¿NO EXISTE EL PERDON EN CHILE?
Mario Barrientos Ossa.
El perdón, conforme con el Diccionario, significa “acción de perdonar” y ésta, a su vez “remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa”.
El perdón es parte del reconocimiento de la fragilidad humana, de entender que todos podemos equivocarnos o cometer acciones no deseadas. Alguien de tan alto nivel intelectual como Alberto Einstein, genio del siglo XX, nos dijo: “Perdonar es un acto de cada día”.
En materias políticas, en los ochenta cayó el muro de Berlín, se reunificó Alemania, y no se sabe que haya juicios o procedimientos contra quienes fueron los que atormentaron el pueblo de Alemania oriental durante varias décadas. Los crímenes de la Stasi no fueron investigados. El dictador Honecker fue recibido en Chile y en vez de ser encarcelado, murió dulcemente en su lecho.
En Colombia se puso fin a décadas de guerra civil, de matanzas, y todos sus actores fueron perdonados, nadie fue a la cárcel, uno de los guerrilleros, Petro, hoy es presidente de su país.
¿A qué seguir? Son innumerables los ejemplos. ¿Por qué no se aplican en Chile?
A la inversa de los ejemplos dados, en nuestro pobre país, en manos del marxismo cultural y de una clase política ultrista vengativa y de su contraparte débil, implacablemente, luego de más de cincuenta años, se sigue persiguiendo infatigablemente a uniformados por presuntos crímenes de lesa humanidad, muchos de los cuales en esos años eran tenientes o tenían grados menores. Las condenas se basan en presunciones, frágil medio probatorio. No se aplica el actual procedimiento acusatorio, sino el inquisitivo antiguo, hoy derogado.
Leo todos los días, en la página del Poder Judicial, sentencias de nuestros tribunales ordenando indemnizar a ciudadanos que dicen haber sido torturados cincuenta años atrás. Hoy leí un fallo que se remonta a septiembre de 1973, es decir, de hechos presuntamente ocurridos cincuenta y dos años atrás. Se puede leer en la página del Poder Judicial. Pregunto: ¿alguien puede probar, más allá de toda duda, como exige la ley penal, que medio siglo atrás fue objeto de apremios? ¿O explicar por qué se demoró medio siglo en demandar? La respuesta es muy simple: nuestros jueces perdieron la entera independencia en esta materia, son rehenes de los políticos marxistas y ultristas que los vigilan, y basta que un Ministro de Corte rechace una demanda por derechos humanos, para liquidar su carrera, nunca llegará a la Corte Suprema, porque en el Senado se les vetará por esos políticos vengativos. No quiero dar nombres, pero brillantes Ministros que conocí fueron vetados e injustamente no se les permitió acceder a la Corte Suprema. En consecuencia, presentada la demanda, hay fallo seguro a favor del querellante o demandante, y mérito para el juez que sigue enviando militares octogenarios a la cárcel.
¿Es posible, es humano, que octogenarios permanezcan presos?¿No sería razonable que pasen sus últimos días en arresto domiciliario, si hasta el último delincuente puede gozar de esa franquicia? La negativa huele a venganza, no a justicia. ¿Esto es, verdaderamente, parte del estado de derecho, o una flagrante violación del mismo?¿Donde está la igualdad ante la ley?
El perdón en nuestro país no parece existir, no hay interés en poner fin a una situación perdida ya en el tiempo, parece rentable política y judicialmente mantenerla viva, seguir persiguiendo.
Este nuevo once de septiembre es momento de pedir que se aplique el perdón. El veneno no puede retenerse para siempre, azuzando a millones de ciudadanos para que sigan divididos.
Formulo votos porque llegue el tiempo del perdón y cerremos capítulos obsoletos, que no ameritan mantenerlos vivos. Y que la justicia deje de ser venganza, o de ponerse al servicio de los vengadores. Basta del discurso de odio.
Un aporte de nuestro Past Presidente Gustavo Basso Cancino