RELACIONES INTERNACIONALES Y SEGURIDAD

ALIANZA DEL PACÍFICO AMENAZADA POR AMLO

ALIANZA DEL PACÍFICO AMENAZADA POR AMLO

El Mercurio, Editorial, 08/03/2023

Andrés Manuel López Obrador (AMLO) está empeñado en continuar impidiendo el correcto funcionamiento de la Alianza del Pacífico.

Su obstruccionismo afecta intereses nacionales, infiere grave daño a las oportunidades de bienestar de los pueblos y desarrollo de las principales economías latinoamericanas de la Cuenca del Pacífico, perjudica la integración regional y transpacífica; incluso afecta a su propio país, a la diversificación del comercio mexicano, dependiente en más de un 80 % del intercambio con los Estados Unidos, dañando además la confianza y la imagen de la diplomacia mexicana, el comercio libre y el valor compartido por el multilateralismo.

El Presidente de México se aferró al poder en su condición de presidente pro tempore de la Alianza. Su mandato caducó a comienzos de año, pero desde entonces se niega a transferir su cargo temporal a la Presidenta constitucional de Perú, Dina Boluarte.

Antes, el 25 de noviembre, suspendió sine die las cumbres de la Alianza por la inasistencia del entonces Presidente peruano, Luis Castillo, actualmente destituido y en prisión por intento de golpe de Estado luego de que decretara la disolución del Congreso y Poder Judicial de Perú.

Sorprende la pasividad y tolerancia de los restantes gobiernos, gremios empresariales y laborales participantes en la Alianza.

Lo sucedió constitucionalmente su vicepresidenta Boluarte, a quien AMLO pretende calificar de espuria.

El proceder autocrático y el ideologismo de AMLO —evidenciado en estos días por su iniciativa en contra de la independencia de la institucionalidad del sistema electoral mexicano— ahora trascienden a su país e impactan en la región, al obstaculizar el pleno funcionamiento de la Alianza, que hasta su negativa interferencia no había logrado ser politizada ni burocratizada, como es habitual en los organismos latinoamericanos.

En sus casi trece años de existencia, la Alianza ha crecido sostenidamente, hasta constituirse en una institución eficaz para la integración regional, que aporta un mercado creciente, superior a los nueve mil millones de dólares anuales para exportaciones chilenas, 40 % provenientes de pymes, fundamental para miles de empleos y centenares de empresas nacionales.

La Alianza del Pacífico, conformada por Chile, Colombia, México y Perú, tiene más de 50 estados observadores de todos los continentes, varios interesados en asumir la condición de estado asociado, entre los que se cuentan Canadá, Nueva Zelandia, Australia, Singapur, Ecuador y Corea del Sur, todos atraídos por la flexibilidad, innovación y visión de la organización, carente de cargas burocráticas, politización, limitaciones e inoperancia características de los fracasados y románticos cometidos integracionistas latinoamericanos.

Sus cuatro miembros fundadores representan el 40 % del PIB de América Latina, el 55 % de sus exportaciones, y un mercado superior a doscientos millones de habitantes.

No sorprende el autocrático e ideologizado comportamiento del Presidente López Obrador, que interfiere ilegítimamente en el progreso y en las instituciones sudamericanas, no obstante el limitado interés mexicano en sus vínculos con la región, y cuya prioridad más bien son los lazos con el hemisferio norte y América Central.

Lo que sorprende es la pasividad y tolerancia de los restantes gobiernos, gremios empresariales y laborales participantes en la Alianza.

El Gobierno, la Cancillería, los gremios empresariales chilenos, no pueden permanecer indiferentes; deben salir en defensa del interés nacional ante el intento destructor de AMLO, y no lo han hecho. Están en juego principios y políticas de Estado como el libre comercio, la vigencia de tratados internacionales, la apertura al Asia Pacífico, el multilateralismo y el progreso de nuestro país.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

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UN AÑO DE GUERRA CONTRA UCRANIA: ACTUAR JUNTOS PARA QUE PREVALEZCA EL DERECHO INTERNACIONAL

UN AÑO DE GUERRA CONTRA UCRANIA: ACTUAR JUNTOS PARA QUE PREVALEZCA EL DERECHO INTERNACIONAL

Josep Borrell, High Representative of the EU for Foreign Affairs and Security Policy/Vice-President of European Comission

El Mostrador, 20/02/2023

El 24 de febrero de 2022 se recordará para siempre como el día en que Rusia inició su brutal, no provocada e ilegal invasión de Ucrania. Fue y sigue siendo un caso de pura agresión y una clara violación de la Carta de las Naciones Unidas.

Esta guerra no es “sólo una cuestión europea”, ni se trata de “Occidente contra el resto“. Se trata del tipo de mundo en el que todos queremos vivir: nadie está a salvo en un mundo en el que el uso ilegal de la fuerza —por parte de una potencia nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad— se “normalice” de algún modo.

Por eso, el derecho internacional debe aplicarse en todas partes para proteger a todos de la política de poder, el chantaje y el ataque militar.

Un año después, existe el riesgo de que la gente se acostumbre a las imágenes de crímenes de guerra y atrocidades que ve, porque son muchas; de que las palabras que utilizamos empiecen a perder su significado, porque tenemos que repetirlas muy a menudo; de que nos cansemos y se debilite nuestra determinación, porque el tiempo pasa y la tarea que tenemos entre manos es dura.

Esto es algo que no podemos hacer. Porque cada día, Rusia sigue violando la Carta de la ONU, creando un peligroso precedente para todo el mundo con su política imperialista.

Cada día, Rusia sigue matando a mujeres, hombres y niños ucranianos inocentes, lanzando sus misiles sobre ciudades e infraestructuras civiles.

Cada día, Rusia sigue difundiendo mentiras e invenciones.

Para la Unión Europea y nuestros socios, no hay otra alternativa que mantener el rumbo de nuestra “triple estrategia”: apoyar a Ucrania, presionar a Rusia para que ponga fin a su agresión ilegal y ayudar al resto del mundo a hacer frente a las consecuencias.

Esto es lo que venimos haciendo desde hace un año, y con éxito. Hemos adoptado sanciones sin precedentes; reducido nuestra dependencia de los combustibles fósiles rusos; y, en estrecha colaboración con socios clave, reducido en un 50% los ingresos energéticos que el Kremlin obtiene para financiar su agresión.

