LAS ANCHAS ALAMEDAS
Lucía Santa Cruz
El Mercurio, Columnistas, 22/10/2021
“El más grave problema de la Unidad Popular fue su legitimación de la vía armada, de la violencia como elemento legítimo para lograr sus objetivos políticos”.
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LAS ANCHAS ALAMEDAS
Lucía Santa Cruz
El Mercurio, Columnistas, 22/10/2021
“El más grave problema de la Unidad Popular fue su legitimación de la vía armada, de la violencia como elemento legítimo para lograr sus objetivos políticos”.
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EL DEBATE SOBRE LA VIOLENCIA —MAGRO BALANCE—-LA VIOLENCIA ¿PARA QUÉ?— REINDIVICAR LA HISPANIDAD. (Adjunto en Pdf)—DIEZ AÑOS SIN ETA: ELEMENTOS BÁSICOS PARA UNA DISCULPA (Pdf)
Las opiniones en esta columna son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional
Hemos querido incorporar en esta columna de opinión, interesantes artículos, todos ellos relacionados con la jornada de violencia que recientemente viviera el país con motivo del 18 de octubre. Llama profundamente la atención, la falta de coraje de algunos candidatos o constituyentes que dicen representarnos en condenar con fuerza todo tipo de violencia, incluso llegando en algunos casos a justificarla.
Las violentas jornadas del pasado 18 de octubre han vuelto a revivir la discusión sobre una pretendida validez del uso de la violencia como método de cambio social.
Ello, pues distintas figuras políticas han argüido, de modo más o menos explícito, que habría sido la violencia de octubre de 2019 la que habría abierto el paso a la Convención Constitucional.
EL DEBATE SOBRE LA VIOLENCIA
El Mercurio, Editorial, 23/10/2021
Han deslizado así una suerte de apoyo moral o al menos justificación de esos hechos, expresada en sus propuestas para indultar a los imputados y condenados por ellos. Algunos han llegado a diferenciar los actos de 2019 de los ocurridos esta semana; estos últimos carecerían de igual justificación al estar ya en desarrollo un proceso constituyente y no serían por tanto merecedores de indulto.
Conforme esa argumentación, sería en definitiva la eficacia política —esto es, la capacidad de generar un resultado favorable a las propias visiones ideológicas— el rasero para evaluar la violencia y no la naturaleza de esta ni el inmenso daño ocasionado a sus víctimas.
Tal planteamiento parece desconocer uno de los logros más notables alcanzados en el proceso de institucionalización de las naciones modernas, cual es desterrar el uso de la coacción física como forma de imponer la voluntad de unos por sobre otros.
Las actuales democracias representativas entregan por ello el monopolio del uso legítimo de la fuerza al Estado, el que solo puede ser ejercido bajo criterios de prudencia y siguiendo estrictos protocolos, con el objetivo de garantizar la libertad y los derechos de todos los ciudadanos. De este modo, la solución de las diferencias y conflictos en torno al orden social queda entregada a los mecanismos democráticos institucionales y no a la simple ley del más fuerte.
“En nombre de la eficacia política, se pretende desconocer logros civilizatorios básicos”. |
El significado ambiguo que sectores de la izquierda chilena le han dado al vocablo “violencia” como concepto, al considerar que situaciones de pobreza, injusticia o desigualdad equivalen a ejercer “violencia” sobre quienes las sufren en el mismo sentido que la agresión física lo hace, ha facilitado que durante los últimos dos años acciones como el incendio de las estaciones del metro y de iglesias, el asalto a tiendas comerciales o la destrucción del espacio público proliferen sin recibir la inequívoca condena que merecen, pues se trataría de una justificada “respuesta” frente a la “violencia” inherente al denostado “modelo neoliberal”.
En particular han alentado esta actitud sectores que buscan la refundación del país bajo sus propios criterios políticos. Para ellos, fragilizar la institucionalidad y debilitar a las autoridades democráticamente elegidas —todo ello inducido por la violencia a la que se entrega la ambigua aprobación moral indicada— contribuiría a generar las condiciones apropiadas para el logro de sus fines.
