REMODELACIÓN EN MARCHA por Eugenio Tironi (El Mercurio, Columnistas, 10/08/2021) —– ¿OTRO MODELO? por Joaquín Fermandois (El Mercurio, Columnistas, 10/08/2021)
LAS OPINIONES EN ESTA SECCIÓN, SON DE RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO REFLEJAN NECESARIAMENTE EL PENSAMIENTO DE LA UNIÓN.
“…la Convención está fabricando un nuevo orden, con lenguajes, relaciones, ritos, jerarquías, normas, causas y banderas que expresan a grupos que permanecían subordinados, invisibilizados y ausentes…”.
Lo que más la saca de quicio es una Convención abocada a minucias procedimentales en lugar de entrar rápidamente en aquello para lo cual fue creada: escribir un texto constitucional.
Con respeto lo digo, pero quienes están presos de esa visión no están entendiendo bien lo que pasa. Nos guste o no, Chile ha entrado en un proceso de remodelación y estos, como se sabe, son siempre más caóticos, prolongados y costosos de lo que se previó.
REMODELACIÓN EN MARCHA
Eugenio Tironi
El Mercurio, Columnistas, 10/08/2021
No faltan las voces de compatriotas que, con exasperación, alegan del tiempo perdido en materias tan etéreas como concordar una nueva Constitución, en circunstancias que hay cuestiones urgentes de las cuales hay que hacerse cargo: crisis sanitaria, sequía, cambio global, transformación del mundo del trabajo y de la educación, ineficacia del Estado, abultamiento de la tercera y cuarta edad.
Lo que más la saca de quicio es una Convención abocada a minucias procedimentales en lugar de entrar rápidamente en aquello para lo cual fue creada: escribir un texto constitucional.
Con respeto lo digo, pero quienes están presos de esa visión no están entendiendo bien lo que pasa. Nos guste o no, Chile ha entrado en un proceso de remodelación y estos, como se sabe, son siempre más caóticos, prolongados y costosos de lo que se previó.
Que la Convención se haya constituido, elegido una mesa, acordado normas provisorias de funcionamiento, y comisiones que ya empiezan a emitir sus primeras propuestas, es objetivamente un milagro.
Con la extrema hibridez de sus componentes —en su mayoría sin experiencia alguna en este tipo de entidades—, con las desconfianzas acumuladas y la polarización provocada por el estallido, sin contar con un patrón o guion que seguir y sin liderazgos intelectuales o carismáticos preconstituidos, el hecho de que no se haya quebrado o empantanado es prodigioso.
¿Qué ha tomado tiempo? Quizás, pero todos los que saben de procesos de diálogo entre partes que no comparten un mismo patrón cultural o que han estado en conflicto sostienen que el lapso destinado a presentarse, conocerse, entender los lenguajes ajenos y concordar normas básicas de respeto y operación es una inversión sin la cual no es posible entrar, luego, a los llamados “temas de fondo”.
“…la Convención está fabricando un nuevo orden, con lenguajes, relaciones, ritos, jerarquías, normas, causas y banderas que expresan a grupos que permanecían subordinados, invisibilizados y ausentes…”.
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Sorprende, y hasta cabrea, la atención en definir cuestiones de lenguaje y protocolo. ¿Por qué no aplican —se preguntan los impacientes— los que prevalecen en otras instituciones, como el Congreso?
Esto es no entender nuevamente lo que está en juego. La Convención, frente a una población que la está viendo en tiempo real con una transparencia sin precedentes, está fabricando un nuevo orden, con lenguajes, relaciones, ritos, jerarquías, normas, causas y banderas que expresan a grupos que permanecían subordinados, invisibilizados y ausentes de una vida pública regida por instituciones creadas en el Chile de otro tiempo.
La Convención, entonces, no hay que juzgarla únicamente por lo que es su cometido oficial: redactar una nueva Constitución. Esta no será su única herencia, y quizás ni siquiera la principal. Hay que juzgarla también por lo que algunos llamarían su efecto performativo.
Ahí se están teatralizando, con las exageraciones del caso, formas de funcionamiento que marcarán el Chile del futuro. Instituciones como las familias, el Congreso, el gobierno, el Poder Judicial, las entidades educativas, las empresas, serán impactadas por lo que ahí está ocurriendo, y por lo mismo más vale observarlo con atención para aprender de ello.
