Columna de Opinión

PROGRESO, DEMOCRACIA Y FELICIDAD

Ernesto Tironi – El Líbero, 13/12/2024

El director del Departamento de Asuntos Públicos de la USACH, Mauricio Olavarría, ha publicado recién un libro “Progreso, democracia y felicidad”, editado por dicha universidad. ¡Tremenda valentía de atreverse a reflexionar sobre la relación entre esos complejos temas, y con muchas referencias a Chile!

El año anterior al estallido social, en una encuesta en toda América Latina sobre felicidad, Chile ocupó el primer lugar en la región. ¡Y miren todo lo que pasó pocos meses después!

Un buen gobierno podría tener presente generar un espacio o ambiente en que más personas se sientan felices. Gobernar es educar. Y educar es no sólo aprender técnicas y profesiones. También es formar seres humanos plenos tanto en lo material como espiritual.

Parece valer la pena entonces indagar sobre este tema. También cuando hay un clamor en el país por mejorar nuestra democracia, reformando el sistema electoral ante la inflación de partidos políticos y la dispersión de parlamentarios independientes que impiden un diálogo responsable entre las autoridades para gobernar.

La tesis básica del autor es que: “Felicidad, democracia y progreso son conceptos indisolublemente entrelazados en el propósito de construir una sociedad plenamente humana”. Y agrega, “la felicidad expone el objetivo, el progreso indica el camino, la democracia establece la institucionalidad -formal e informal- para transitar hacia el objetivo”.

Desde cierta perspectiva lo anterior parece cierto, pero diría que sólo en un sentido demasiado superficial. Hay múltiples y complejas interrelaciones entre esas aspiraciones, la mayoría no lineales y muchas recíprocas.

Primero, la felicidad para mí es mucho más que un concepto. Pero, además, el autor parece poner esos tres “conceptos” (para usar su terminología) en el mismo plano o el mismo dominio. Esto me parece un error. Supone implícitamente que más progreso o democracia generan felicidad, o que ellas son condiciones para la felicidad.

Discrepo de esa manera de entender la relación entre los tres conceptos. La felicidad es otra cosa (aunque no es una cosa) que se encuentra en otra parte, en otro dominio o dimensión. Y se logra de otra forma radicalmente distinta.

No se encuentra logrando determinadas condiciones en el mundo, sino alcanzando una determinada forma de entender la vida y de vivirla. La vida personal y, desde allí, también la vida en comunidad o social.

En otras palabras, la democracia y el progreso se encuentran en el dominio del hacer humano; la felicidad se encuentra en el dominio del ser humano.

Con esto no pretendo desconocer el extraordinario logro que son para la humanidad estos “haceres sociales” que son el progreso y la democracia. Son logros de una acción notable que es el conversar constructivo basado en el respeto de otros diferentes.

Que además tiene una historia evolutiva reciente, aunque sea milenaria, al iniciarse de manera limitada en Grecia hace 2.500 años, en el caso de la democracia, pasando por la promulgación y protección de los derechos del hombre y de los ciudadanos con la Revolución Francesa, para seguir extendiéndose gradual y sostenidamente por el mundo hasta llegar a la Declaración de Derechos Humanos de Naciones Unidas de 1948, suscrita hoy por casi todos los 200 países del mundo.

Pero todo eso no les quita el carácter de un “hacer”. Lograr felicidad es otra cosa; es algo que tiene que ver con la vida individual e interior del ser humano, hombre o mujer. ¿Con qué exactamente?

En Occidente tenemos lamentablemente un interés y conocimiento bien limitado sobre lo que realmente hace feliz o infeliz al ser humano. Por eso en parte demasiada gente lo pasa muy mal y por eso hay tanta droga, guerras y violencia. Peor aún, tenemos creencias muy equivocadas sobre lo que nos hace felices. Especialmente la de creer que tener más bienes materiales nos hará felices.

Hay millones de testimonios y evidencias de que eso no es así. Pero lo seguimos creyendo por un impulso o hábito atávico y nos comportamos así inconscientemente y automáticamente.

Otra creencia más sutil y compleja es la de que la felicidad la lograremos cuando alcancemos determinadas cosas en el futuro. No sólo dinero, sino cierto título profesional, el cariño de cierta persona, completar un proyecto de vida, cierto reconocimiento a nuestros méritos y esfuerzos, formar mi propia empresa, jubilarme, o crecimientos que nos hagan un país desarrollado o el control del gobierno.

Nada de eso está mal en sí; sólo que será cosa de tiempo para comprobar que fue una quimera o ilusión creer que eso nos haría felices. Seguramente muchos se reconocerán en esto.

Personalmente, recién como a los 65 años empecé a darme cuenta de que algo andaba mal en mi entendimiento de cómo ser feliz. Por el contrario, vivía con un intenso stress; que lo negaba, por cierto. Sentía también insatisfacción, e incluso frustración, al no avanzar todo lo que pretendía con mis proyectos.

Para superarlas, me di cuenta de que intentaba hacer cada vez más y más cosas. Pero eso no eliminó mi stress, sino que le agregó el agotamiento.