En ese contexto, es tarea compleja pero sin duda urgente fortalecer los cauces institucionales y restablecer un amplio consenso en el rechazo inequívoco a la violencia. Fundamental en ese objetivo será una ciudadanía que ya empieza a manifestar su hastío frente a estos desbordes.
MAGRO BALANCE
El Mercurio, Editorial, 24/10/2021
Entre las consecuencias de la violencia callejera desatada a partir de octubre del 2019 se encuentra la aplicación de ingentes recursos policiales y de la Fiscalía para instruir las investigaciones penales correspondientes.
Mientras la autoridad y las víctimas de los actos vandálicos intentan impulsar la aplicación de la ley y el castigo de los culpables, las personas afectadas por la actuación policial y una serie de organizaciones instan por que se persiga y condene a los uniformados que hayan ejercido violencia innecesaria o incurrido en violaciones de los derechos humanos en su calidad de agentes del Estado.
A dos años, los resultados de estas investigaciones son más bien magros.
Si se considera, por ejemplo, que, de las 136 estaciones del metro de Santiago, 118 fueron dañadas y 25 incendiadas, es revelador que solo haya ocho personas condenadas por estos hechos.
Desde la perspectiva de cualquier observador informado, este resultado es anómalo y exige identificar las causas de lo que parece un estrepitoso fracaso del sistema penal.
Una hipótesis es que se trate de hechos de enorme complejidad investigativa, cometidos por turbas anónimas y acéfalas que desaparecen tan pronto como llegaron. Sin embargo, tanto la magnitud y extensión de la destrucción, como la dificultad física para causar daños de la entidad producida, hacen difícil comprobar esta hipótesis en una medida necesaria para explicar las malas cifras.
Explicaciones alternativas podrían ser la escasa capacidad investigativa de la Fiscalía y de las policías, que por regla general solo serían aptas para lidiar con los casos más simples de detención en flagrancia.
Por último, también cabe la posibilidad de que una parte de los jueces simpatice con los hechos de violencia o con sus autores, y aplique, en perjuicio de los acusadores, estándares más exigentes que los utilizados en relación con otros hechos o imputados.
“Los resultados de las investigaciones abiertas tras el 18 de octubre de 2019 son pobrísimos”. |
Otro tanto puede afirmarse de las causas contra agentes del Estado por violación de derechos humanos. A marzo del 2020, solo el Instituto Nacional de Derechos Humanos había presentado 1.432 querellas, a nombre de 1.800 víctimas, a lo largo del país.
Sin embargo, hasta hace algunas semanas, solo se registraban tres condenas por esta clase de hechos, un porcentaje ínfimo en relación con el número total de causas, que algunas organizaciones cifran por sobre las 4.500.
Aquí se plantean similares hipótesis explicativas, a las que, eventualmente, podría añadirse una falta de efectiva colaboración de los superiores o autoridades. Naturalmente pude haber también casos de denuncias sin fundamentos, pero sería exigible una mayor información y claridad de la Fiscalía en las situaciones en que ello haya ocurrido.
La calidad y celeridad de las investigaciones penales es una garantía esencial para las víctimas y para los imputados, pero también, un presupuesto elemental de la cohesión social.
En el caso de las víctimas, restablece el orden y desincentiva la violencia privada; en el caso de los imputados, les permite hacer valer sus derechos y, eventualmente, mostrar su inocencia.
En fin, para la sociedad en su conjunto no habría peor negocio que confiar un conflicto de esta magnitud a la justicia penal, pero solo para recibirlo de vuelta, un par de años después, agravado y sin resolver.
LA VIOLENCIA ¿PARA QUÉ?
Gonzalo Rojas Sánchez
El Mercurio, Columnistas, 20/10/2021
Nuevos ataques en La Araucanía e incidentes graves en varias ciudades.
De nuevo la violencia aguda, de nuevo la fuerza destructora de tantos bienes materiales y, más importante aún, de la convivencia racional.
¿Para qué?
