DEL NACIONALSOCIALISMO AL NARCOSOCIALISMO
Mauricio Electorat, Escritor y académico chileno. Autor de “El paraíso tres veces al día”, “La burla del tiempo”, “Las islas que van quedando” y “No hay que mirar a los muertos”, entre otros textos.
El Mostrador, 05/08/2024
La historia de la “revolución bolivariana” no hace sino confirmar el asombroso paralelismo entre los totalitarismos de mediados del siglo pasado y el auge de los populismos totalitarios que campean hoy más o menos en todas partes del mundo.
El de Venezuela es un caso paradigmático en muchos sentidos, porque se trata de la empresa de transformación de una democracia en una dictadura más exitosa de los últimos tiempos.
“Como si los extremos de lo real se tocaran”, dice un verso de Enrique Lihn. Y, justamente, en política esos extremos tienden a “tocarse” quizás mucho más que en otros ámbitos.
Seguimos siendo el lugar de la utopía o, si prefieren, de la contrautopía narco, ubicada en el extremo paroxístico del capitalismo, donde el único bien es el dinero y la única ley es la muerte. En todo caso, de moda no hemos pasado. |
En los años 30 del siglo pasado, el nacionalsocialismo acometió una empresa de transformación del Estado democrático en uno totalitario ganando en las urnas, lo mismo que el chavismo, y vaciando de sentido, o directamente cancelando, todas las instituciones que aseguraban la separación de poderes y las libertades fundamentales de toda democracia. Pero las semejanzas no se detienen ahí.
Toda revolución (más todavía si se dice, de manera adulterada y espúrea, socialista) tiene sus brazos armados en la sociedad civil, pues es importante que el terror lo infunda el vecino, más que el funcionario.
Este fue el origen de las SS hitlerianas, en principio escuadrones de protección y propaganda que terminaron por ser un verdadero Estado dentro del Estado. Es el rol que cumplen en Venezuela los famosos “Colectivos”, grupos de civiles armados y encapuchados que aterrorizan a la población y han sido calificados de paramilitares, aunque ellos se definen como “el anillo de seguridad del pueblo”.
Desde 2008 opera, además, la Milicia Bolivariana, fuerza militar de origen civil. Se trata de un verdadero ejército popular, al punto que Maduro la incorporó, en 2020, a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Al ejército tradicional se agrega el ejército popular, complementado por los “paramilitares populares”.
La revolución está bien custodiada. Me pregunto si el lema de “milicianos” y “colectiveros”, o “colectivistas”, será parecido al de las SS: “Mi honor es lealtad”.
Pero hay más (siempre hay más). El paralelismo más sorprendente (y aterrador) es el de la Weltanschauung, o sea, el de la “cosmovisión” o “visión de mundo”.
El tema es que todos los totalitarismos obtienen su legitimidad última apelando a una utopía, una “tierra prometida” hacia la que el régimen –liderado por el führer, el comandante, el líder máximo– abre el camino.
La Weltanschauung nazi priorizaba la familia, la raza (aria, obviamente) y el Volk (pueblo) como las representaciones más sagradas de lo alemán. La bestia negra tenía tres cabezas: el materialismo, el cosmopolitismo y el “intelectualismo burgués”.
Las virtudes cardinales eran: lealtad, lucha, abnegación y disciplina. Junto con esto, se enfatizaba la elevación del Volk por encima de sus miembros individuales.
La Weltanschauung del “socialismo del siglo XXI” tiene bastante en común: lucha, disciplina, lealtad al régimen y supremacía del pueblo por sobre el individuo forman parte de las aguas bautismales del “hombre nuevo” hace mucho rato. Esto implica, por supuesto, el rechazo de todas las formas burguesas, incluidos los “cosmopolitas”, llamados aquí contrarrevolucionarios, agentes del imperialismo, fascistas o gusanos.
¿Y la tierra prometida? Bueno, ese es otro cuento. Así como en el decálogo marxista el socialismo es una fase en el camino hacia el comunismo, podríamos decir que el expolio de los recursos naturales, el secuestro de la economía y el narcotráfico, son una fase hacia el “socialismo del siglo XXI”.
Al nacionalsocialismo de otrora, el chavismo y sus acólitos latinoamericanos pueden oponerle una versión perfectamente posmoderna: el narcosocialismo.
En realidad, Venezuela puede ser vista como la quintaesencia de lo latinoamericano. Seguimos siendo la “tierra prometida”. Pero en vez de un “nuevo mundo” basado en los ideales ilustrados (un lugar de tolerancia y de sujetos en vez de súbditos), somos la tierra prometida de la última fase del capitalismo: el narcocapitalismo.
Desde la época de la esclavitud y la fase de acumulación de capital, en los siglos XVI y XVII, hasta el reino del narco, en el XXI, seguimos siendo el lugar de la utopía o, si prefieren, de la contrautopía narco, ubicada en el extremo paroxístico del capitalismo, donde el único bien es el dinero y la única ley es la muerte. En todo caso, de moda no hemos pasado.
Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel