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Cinco años ¿y? Pilar Lizana. Athenalab

                                                                                     CINCO AÑOS ¿Y?
Pilar Lizana, Investigadora Athenalab.
Experta en seguridad, narcotráfico y defensa – El Líbero, 18/10/2024

Otro viernes 18 de octubre. Muchos lo conmemorarán, otros seguirán sacando lecciones y mucho chilenos se preguntarán si es que funcionará el Metro, su preocupación es llegar a la casa en un contexto donde la violencia urbana tiene a gran parte de la población atemorizada.

Hace cinco años comenzó un camino sin retorno hacia un deterioro institucional que hoy tiene en jaque a Chile. Policías y militares eran denostados en las calles mientras los jóvenes líderes que nos gobiernan hoy pedían que volvieran a los cuarteles.

Ese deterioro institucional que se visibilizó con el estallido social y que se ha profundizado estos años se transformó en el principal motor del crimen organizado, le ha permitido instalarse y operar.

Pero, todo esto sigue siendo el pasado, la pregunta que debemos hacernos este 18 de octubre tiene que ver con los cinco años que vendrán. De eso debemos preocuparnos ahora para estar preparados en el futuro, algo que evidentemente nuestros gobernantes no previeron desde las calles.

Parecía que pisar el honor de las policías resultaba más rentable que apoyarlas, sin embargo, si hubiesen estado pensando en los próximos años habrían sido capaces de identificar que el crimen organizado sólo iba a crecer y que denigrando la institucionalidad lo único que hacían era agregarle bencina a una hoguera que en cualquier momento iba a estallar.

A dos semanas de una elección municipal y a un año de una presidencial la pregunta que debiésemos estar contestando tiene que ver con los próximos cinco años. ¿Cuáles serán las tendencias que impulsen los desafíos y amenazas de Chile? ¿Cómo responder técnica y políticamente a ellas? ¿Cuál es el liderazgo que necesitamos?

En medio de esa batería de preguntas una cosa si es clara: Ese deterioro institucional que se visibilizó con el estallido social y que se ha profundizado estos años se transformó en el principal motor del crimen organizado, le ha permitido instalarse y operar.

Los flujos criminales regionales seguirán creciendo y buscando oportunidades. Una de ellas fue Ecuador. Podrían seguir Chile y Costa Rica, dos países de tránsito de droga donde su posición e infraestructura resultan altamente atractivos.

Otra tendencia clara: el crimen organizado transnacional no se saltó ni se saltará Chile. Seguirán llegando grupos extranjeros y mutando los nacionales, la violencia derivada de la competencia criminal seguirá alterando la vida de los chilenos.

La famosa permisología y el débil crecimiento económico serán un problema para quienes busquen surgir dentro del marco legal, a las empresas ilícitas que profitan de los mercados negros de armas, personas, drogas, cobre, pescados o madera poco y nada le interesan esos temas.

Los próximos cinco años se tratan de certezas y oportunidades. Certezas para saber que existe la seguridad suficiente para desarrollar la vida en paz y oportunidades para que todo aquel que quiera invertir en Chile puede hacerlo, sin trabas ni retrasos.

Así, las certezas y oportunidades se transforman en crecimiento y estabilidad. Pero, nada de eso será posible si no se reconstruye esa institucionalidad debilitada.

Los próximos cinco años son para reconstruir las instituciones y levantar un Chile distinto, uno, donde cada sueño pueda hacerse realidad. Si miedo, sin incertidumbre.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

 

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El nobel y la convergencia biodigital

                                                     EL NOBEL Y LA CONVERGENCIA BIODIGITAL

El Mercurio, Editorial, 16/10/2024

Los galardonados con los Premios Nobel de Física, Química y Medicina del año 2024 comparten una característica: los avances por los cuales se hicieron acreedores a este prestigioso reconocimiento están relacionados con el desarrollo de la digitalización y su creciente conexión con la biología de los organismos vivos, la que también contiene elementos asimilables a lo digital.

Y es que se está produciendo una convergencia biodigital cada vez más fecunda para el progreso humano.

Los galardonados en Física, Química y Medicina se encuentran en el corazón de uno de los dilemas más acuciantes que enfrentará la humanidad.

En efecto, el Premio Nobel de Física, compartido por John Hopfield y Geoffrey Hinton, les fue entregado por los descubrimientos y las invenciones fundamentales que permiten el aprendizaje autónomo mediante redes neuronales artificiales.