Hasta que un día caí en cuenta que parece que había adquirido una cierta compulsión o adicción por estar haciendo cosas e inventando proyectos cada vez más desafiantes. Pero también me di cuenta, y esto me parece lo más importante hoy, que hacía eso también por ser reconocido por los demás y por figurar como socialmente exitoso ante el mundo y mis pares. También me di cuenta de que no estaba gozando realmente de todos los trabajos que realizaba ni de la vida misma en toda su maravilla y grandeza. Estaba centrado con toda mi atención en los objetivos a alcanzar.

Así es como me surgía el stress; cuando tengo un foco excesivo y continuo en el futuro y no en el momento presente.

La pregunta siguiente fue, ¿de dónde me salen esos impulsos tan fuertes, así como también tan dañinos, tanto para mi paz interior como para mi efectividad? La respuesta que fui encontrando poco a poco es que esto lo generaba mi mente a través del pensar tanto, en este caso, en lo futuro.

Los pensamientos me sacan internamente del momento presente y me llevan hacia un futuro que está siempre afuera, más adelante y nunca llega. Con ese patrón de pensamientos, emociones y contracciones corporales pierdo mi dimensión del ser; de mi equilibrio, tranquilidad y felicidad.

Así fui descubriendo que no sólo vivía con la necesidad inventada de realizar proyectos a completar en el futuro, sino que no vivía cotidianamente prestando atención al presente. Más aún: yo mismo no estaba plenamente presente en lo que hacía cada minuto y ante cada persona o grupo con quien estaba.

¿Y dónde estaba? Pensando…

El pensar y nuestra mente es una facultad maravillosa, pero por eso mismo puede a ser el principal impedimento para ser feliz. Descubrí después que esto había sido señalado por diversos sabios en la antigüedad y muy en particular por un indio que vivió hace 2600 años a quien llamaron Buda. También por Jesús, aunque sus enseñanzas fueron más incomprendidas y tergiversadas.

Tenemos un organismo en el cuerpo que produce pensamientos desde que, en el curso de la evolución de las especies, el humano inventó el lenguaje. A ese organismo le llamamos mente, y hasta hace poco creíamos que estaba sólo en el cerebro. La neurociencia dice ahora otra cosa.

Dentro de la evolución humana, esa facultad mental hoy excedió sus límites y pasó a transformarse en un freno al desarrollo humano. La mente pasó a ser como una radio que tenemos en la cabeza que no para de transmitir pensamientos. Y ni siquiera nos damos cuenta de que eso está ocurriendo, y nos parece natural e inevitable.

No lo es. Uno puede aprender a darse cuenta cuándo esa radio está prendida y gatillando emociones, actos y patrones de conductas que se repiten automáticamente generando más infelicidad que felicidad.

Me parece que la felicidad tiene más que ver con cuestiones como las anteriores, antes que con el progreso y la democracia. Ser felices es más posible de lo que creemos; puede alcanzarse aquí y ahora. Requiere trabajo, eso sí, pero vale la pena: aprender a vivir en el presente.

Podríamos conversar más de estos temas. Como individuos y como país. Un buen gobierno podría tener presente generar un espacio o ambiente en que más personas se sientan felices. Gobernar es educar. Y educar es no sólo aprender técnicas y profesiones. También es formar seres humanos plenos tanto en lo material como espiritual.

Columna de Opinión

EL AUTOSABOTAJE DE LA DERECHA

Patricio Navia – El Líbero, Opinión, 13/12/2024

El gen autodestructivo que está presente en los cromosomas de la derecha chilena pudiera convertirse en el mejor regalo de Navidad para la izquierda y para el gobierno del Presidente Gabriel Boric.

Demostrando esa irresistible tendencia a comportarse como patrones de fundo que quieren imponer su voluntad individual en vez de honorables miembros de la mesa redonda que deben construir acuerdos amplios y convenientes para todo el sector, muchos líderes de derecha están fallando miserablemente en la gran tarea que tiene el sector de cara a las elecciones de 2025: demostrar que puede ponerse de acuerdo para gobernar.

Una cumbre entre Matthei, Kast, Carter, Kaiser y algún otro que aspire representar a la derecha en la presidencial debiera ser el primer paso para que el sector demuestre que tiene la responsabilidad y madurez necesaria para volver a gobernar Chile.

En los últimos días hemos visto una comedia de errores no forzados y peleas innecesarias en la derecha chilena. Aunque todos saben que los trapos sucios se lavan en casa, la derecha parece empecinada a convertir la plaza pública del debate político en su lavandería.

La aparente cercanía de un acuerdo para aprobar una reforma de pensiones que permita aumentar la cotización mensual de los trabajadores del 10 al 16% de los salarios e introduzca otras mejoras al sistema que permitan mejorar la pensión de los actuales jubilados debiera ser una oportunidad para que el país se sienta satisfecho del trabajo de su clase política.

Con un acuerdo, los distintos partidos se podrían vestir como ejemplos de buena política y lucirse por su capacidad para hacer lo que deben hacer los políticos: llegar a buenos acuerdos que permitan avanzar en la dirección correcta.