No basta con decir que queremos que Ucrania pueda defenderse: necesita los medios para hacerlo. Así que, por primera vez, la UE ha suministrado armas a un país atacado. De hecho, la UE es ahora el principal proveedor de formación militar para que el personal ucraniano pueda defender su país. También estamos ofreciendo una importante ayuda macro-financiera y humanitaria para apoyar al pueblo ucraniano. Y hemos decidido responder positivamente a la petición de Ucrania de ingresar en la UE. Por último, estamos trabajando para garantizar la rendición de cuentas por los crímenes de guerra que ha cometido Rusia.

Trabajando juntos, también hemos mitigado el efecto dominó mundial con la bajada de los precios de los alimentos y la energía, en parte gracias a nuestras Rutas de la Solidaridad y a la Iniciativa de Cereales del Mar Negro.

No basta con decir que queremos que Ucrania pueda defenderse: necesita los medios para hacerlo. Así que, por primera vez, la UE ha suministrado armas a un país atacado.

De hecho, la UE es ahora el principal proveedor de formación militar para que el personal ucraniano pueda defender su país. También estamos ofreciendo una importante ayuda macro-financiera y humanitaria para apoyar al pueblo ucraniano.

Y hemos decidido responder positivamente a la petición de Ucrania de ingresar en la UE. Por último, estamos trabajando para garantizar la rendición de cuentas por los crímenes de guerra que ha cometido Rusia.

Ucrania ha demostrado su notable capacidad de resistencia, en parte gracias a este apoyo. Y Rusia ha quedado más aislada, gracias a las sanciones mundiales y a la condena internacional de la abrumadora mayoría de los Estados en la Asamblea General de la ONU.

Nuestro objetivo colectivo es y sigue siendo una Ucrania democrática que prevalezca; expulsando al invasor, restaurando su plena soberanía y, con ello, restableciendo la legalidad internacional.

Por encima de todo, queremos la paz en Ucrania, una paz global y duradera que se ajuste a la Carta de las Naciones Unidas y al derecho internacional. Apoyar a Ucrania y trabajar por la paz van de la mano

Las acciones de Rusia son un ataque frontal a los principios de integridad territorial, soberanía y derecho internacional. Si Rusia tuviera éxito, las repercusiones se extenderían por todo el mundo, ya que esta agresión es, de hecho, un ejemplo de manual de una mentalidad imperialista.

El apoyo de los países latinoamericanos y caribeños en la ONU y en otros foros es, por tanto, crucial.

Debemos tener claro que las acciones rusas son responsables de las sacudidas económicas que se están experimentando.

La UE está trabajando con la región para hacer frente a las necesidades económicas y hemos aumentado nuestra financiación, también para los países más afectados de América Latina.

La invasión rusa ha puesto de relieve la necesidad de que tanto Europa como América Latina y el Caribe eviten dependencias excesivas. Tenemos intereses comunes en forjar una asociación moderna para construir economías más resistentes e integradoras, proteger nuestras democracias y reforzar la cohesión social.

Tenemos que lograr avances prácticos en nuestra ambiciosa agenda de cooperación antes de la Cumbre UE-CELAC que se celebrará este año.

La historia y la justicia están del lado de Ucrania. Pero para acelerar la historia y lograr la justicia, necesitamos ampliar nuestra “triple estrategia”. Sabemos que se trata de una tarea colectiva.

Por eso la UE cuenta con todos sus socios, para actuar con un espíritu de responsabilidad conjunta y solidaridad: para garantizar que fracase la agresión y prevalezca el derecho internacional.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones consideradas en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

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CUÁLES HAN SIDO LOS PRINCIPALES OBSTÁCULOS PARA QUE AMÉRICA LATINA TENGA UNA MONEDA ÚNICA

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CUÁLES HAN SIDO LOS PRINCIPALES OBSTÁCULOS PARA QUE AMÉRICA LATINA TENGA UNA MONEDA ÚNICA

BBC News Mundo, 16/02/2023

“En el comercio de América Latina ya hay una moneda única. Se llama dólar”.

Esta mezcla de ironía y escepticismo que destilan las palabras de Juan Batteleme, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Buenos Aires, sobre el anuncio de Brasil y Argentina de articular una divisa común, es la misma que se extiende entre muchos analistas.

El execonomista jefe del FMI, Olivier Blanchard, respondió a la noticia con cuatro palabras: “Esto es una locura”, al tiempo que la prestigiosa revista The Economist tachó el proyecto de “estrambótico”.

“Uniría a la economía más grande de América del Sur con una de las más enfermas”, afirmó el semanal en referencia a Argentina, un país que trata estos meses de evitar a toda costa el que sería su décimo default de deuda soberana desde su independencia en 1816.

Y es que tras el anuncio muchos creyeron que las principales economías de América del Sur pretendían crear algo como el euro que reemplazaría tanto al peso argentino como al real brasileño.

La sugerencia de invitar más adelante a otras naciones latinoamericanas a unirse tendría potencial de crear el segundo bloque monetario más grande del mundo, tras la Unión Europea.

Una unión monetaria que cubriera toda América Latina representaría alrededor del 5% del PIB mundial. Por comparar el euro, abarca alrededor del 14% del PIB mundial cuando se mide en términos de dólares.

Pero esta aspiración, coinciden los economistas, carece de fundamento ya en su origen.

“No tendría ningún sentido que un país como Brasil, que tiene una inflación del 5,8 % y 330.000 millones de dólares de reservas internacionales, vinculara su destino monetario a un país que incurre en impagos en serie como Argentina, con una inflación del 95 % anual y menos de 10.000 millones de dólares de reservas internacionales netas”, argumenta Thierry Larose, gestor senior de la firma Vontobel.

Antecedentes. Sin embargo, no es la primera vez que Brasil y Argentina se han sentado hablar de una moneda común. Las conversaciones fracasaron en el pasado debido, sobre todo, a la oposición del banco central de Brasil.

Pero el antecedente histórico que más podría aproximarse a la idea de “Sur”, que es como han bautizado Argentina y Brasil a su moneda, es el Sucre un acrónimo en español que significa “Sistema Unificado de Compensación Regional”.