En el caso de Hopfield, su aporte se basó en las propiedades cuánticas de las partículas involucradas en dichas redes, en tanto Hinton creó un método que permite a dichas redes encontrar, de forma autónoma, patrones en los datos estudiados.

Por su parte, el Premio Nobel de Química fue otorgado a David Baker, por el diseño computacional de proteínas, y a Demis Hassabis y John M. Jumper en reconocimiento a sus contribuciones pioneras en la predicción del plegamiento de estructuras proteicas mediante el uso de inteligencia artificial.

Finalmente, el Premio Nobel de Medicina lo recibieron Victor Ambros y Gary Ruvkun por sus investigaciones sobre el llamado micro ARN. Estas dieron lugar al descubrimiento de un principio rector de la regulación de la actividad de los genes. Todo esto se relaciona, además, con las vacunas de ARN mensajero para combatir el covid-19.

Como se observa, en los casos de las disciplinas de Física y Química, tanto las propiedades físicas y químicas de la materia como los procesos digitales que han permitido el desarrollo de la inteligencia artificial están íntimamente interconectados con el trabajo de ambos grupos de científicos.

En el caso de Medicina, también hay una estrecha conexión con la digitalización, pues las combinaciones de secuencias de cuatro nucleótidos, base de las moléculas fundamentales para la vida, el ADN y el ARN, cumplen un papel similar al de los ceros y unos del lenguaje de los computadores modernos, sobre los que se construye la inteligencia artificial.

El hecho de que los avances científico-tecnológicos estén produciendo una convergencia entre lo digital y lo biológico es una consecuencia de que ambos se basan en información, la que se almacena por medio de secuencias de dígitos numéricos en un caso, y secuencias de nucleótidos, en el otro.

Eso, a su vez, ilustra el papel central que la información juega en el mundo moderno, y explica por qué utilizamos la misma palabra —virus— para denotar a los paquetes de información algorítmica que infectan a los computadores y a los paquetes de información genética que infectan a los humanos.

Este entrecruce entre lo digital y lo biológico, así como el hecho de que la inteligencia artificial —que intenta emular, e incluso superar, a la humana— se sustente en metáforas surgidas desde la propia biología, como las “redes neuronales”, da cuenta de la profundidad del común fenómeno informático subyacente.

Pero, así como la inteligencia humana da lugar a agentes autónomos que toman decisiones conforme a las intenciones, creencias y objetivos que albergan en su mente, algunos creen que existe el peligro de que la inteligencia artificial, devenida en superinteligencia, pueda desarrollar una autonomía similar, pero con intenciones y objetivos no necesariamente alineados con los de los humanos. Hinton es uno de los exponentes de esa visión.

De allí que los Premios Nobel de este año, en las tres disciplinas mencionadas, se encuentren en el corazón de uno de los debates y dilemas más acuciantes que enfrentará la humanidad en los próximos decenios, sin perjuicio de las enormes oportunidades de progreso que las tecnologías surgidas de esas disciplinas también ofrecen.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

 

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Democracia u octubrismo. Felipe Schwember. Faro UDD. El Mercurio

                                        DEMOCRACIA U OCTUBRISMOFelipe Schwember, Faro UDD – El Mercurio, Columnistas, 16/10/2024

La democracia moderna es un intento por racionalizar la vida política y la competencia por el poder. Como tal, responde a la idea de que existe un conjunto de condiciones institucionales bajo las cuales el uso de la fuerza no resulta un medio aceptable para la consecución de los fines políticos.

Las narraciones filosóficas, tan importantes para el alumbramiento de la democracia moderna, acerca del tránsito desde un hipotético “estado de naturaleza” al “estado civil” son un ejemplo del esfuerzo encaminado a dilucidar ese conjunto de condiciones. En todas ellas, el propósito es distinguir entre uso legal o legítimo de la fuerza y la violencia.

“… (el octubrismo es) la creencia de que existe un derecho a imponer un proyecto político progresista por fuera o, incluso, en contra de las instituciones democráticas. …”.

En este sentido, la democracia se inscribe en una tradición filosófica e intelectual que defiende que la fuerza legal y la violencia son sustancialmente distintos, y que la vida social solo es justa y posible sobre la base de esa distinción.