Pero la derecha ha preferido armar una de esas peleas de pareja que terminan a gritos y con platos rotos. Después de unas confusas declaraciones del presidente de la UDI, Guillermo Ramírez, comprensiblemente, la derecha más dura criticó duramente a la derecha más moderada por lo que parecía ser una renuncia en la defensa del principio de capitalización individual que ha enarbolado ese sector como bandera de lucha.

Aunque la derecha moderada reculó, quedó sembrada la duda de si Chile Vamos estaba considerando aceptar la introducción de la lógica de reparto en pensiones disfrazada con un nombre distinto: compensación.

La derecha moderada aclaró que el 6 % adicional de cotizaciones iría a capitalización individual, pero se abrió a financiar un seguro de longevidad para las mujeres. Algunos, pero no todos, añadieron la condición de que hombres y mujeres deberían jubilarse a la misma edad y que el seguro aplicaría sólo a las personas con una cantidad mínima de años de cotización.

Pero las explicaciones no bastaron, ese desencuentro de opiniones despertó fantasmas dormidos en la derecha y se inició una cruenta batalla de recriminaciones y acusaciones inútiles sobre los errores cometidos en años recientes por la derecha dura y por la derecha moderada en su forma de responder a lo que ambos sectores consideran como una amenaza existencial para el país: el fortalecimiento de una izquierda fuertemente estatista.

La disputa entre las derechas se profundiza por la cercanía de las elecciones presidenciales de 2025 en las que Evelyn Matthei (de la derecha moderada) parece aventajar a José Antonio Kast (el candidato que pasó a segunda vuelta en 2021 y que representaría a la derecha más dura).

Como hay otros aspirantes presidenciales de derecha –Rodolfo Carter, que quiere ubicarse entre Matthei y Kast, y Johannes Kaiser Barents-von Hohenhagen, que se posiciona a la derecha de Kast- el conflicto se ha exacerbado hasta niveles de cuasi guerra civil.

Resulta inútil discutir quién tiene la razón. Como en pelea de pareja, la única salida razonable es poner los intereses de la familia por delante. Lo que está en juego es demasiado valioso como para que las rencillas personales y las recriminaciones por errores hagan que se pierda el norte.

El coraje para defender principios debe balancearse con la necesidad de llegar a acuerdos que sean convenientes para el país. Todo eso debe hacerse entendiendo que la derecha está en un mismo barco. Si se hunde el barco, pierde toda la derecha y, desde la perspectiva de ese sector, también pierde el país.

Las luchas fratricidas nunca avanzan los intereses de la familia. Por eso, parece razonable, e incluso necesario, que los principales candidatos presidenciales del sector den una señal de unidad. Una cumbre entre Matthei, Kast, Carter, Kaiser y algún otro que aspire representar a la derecha en la presidencial debiera ser el primer paso para que la derecha demuestre que tiene la responsabilidad y madurez necesaria para volver a gobernar Chile.

Si bien el gobierno del Presidente Gabriel Boric ha demostrado constantemente que no sabe gobernar -y las encuestas muestran que una amplia mayoría del país rechaza su gestión- el triste espectáculo que está dando la derecha alimenta las dudas populares respecto a qué tan viable será la alternativa que ofrecerá la oposición en la contienda presidencial de 2025.

Como dice el viejo dicho, más vale diablo conocido que bueno por conocer. Si la derecha no se pone las pilas ahora y demuestra que es capaz de forjar acuerdos y ofrecer una alternativa coherente, creíble y consecuente con sus principios, al electorado no le quedará otra que tirar una moneda al aire en noviembre de 2025, sabiendo que, gane la izquierda o gane la derecha, el país seguirá estancado.

Columna de Opinión

HACIENDO VISIBLE LO INVISIBLE: EL DAÑO CEREBRAL ADQUIRIDO EN PRIMERA PERSONA

Jose Vicente Montagud Fogués, Neuropsicología y Daño Cerebral. Profesor Universidad Internacional de Valencia. Neuropsicólogo Hermanas Hospitalarias Valencia., Universidad Internacional de Valencia; Mariana Elena Cairós González, Doctora en Psicología y Neuropsicóloga clínica acreditada. Docente y Directora del Máster en Neurociencia e Investigación en Imagen Neurológica, Universidad Internacional de Valencia; Montserrat Díaz Rosell, Profesor Ayudante Doctor, Universidad Alfonso X el Sabio; Patricia Sariñana González y Susana Avivar Cáceres, Coordinadora académica en Máster Universitario – The Conversation, 12/12/2024

Aurora Lassaletta, psicóloga clínica y afectada de daño cerebral, sufrió un traumatismo craneoencefálico tras un accidente de tráfico en 2005. Desde entonces se ha dedicado a explicar y profundizar en el daño cerebral que no se ve a simple vista, y que en muchas ocasiones es igual o más limitante que otras secuelas visibles.

Lassaletta lo hizo, en primer lugar, con su libro El daño cerebral invisible, y después con la creación de la Asociación Daño Cerebral Invisible (DCI). Su objetivo en ambos casos es “dar a conocer las limitaciones más invisibles, a través de testimonios en primera persona de afectados, familiares y opiniones profesionales”.

