración de la Independencia de Argentina y el centenario del General Bartolomé Mitre, las que se llevarían a cabo el día 9 de julio en Buenos Aires.

Para tal efecto, dos compañías de cadetes chilenos, cuyas edades fluctuaban entre los 12 y 15 años, a cargo del Director de la Escuela Militar, coronel José María Barceló Lira, los capitanes Guillermo Aldana y Guillermo Rosa, y los tenientes Stringe, Garrido, Sagüés, Andrade, Miranda, y Gundelach, partieron desde el antiguo cuartel de la calle Blanco la madrugada del 6 de Julio hacia Los Andes donde luego se embarcaron en el Ferrocarril Trasandino para cruzar la cordillera en medio de la nieve invernal.

La travesía se realizó sin mayores contratiempos hasta Mendoza, donde fueron recibidos en el Regimiento de Infantería N° 16. Luego de un descanso, la comitiva siguió viaje en el Ferrocarril de Mendoza a Buenos Aires en un tren arrastrado por dos locomotoras a vapor.

Ubicación de la estación Alpatacal sobre la ruta Mendoza – Buenos Aires.

Al llegar a la pequeña estación de Alpatacal, en la provincia de Mendoza, durante la madrugada del 7 de Julio y mientras los soldados dormían, el convoy que viajaba a toda velocidad chocó de frente con otro que esperaba el cruzamiento. Producto de esto, los dos trenes descarrilaron iniciándose un incendio que atrapó a los heridos que se encontraban entre los fierros retorcidos además de los caballos que utilizarían los oficiales durante el desfile.

Restos de fierros retorcidos tras el accidente Restos de fierros retorcidos tras el accidente

La tragedia fue dantesca. Entre los fierros retorcidos y las llamas fallecieron 12 cadetes y 31 quedaron heridos, además de otros tantos heridos y muertos entre el personal ferroviario de los dos trenes. Incluso, unos años mas tarde, otros dos soldados fallecieron producto de las secuelas de este accidente.

A pesar de la tragedia, y por una decisión del recién electo presidente Carlos Ibañez del Campo, el resto de los soldados que resultaron ilesos o con heridas menores continuaron camino hacia Buenos Aires, donde una delegación de 120 cadetes y 5 oficiales desfiló el 9 de Julio, según estaba planeado, como una muestra de la fortaleza de estos soldados que se sobreponían a la muerte y al dolor, lo que fue ampliamente reconocido por el público, el gobierno argentino y las restantes delegaciones.

“Cuando los Cadetes chilenos desfilaron por las calles de Buenos Aires —dice un periodista de la época— toda la ciudad se conmovió, presenciando escenas verdaderamente impresionantes en la calle de Florida, donde la muchedumbre se revolvía pugnando por romper el doble cordón humano formado por los cadetes de los demás países sudamericanos, para abrir camino de honor a la Escuela Militar de Chile”.

Destacamento de cadetes chilenos desfilando en Buenos Aires tras el accidente Ceremonia de despedida de los soldados fallecidos

Por su parte los restos mortales de los fallecidos junto con los heridos, entre ellos el Director de la Escuela Militar, volvieron a Chile, siendo recibidos por sus familias y una gran cantidad de personas que quisieron acompañarlos en su dolor tanto en la estación del Trasandino en Los Andes como en Santiago.

Como homenaje a los cadetes fallecidos, la localidad de Alpatacal fue re-bautizada por el Gobierno Argentino como “Cadetes de Chile” y en ese lugar se instaló una estatua de bronce de 4 mts. de altura construida por el escultor argentino Alberto Lagos, que los lugareños llamaron cariñosamente “La Chilena”. Junto con ello, en Chile, al construirse la actual Escuela Militar en la comuna de Las Condes, su patio principal fue bautizado como Patio Alpatacal y en él, una placa recuerda los nombres de los soldados fallecidos producto de este accidente ferroviario.

Placa recordatoria en el patio Alpatacal de la Escuela Militar en Santiago ”La Chilena”, antes de que fuera robada y destruida

Lamentablemente, desde hace años, el pequeño pueblo y estación Cadetes de Chile, que tenía como principal finalidad la de servir para maniobras ferroviarias, ha quedado en el abandono y con ella también la escultura de bronce. Producto de ello, el 12 de agosto de 2006 la estatua fue robada y cortada en pedazos por un grupo de delincuentes para vender el metal.

Aunque la banda fue detenida más tarde, la estatua destruida nunca fue reemplazada.

Estado actual del lugar donde se ubicaba la estatua en homenaje a las víctimas

Los militares chilenos fallecidos en este accidente fueron: Brigadier Osvaldo Medina Moena, los cadetes Guillermo Perry Fonseca y Oscar Martini Pérez, sargentos primeros Eudoro Garín Pino, Luis Navarrete Larenas, Cipriano Collao Collao y Nicolás Montes, el cabo primero Manuel Zamora Riveros, el dragoneante José Quintana Novoa, y los soldados Juan González González, Juan Pérez Seguel y Luis Gajardo Rosas.

También fallecieron en el accidente los siguiente trabajadores ferroviarios argentinos: Inspector Domingo Doda, Camarero Manuel Estévez, Pió Ferrari, Sabino Ferro, Miguel Ferra, Manuel Reys, Camilo Bondin, Maquinista Jose Guzzo, Arturo Levet, Avelino Bavio, Victor Lorocotondo, Saturnino Velasco, Damián Alustizo, José Alvarez, Foguista Luis Bordin y el Inspector de Máquinas Tomás Bunting.