Solo si hay buenas respuestas para esta pregunta, habrá posibilidades de enfrentar y de derrotar a la violencia. Buenas respuestas, en plural, porque sería muy torpe pensar que con el fuego, con las bombas y con las piedras se busca un único fin, que es una sola la meta que se persigue. Incluso, ese reduccionismo podría ocultar que existen en el despliegue de la violencia objetivos contrapuestos e incompatibles entre sí.
Hay quienes atacan, insultan y destruyen sin un propósito definido. Su violencia es consecuencia directa de un odio desesperanzado, de una rebeldía inconducente.
Sus actos concretos se expresan en niveles altísimos de furia, pero detrás de esa agresividad no hay ni sentido ni proyecto. Son los más peligrosos en apariencia, pero, a la corta, son los más inocuos.
A lo más, babean de felicidad frente al carabinero herido o a la iglesia quemada. Su deleite por el mal causado se agota rápido y la contemplación del daño inferido solo los mueve a la próxima acción. Y así, en un runrún sinfín.
Un segundo grupo es de mucho más cuidado. Son los que usan la violencia para provocar el enfrentamiento. Instigadores o provocadores —en realidad, ejecutores— que lo que buscan es la reacción del agredido. Como en muchos casos la violencia se desata sobre la fuerza pública, lo que se pretende es calificar su reacción como represión.
El agresor se disfraza así de víctima, la violencia se presenta entonces como epopeya, las instituciones que nos defienden a todos son calificadas como ilegítimas.
Pero cuando esa tarea está ya muy avanzada —y en Chile es así desde hace dos años— entonces se provoca a otro “enemigo”, a simples ciudadanos a quienes se agrede para revivir la manida lucha de clases.
La violencia es el medio previsto para destruir —sí, físicamente— a quienes se opongan. Esta etapa está recién incubándose —La Araucanía es ciertamente todo un laboratorio— y no sabemos aún hasta qué extremos inverosímiles puede llegar.
El tercer segmento es el más peligroso, es el que realmente puede destruirlo todo. Está integrado por quienes tienen como objetivo único la anulación de aquellos a los que consideran sus enemigos.
No se trata de conseguir que se organicen, que reaccionen y que se defiendan sino, todo lo contrario, que caigan en un estado de completo desánimo y pasividad, que huyan de sus espacios e instituciones y, finalmente, que abandonen Chile. “Por qué no se vaaaaan, no se van del paíiiis”.
“Solo si hay buenas respuestas para esta pregunta, habrá posibilidades de enfrentarla y de derrotarla”. |
La violencia opera en este caso como terror dosificado. A veces es tan estridente como grotesca, aunque en otros momentos es simplemente amenaza sutil, funa selectiva. Pero en todos estos casos, el objetivo es el mismo: impedir la reacción del agredido, despejar el campo para avanzar sin oposición hacia el objetivo final, la conquista del poder total.
Lenin se preguntó con absoluto cinismo: “La libertad, ¿para qué?”. Y aquella interrogante, que parece tan lejana, en realidad se vincula directamente con la violencia actual en Chile.
Así es, obviamente, porque cuando la libertad no tiene más contenido que el que le otorgan los comunistas a favor de su proyecto totalitario, entonces la violencia asume uno o todos los sentidos antes descritos. Pretende ser un sustituto de la libertad, aunque haciéndose pasar por ella. Es lo que viene sucediendo en Chile.
Por eso, mezclados y potenciándose entre sí, esos distintos objetivos volvieron a hacerse presentes, una vez más, en este triste lunes 18 de octubre.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR. Antonio Varas C.
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47 Reinvindicar la hispanidad – Eleonora Urrutia 15 10 Web-converted.pdf | 166.91 KB |
47 10 años sin ETA – The Conversation 19 10 Web-converted.pdf | 153.86 KB |
DESDE MI TUMBA por General (R) Hernán Núñez Manríquez. Ver ceremonia en el Cementerio General — Al anochecer del 26 de mayo de 1880 —-
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión
¿Dónde están los míos? ¿Dónde están mis camaradas? ¿Dónde está los que cantan los himnos y canciones de la Patria en nuestro recuerdo?