El daño cerebral adquirido (DCA) es una lesión que se produce en el cerebro de modo repentino. Afecta a 435.000 personas en España y provoca una serie de alteraciones que varían dependiendo de la zona afectada, el tipo de lesión y su gravedad.

Las causas más comunes son los accidentes cerebrovasculares (78 %), los traumatismos craneoencefálicos, las anoxias (falta de oxígeno), los tumores cerebrales y las infecciones.

En cuanto a las secuelas, varían enormemente de un persona a otra. En general provoca alteraciones y anomalías en aspectos cognitivos, físicos y emocionales. Pero también afecta a otros relacionados con la comunicación, la percepción, la identidad y la socialización.

Muchas veces los síntomas pasan desapercibidos, especialmente los cognitivos, lo que complica la adaptación para los afectados y sus familias .

Invisible no significa leve

Desde el grupo de investigación NPS-DCA investigamos el daño cerebral adquirido, un gran desconocido para la sociedad. Y para entenderlo en primera persona hemos contado con Aurora Lassaletta.

Uno de los mayores problemas al tratar el daño cerebral adquirido es la tendencia a asociar la lesión solo con los síntomas evidentes: los físicos. Pero eso obvia las secuelas cognitivas y emocionales, que pese a ser menos visibles afectan profundamente a la calidad de vida de los afectados, incluyendo la fatiga cognitiva, los problemas de atención y la dificultad para gestionar la memoria.

Pero también los cambios en la regulación emocional y la hipersensibilidad sensorial. Todos ellos pueden ser incluso malinterpretados por el entorno y por los propios profesionales de la salud.

La familia y la recuperación. El impacto del daño cerebral adquirido no se limita a la persona que lo sufre: toda su familia experimenta un cambio profundo. A menudo, la dinámica familiar se ve alterada y los roles cambian. “La pareja puede asumir el papel de cuidador principal, mientras que los hijos, en algunos casos, deben actuar como adultos en situaciones que antes no les correspondían”, dice Aurora.

Esta adaptación puede ser especialmente compleja cuando los síntomas son invisibles, ya que el entorno no siempre comprende el alcance de las dificultades a las que se enfrenta la persona afectada. “Es un proceso de aprendizaje para todos”, reflexiona Aurora desde su experiencia. Y enfatiza la importancia de proporcionar apoyo emocional tanto al paciente como a los familiares.

La falta de comprensión puede generar tensiones adicionales en la familia. Por ello, el acompañamiento profesional y la psicoeducación son herramientas esenciales para facilitar la adaptación, como indican los hallazgos en la literatura científica.

La necesidad de diagnósticos completos y precisos. Uno de los grandes retos en el tratamiento del daño cerebral adquirido es obtener un diagnóstico correcto y exhaustivo.

Lassaletta comparte su experiencia al respecto: “Tardé mucho tiempo en llegar a tener un diagnóstico acertado”, lo que retrasó su acceso a un tratamiento adecuado. En muchos casos, los síntomas invisibles no se detectan en las pruebas de neuroimagen convencionales, como resonancias magnéticas o tomografías.

Además, puede haber una confusión con diagnósticos de trastornos del estado de ánimo, debido a la similitud de síntomas como la apatía, la fatiga y la hipoexpresividad.

Aurora aboga por evaluaciones neuropsicológicas completas que tomen en cuenta tanto la experiencia del paciente como la información proporcionada por la familia, como apuntan varios estudios. Es crucial distinguir entre síntomas derivados de la lesión cerebral y aquellos que pueden surgir como respuesta emocional a la nueva situación.

La reconstrucción de la identidad. Para Lassaletta, el proceso de rehabilitación no se limita a la mejora de las funciones físicas o cognitivas: también implica una profunda reconstrucción de la identidad.

Después de un daño cerebral adquirido la persona a menudo se enfrenta a un cambio súbito en su autopercepción y en la forma en que los demás la ven. “El tema de la reconstrucción de la identidad tiene que estar muy presente”, insiste. Destaca la importancia de abordar este aspecto en la terapia psicológica.

Además, Aurora considera que la terapia de grupo es especialmente efectiva para facilitar este proceso. En los grupos de apoyo los pacientes pueden verse reflejados en las experiencias de los demás y aprender herramientas para adaptarse a su nueva situación. “Cuando no sabemos quiénes somos los otros nos hacen de espejo”, explica.

La interacción con personas que comparten secuelas similares ayuda a normalizar la experiencia y reduce la sensación de aislamiento. Esto es fundamental para reconstruir la identidad personal y fomentar una adaptación positiva.

Aurora Lassaletta nos deja un mensaje claro: visibilizar el daño cerebral invisible es fundamental para mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen y para ofrecerles el apoyo adecuado en su proceso de rehabilitación.

Columna de Opinión

ESTUDIO REVELA BAJA PERCEPCIÓN DE SEGURIDAD EN CHILE Y POCO CONOCIMIENTO SOBRE INICIATIVAS IMPULSADAS POR EL GOBIERNO

Sofía Buckel – El Líbero, 13/12/2024

A fines de noviembre de este año, la consultora In Situ realizó una encuesta para conocer las opiniones y percepciones de la ciudadanía respecto de las medidas que ha tomado el gobierno del Presidente Gabriel Boric para hacer frente a la delincuencia, el tema más prioritario para los chilenos.