Aunque esta tragedia ferroviaria ocurrió en Argentina, es recordada cada año por la Escuela Militar chilena y el Ejército de Chile como una muestra imborrable de los más altos valores de valentía y fortaleza del soldado chileno en el cumplimiento del deber incluso en tiempos de paz, enfrentado situaciones trágicas y dolorosas como la de aquel 7 de Julio en Alpatacal.

Fuentes y referencias

ACERCA DEL AUTOR

Ernesto Vargas es un apasionado del mundo ferroviario y un profundo admirador de las obras de arte asociadas a la vía férrea así como de sus constructores.

Nacido en San Felipe, vive desde hace más de 25 años en la ciudad de Santiago, desempeñándose en una empresa relacionada con la tecnología y las comunicaciones.

Durante muchos años se ha dedicado a desarrollar y mantener una serie de sitios web dedicados a la investigación y difusión de la historia ferroviaria y de todo lo que se relaciona con ello. Así es como desde el año 2001 es el web master y responsable del sitio Amigos del Tren, el cual ha sido y seguirá siendo su mayor hobby.

Ver:  www.amigosdeltren.cl/tragedia-ferroviaria-de-alpatacal

Hoy

La Escuela Militar, con los descendientes, la conmemora en esta fecha a las 17:00 horas en el Alcázar de las 100 Águilas.

La Corporación de Exalumnos, con mucho agrado desea difundir la conversación que se tuvo, no solo con la hija Cecilia Thiel, sino que además con el nieto del último sobreviviente que falleció en la ciudad de La Serena.

Carlos Thiel Mulach (QEPD) ingresó a la Escuela el año 1925 y se graduó como oficial de artillería con el grado de subteniente el año 1929. Había nacido en Punta Arenas el 29 de marzo de 1909.

Se invita a recordar la conversación que se tuvo con el nieto el 7 de julio de 2017 con solo pinchar el enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=sCqp_jOeSQA

Columna de Opinión

Cumbres con altura limitada. Newsletter del Centro de Investigaciones y Estudios Estratégicos de la ANEPE

Cumbres con altura limitada. Newsletter del Centro de Investigaciones y Estudios Estratégicos de la ANEPE

CIEE Newsletter N°5 Junio 2022. Las opiniones en esta sección son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión
Convencidos que este tipo de Cumbres debiesen constituir una instancia que permita a las regiones, subregiones y Estados abordar temas que les aquejan con visión de futuro, para el CIEE resulta oportuno presentar un resumen de varios análisis que han sido publicados y contribuir al debate de tan interesantes materias que, tarde o temprano, repercutirán en nuestro país.

 

Últimamente se han llevado a cabo cuatro Cumbres internacionales, una más que otra, crucial. Nos referimos a la IX Cumbre de las Américas, el Foro de Shangri-La, Cumbre del G-7 y la reunión de la OTAN. Cada una de estas reuniones congregó a diferentes líderes, entre Presidentes y Jefes de Gobierno, estableciendo como manifiesto sobre qué tan relevantes serán sus legados.

En primer lugar, la IX Cumbre de las Américas tuvo varias ausencias, entre ellas Venezuela, Nicaragua y Cuba, excluidas por el anfitrión, a los que se sumaron Bolivia, México y Honduras. Las razones esgrimidas por estos últimos fue considerar una falta de respeto la exclusión de los primeros. Recordemos que este tipo de asambleas, impulsadas por Bill Clinton en Miami, tenían como objetivo promover relaciones comerciales y, actualmente, se considera que el respeto a la democracia constituye un valor fundamental, razón fundada para excluir a algunos países que no sintonizan con este principio.

En segundo término, las reuniones de Shangri-La alcanzaron su máximo auge luego de la tensa relación entre Estados Unidos y China de la Guerra Comercial. A ello se suma una permanente hostilidad por Taiwán, un entorno que también pone en vilo a los países de la cuenca del Pacífico.

En paralelo, se desarrolló en Alemania la Cumbre del G-7, un reducido círculo que reúne a las economías más poderosas del mundo. Se destacó en este evento la invitación extendida a Argentina y otros. El tema principal fue el conflicto entre Rusia y Ucrania, adoptando nuevas medidas destinadas a endurecer las anteriores con el fin de castigar a Putin, además de buscar alternativas para abastecerse desde otras fuentes de energía y alimentos.

El último evento se realizó en Madrid. En esta oportunidad los países miembros de la OTAN se reunieron para retomar diálogos que habían quedado inconclusos, en especial aquel impulsado por la administración Trump referida a gastos de Defensa de la Alianza. Sin duda que ello fue impulsado luego de la guerra rusoucraniana.

Para algunos analistas internacionales, esta seguidilla de Cumbres y reuniones no han alcanzado los objetivos de largo plazo se establecieron, logrando respuestas de reducido impacto.

Convencidos que este tipo de Cumbres debiesen constituir una instancia que permita a las regiones, subregiones y Estados abordar temas que les aquejan con visión de futuro, para el CIEE resulta oportuno presentar un resumen de varios análisis que han sido publicados y contribuir al debate de tan interesantes materias que, tarde o temprano, repercutirán en nuestro país. CIEE-ANEPE

 

 

Ver Newsletter completo en:

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