Fue propuesto inicialmente por Cuba para facilitar el comercio transfronterizo entre los países “bolivarianos” (Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela).

“Esa iniciativa pretendía liberar a esos países del yugo del dólar, no solo porque los regímenes bolivarianos son anti americanistas por naturaleza, sino también porque la mayoría de esos países tienen reservas internacionales bajas y acceso limitado a financiamiento en dólares para sus importaciones”, recuerda Larose.

Afinidad política. Los objetivos de este y los proyectos regionales que le siguieron con igual suerte son casi siempre los mismos: esquivar al dólar, impulsar el comercio y forzar a mayores cotas de disciplina fiscal.

Y casi todos nacen cuando la afinidad política de los países va en la misma dirección. Es decir, cuando los gobiernos son de izquierdas o de derechas.

“Desafortunadamente para ellos, la iniciativa fue un completo fracaso con solo unas pocas transacciones completadas y todas muy pequeñas”, añade.

Para el economista, la razón de aquel fracaso es que un proyecto como ese “inevitablemente termina siendo una forma para que los países con reservas bajas y un déficit comercial obtengan préstamos baratos de aquellos con reservas altas y un superávit comercial”.

Por eso estos últimos suelen tener muy pocos incentivos para adherirse a tal sistema, “más allá quizás de una satisfacción ideológica”.

Una unión monetaria que cubriera toda América Latina representaría alrededor del 5% del PIB mundial. Por comparar el euro, abarca alrededor del 14% del PIB mundial cuando se mide en términos de dólares.

Proyectos que se desvanecen. Lo que nos dice la historia sobre los intentos de América Latina de tener una moneda común es que todos los intentos murieron en la orilla y casi todos cumplieron el mismo patrón: éxitos en su etapa inicial para pasar a una fase en la que la idea se va desdibujando hasta perderse.

Mercosur y Unasur también lo intentaron.

Hay obstáculos políticos, económicos y sociales, pero por encima de todos ellos sobre vuela uno de más peso: la integración.

“En América Latina no todos percibimos el valor neto de la integración. Queremos cosas distintas. México está integrado con Estados Unidos, Uruguay está pugnando por tener acuerdos de libre comercio, igual que Chile, igual que Ecuador”, dice el profesor Batteleme.

“Y luego tenemos a Argentina, que no quiere ningún tipo de acuerdo de libre comercio. Al no tener los medios para poder pagar, no podemos importar. La mirada ahora es que tenemos que vivir con lo nuestro”.

“Al final son más las diferencias que tenemos los latinoamericanos en relación a cómo integrarnos que los acuerdos”, explica en una entrevista con BBC Mundo.

Posiciones distintas frente al mundo. “O sea, creemos en la integración, pero cuando tenemos que transformar eso en políticas que impliquen por un lado, ceder nuestra soberanía, coordinar, armonizar, etcétera, empiezan a jugar las diferencias del sistema político, las diferencias ideológicas, las diferencias en las estructuras económicas, las diferencias en las posiciones que los países tienen en relación a los Estados Unidos, a China, a Europa, y eso atenta contra cualquier proyecto de integración latinoamericano”.

“¿Cómo te integras con el régimen cubano, que ni siquiera es democrático? ¿Por qué no podemos ponernos de acuerdo en una definición de Derechos Humanos?”, se pregunta el experto.

Así que a las diferencias de tamaño de las economías y de sus distintas fortalezas relativas, el que a simple vista sería el primer obstáculo en la región, hay que sumar los problemas ideológicos, de exceso de soberanía y de diferencias en los procesos aprobatorios de cada país.

Exceso de soberanismo. “El éxito europeo se basa en la intergubernamentalidad sumado a un proceso de supranacionalidad. En América Latina no hay intergubernamentalidad o es muy limitada como el caso Mercosur o el caso de la Alianza del Pacífico. Y a ello se suma además exceso de soberanismo que hace que sea muy difícil coordinar políticas”, dice Batteleme.

Otro de los obstáculos es de corte social.

“Los indicadores de pobreza, los indicadores sociales… no hay un punto de partida común. Esto genera una percepción de que la integración no nos beneficia a todos por igual y también genera problemas de articulación de políticas”.

Batteleme cree que una moneda común en América Latina no cambiaría nada, porque “en definitiva, la política económica e industrial y la política propiamente dicha, sigue siendo de base nacional”.

“En el comercio de América Latina ya hay una moneda única. Se llama dólar. La fantasía de República Argentina de poder tener una moneda alternativa se debe a que no tiene dólares. Esa es la realidad”, dice.

La llave de la región. Entonces, ¿por qué Lula apoyó a Alberto Fernandez en esta “aventura” del Sur?

Las razones, según Batteleme, se enmarcan en el contexto de salida de Jair Bolsonaro al frente de Brasil y la llegada del líder de izquierda Luis Inácio Lula da Silva a la presidencia.

“Lula hizo una declaración políticamente correcta dándole a Alberto Fernández lo que necesitaba en términos de ganar confianza en los mercados”, dice.

“Y el mensaje que lanza Lula es esta idea de que una América Latina no unida, sino alineada detrás del liderazgo de Brasil le da el estatus suficiente para hablar de igual a igual con Estados Unidos, con Putin, con Xi Jinping, y que Brasil vuelve a ganar esa estatura. Se presenta como el estado llave de la región”, opina.

Quizás la idea de una moneda común sea demasiado ambiciosa, pero hay una intención de mostrar al mundo que Brasil tiene espíritu de cooperación regional.

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¿ESTAMOS PREPARADOS FRENTE A LA AMENAZA DE LOS ASTEROIDES? LOS DESAFÍOS DE LA DEFENSA PLANETARIA

¿ESTAMOS PREPARADOS FRENTE A LA AMENAZA DE LOS ASTEROIDES? LOS DESAFÍOS DE LA DEFENSA PLANETARIA

Juan Luis Cano González, Coordinador del Servicio de Información del NEOCC, European Space Agency

The Conversation, 15/02/2023

Este 15 de febrero se ha cumplido el décimo aniversario del llamado evento de Cheliábinsk. En aquella fría mañana, y sobre esa ciudad rusa en las estribaciones de los Urales, un asteroide de entre 17 y 20 metros de diámetro impactó contra la atmósfera de la Tierra, provocando una explosión equivalente a 500 kilotones de TNT (unas 35 veces la energía liberada por la bomba de Hiroshima).