Según el sondeo, realizado por la consultora In Situ, un 65% de la población dice sentirse poco o nada protegida. Asimismo, un 84% no menciona de forma espontánea ninguna medida que haya impulsado el gobierno para hacer frente a la inseguridad que atraviesa el país. Sobre las causas de la inseguridad, la más mencionada es la falta de condenas o bajas penas que reciben los delincuentes.

Según el sondeo, al que tuvo acceso El Líbero, al preguntarle a las personas por acciones, iniciativas o programas que ha implementado el gobierno, el 84 % respondió no conocer ninguna. Sólo un 6 % de los encuestados respondió de forma espontánea conocer el programa Calle/Barrio/Comuna Segura y un 3 % las medidas relacionadas con el fortalecimiento de Carabineros.

Al mencionarles medidas concretas que ha implementado el gobierno en estos casi tres años de gestión, un 47 % de las personas dice estar familiarizado con el Plan de demolición de mausoleos narcos.

Otras medidas como la Renovación de vehículos de Carabineros, el Plan calles sin violencia o la creación del Ministerio de Seguridad, en tanto, son conocidas a cabalidad por menos del 30 % de los encuestados.

65% de la población dice sentirse nada o poco protegida

De acuerdo con la encuesta, un 65 % de la población dice sentirse nada o poco protegida y sólo un 19 % declara sentirse algo o totalmente protegida.

Las mujeres y los sectores de menores ingresos son los que se sienten más desprotegidos, al igual que las personas entre 30 y 65 años.

Respecto de las causas de la situación de inseguridad que atraviesa el país, los encuestados sostienen que principalmente se debe a la falta de condenas o bajas penas que reciben los delincuentes (26 %).

A esto, le siguen la presencia de bandas organizadas (18 %), la inmigración irregular (17 %) y el narcotráfico (15 %). En los sectores socioeconómicos más bajos, la inmigración irregular emerge como la causa más relevante.

Percepción frente a las acciones del gobierno. Respecto de las acciones realizadas por el gobierno en distintas materias problemáticas, se observa una evaluación neta negativa en todas ellas, donde el 66 % de las personas indica que el gobierno no ha hecho “nada” o “poco” en materia de bajas penas que reciben los delincuentes, principal causa de la delincuencia identificada por los chilenos.

La inmigración irregular emerge como la segunda problemática peor valorada, pues sólo 25 % cree que el gobierno ha hecho “algo” o “mucho” al respecto.

Columna de Opinión

EL USO (Y ABUSO) DE PANTALLAS PUEDE RESECAR SERIAMENTE SU VISTA: QUÉ HACER PARA EVITARLO

Jacobo García Queiruga, Profesor Interino en el Área de Optometría (OD, MSc, PhD), Universidade de Santiago de Compostela y Belen Sabucedo Villamarín, Investigador predoctoral en Medicina Molecular del GI-2092 en Optometría, Universidade de Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela – The Conversation, 01/01/2024

Cada día acuden más pacientes a las consultas de los profesionales con molestias oculares tras intensas jornadas de trabajo en el ordenador. Los síntomas más habituales son la irritación ocular, el picor de ojos y las sensaciones de sequedad y de tener arenilla en la superficie del ojo.

Así se manifiesta la enfermedad de ojo seco, que afecta a entre el 5 % y el 50 % de la población mundial.

El origen del trastorno puede deberse a múltiples causas, pero el estilo de vida juega un papel importante. Y entre los principales factores de riesgo encontramos el uso (y abuso) de las pantallas.

El tiempo que pasamos delante de ordenadores, teléfonos móviles o tabletas reduce el número de parpadeos y aumenta la cantidad de parpadeos incompletos, lo que impide un reparto adecuado de la lágrima por la superficie del ojo. Además, las pantallas son una fuente de luz proyectada que eleva la temperatura de la superficie ocular e incrementa la evaporación de la lágrima.

Por ejemplo, en la Universidade de Santiago de Compostela llevamos a cabo un estudio con estudiantes universitarios que se vieron obligados a recibir docencia mixta durante la pandemia de covid: el 50 % de las clases eran presenciales y el 50 %, telemáticas.

Según los datos que recabamos, el aumento del tiempo frente a las pantallas estaba relacionado con síntomas de sequedad más severos. Los usuarios que empleaban pantallas para otras actividades además de para las clases (o sea, más de 8 horas) mostraron valores de sintomatología más altos.

Aunque en ciertos trabajos es imposible reducir las horas que pasamos pegados a estos dispositivos, es posible disminuir las molestias siguiendo ciertas recomendaciones. Pero antes hay que tener claros unos conceptos básicos.

De lágrimas y parpadeos. La superficie ocular está formada por los párpados, la lágrima, la córnea y la conjuntiva, tejidos cuya salud está ligada a su buen funcionamiento. Si alguno se ve alterado, puede desencadenarse una serie de anomalías que provocarán las molestias oculares.

La lágrima que cubre la superficie del ojo está compuesta por dos capas, una formada por agua y proteínas y otra por grasa. La primera es la responsable de hidratar el ojo, mientras que la segunda evita que la lágrima se evapore rápidamente.