Siento gritos, groserías, bestias pateando mi tumba, la tumba con que la Patria me honró como testimonio de gratitud por haber entregado mi vida por ella y mi Bandera. No me lo merezco quizás, pero represento a miles de soldados que cumplimos nuestro sagrado deber.
Me insultan babosos de odio y drogados; borrachos quieren llegar a mis huesos, a mi lugar de descanso eterno. ¿Por qué me odian si antes me querían y respetaban?
Con una linda ceremonia me trajeron desde el Campo de la Alianza hasta este lugar el año 1955; me acompañaron viejos soldados con los que peleé a su lado, y quizás fue la viuda de alguno del cual nunca más se supo igual que yo, que saludó militarmente y llorando emocionada, cuando las tropas desfilaron frente a la estatua de mi General Baquedano y ante mi tumba, la de un hombre muy humilde.
Meten fierros y chuzos alrededor de mi sepulcro. ¡Siento como rompen la placa tan hermosa que me escribiera mi Capellán Abarzua!
Recuerdo que un fotógrafo de delantal blanco sacaba fotos de cajón a familias enteras que venían a visitarme, niños corrían a mi alrededor; o más de algún galán declaró su amor sentado a mis pies.
¡Aumentan los gritos, siento calor por el fuego que prenden en mi lápida, vacían botellas de cerveza, estoy hecho un basural!
¿Dónde están los míos? ¿Dónde están mis camaradas? ¿Dónde está los que cantan los himnos y canciones de la Patria en nuestro recuerdo?
¿Por qué han permitido esta ofensa, este oprobio, este deshonor?
¡Yo que junto a una legión de bravos di la gloria a este Ejército!
Estoy debajo de una carpa; escucho que hablan de mí; que yo, un humilde soldado chileno, estoy creando problemas políticos a un hombre que hace poco vino, torpe y jocosamente, a sacarse fotos a los pies de mi general.
Dicen que me sacan de aquí y me llevan a un mausoleo entre gallos y medianoche y como una solución de parche. Improvisadamente.
Lo siento por Chile y el Ejército.
Ya no tienen a su Soldado Desconocido.
Nos derrotaron, y me han dejado abandonado tras las filas enemigas.
Mi homenaje al Soldado Desconocido que visité anualmente de la mano de mi abuelo.
General (R) Hernán Núñez Manríquez
Fuente imagen: latercera.com
Ver ceremonia en el cementerio General :www.youtube.com/watch
Al anochecer del día 26 de Mayo de 1880
Cuando el rugir de los cañones ya se había apagado y solo se escuchaban a lo lejos algunos tiros de fusil, el General Manuel Jesús Baquedano González pide a sus ayudantes que den la orden de tocar el “toque de dispersos”. Hermosas y tristes melodías de corneta, que desde distintos lugares del campo de batalla, llamaba a reunirse a las tropas chilenas desperdigadas en el Campo de la Alianza, al terminar con un triunfo para Chile, una de las más grandes batallas de sud América.
Poco a poco fueron reuniéndose grupos de soldados que a pesar de la fatiga, lograron llegar a sus regimientos, otros con menos suerte, al escuchar el llamado y encontrarse heridos y sin posibilidad de moverse, hicieron tiros al aire para alertar a otros soldados y a las ambulancias de la necesidad de auxilio.
Pero 448 soldados no tuvieron la fortuna de oír el toque para reunirse, ni pudieron recibir ayuda.
Para ellos ya todo había terminado, pues las balas enemigas habían silenciado sus gritos de ¡Viva Chile…!
La guerra continuó y quienes quedaron tendidos en el campo, lejos de su patria por la cual murieron, desaparecieron a retaguardia de un Ejército que seguía hacia Lima.
Años después, cuando comenzaba un nuevo siglo y Tacna aún estaba bajo bandera chilena, un oficial que recorría los lugares de viejas glorias, se encuentra con los restos de uno de los aquellos patriotas que entregaron su vida por Chile en aquella jornada, y que a simple vista pudo ser reconocido su batallón, pues tenía un uniforme y kepí distintos al resto de las unidades, más al estilo de la Marina, aunque pertenecían al ejército.