Por primera vez, un suceso de tal magnitud pudo ser seguido y estudiado en detalle gracias a la multitud de cámaras disponibles en los vehículos que circulaban esa mañana hasta distancias de varios cientos de kilómetros del punto de impacto.

La explosión aérea tuvo lugar a una altura de unos 30 kilómetros. Cuando la onda de choque llegó al suelo unos minutos más tarde, produjo la rotura de multitud de cristales y los techos de algunas instalaciones. Unas 1.500 personas tuvieron que ser atendidas de diversa gravedad.

El evento de Cheliábinsk marcó un antes y un después en la percepción de la sociedad sobre el riesgo que suponen los cuerpos cercanos a la Tierra (NEO, por sus siglas en inglés). Sin embargo, esta señal de alerta hacía tiempo que había sido captada por las autoridades internacionales.

Los vigilantes del cielo. A finales de los años 90 del siglo pasado, la NASA había recibido la instrucción de su gobierno de encontrar todos los asteroides mayores de 1 kilómetro antes de 20 años. En 2005, aceptó el encargo de rebajar ese tamaño a los 140 metros.

En el lado europeo y desde 2002, la Agencia Espacial Europea (ESA) estaba ya estudiando misiones espaciales para desviar asteroides. A ambos lados del Atlántico había sistemas de monitorización del impacto de estas rocas espaciales desde inicios de siglo, como el implantado en el Centro de Coordinación de NEO de la ESA.

Cabe reseñar que la población de NEO sigue una distribución exponencial. Esto significa que aunque hay pocos objetos muy grandes, los números aumentan muy rápidamente según reducimos el tamaño.

En total, estimamos que existen del orden de 900 objetos mayores de 1 kilómetro y unos 25.000 mayores de 140 metros. Cuando rebajamos el tamaño a los 50 metros, hablaríamos de entre 200.000 y 300.000 NEO, y si nos referimos a objetos como el que impactó sobre Cheliábinsk, estaríamos entre los 5 y 10 millones.

La buena noticia es que la humanidad ha conseguido detectar casi todos los objetos mayores de un kilómetro, que son los que podrían provocar desastres a nivel global. En el rango hasta los 140 metros, hemos encontrado alrededor del 40 %, y según seguimos bajando las cotas de descubrimiento se reducen mucho. A día de hoy conocemos un poco más de 31.000 NEO.

Un riesgo que se puede prevenir. Si bien los sistemas de descubrimiento y monitorización de los NEO existen desde comienzos del siglo actual, el evento Cheliábinsk supuso un mayor grado de concienciación sobre la necesidad de emprender acciones que nos ayuden a proteger nuestras sociedades de la amenaza; una amenaza que, por otro lado, es de las pocas que se pueden prevenir.

En ese sentido cabe destacar diversas iniciativas tomadas en los últimos años para aumentar nuestro grado de protección. De un lado, se está potenciando el cumplimiento del mandato a la NASA de descubrir todos los asteroides mayores de 140 metros en un plazo razonable mediante el diseño del telescopio espacial NEO Surveyor, que deberá ser lanzado antes de mediados de 2028.

Por su parte, la ESA se ha embarcado en una misión complementaria llamada NEOMIR que está comenzando a ser estudiada.

A nivel global, la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de Naciones Unidas (UNOOSA) encomendó ese mismo año de 2013 la creación de dos instituciones supranacionales para asesorar en estas cuestiones a la comunidad internacional: IAWN y SMPAG.

La Red Internacional de Alerta Asteroidal (IAWN) tiene la tarea de desarrollar una estrategia de respuesta al riesgo NEO utilizando planes y protocolos de comunicación bien definidos para ayudar a los gobiernos en el análisis de las consecuencias del impacto de asteroides y en la planificación de respuestas de mitigación. Esta red agrupa también a todos los observatorios y centros de vigilancia que monitorizan el peligro que suponen los asteroides.

Por otro lado, la misión del Grupo Consultivo para la Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG) es la de prepararse para dar una respuesta internacional al riesgo de los asteroides a través del intercambio de información y el desarrollo de opciones de investigación colaborativa y oportunidades de misión, y para llevar a cabo actividades de planificación de mitigación de amenazas NEO.

DART y Hera, misiones compañeras. Desde el punto de vista de la preparación para afrontar la amenaza, durante la última década se ha hecho realidad la primera misión de demostración de defensa planetaria: el impacto de la misión DART de la NASA contra la luna Dimorfo del asteroide binario Dídimo.

DART es la compañera de la misión Hera de la ESA, que será lanzada en octubre de 2024 para estudiar con todo lujo de detalle los resultados de la colisión. Gracias a estas dos misiones seremos capaces de comprender mucho mejor las tecnologías necesarias y los efectos que se puedan producir tras el impacto a hipervelocidad de un satélite contra un asteroide. Todo eso es preciso para preparar una futura respuesta a las amenazas.

Poco probable, pero muy devastador. Tal y como he tratado de exponer en este artículo, si bien el evento de Cheliábinsk supuso una llamada de atención a nivel global, la comunidad de científicos e ingenieros que colaboramos a nivel internacional en defensa planetaria llevamos trabajando en ello desde hace unas décadas. En este último decenio se han empezado a ver los resultados de todo ese trabajo.

El riesgo NEO tiene muy poca probabilidad de ocurrir, pero sus consecuencias pueden ser devastadoras. Afortunadamente, también entra en la categoría de las amenazas previsibles (por desgracia esto no sucede con muchas otras, tal y como hemos visto recientemente con los terremotos de Turquía y Siria).

Por lo tanto, se imponen acciones que no requieran grandes niveles de gasto pero permitan inversiones continuadas en el tiempo para detectar poco a poco todos los objetos que nos faltan por descubrir y tener preparadas misiones espaciales que nos permitan eliminar el riesgo, si se diera el desafortunado caso de que detectáramos algún objeto con dirección a la Tierra.