Una alteración en cualquiera de las dos desajustará las propiedades de la lágrima, lo cual impedirá que se distribuya bien en la superficie ocular y comiencen las molestias.

Por último, los párpados son los encargados de distribuir la lágrima por la superficie ocular, además de protegerla de agentes externos. Parpadear poco, como cuando utilizamos el ordenador, contribuye a que la lágrima no se reparta adecuadamente sobre el ojo.

¿Padezco ojo seco? Ante todo no hay que alarmarse: manifestar síntomas de sequedad ocular no quiere decir que estemos sufriendo esta dolencia. La guía elaborada por la Tear Film & Ocular Surface Society deja claro que, además de manifestar síntomas, los pacientes deben presentar signos de daño en la superficie ocular. Es el profesional de la visión quien debe determinar si existe ese daño y qué medidas tienen que tomarse.

Hay una serie de señales que deben ponernos en guardia. Entre estos síntomas se encuentran la sensación de sequedad, picor, quemazón, irritación ocular y ojos llorosos. Aunque los investigadores han identificado que tras el uso de pantallas el síntoma más habitual es el de irritación.

¿Qué puedo hacer para disminuir estas molestias?Si seguimos una serie de precauciones, nuestra relación con las pantallas puede ser más amigable.

  • Disposición y altura de la pantalla. Es recomendable que se encuentre siempre por debajo de la posición primaria de mirada. Esto ayuda a que la apertura de los párpados sea menor y, por lo tanto, el ojo esté menos expuesto.
  • Posición de la pantalla en relación a la iluminación. Debemos evitar que haya lámparas sobre la pantalla o ventanas detrás del usuario. También se puede solucionar poniendo filtros antireflejos, ya que estos nos obligan a concentrarnos más, y por consiguiente, reducen nuestra tasa de parpadeo.
  • Descansos. Van a ser nuestros grandes aliados. Una norma que se recomienda habitualmente es la regla 20-20-20. Es decir, que por cada 20 minutos de trabajo miremos objetos alejados a más de 20 pies (unos seis metros) durante 20 segundos. Aplicar esta técnica va a reducir notablemente los síntomas de de sequedad. Dejar de mirar a la pantalla durante ese tiempo restablecerá nuestro parpadeo normal.
  • Condiciones ambientales poco propicias. La humedad baja, las altas temperaturas, las corrientes de aire –ya provengan de ventanas abiertas o aires acondicionados–, el humo del tabaco y el exceso de ambientadores perjudican a la salud ocular.
  • Hidratación de ojos. Puede ser la mejor opción en días de intenso trabajo. Hay que evitar los sueros salinos, ya que su composición no es igual a la de la lágrima. Al carecer de grasa y proteínas, pueden desestabilizar la película lagrimal. La mejor opción son las lágrimas artificiales en versión monodosis, que carecen de conservantes y no dañan los tejidos oculares.

En definitiva, presentar síntomas de sequedad ocular es habitual en los tiempos que vivimos. Si les hacemos frente con las estrategias adecuadas, eso repercutirá positivamente en nuestra cali

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LA PLENITUD DE LOS CHILENOS – POR QUÉ LOS ADULTOS MAYORES SON LOS MÁS FELICES

Rosario Gallardo – La Tercera, 07/12/2024

A fines de marzo, en el marco del Día de la Felicidad, se publicaron los resultados del World Happiness Report (WHR), un estudio publicado cada año por Naciones Unidas y que mide el nivel de felicidad en más de cien países.

Si bien Chile ranqueó más arriba que varios países de la región, quedando 38° a nivel global, hubo una noticia no tan alentadora: había caído tres puestos con respecto a la medición anterior.

En paralelo, Ipsos lanzaba su informe “Felicidad Mundial 2024″, donde un 68 % de los chilenos se declaraba una persona “feliz” o “muy feliz”, pero también el país descendió 11 puntos respecto de 2023.

¿Se puede afirmar, entonces, que somos felices?

Según los resultados del estudio “Tres generaciones de chilenos” de Cadem, en alianza con La Tercera, el 53 % de las personas entre 65 y 74 años declaró sentirse muy o bastante feliz con su vida en general. El escenario es opuesto en el sector más joven: solo el 33 % de los encuestados entre 18 y 25 años dijo sentirse de igual forma. ¿La paradoja? Los mas jóvenes son los mas optimistas con el devenir del país. Aquí, por qué.

El profesor asociado de la Escuela de Negocios de la UAI y director del Instituto del Bienestar (IBE), Wenceslao Unanue, dice que hay que distinguir dos visiones de felicidad: el llamado modelo hedónico -que ve la felicidad desde la búsqueda del placer, pero es más transitorio- y el eudaimónico -relacionado más bien con un bienestar más duradero.

Dice que en el caso, por ejemplo, del WHR la medición se centra más en el primer modelo.

Dicho eso recuerda que la primera medición de este estudio -en 2012- nos situó en el lugar 53. Por lo tanto -aunque recalca que no hay respuesta blanco y negro-, “si vemos en términos generales, Chile ha subido en el ranking, manteniendo incluso el promedio de felicidad que tenía en 2012 (6,3). Entonces, en términos relativos, somos mucho más felices que lo que éramos hace una década”.