Era un soldado del Batallón Cívico de Artillería Naval, más conocido como los Navales…
Sus restos son repatriados y guardados hasta encontrar un lugar donde puedan ser venerados por el pueblo al cual defendió y por el cual murió y que fuese adornado por la bandera tricolor de la estrella solitaria que los guió.
Treinta años después, es depositado a los pies del Monumento al General Manuel Jesús Baquedano, inaugurado recientemente y que fue erigido por el pueblo, en homenaje a quien guió a la victoria a Chile, terminando de completar un cuadro de honor y gloria en representación de no solo los caídos en la guerra del Pacífico, sino de cada uno de los hombres y mujeres que partieron al norte entre los años 1879 – 1884.
Su epitafio fue solo:
“Aquí descansa uno de los soldados con que el General Baquedano forjó los triunfos del heroísmo chileno…”
Había vuelto a Chile y puesto en un lugar de honor en representación de sus miles de compatriotas como “El soldado desconocido…..
Era uno de los mártires que tan solo un año antes de morir habían dejado Valparaíso en busca del enemigo.
¿Serán los restos de uno de los soldados González, Villacura, Villalón, Pérez, Vargas, Arredondo? o quizás de Acosta, Anativia, Cartajena, Pardo, Parraguez, Peña, Urbina, Varas o quizás Vera? Jamás lo sabremos.
141 años después de su muerte, primero olvidado en el campo de batalla, luego repatriado y años después homenajeado por el pueblo chileno y sus compañeros en la guerra que lo sobrevivieron, sus restos serán exhumados y trasladados, para evitar que los descendientes de los Héroes, sigan pisoteando y destruyendo no solo su tumba y su memoria, si no la de todo el pueblo chileno que partió en busca del enemigo a tierras lejanas, para evitar que llegara a sus hogares.
Pero el enemigo llegó al final.
Los tiempos cambian, lo sé, pero nunca me convencerán que el héroe que años atrás fuera el que defendía Chile, sea remplazado hoy por el que lo destruye.
Quedó por último con la tranquilidad que el “Soldado Desconocido”‘ no seguirá siendo vandalizado… por lo menos por un tiempo
Un hombre solo muere cuando se le olvida…
Un aporte de Oscar Saa y Francisco Alomar
CÓMPLICES ACTIVOS por Cristián Valenzuela La Tercera, 20/10/2021 —-LA VIOLENCIA ¿PARA QUÉ? por Gonzalo Rojas Sánchez El Mercurio, Columnistas, 20/10/2021—El Contractualismo en la propuesta de la Nueva Constitución Política. La Seguridad como un Deber
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión
De nuevo la violencia aguda, de nuevo la fuerza destructora de tantos bienes materiales y, más importante aún, de la convivencia racional. ¿Para qué?
Los chilenos eligieron un camino para resolver su crisis social e institucional. Ese es el rol que cumple la Convención Constituyente que, más allá de los plazos y procedimientos que algunos pretenden cambiar, deberá evacuar sus resultados finales en algunos meses. Pero claramente esa definición no va a resolver el grave problema de violencia pública que se ha instalado en nuestro país…
Destruir, saquear, quemar y robar. Esos son los mínimos comunes de cualquier conmemoración del 18 de octubre en Chile y a lo que los chilenos se han tenido que acostumbrar. El lunes recién pasado, miles de personas tuvieron permiso para retirarse más temprano de sus trabajos y la televisión, gradualmente, nos fue mostrando el vaciamiento de las calles y las imágenes de la barbarie.
¿Quiénes son los responsables? Es la pregunta que intentó contestar el subsecretario Galli al emplazar a candidatos presidenciales, constituyentes y otros actores. Indignados, algunos de ellos le contestaron que la responsabilidad es del gobierno y que la indignación que muestra Galli, más que una función de Estado corresponde a una intervención electoral. Curioso sería que el subsecretario Galli terminara sumariado en Contraloría por condenar los desórdenes públicos y los delincuentes indultados por concesión graciosa del Congreso Nacional.