La remodelación en curso no tiene como único agente la Convención. La política está viviendo un profundo recambio generacional. Los jóvenes han roto con la apatía política y se han vuelto actores activos de la democracia, lo que vendrá de la mano con una agenda centrada en la economía verde, la inclusión y la participación.
La misma revolución tiene lugar en el campo empresarial, como lo prueba el estallido de las start-ups.
“Estamos trabajando para usted”. Este es el cartel que Agustín Squella propone colocar en la sede de la Convención. Bien se podría agregar: “Remodelación en marcha”.
¿OTRO MODELO?
Joaquín Fermandois
El Mercurio, Columnistas, 10/08/2021
Dar con otro modelo “más humano” es el nuevo producto que se enseñorea del presente.
Un primitivismo (idealización de las sociedades originales previas a la civilización) mal entendido olvida que, salvo en algunas tribus recolectoras, los llamados originarios conocían perfectamente la práctica de una economía de mercado como diferente a la actividad de producción e intercambio al interior de una microsociedad, por ejemplo, la familia extendida.
En el intercambio con otras tribus se maximizaba el provecho. En casi todas ellas existió “capitalismo”, si entendemos por capital aquella parte de lo que se produce que no se consume, sino que se guarda, acto fundamental que está en la base de supervivencia del grupo.
Fue uno de los pasos que establecieron la civilización, para grandeza y cruz, porque en eso consiste y consistirá la historia humana.
Lo que hoy en general vulgarmente se llama capitalismo, y que prefiero denominar simplemente como “economía moderna” de mercado, fue una transformación radical, producto de un trabajo milenario —en términos técnicos, la depredación de la naturaleza comenzó con Adán y Eva— y por fenómenos originados en el último medio milenio: el surgimiento de la economía mundial, autoridad de la ciencia, revolución industrial, la empresa racional, la teoría económica que se hizo parte del debate público, donde, como en tantas partes, ciencia y valores no encajan a la perfección.
Lo más importante y estridente es haber dado a lo largo de 700 años un salto cualitativo abismante y temible en la creciente abstracción del dinero, desde las letras de cambio hasta el bitcoin.
Aportó, primero, la novedad de la superación de la pobreza para la gran mayoría de sus miembros, cuando se logra amaestrar a la economía. Segundo, en aquellos países donde sucedió, no sin avances y retrocesos, y a veces magnas conmociones, progresivamente se desarrolló la democracia y el Estado de derechos moderno.
“Un primitivismo mal entendido olvida que, salvo en algunas tribus recolectoras, los llamados originarios conocían perfectamente la práctica de una economía de mercado”. |
No ocurrió por razones de causa-efecto —no fue la economía per se la que produjo la democracia—, pero sí hay contigüidad entre ambas. Este magno salto, apetecido y exigido, también arrojó una sombra, ya que no fue ni jamás será amado.
Su existencia se legitima con precariedad si mantiene un tenso equilibrio con otros ámbitos de la civilización: política, cultura, espiritualidad. La vida no es solo el proceso económico; pero también lo es.
Las aparentes excepciones, como el modelo colectivista del siglo XX, eran también capitalistas, un capitalismo de Estado, donde existían grandes grupos económicos, en el sentido de agrupar series de empresas diversas en una dirección para la eficiencia posible en esos sistemas.
Parece que la economía moderna no puede funcionar de otra manera. Sabemos cómo funcionaron y en qué terminaron, aunque quizás por ahí y por allá sea inextinguible la tentación de retornar a ellos.
La moderna economía de mercado, monstruo y salvación, mucho mejor (por decir lo menos) que el modelo colectivista, llevó a la humanidad a otro estadio, con nuevos y tenaces problemas y peligros.
Todos, sin embargo, demandan lo que nos ha entregado. Para esquivar sus trampas, Solzhenitsyn nos dice: “Solo podemos experimentar la verdadera satisfacción espiritual no en poseer, sino en negarnos a poseer, (que es) la autolimitación”.
No se trata de la adopción de un programa tecno-político, cual otro modelo, que lo desnaturalizaría, sino un punto de fuga que alimente la cotidianidad de la civilización moderna, de cada uno de nosotros.
Palabras que, en Chile, que emerge de un frenesí del advertisement como de la satisfacción instantánea, podrían devenir en oasis fecundo.