En resumen, tanto en la ESA como en la NASA contamos con programas específicos para entender y afrontar ese peligro y permitir que nuestra sociedad esté preparada para afrontar en el futuro cualquier amenaza que nos llegue desde las inmediaciones del Sistema Solar.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones consideradas en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

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LA GUERRA EN UCRANIA Y EL NO ALINEAMIENTO ACTIVO

LA GUERRA EN UCRANIA Y EL NO ALINEAMIENTO ACTIVO

Jorge Heine

El Mostrador, 15/02/2023

En una columna reciente en este medio, el analista alemán Detlef Nolte sostiene que “Ucrania divide a América Latina y complica una asociación estratégica”.

Aludiendo a la próxima reunión cumbre AL-UE a realizarse en julio en Bruselas, señala que la ausencia de apoyo unánime en la región a las posiciones de la UE, la OTAN y el G7 en Ucrania, obstaculizaría profundizar las relaciones con la UE.

Como es sabido, uno de los propósitos principales de la reciente visita del Canciller alemán Olaf Scholz a Sudamérica fue solicitar que los países envíen armas a Ucrania, involucrándolos en el conflicto más violento que ha sacudido a Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Es admirable (por no decir enternecedor) que Europa de súbito redescubra su interés en América Latina. Desde 2015 que no se realiza una Cumbre AL-UE, y ello por una razón muy sencilla: Europa estaba “en otra”, y no le interesaba la región. Ahora que hay una guerra, cambió.

La de Ucrania es una guerra europea que Europa quiere transformar en una guerra global. Como ha dicho el canciller indio S. Jaishankar, “Europa tiene que dejar atrás la mentalidad que los problemas de Europa son problemas del mundo, pero que los problemas del mundo no son problemas de Europa”.

Para Europa, la guerra en Ucrania sería un parteaguas entre democracias y autocracias, encarnando el principal clivaje del sistema internacional. Sin embargo, algunas de las mayores democracias del mundo hoy, como India, Sudáfrica, Indonesia y Pakistán, se han mantenido neutrales.

En realidad, un 80 % de la población del mundo está en países que no comparten la posición del G7 y de la UE. Lo que la guerra en Ucrania subraya es que el principal clivaje en el mundo de hoy está entre el Norte y el Sur Global, y no entre democracia y autoritarismo. El G7 se ufana de estar más unido que nunca, pero solo representa una mínima fracción de la población del mundo.

Las posiciones de los jefes de estado de Argentina, Brasil y México, y las de la CELAC en relación a la guerra en Ucrania, lejos de constituir una anomalía, reflejan un creciente consenso en el Sur Global, de que el actual orden internacional no expresa sus intereses. La obsesiva rivalidad entre las grandes potencias, la incapacidad de enfrentar en forma coordinada desafíos globales como el Covid-19, la negligencia frente al cambio climático, y las dificultades en responder a las crisis financieras de países en default, son indicadores de la bancarrota del Orden Internacional Liberal que rigió por siete décadas, pero que ya llegó a su fin. Llamados a defenderlo no encuentran eco.

La gran mayoría de los países de Asia, África y América Latina han condenado la invasión rusa de Ucrania. Lo que no han hecho es abanderizarse en el conflicto mismo.

Guerras hay muchas en el mundo. En la del Yemen, países miembros de la OTAN proveen de armas a Arabia Saudita, para que continúen un conflicto de ya ocho años, y que ha costado un cuarto de millón de vidas. Las potencias occidentales no solo hacen la vista gorda, sino que constituyen el arsenal de uno de los regímenes más sanguinarios del Medio Oriente, olvidando los llamados a la defensa de la democracia y los derechos humanos que despliegan en otros lares.

Como no ocurre en Europa, la guerra en el Yemen no es tema.

Si Europa condiciona el profundizar relaciones con otras regiones al apoyo a su posición en Ucrania, se va a quedar sola. Casi ningún país en desarrollo ha apoyado las sanciones políticas y económicas impulsadas por el G7 en contra de Rusia. Brasil, una potencia exportadora agroalimentaria, importa la cuarta parte de sus fertilizantes de Rusia. ¿Va a dejar de hacerlo y sacrificar su agro en aras de una guerra en Europa en que Brasil no tiene ni arte ni parte?

No contento con criticar las posiciones de los presidentes de los principales países de América Latina, como Argentina, Brasil y México ante la guerra, y la reciente cumbre de CELAC, Nolte también las emprende contra el No Alineamiento Activo (NAA).

Señala que “si no es posible que una política de no alineamiento activo implique no tomar partido indirectamente al poner al agresor en pie de igualdad con la víctima”. Alemania, y varios otros países europeos venden armas a Arabia Saudita y lo han hecho por muchos años en plena guerra con Yemen. En otras palabras, el no tomar partido en una guerra es muy grave, pero el venderle armas a una potencia agresora es aceptable.

Las posiciones de los jefes de estado de Argentina, Brasil, México y las de la CELAC en relación a la guerra en Ucrania, lejos de constituir una anomalía, reflejan un creciente consenso, en el Sur Global, de que el actual orden internacional no expresa sus intereses.

La obsesiva rivalidad entre las grandes potencias, la incapacidad de enfrentar en forma coordinada desafíos globales como el Covid-19, la negligencia frente al cambio climático y las dificultades en responder a las crisis financieras de países en default, son indicadores de la bancarrota del Orden Internacional Liberal que rigió por siete décadas, pero que ya llegó a su fin.

Llamados a defenderlo no encuentran eco.

En este nuevo cuadro, el No Alineamiento Activo, descrito en una reseña del libro ‘‘El no alineamiento activo y América Latina: una doctrina para el nuevo siglo’’ (Catalonia), como “el desarrollo más significativo en la región en materia de política exterior desde el fin de la Guerra Fría’’, provee una guía para la acción, una hoja de ruta en un mundo convulsionado.

Lo que hace es llamar a los países latinoamericanos a poner sus propios intereses por delante, no dejarse presionar ni por Washington, ni Beijing, ni Bruselas ni Moscú, a dar batallas que no son propias.

Hay buenas razones por las cuales una revista como Foreign Policy, al hacer su balance del año 2022 en América Latina, lo describió como el año del No Alineamiento.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones consideradas en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

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EL DRAMÁTICO RETORNO A EUROPA DE UCRANIA

EL DRAMÁTICO RETORNO A EUROPA DE UCRANIA

Víctor Manuel Amado Castro, Profesor Agregado del Departamento de Historia Contemporánea, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

The Conversation, 16/02/2023

El 25 de diciembre de 1991 Mijaíl Gorbachov cesaba como presidente de la URSS. Ese mismo mes, los ciudadanos de Ucrania habían proclamado su independencia con un apoyo del 90 %.