Pero antes que buscar a los responsables, creo yo, lo primero es reconocer que tenemos un grave problema. Porque al parecer, a muchos actores estos hechos no les parecen lo suficientemente reprobables. Por lo pronto, a los líderes del Partido Comunista que asisten felices a conmemorar esta fecha junto al perro “Matapacos” en Plaza In-dignidad. De la misma forma, los diputados y senadores que patrocinan impulsan y votan a favor de un proyecto que asegura la impunidad de delincuentes, vándalos y asesinos en potencia.
¿Es normal que un grupo de personas tenga derecho a destruir, saquear, quemar y robar? Esa es la pregunta sobre la cual debemos trazar una línea roja. Durante más de un año, previo al estallido, nos acostumbramos a ver a jóvenes encapuchados sobre el Instituto Nacional lanzando molotovs a diestra y siniestra. Muchos callaron y fueron cómplices pasivos de esa violencia. Lo mismo ocurre ahora, con los que intentan esconder los graves atentados de violencia y pillaje debajo de un aparente manto de legitimidad que darían las manifestaciones y movilizaciones sociales.
Los chilenos eligieron un camino para resolver su crisis social e institucional. Ese es el rol que cumple la Convención Constituyente que, más allá de los plazos y procedimientos que algunos pretenden cambiar, deberá evacuar sus resultados finales en algunos meses. Pero, claramente, esa definición no va a resolver el grave problema de violencia pública que se ha instalado en nuestro país en los últimos años y que tiene a varios actores públicos como cómplices, pasivos y activos, de esa violencia.
Durante más de 30 años, Chile se ha destacado en el contexto latinoamericano por la seriedad y estabilidad de sus instituciones y el respeto profundo al Estado de Derecho por parte de autoridades y la ciudadanía en general. Durante el último lustro, esas virtudes se han ido deteriorando sistemáticamente. A fines de noviembre, por las diferencias expresadas, Chile no solo elige al próximo Presidente, sino también se define entre dos modelos de sociedad y su fórmula para enfrentar la violencia extrema. Por una parte, dos candidatos que son cómplices activos del vandalismo y la delincuencia; por otra, dos candidatos que son activos opositores a que esa violencia permanezca. En el Chile de hoy, esa no es una insignificante diferencia.
LA VIOLENCIA ¿PARA QUÉ?
Gonzalo Rojas Sánchez
El Mercurio, Columnistas, 20/10/2021
Nuevos ataques en La Araucanía e incidentes graves en varias ciudades.
De nuevo la violencia aguda, de nuevo la fuerza destructora de tantos bienes materiales y, más importante aún, de la convivencia racional.
¿Para qué?
Solo si hay buenas respuestas para esta pregunta, habrá posibilidades de enfrentar y de derrotar a la violencia. Buenas respuestas, en plural, porque sería muy torpe pensar que con el fuego, con las bombas y con las piedras se busca un único fin, que es una sola la meta que se persigue. Incluso, ese reduccionismo podría ocultar que existen en el despliegue de la violencia objetivos contrapuestos e incompatibles entre sí.
Hay quienes atacan, insultan y destruyen sin un propósito definido. Su violencia es consecuencia directa de un odio desesperanzado, de una rebeldía inconducente.
Sus actos concretos se expresan en niveles altísimos de furia, pero detrás de esa agresividad no hay ni sentido ni proyecto. Son los más peligrosos en apariencia, pero, a la corta, son los más inocuos.
A lo más, babean de felicidad frente al carabinero herido o a la iglesia quemada. Su deleite por el mal causado se agota rápido y la contemplación del daño inferido solo los mueve a la próxima acción. Y así, en un runrún sinfín.
Un segundo grupo es de mucho más cuidado. Son los que usan la violencia para provocar el enfrentamiento. Instigadores o provocadores —en realidad, ejecutores— que lo que buscan es la reacción del agredido. Como en muchos casos la violencia se desata sobre la fuerza pública, lo que se pretende es calificar su reacción como represión.