La razón de esto estriba en la capacidad de la democracia representativa para recoger y reflejar, del modo más completo posible, las condiciones que pueden exigirse para la legitimidad de un gobierno en general: acceso al poder mediante la persuasión, preservación de la libertad política mediante la separación de poderes, reconocimiento de la igual libertad de todos los ciudadanos, reconocimiento de su derecho a participar en los asuntos públicos, etcétera.

Dado que contiene y refleja las condiciones de la legitimidad en general, la democracia constituye la medida para el enjuiciamiento de los eventos políticos. Los sucesos de octubre de 2019 no son una excepción. ¿Qué puede decirse acerca de los mismos?

En realidad, nada que no pudiera decirse ya el día en que comenzaron: en democracia no existe derecho a desobedecer o resistir a la autoridad; el derecho de reunión y la libertad de expresión no pueden ser ejercidos en desmedro de otras personas (por ejemplo, de los que sí quieren asistir a clases o transitar en paz por la ciudad) o de modos que supongan la destrucción de la propiedad pública o privada; que la responsabilidad de defender y preservar las instituciones democráticas recae sobre todos los ciudadanos por igual, y no únicamente sobre los que están en el gobierno.

En suma, no existe un derecho a impulsar proyectos políticos por fuera o, incluso, en contra de las instituciones democráticas. No porque dichas instituciones sean perfectas, sino porque son las únicas que, pese a sus imperfecciones, contemplan mecanismos de autocorrección institucional, concordantes con la libertad política y el respeto de los derechos individuales.

La negación de lo anterior es el “octubrismo”. Es decir, la creencia de que existe un derecho a imponer un proyecto político progresista por fuera o, incluso, en contra de las instituciones democráticas. Y eso incluye tanto a aquellos que creen que ese presunto derecho autoriza a desestabilizar directamente la democracia, como a aquellos que simplemente se aprovechan de la violencia que otros provocan. Ambos casos revelan, como es obvio, una falta de lealtad para con la institucionalidad democrática.

Pero debe decirse algo más, sobre todo por lo que toca a la concepción subyacente del octubrismo, que es la que en último término lo explica: la idea de que el uso de la violencia es legítimo para resarcir injusticias históricas profundas y atroces, que la vigencia de la democracia representativa —con igualdad formal— dejaría supuestamente impunes. Más precisamente, el octubrismo es una de las tantas versiones del mito de que resulta imperioso hacer una revolución capaz de reparar el curso de toda la historia nacional. Tanto las pretensiones refundacionales como el adanismo de la izquierda octubrista —en las que se regodearon, por ejemplo, algunos de los proyectos de preámbulo de la Convención— se explican por esta concepción de la historia.

¿Ha muerto el octubrismo? Es difícil que los mitos mueran. Para que ello ocurra debe romperse su hechizo. El fracaso sufrido por el octubrismo en el rechazo de la propuesta de la Convención es un duro golpe a la eficacia de ese hechizo, pues destruye la idea de que el pueblo, pese a los permanentes sabotajes de la oligarquía, siempre había querido y había permanecido fiel al proyecto político revolucionario.

Después de 2022, la pretensión de esa izquierda de representar la auténtica voluntad democrática del pueblo ha quedado desmentida. La derrota del octubrismo es la victoria de la democracia liberal y representativa, es decir, de la única forma verdadera y funcional de democracia.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

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Lecciones de aquel dramático octubre. Gonzalo Rojas Sánchez. El Mercurio

                                                  LECCIONES DE AQUEL DRAMÁTICO OCTUBRE

Gonzalo Rojas Sánchez – El Mercurio, Columnistas, 16/10/2024

Los chilenos somos duros de mollera y, además, tenemos mala memoria histórica: hemos hecho tantas leseras que probablemente no queremos ni acordarnos de buena parte de ellas.

Pero, por todo lo que dicen las encuestas y las entrevistas, parece que el efecto del 18 de octubre sobre las neuronas y sobre los recuerdos no ha sido menor.

“Una buena parte de las izquierdas está siempre dispuesta a usar la violencia física, sin límites”.

En efecto, la insurrección violenta está muy presente; todavía late en nuestros espíritus su siniestro tamtam, aunque hayan pasado ya cinco años de ese devastador big bang.

¿Qué lecciones o conclusiones pueden sacarse, con la perspectiva del lustro transcurrido?