Desde entonces, el devenir político y social de Ucrania ha caracterizado de manera dramática lo que supone ser un estado pivote, un limes entre dos culturas políticas: una que aspira a vincular su desarrollo en el marco de la UE y, en menor medida, de la OTAN, y otra que entiende su existencia en un espacio de relaciones más estrechas con la Federación Rusa.

Aunque esa visión dicotómica nunca nos da una imagen completa de la realidad, sí ha caracterizado el desarrollo de ese país tras su independencia.

Durante el mandato de Leonid Kuchma (1994-2005) se mantuvo un equilibrio entre las dos visiones, equilibrio que los acontecimientos habidos en Europa, como la adhesión de ocho países del antiguo bloque socialista (más Chipre y Malta) a la UE en mayo de 2004, terminaron por diluir.

El segundo capítulo de la nueva Ucrania estuvo marcado por la conocida como Revolución Naranja. Ese ciclo de protestas se dio entre noviembre 2004 y enero 2005 e impugnó una contienda electoral fraudulenta que otorgó la victoria a un político heredero de la línea Kuchma: Víktor Yanukóvich.

Al frente de la protesta estaba Víktor Yúshchenko y, si bien el elemento central de la misma tenía que ver con la corrupción de un sistema político heredero de los usos de la antigua URSS, planteaba de nuevo la encrucijada ucraniana.

Finalmente, y con la mediación polaca, la repetición electoral puso al segundo de los Víktor al mando de un gobierno que enfocaría el futuro de Ucrania en su integración en la UE y, de manera menos evidente, en la OTAN.

Euromaidan: un punto de no retorno. El 2010 y con un mal sistémico de ese país como es la corrupción horadando las estructuras del mismo, Víktor Yanukóvich ganaba unas elecciones que la observación electoral desplegada en el territorio certificó como limpias y justas. Eso supuso una revisión del enfoque pro-UE, lo cual ahondó en la polarización de la sociedad ucraniana y terminó por estallar en noviembre de 2013, cuando el ya presidente Yanukóvich no ratificó el acuerdo de asociación y libre comercio con Bruselas.

Eso provocó un segundo ciclo de protestas (euromaidan) en el que, ahora sí, una parte de la sociedad, en torno al 37,8 %, apoyaba su integración en la UE, frente al 38 % que prefería una unión comercial con Rusia.

Ese episodio de carácter muy violento acababa el 20 de febrero con la huida de Yanukóvich a Rusia y la creación de un gobierno de transición, proceso político ese, con más oscuros que claros, que Bruselas avaló sin ambages.

El mandato de Petró Poroshenko (2014-2019) se caracterizó por la guerra civil en el este de Ucrania cuando dos áreas de la región del Donbas, Donetsk y Lugansk, se autoproclamaron independientes en abril de 2014.

A eso había que añadir que en marzo habían hecho lo mismo Crimea y Sebastopol, en ese caso pidiendo directamente su anexión a la Federación Rusa.

Actos todos ellos unilaterales que, en principio y por no ser consecuencia de un acuerdo, son contrarios al Derecho Internacional que prima la integridad territorial de los estados salvo en casos muy excepcionales.

Guerra civil en Ucrania e invasión rusa. En junio de 2015, el premier ruso Medvedev proclamaba la total anexión de esos últimos territorios a la Federación Rusa, quedando físicamente unidos en 2018 tras la construcción del puente sobre el estrecho Kerch.

Frente al argumento de que esa acción suponía una violación del iuris internacional, el Kremlin los justificó aludiendo al caso de Kosovo en 2007-2008.

Moscú, que ya en 2008 había invadido Georgia creando los dos nuevos estados de Osetia del Sur y Abjasia, empezó a desarrollar una estrategia en la que no desdeñaba el uso de la fuerza para conseguir sus objetivos geopolíticos. Es en ese marco en el que hay que insertar de lleno la invasión de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022.

La llegada de Volodimir Zelensky al poder en Ucrania en mayo de 2019 supuso un intento de recuperar las relaciones con Rusia: fue en vano porque, entre otras cosas, la guerra civil en el Donbass había penetrado ya tanto que reconducirla era casi imposible.

Los fallidos acuerdos de Minsk I y Minsk II (septiembre de 2014 y febrero de 2015, respectivamente), supervisados por la OSCE, demostraron los límites que ya para aquel tiempo tenía la diplomacia en una guerra en la que el gobierno de Poroshenko no dudó en utilizar milicias paramilitares de autodefensa como las de Azov, Donbas o el Cuerpo de Voluntarios Ucraniano (DUK), todas ellas susceptibles de haber cometido crímenes de lesa humanidad y que ya en plena guerra han sido incorporadas a las fuerzas armadas del país.

Así, la tensión entre Ucrania y Rusia, que pedía garantías de la no adhesión de la primera a la OTAN, fue en aumento, más aún en 2021, cuando tropas rusas comenzaron a acumularse en las fronteras de Ucrania con Rusia y con Bielorrusia.

El 24 de febrero de 2022, a las 6 de la mañana, las tropas rusas entraban en Ucrania, en lo que Putin denominó “operación especial”, cuyo principal objetivo era la “desnazificación” del país y la “protección” de la población de Lugansk y Donetsk, vulnerando una vez más la legalidad internacional.

La repercusión internacional. La invasión rusa de Ucrania supone una violación del artículo 2.4 de la Carta de Naciones Unidas, que obliga a los estados a abstenerse de todo uso o amenaza de fuerza armada en las relaciones internacionales.

Además, y en base a las resoluciones del mismo organismo 2625/1970 (referente a la adquisición de territorios bajo la fuerza) y 3314/1974 (relacionada con la definición de agresión), esos actos carecen de validez jurídica.

Así las cosas, en el seno de la sociedad internacional se dieron al menos dos tipos de reacciones. Por una parte, los países de la UE, con las reservas de Hungría, condenaron la acción de Putin y mostraron su apoyo a Ucrania de distintas maneras: concediendo al país el estatuto de estado candidato a miembro de la Unión en junio del 2022 y prestándole ayuda financiera, humanitaria y legal, además de apoyo a las fuerzas armadas ucranianas.