El agresor se disfraza así de víctima, la violencia se presenta entonces como epopeya, las instituciones que nos defienden a todos son calificadas como ilegítimas.
Pero cuando esa tarea está ya muy avanzada —y en Chile es así desde hace dos años— entonces se provoca a otro “enemigo”, a simples ciudadanos a quienes se agrede para revivir la manida lucha de clases.
La violencia es el medio previsto para destruir —sí, físicamente— a quienes se opongan. Esta etapa está recién incubándose —La Araucanía es ciertamente todo un laboratorio— y no sabemos aún hasta qué extremos inverosímiles puede llegar.
El tercer segmento es el más peligroso, es el que realmente puede destruirlo todo. Está integrado por quienes tienen como objetivo único la anulación de aquellos a los que consideran sus enemigos.
No se trata de conseguir que se organicen, que reaccionen y que se defiendan sino, todo lo contrario, que caigan en un estado de completo desánimo y pasividad, que huyan de sus espacios e instituciones y, finalmente, que abandonen Chile. “Por qué no se vaaaaan, no se van del paíiiis”.
“Solo si hay buenas respuestas para esta pregunta, habrá posibilidades de enfrentarla y de derrotarla”. |
La violencia opera en este caso como terror dosificado. A veces es tan estridente como grotesca, aunque en otros momentos es simplemente amenaza sutil, funa selectiva. Pero en todos estos casos, el objetivo es el mismo: impedir la reacción del agredido, despejar el campo para avanzar sin oposición hacia el objetivo final, la conquista del poder total.
Lenin se preguntó con absoluto cinismo: “La libertad, ¿para qué?”. Y aquella interrogante, que parece tan lejana, en realidad se vincula directamente con la violencia actual en Chile.
Así es, obviamente, porque cuando la libertad no tiene más contenido que el que le otorgan los comunistas a favor de su proyecto totalitario, entonces la violencia asume uno o todos los sentidos antes descritos. Pretende ser un sustituto de la libertad, aunque haciéndose pasar por ella. Es lo que viene sucediendo en Chile.
Por eso, mezclados y potenciándose entre sí, esos distintos objetivos volvieron a hacerse presentes, una vez más, en este triste lunes 18 de octubre.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas C,
El Contractualismo en la propuesta de la Nueva Constitución Política. La Seguridad como un Deber del Pacto Social. Cuaderno de trabajo ANEPE N° 05/2021
Entre los temas que la Convención Constituyente debiese reflexionar e incluir en su propuesta de nueva Constitución Política, la seguridad es uno de estos.
Este texto aborda dicho asunto desde la teoría política, en consideración que la acción constituyente y la idea de seguridad son planteadas por los autores contractualistas.
De este modo “El Leviatán”, “Dos ensayos sobre el gobierno civil” y “El contrato social” conforman dicha perspectiva, y en base a estas fuentes primarias y secundarias afines, se expone la lógica contractualista de pactar para proveer seguridad.
Las conclusiones señalan similitudes y diferencias entre los autores, rescatando como idea base común el que el “pacto social” surge para proveer seguridad y que la conformación de una comunidad conlleva seguridad.
Los invitamos a ver este trabajo en:
El Contractualismo en la propuesta de la Nueva Constitución Política. La Seguridad como un Deber del Pacto Social. Cuaderno de trabajo ANEPE N° 05/2021—– Que país se entrega por Joaquín Fermandois
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión.
Los invitamos a leer este cuaderno de trabajo elaborado por el Centro de Investigaciones y Estudios Estratégicos de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE)
Entre los temas que la Convención Constituyente debiese reflexionar e incluir en su propuesta de nueva Constitución Política, la seguridad es uno de estos.
Este texto aborda dicho asunto desde la teoría política, en consideración que la acción constituyente y la idea de seguridad son planteadas por los autores contractualistas.
De este modo “El Leviatán”, “Dos ensayos sobre el gobierno civil” y “El contrato social” conforman dicha perspectiva, y en base a estas fuentes primarias y secundarias afines, se expone la lógica contractualista de pactar para proveer seguridad.