Se leen decenas de análisis, y no es sorpresivo que así sea: desde octubre de 2019 a marzo de 2020 Chile fue un laboratorio público, y el experimento ha arrojado resultados que son casi ciencia exacta. Veamos entonces algunos, solo en el plano de la violencia, partiendo de lo más abstracto a lo más terriblemente sangriento.

En primer lugar, hay que situar esa violencia en su contexto teórico. Alguna fue de matriz anarquista, otra de inspiración trotskista o leninista, pero que las tesis de Laclau y Mouffe operaron también desde su aparente moderación, no cabe ninguna duda.

¿Cuántos fueron los profesionales jóvenes, los universitarios e incluso los secundarios que, embriagados de deseos por llenar con sus agravios el famoso “significante vacío”, se lanzaron a las calles, en unos u otros momentos, para demoler al “neoliberalismo opresor”? Yo al menos me acuerdo de uno, bien simbólico: Gabriel Boric. Y con él, miles y miles.

Primera lección: vamos a tomarnos en serio a Laclau y Mouffe.

Una segunda consideración resulta casi ofensiva para los mayores de 60, pero la maravilla del drama humano es que las generaciones se renuevan a una velocidad tan grande que hay que explicar una y otra vez lo mismo, pero a gentes diversas.

Y esa repetición consiste en hacer presente algo sencillo y terrible: una buena parte de las izquierdas está siempre dispuesta a usar la violencia física, sin límites.

Ni la ética —el bien de cada persona— ni la política —el bien común— fueron obstáculos para que, en esos meses terribles de hace cinco años, el objetivo de aquellas izquierdas solo pueda ser descrito con sustantivos indeseables: destrucción, destitución, aniquilación, muerte.

Para eso, como en 1946, y en 1949 y en 1957, esas izquierdas articularon la más eficaz combinación de liderazgo intelectual con lumpen de primera línea. Y esta vez, además, contaron con el apoyo del internacionalismo proletario, bajo la forma de la solidaridad bolivariana.

Y no puede quedar fuera de nuestra consideración una tercera conclusión, quizás la más novedosa: la evidencia de que, por la vía del hecho noticioso grotesco, una minoría violentista empujó a profesionales de la comunicación a rendirse, cautivados ante la noticia extraordinaria.

Y fueron precisamente esos comunicadores quienes mediaron entre la violencia y la protesta, conduciendo irresponsablemente a enormes multitudes hacia la inicial aceptación del “quemémoslo todo”. Y el fuego era real.

Fue, en efecto, el mundo al revés: una violencia detestable se convirtió en noticia elogiable y pasó, por efecto de la difusión reiterada, a ser marea multitudinaria, al menos por unos días. Hubo, por lo tanto, mucha violencia discursiva en los matinales y en los noticiarios, en radios y en redes manejadas por profesionales de la información, quienes, por semanas, fueron activistas de la subversión.

No son tres violencias distintas. Son solo tres matices de una misma perversión, tres dimensiones de un mismo propósito: había que destruir la democracia. Y estuvieron muy cerca.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

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Presentación del libro “GESTA HEROICA DE 1973”. Adolfo Paúl Latorre

                                                                             Presentación del libro “Gesta heroica  de 1973”
Adolfo Paúl Latorre
Se presenta a continuación Texto del discurso pronunciado por Adolfo Paúl Latorre durante el acto de presentación de su libro, Gesta Heroica de 1973, organizado por el Centro Valparaíso de Debates, que tuvo lugar en el Club de Viña del Mar el día 16 de octubre de 2024. Lo comentó doña Magdalena Merbilháa Romo.
“Para liquidar a las naciones lo primero que se hace es quitarles la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Y luego viene alguien y les escribe otros libros, les da otra cultura y les inventa otra historia. Entonces la nación comienza lentamente a olvidar lo que es y lo que ha sido”.“Para hacer cumplir las mentiras del presente, es necesario borrar las verdades del pasado”.“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”.

Decidí comenzar mi exposición leyendo estos pensamientos sobre la verdad, porque la verdad es uno de los valores más importantes de la convivencia humana y porque es la idea central del libro que estamos presentando.
En efecto, el objetivo de mi obra es el de contribuir al rescate de la verdad histórica y está especialmente dirigida a los jóvenes, que deben conocer la historia.