Junto a eso, Bruselas ha implementado un conjunto de sanciones contra Rusia: en total nueve, hasta diciembre de 2022.

En la misma dirección se alinearon los Estados Unidos, con una aportación militar sustancialmente superior a la europea.

De otra parte, estaría aquel conjunto de países que, sin dar un apoyo explícito a Rusia, hacen llamamientos a la no escalada. Esos, y en un conjunto muy heterogéneo, irían desde China hasta Turquía e Israel, pasando por Irán y Arabia Saudí, entre otros.

Más allá de las repercusiones en la esfera de la geopolítica mundial, esa guerra ofensiva de Moscú está teniendo otro tipo de consecuencias. En primer lugar, el número de víctimas, difícil de establecer, pero que seguro serán aterradoras.

La segunda repercusión ha sido el encarecimiento del mercado de la energía, que ha condicionado las economías de no pocos países y que se ha traducido en unos índices generalizados de alta inflación.

Por último, esa guerra, junto con otras causas, ha provocado un desabastecimiento del mercado del grano, generando así una situación de emergencia humanitaria.

¿Un nuevo tiempo en las relaciones internacionales? A la historiografía le cuesta mucho utilizar ese tipo de afirmaciones sobre hechos del presente por carecer de perspectiva histórica para afirmarlo. Aun así, no es descabellado pensar que la invasión de Ucrania por Rusia abre un nuevo tiempo en el escenario mundial.

La ruptura tan abrupta por parte de Putin de la legalidad internacional presagia un tiempo de tensión entre al menos los Estados Unidos y la UE en sus relaciones con Moscú, con las inercias que eso conlleve.

Esa nueva época estaría macada por la absoluta desconfianza mutua que se traduciría, en el mejor de los casos, en una escalada armamentística de carácter disuasorio.

Siguiendo con el escenario optimista, si algo nos ha enseñado la historia reciente es que la supervivencia de una situación como esa puede transformase en un sistema que, aunque peligroso, sea predecible y, por tanto, más estable. En eso se convirtió la guerra fría con el paso de los años y de las tensiones.

En ningún caso eso supone que nos estemos moviendo en un escenario como aquel, ya que si algo lo caracterizó fue su fisonomía bipolar, aspecto ese que en la actual sociedad internacional no se da, ya que es multipolar.

En lo que respecta a Europa, de la que Rusia forma parte, es muy difícil pensar que en un futuro a medio plazo no se establezca un mecanismo de, al menos, cohabitación “ordenada”, bien sea en un marco como el de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) o en otro que garantice una interlocución directa y franca entre la UE y Rusia.

Escenarios inmediatos. Pero, todo eso, si lo es, sucederá en el medio plazo, ya que hoy estamos en un contexto de guerra total convencional. En ese sentido, la evolución de la situación actual en el corto plazo dependerá, ente otros, de tres factores:

  1. El primero, la evolución de la propia contienda, en la medida que esa se desarrolle en el campo del armamento convencional y no precipite una situación que implique la intervención de la OTAN.
  2. El segundo tiene que ver con el mantenimiento o no de una visión común en el seno de la UE, más allá de la excepción Orban. Las agendas de países como Polonia y Alemania, aunque partiendo del mismo enfoque, carecen, sin embargo, de hojas de ruta coincidentes como se ha visto en el caso de los tanques Leopard.
  3. Por último, otro elemento que se antoja relevante es el calendario electoral en los Estados Unidos. Con las elecciones presidenciales a la vista para noviembre de 2024, la guerra en Ucrania será un elemento clave. Todo eso sí, como es razonable pensar tras los últimos acontecimientos de carácter militar (envío de tanques y posiblemente recursos aéreos a Ucrania por parte de la UE y los Estados Unidos), ese conflicto sigue vigente el primer martes después del primer lunes de noviembre.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones consideradas en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

RELACIONES INTERNACIONALES Y SEGURIDAD

POLÍTICA EXTERIOR Y NEUTRALIZACIÓN DEL ESTRECHO DE MAGALLANES

POLÍTICA EXTERIOR Y NEUTRALIZACIÓN DEL ESTRECHO DE MAGALLANES

Jorge G. Guzmán

El Mostrador, Opinión, 16/02/2023

Siguen sin aclararse comentarios de funcionarios de la Cancillería relativos a cierto buque inglés al que —se entiende — se impidió recalar en Punta Arenas. Se trataría de un patrullero de alta mar de pabellón británico con base en Port Stanley, que pretendía acceder a los astilleros de ASMAR- Magallanes.

Sería entonces de una nave para monitoreo de actividades pesqueras (conservación de los recursos marinos) y búsqueda y rescate (seguridad de vida humana en el mar), no una fragata con destino a Valparaíso.

Constituiría un caso de negación de servicios portuarios, luego que en años recientes Chile comenzara a tolerar que Argentina dificultara el acceso de naves británicas al Estrecho de Magallanes (libre navegación).

Con la cooperación chilena, Argentina ha terminado con el más que centenario vínculo marítimo entre Magallanes y las islas Falkland. Si en 1916 las naves de dicho archipiélago no hubieran podido ser recibidas en Punta Arenas, entonces sir Ernest Shackleton no hubiera solicitado la ayuda chilena para que la escampavía Yelcho rescatara desde la Antártica a los náufragos de la Endurance.

Las medidas y tolerancia chilena son parte del apoyo político a lo que Argentina denomina la causa de Malvinas. Estamos en presencia de un hecho consumado que afecta el estatus de neutralización permanente del Estrecho de Magallanes (al cual ambos países están jurídicamente obligados).

El Estrecho de Magallanes es chileno. En 1843 el Estado estableció un asentamiento permanente en el estrecho (Fuerte Bulnes), cuya población fue enseguida trasladada al sitio que ocupa Punta Arenas. En esta acción afirmativa chilena se originan los problemas limítrofes con Argentina en la zona austral: a partir de entonces, dicho país pretendió que el estrecho (y sus dos orillas), le pertenecían.

Si bien en 1881 un Tratado de Límites confirmó la pertenencia de dicho pasaje interoceánico a la soberanía nacional, años antes, en 1873, Chile ya había notificado a la comunidad internacional su soberanía sobre el mismo, explicando además que el Estrecho de Magallanes se hallaba, primero, abierto a la navegación de todas las banderas y, segundo, neutralizado.

