Óscar Guillermo Garretón, economista
La Tercera, 29/04/2024
El asesinato de tres carabineros ha sido como una campanada que ha hecho despertar a Chile entero sobre la situación de violencia y degradación que estamos viviendo.
Los “¡hasta cuando!” y los “¡ya basta!” se escuchan en todo el país, con la convicción de que esta no es una maldición divina caída del cielo, sino el efecto acumulado de una descomposición que tiene culpas en nuestra sociedad.
Culpas de quienes han precipitado al país en esta espiral de violencias, polarización, estancamiento económico, desprecio a lo hecho con esfuerzo por años.
Y culpas también, por no poner freno enérgico a una situación intolerable.
Lo presentí con angustia el 18/O de 2019 cuando desperté con la destrucción del Metro. Lo conocí demasiado de cerca para que me vendan que fue algo “espontáneo”.
No temí que vencieran, rara vez han triunfado, pero destruirían lo construido por años; y sabía que correría sangre, sobre todo sangre joven como la de los tres carabineros y la de los crímenes que se nos informan día tras día. Tengo demasiados años y experiencias, para desconocer las consecuencias de apostar a la violencia.
Luego vino la quema de iglesias, el saqueo en las poblaciones, la progresiva creación de verdaderas “zonas liberadas” donde no puede entrar la fuerza pública, dominadas por terroristas como en Temucuicui o derechamente bajo control de organizaciones del crimen organizado como en poblaciones y campamentos de nuestras ciudades.
Por cierto, todo esto acompañado por un desprestigio sistemático al gobierno anterior y a Carabineros, mientras justificaban la violencia y buscaban asociar con ella a manifestaciones de verdad pacíficas; distintas a aquellas que llamaban “pacíficas” y acompañaban con denuncias tronantes de violaciones de derechos humanos mientras lo destruían todo.
Los mismos que azuzaron esto, son parte de quienes gobiernan. Pues bien, les toca hacerse responsables de revertir lo que contribuyeron a crear. Usar la institucionalidad que demolían; dejar de ser reacios a reprimir con ella la violencia y el crimen.
Estabilizar y hacer crecer la economía que desestabilizaron y aprender a convivir con empresarios que denostaban. Facilitar la inversión que obstaculizaron. Controlar una inmigración descontrolada y de ingredientes criminales.
Arrepentirse de lo que han sido, para hacer lo que la nación chilena le exige a todo gobernante: construir paz, orden, convivencia y prosperidad.
Ojalá lo hagan, tienen un plazo de dos años por delante. Pero es mucho pedir que confiemos en su voluntad y capacidad para lograrlo.
Es obligación democrática que, en las elecciones próximas, la ciudadanía cese a los responsables de esto y elija otros para dar gobernabilidad a Chile. No podemos resignarnos a extender día tras día condolencias por víctimas que no tenían por qué morir.
Una a una se van convirtiendo en un pésame colectivo a Chile como nación.
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Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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