Ver presentación completa en el siguiente link:
PRESENTACIÓN VIÑA DEL MAR, 16 octubre 2024. TEXTO PARA LEER Gesta heroica de 1973 Adolfo Paúl Latorre

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

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Conducta de los jueces y concepción del derecho. Carlos Peña

                                                                                CONDUCTA DE LOS JUECES Y

                                                                                   CONCEPCIÓN    DEL DERECHO

                                                                                   

Carlos Peña – El Mercurio, Columnistas, 15/10/2024

El debate acerca de la conducta de los jueces permite volver sobre aspectos fundamentales del Derecho y de las instituciones. Por supuesto la conducta de los jueces puede ser referida a acciones particulares suyas relativas a sus deberes, o, en cambio, a la manera en que conciben su quehacer.

Juzgar una conducta particular de los jueces a fin de decidir si abandonaron o no sus deberes es lo que por estos días examinará el Senado. Analizar y someter a crítica la forma en que los jueces conciben su quehacer, es la tarea que cabe realizar en la esfera pública.

“…las reglas no son herramientas que se entregan a los jueces, son razones finales para decidir, y el rol de juez es una profesión que ha de ejecutarse esforzándose por prescindir de la propia subjetividad…”.

Desde luego, llevar a cabo esto último no es fácil, ni es cómodo; pero es de la máxima importancia pública y los jueces no deben sentirse ofendidos por ello. Someterse a la crítica —decía un gran jurista— es la servidumbre a que obliga la grandeza que se pretende.

El Derecho es un sistema de reglas adoptadas por la comunidad a las que subyacen determinadas razones que, en la medida que han sido fruto de la deliberación democrática, deben ser llamadas razones públicas. Los jueces son quienes están llamados a aplicar esas reglas o, como suele decirse, a administrar justicia.

Pero administrar justicia no quiere decir adoptar una decisión conforme a lo que al juzgador le parece justo, sino que significa decidir en base a las reglas dotadas de autoridad y a las razones que le subyacen. Los jueces no tienen línea directa con la justicia, solo se trata de personas que por su ilustración administran un sistema de reglas.

Por supuesto, en la medida que las reglas están expresadas en un lenguaje natural, no formalizado, suelen poseer ambigüedades e indeterminaciones que favorecen su interpretación. Pero ello no conduce, o no debe conducir, a creer que los jueces están en tal caso y sin más autorizados a decidir conforme a su particular sentido de justicia.

Si así fuera, los jueces carecerían de todo control y cada uno de ellos realizaría lo que Max Weber llama “la justicia del Cadí”. Existe una amplia masa de literatura (lo que los juristas llaman doctrina) y una práctica previa a la que los jueces deben atender a la hora de interpretar. Por eso los jueces han de ser personas ilustradas, conocedoras de esa literatura y de esas prácticas.

Esa concepción del Derecho en una sociedad democrática —una sociedad gobernada por reglas que son fruto de la deliberación común— es la que se pone en peligro cuando los jueces mal entienden su quehacer y piensan, en cambio, que su tarea consiste en hacer justicia material en cada caso.

Esa concepción particularista de la justicia es lo que la tradición llama equidad, y más tarde epiqueya, y que (es cosa de leer a Aristóteles o Santo Tomás y de ahí hasta la literatura contemporánea sin excepciones) se admite solo en casos excepcionalísimos donde hay vacíos o resultados que el Derecho, concebido globalmente, rechazaría.

Por supuesto esa concepción particularista nunca se expone tal cual, sino que se la realiza esgrimiendo valores generales —la justicia, la persona— recurriendo a los cuales se acaba abandonando a las reglas.

Un ejemplo de ello lo constituyen las recientes declaraciones del juez Sergio Muñoz, quien ha confesado la forma en que concibe su quehacer: “Me siento —ha dicho— una persona que con las herramientas que se le entregan trata de administrar justicia y siempre considerando en el centro de las preocupaciones a las personas”.

Pero ocurre que cuando se pone en el centro de la consideración a las personas (ni siquiera a la persona como valor, sino a las personas que comparecen ante la justicia) se arriesga incurrir en lo que la literatura desde muy temprano rechaza. A eso se lo llama acepción de personas y es una forma de injusticia, un abandono de las reglas y de la imparcialidad.