Los testimonios de los negociadores de 1881 indican que se trató de un aspecto central para facilitar la transacción en la que Chile, unilateralmente, renunció a su Patagonia Oriental y a la parte oriental de Tierra del Fuego, a cambio del reconocimiento argentino de nuestra soberanía sobre toda la extensión del estrecho.

Mientras el episodio del barco inglés aconseja que -sin dilación- los responsables sean convocados al Congreso Nacional para explicar la circunstancia y los potenciales efectos sobre nuestras las obligaciones con la neutralización del Estrecho de Magallanes, resulta fundamental que dicha política de Estado sea, desde ya, considerada asunto constitucional.

Respecto de lo segundo — en el contexto de la época — esa transacción reiteró que Chile no debía utilizar el estrecho en favor o en contra de ningún país que fuera parte de algún conflicto o disputa, esto es, lo “neutralizó permanentemente” (Artículo V).

La neutralización del estrecho fue nuevamente asunto para el Tratado de Paz y Amistad de 1984 (TPA). Junto con delimitar el área del Mar de la Zona Austral, ese instrumento creó una infraestructura para la relación política y la integración bilateral.

Para prevenir problemas en esta última, el TPA específicamente estableció que “la delimitación aquí convenida en nada altera lo establecido en el Tratado de Límites de 1881, de acuerdo con el cual el Estrecho de Magallanes está neutralizado a perpetuidad y asegurada su libre navegación para las banderas de todas las naciones” (Artículo 10).

Esa fórmula jurídica —tal cual está reproducida en la publicación del TPA en el Diario Oficial (14 mayo 1985)- no admite interpretaciones: el estrecho no debe ser objeto para tomar parte de una disputa, por ejemplo, en favor de Argentina y/o desmedro del Reino Unido.

Es más, al momento de ratificar la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR, 1995), Argentina unilateralmente ratificó su compromiso con el Artículo V del Tratado de 1881, insistiendo en que el estrecho de Magallanes está neutralizado a perpetuidad.

En la misma circunstancia (1997), Chile dejó expresa constancia que, con el TPA, Argentina había reiterado su compromiso de respetar “permanentemente y en cualquier circunstancia el derecho de las naves de todas las banderas a navegar de forma expedita y sin obstáculos a través de sus aguas jurisdiccionales hacia o desde el estrecho de Magallanes”.

El audio de la Cancillería que menciona ciertos favores a Argentina en la forma de limitaciones impuestas a un buque inglés indica que esto no ha sido necesariamente así.

El Estrecho de Magallanes y la causa de Malvinas. La neutralización permanente del Estrecho de Magallanes ha sido progresivamente afectada desde que se conociera el interés por la plataforma continental de las islas Falkland/Malvinas por parte de algunas compañías petroleras. A partir de entonces Argentina ha relativizado su observancia de lo pactado y comprometido en 1881, 1984 y 1995.

Paralelamente, y especialmente desde los gobiernos Bachelet I y Piñera I, Chile contribuyó a la relativización de esas obligaciones. Con referencias cada vez más explícitas a la solidaridad con la causa de Malvinas, se ha logrado que nuestra diplomacia aceptara relativizar lo que Diego Barros Arana hubiera llamado la correcta doctrina chilena en las relaciones de límites con Argentina.

Este es, en definitiva, el trasfondo jurídico, político y diplomático del episodio del barco inglés.

El desuso de la correcta doctrina de límites. Para que ello ocurriera nuestros diplomáticos olvidaron que el siglo XIX, ergo en 1873 y 1881, a la neutralidad de un país y la neutralización de un territorio se asociaba la imparcialidad y, a su complimiento, la reciprocidad y el honor a la palabra empeñada.

Del respeto irrestricto del Tratado de 1881 derivó la doctrina de la intangibilidad de nuestras fronteras, el mismo elemento doctrinal empleado durante la negociación e implementación del Tratado de 1904 con Bolivia, y el Tratado de 1929 con Perú.

La inobservancia de esa correcta doctrina explica fenómenos políticos tales como el Tratado de 1998 sobre el Campo de Hielo Sur, la ausencia de prioridad en materia de los límites exteriores de la plataforma continental magallánico-antártica y/o el descuido de la frontera del extremo norte, hoy pasadizo de inmigrantes ilegales y celebridades del crimen trasnacional.

En esta práctica diplomática debe también buscarse la oportunidad para la reiteración de una antigua tesis argentina en la actual Directiva de Política Defensa (abril 2021), que tipifica al Estrecho de Magallanes como espacio compartido.

Con la relativización de lo pactado en 1881 y 1984 son solidarios todos los últimos gobiernos. Por ejemplo, aquel que en noviembre de 2010 (Piñera 1) suscribió una Declaración de UNASUR que declaró ilegal a la bandera de las islas Falkland, permitiendo —sin reflexionar — que más tarde ese compromiso político sirviera para relativizar la obligación jurídica con la neutralización permanente del Estrecho de Magallanes.

La hora del Congreso y de la Convención Constitucional. El episodio del barco inglés revela que la correcta doctrina en materia de límites —uno de los pilares de nuestra política exterior (política de Estado) — ha caído en desuso.

Ha sido reemplazada por la obligación de firmar algo durante una vista presidencial, generar un titular durante un momento complejo para el gobierno de turno, o por la ambición del presidente o Canciller del minuto de dejarnos un legado.

Junto con la Cancillería, a ese fenómeno han contribuido asesores históricos y entidades públicas, incluidas algunas de la defensa, que no ha sido capaces de representar a los políticos de turno las consecuencias de las inconsecuencias de nuestra política exterior en materia de intangibilidad del territorio nacional.

Mientras el episodio del barco inglés aconseja que —sin dilación — los responsables sean convocados al Congreso Nacional para explicar la circunstancia y los potenciales efectos sobre nuestras las obligaciones con la neutralización del Estrecho de Magallanes, resulta fundamental que dicha política de Estado sea, desde ya, considerada asunto constitucional.

Solo eso asegurará la —ahora urgente — refundación de la Cancillería, para evitar que prácticas diplomáticas nocivas para el interés permanente del país queden al arbitrio de funcionarios indolentes.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones consideradas en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.