Para el psicólogo y director del Instituto de Bienestar Socioemocional (IBEM) de la UDD, Jaime Silva, Chile no tiene un nivel bajo de felicidad -más bien se mantiene relativamente moderado a alto-, pero efectivamente el indicador se ha ido moviendo con los años en respuesta a las contingencias del país. Ahora, aclara, “decir que Chile ha tenido cambios drásticos en sus niveles de felicidad sería equivocado”.

“En general, los chilenos tienden a puntuar bastante bien en satisfacción personal con su vida, pero hay bastante malestar social que impacta en los resultados. La desigualdad, la desconfianza y el individualismo son temas que como sociedad impactan muy fuerte en el bienestar”, explica, por su parte, Mónica López, psicóloga, terapeuta familiar y de pareja, y directora del Instituto del Bienestar (IBE).

La pregunta ahora es quiénes son más felices.

La generación más feliz. El estudio “Tres generaciones de chilenos” desarrollado por Cadem -en alianza con La Tercera- arroja algunas luces.

Bajo la pregunta: “Si tuvieras que evaluar tu vida general en estos días, ¿cuán feliz dirías que eres?” se midió la respuesta de tres grupos etarios: 18 a 25 años, 40 a 49 años y 65 a 74 años. En el fondo, hijos, padres y abuelos.

De estos tres grupos, el que se mostró menos feliz fue, de hecho, el más joven. Sólo el 33 % de este grupo diría que es muy feliz o bastante feliz con su vida.

Un escenario distinto mostró los mayores.

De hecho, los encuestados de 40 y 49 años se muestran un poco más felices que sus pares más jóvenes: en concreto, 45 % de ellos dijo sentirse muy o bastante feliz con su vida.

Sin embargo, el primer lugar de la felicidad recae en los de más de 65 años, ya que un 53 % de ellos dijo sentirse de esta forma.

Para Roberto Izikson, gerente general de Cadem, este nivel de felicidad en jóvenes más bajo que las otras generaciones puede explicarse por dos razones: cortoplacismo y la búsqueda de satisfacción inmediata, influenciada por la masificación de nuevas tecnologías.

“La tecnología nos abre las posibilidades a millones de fuentes de bienes y servicios, y mirar el mundo desde el ‘ideal’. Tampoco vemos en esa generación la idea de que las cosas las voy consiguiendo con trabajo, con esfuerzo, paso a paso, sino que más bien el ‘lo quiero ahora ya’. Pero como no tenemos esa capacidad, como país, de satisfacer eso, se genera en los jóvenes una frustración que no vemos en los mayores”, dice.

En las generaciones mayores sus contextos han sido distintos: “Son hijos del trabajo y del esfuerzo del desarrollo económico de Chile en los últimos 30 años, de haber ido adquiriendo cosas que no tenían en base a su propio esfuerzo y, por lo tanto, entienden probablemente que las cosas no son fruto de la espontaneidad. Eso genera un nivel de resiliencia mayor”.

Silva, por su parte, explica que la relación entre felicidad y edad ha sido estudiada en varias oportunidades y se ha determinado que, efectivamente, se han observado mayores niveles de felicidad en la infancia y en la vejez.

De hecho, curiosamente, la curva que se forma al analizar esta relación es una “U” o una sonrisa, comenta. En tanto, la “edad mediana” es donde se vive con demandas más altas. “Son momentos en la vida donde tú tienes que jugarte muchas decisiones que son de largo plazo y hay mucha presión social también por esas decisiones que tomas o no. Entonces se produce una especie de valle asociado al estrés. También hay mucho desajuste entre la expectativa y la realidad; uno se imagina para uno mismo ciertas cosas que luego después no pasan”, detalla.

Mónica López concuerda en que la felicidad comienza a aumentar progresivamente luego de los 55 años, porque las personas aceptan mejor quiénes son, sueltan el ‘qué dirán’ y disfrutan más de lo que ya han construido.

Y los más jóvenes, en cambio, viven otras incertidumbres. “Muchos ven que cada vez es más complejo tener una casa propia o estabilidad laboral. Las redes sociales y la hiperconectividad digital los ha ido desconectando y generando muchas veces dificultades en sus habilidades sociales e incluso mayor aislamiento, lo cual está teniendo un gran impacto en su salud mental”, dice.

No son sólo malas noticias: López asegura que la nueva generación está más consciente de sus emociones difíciles, “por eso muchas veces puntúa más bajo en las encuestas de felicidad”. Pero se atreve a pedir ayuda con mayor facilidad y tiene mayor apertura para trabajar en su bienestar que otras.

Satisfacción con la vida. Otra de las preguntas que incluye el estudio se relaciona con la satisfacción con la vida y, similar a lo que ocurre con la medición de felicidad, el grupo de más de 65 años se siente más satisfecho.

De hecho, un 49 % califica este factor con notas 6 y 7. En comparación, de quienes están en sus 40, sólo el 44 % declara estar satisfecho y la cifra se reduce aún más en los más jóvenes, llegando al 38 %.