Tomar en cuenta las características o situaciones de las personas a la hora de decidir, es abandonar las reglas, que lo que procuran es justamente lo opuesto: estandarizar las situaciones en base a características generales, única forma de alcanzar la imparcialidad y la igualdad entre quienes comparecen ante la justicia.

Las reglas no son herramientas que se entregan a los jueces, son razones finales para decidir, y el rol de juez es una profesión que ha de ejecutarse esforzándose por prescindir de la propia subjetividad, única forma de que la comunidad cuente con reglas comunes a las que atenerse, ejercer el control público de los funcionarios y por referencia a las cuales sea posible juzgar la conducta propia y la de los otros.

En estos días no se juzgará la manera en que los jueces conciben su quehacer, sino si acaso han incumplido o no sus deberes, lo que incluye discutir si se les exigirá el comportamiento de un hijo de vecino o alguno siquiera un poco más alto.

Pero fuere cual fuere el resultado de lo que el Senado discierna, ello no debiera conducir a abandonar el debate acerca de cómo se concibe el Derecho en Chile.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

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Quien de la Izquierda se Fía…. Cristián Labbé Galilea

                                                  Quien de la Izquierda se Fía…

Cristián Labbé Galilea

 

Poco se ha dicho, y para los ilustrados de siempre (políticos, académicos, dirigentes empresariales, opinólogos, etc.) ya no es tema que el Gobierno haya montado una exposición, en la que se hace un elogioso panegírico de la vida revolucionaria de Miguel Enríquez y del MIR, que además contó con la presencia del Presidente de la República. De verdad increíble… Increíble porque, como dice el refrán, “es necio quien cree que el enemigo está dormido”.

Esta acción del Mandatario es una prueba irrefutable de su ADN que hoy fingidamente quiere ocultar. Imposible no recordar la obra “Tartufo”, de Moliere que desenmascara el papel hipócrita de personajes -especialmente políticos-, los cuales no son más que saqueadores, que sólo pretenden el poder y hacer de éste su botín (Cualquier similitud…).

Esta pluma recuerda a sus jóvenes contertulios que el MIR se fundó en los años 60 aprobando el uso de la violencia política, rechazando la vía pacífica, y reafirmando que el único camino para derrocar el régimen democrático y “burgués” existente (E. Frei M.) era la insurrección popular armada.

Aquí una pequeña muestra de lo que esta frágil memoria recuerda de algunos casos de violencia perpetrada por la izquierda radical y revolucionaria antes del 73.

  • El 6 de junio de 1969, militantes del MIR secuestraron en Concepción al periodista Hernán Osses.
  • 29 de noviembre de 1970, campesinos del MIR se toman el fundo “La Tregua” de Panguipulli.
  • 11 de agosto de 1970, Militantes del MIR asesinan al cabo de Carabineros Luis Fuentes.
  • 21 de septiembre de 1970, un comando mirista asesina al cabo de Carabineros Armando Cofré López.
  • 24 de mayo de 1971, al asaltar un supermercado en Santiago se da muerte al Cabo de Carabineros Tomás Gutiérrez Urrutia.
  • 8 de junio de 1971, se asesinó al exministro del Interior Edmundo Pérez Zujovic.
  • 30 de agosto de 1972, asesinan al Cabo Exequiel Aroca Cuevas.
  • 29 de agosto de 1973, asesinan al Subteniente de Ejército Héctor Lacrampette.
  • Ese mismo mes los campesinos José Toribio Núñez Fuentes y Celso Fuentes Aliste mueren en Curicó, en el atentado perpetrado por MIR que voló el oleoducto Concepción – Santiago.

He aquí parte de la violencia que cohonestó y respaldó el Presidente con su visita a la exposición sobre el MIR, justo cuando el país recuerda con horror los días del octubrismo de 2019. El mandatario pareciera ignorar que el país tiene memoria, y que no hay disfraz alguno que encubra su ánimo revolucionario y violentista.

Por último, para esta pluma resulta imposible obviar tal agravio al orden institucional y a Carabineros de Chile. No podemos ignorar que Miguel Enríquez, un “burgués hijito de su papá”, decía en esos años: “… odio al órgano represor de la burguesía, el cuerpo de Carabineros…”, esa misma Institución que hoy “le presta ropa” a la Ministra del Interior, a través de su ex General Director, a quien el gobierno “dejó caer” sin contemplaciones… confirmando que: “quien de la izquierda se fía, se arrepentirá algún día”.

 

 

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