Los encuestados también respondieron en qué ámbitos consideran que son aquellos en los que están más satisfechos.

En el caso de los mayores de 65 estos corresponden a su relación con familia y amigos, el nivel de educación personal y su relación de pareja. El mismo orden se repite para las personas de 40 a 49 años.

Sin embargo, los más jóvenes dicen sentirse más satisfechos, en primer lugar, con su nivel de educación personal, luego con sus relaciones de familia y amigos y, por último, empatados, la relación de pareja y la satisfacción con su trabajo.

En esa línea, el director del IBEM detalla que si bien la felicidad o la experiencia de satisfacción con la vida tiene distintos componentes –“no hay un secreto o un solo factor”, comenta-, hay cuatro pilares que caracterizan a las personas que tienen más bienestar: el primero, y el más importante según Silva, es la satisfacción con las relaciones interpersonales.

Le siguen la capacidad de conectarse con el presente –“vivir el aquí y ahora”-, tener un propósito o un sentido a largo plazo y, por último, tener conciencia del propio mundo emocional.

Paradójico optimismo. Curiosamente, se produjo una paradoja cuando se les consultó por cómo veían el futuro del país y si creían que Chile va por un buen o un mal camino. Si bien los mayores de 65 fueron los “más felices”, también son el grupo que mira el futuro con más pesimismo.

De hecho, el 59 % de ellos dijo sentirse muy pesimista acerca del futuro del país y 73 % que vamos por mal camino (el 20 % afirmó que vamos por buen camino).

En el grupo de 40 a 49 años, un 46 % reconoció sentirse pesimista por el porvenir y 77 % dijo que vamos por mal camino como país (el 19 % por buen camino).

En cambio, el 35 % de los jóvenes dice estar muy optimista por el futuro y 29 % -casi 10 puntos porcentuales más que los otros grupos- dice que Chile va por buen camino.

¿La razón? Izikson apunta más bien a una explicación política y un apoyo mayor a la figura del Presidente Gabriel Boric en los jóvenes. “La correlación que existe entre la aprobación presidencial y la percepción de si Chile va por un buen camino o no está demasiado condicionada a la aprobación del Presidente. Siempre ha sido así. Acá se da esta paradoja interesante que los jóvenes son menos felices, están menos satisfechos con su calidad de vida en todas las dimensiones, pero responden de manera más positiva que Chile va por un buen camino. Puede sonar paradójico ese contraste, pero me parece que la respuesta tiene que ver más bien con hacer una declaración de apoyo al Presidente”.

Es más, se aventura a decir que si la presidenta fuera, por ejemplo, Evelyn Matthei, “la percepción de que Chile va por un buen camino sería más baja en los jóvenes”.

En opinión de Wenceslao Unanue, una explicación a este fenómeno podría estar en el modelo eudaimónico y uno de sus elementos fundamentales: el propósito, el sentido de vida. “Viendo datos globales, especialmente en el mundo occidental, se ha encontrado que los grupos que más propósito y sentido de vida tienen son los más jóvenes, ligado, además, con que son muy optimistas. Sienten que pueden cambiar la realidad que no les gusta”, dice.

Camino por recorrer. La directora del IBE, Mónica López, opina que falta muchísimo que trabajar en cuento a políticas públicas dirigidas al bienestar. “Hoy la soledad es lo que genera mayores trastornos de salud mental, de hecho, quita más años de vida que el tabaquismo y el sedentarismo, tenemos poco tiempo para el autocuidado, pocas amistades, y las que tenemos las vemos poco”.

Destaca, por ejemplo, que podrían implementarse iniciativas como asignaturas en el colegio donde se aprenda inteligencia social y emocional; que las organizaciones puedan invertir en programas de bienestar -más allá de charlas motivacionales esporádicas-, y que existan programas de envejecimiento positivo.

Unanue remarca que si bien “falta mucho”, hemos avanzado como con la reducción de jornada laboral a 40 horas. Una de las medidas en las que enfatiza es la creación de indicador sobre el bienestar y medir el progreso más allá del PIB.

“Si nosotros logramos construir un indicador que tome estas determinaciones vamos a avanzar, porque los gobiernos se empiezan a preocupar de salir bien en estas mediciones, de que el país esté bien y van a hacer políticas en pos de estos indicadores. La OCDE, por ejemplo, hace años que está trabajando en el indicador de una mejor calidad de vida de bienestar y felicidad”.

Por su parte, Jaime Silva también apunta a elementos que van moviendo indirectamente los indicadores de felicidad, por ejemplo, políticas que tengan que ver con la confianza a las instituciones, salud, ingresos y la desigualdad.

Trabajar en ellos, dice, va a tener efectos positivos en la percepción de bienestar de los chilenos. Además, en línea con lo que menciona López, también plantea la idea de educación emocional.

Ahora, advierte que “hay que tener ojo, que los países que tienden a sobrevalorar la felicidad como experiencia emocional producen un factor contraproducente, que es lo que se ha llamado la tiranía de la felicidad. La ‘obligación’ a ser feliz genera presión y más estrés y, por tanto, esa población es menos feliz, paradójicamente”.