Las conclusiones señalan similitudes y diferencias entre los autores, rescatando como idea base común el que el “pacto social” surge para proveer seguridad y que la conformación de una comunidad conlleva seguridad.
Los invitamos a ver este trabajo en:
QUÉ PAÍS SE ENTREGA
Joaquín Fermandois
El Mercurio, Columnistas, 19/10/2021
Un parlamentario de la antigua Concertación profirió una frase que pretende ser provocativa: “Nosotros le entregamos a Piñera un país ordenado y está devolviendo un m.”.
Si no escribo con todas sus letras el último sustantivo, no se trata de beatería, siempre hipócrita. Solo que no quiero participar en la degradación del lenguaje que quizás se practique más en Chile que en otros países de América Latina; lo hacen representantes masivos de todos los sectores, de capitán a paje.
La trayectoria del parlamentario merecería mayor dignidad. El problema es que representa un modo de reaccionar colectivo.
En ese juicio rotundo, el Estallido y la pandemia son eliminados de la imagen. La incapacidad del Gobierno se afirma, explicaría la caída de la economía el 2020. En medio del griterío actual, pocos reparan en que esto, o es pura necedad, o ignorancia supina, o directa mentira o mentirilla (todo vale, total se cree cualquier cosa), como si la pandemia no hubiera provocado una recesión global que afectó a casi todos los países, y en Chile se manejó algo mejor que el promedio continental, hecho no menor.
Ello no quita una puntualización. Si bien a partir de la crisis asiática (1998) el crecimiento, que parecía un verdadero take off económico, experimentó una tendencia sistemática de disminución, con retrocesos o paralización en las administraciones Bachelet (la primera, por la crisis global de 2008); las administraciones de Piñera, aunque mantuvieron una ágil gestión y un crecimiento modesto, no lograron que el país retornara a ese desarrollo que parecía radiante desde fines de los 1980.
El Estallido —entendiendo que en parte se produjo por la debilidad política de la administración— ya colocó un obstáculo a la esperanza de conferirle nuevamente dinamismo al crecimiento. Se le sumó la extensa duración mundial de la pandemia, que le arrojó una lápida a toda esperanza de renovado desarrollo de largo plazo. Ello, a pesar del impecable combate a la peste por parte de Piñera, reconocido globalmente, llevado a cabo aun contra los esfuerzos de la oposición y de la mayoría parlamentaria, restando todavía contraofensivas del virus mismo.
“Han tenido éxito en desfondar no solo a este gobierno, que toca a su fin, sino a la independencia financiera del país”. |
La oposición política, los atorrantes de Plaza Italia y los gremios que estaban en la vanguardia de colocar miguelitos: el Colegio Médico y el de Profesores querían cerrar indefinidamente el país, haciendo zancadillas a la reactivación (¿de dónde diablos iban a salir entonces los recursos para la salud y la educación?), en indisimulado empeño de que cayera el Gobierno.
Han tenido éxito en desfondar no solo a este gobierno, que toca a su fin, sino a la independencia financiera del país, arduamente lograda, empresa de demolición en la que participan quienes trabajaron en su construcción desde el plebiscito de 1988 y en las tres décadas que siguieron. Como país, volveremos a ser los pedigüeños de otra época, en tiempos en que ya no hay ayudas internacionales.
Imposible no referirse en este contexto a los Pandora Papers, pequeño gran terremoto. Será la justicia la que determine si hay hechos nuevos, ya que de inmediato surgió el espíritu suicida de cercenar la yugular con la acusación constitucional, impertérrito en demoler todo. Ello no quita que, en este como en otros casos, las formas han sido muy relevantes en todos los sistemas políticos, no solo en democracia, y es lo que nos planta en la cara la información de los mencionados papers.
Como ya se ha dicho en estas páginas, hay un principio que hace dos mil años quedó expreso e impreso como una Tabla de la Ley de la política: “La mujer del César no solo debe ser honesta, sino que también debe parecerlo”.
La voz de las iglesias presentes en el país no solo pone el acento en la consagración constitucional de libertades fundamentales para todo sistema democrático, sino también reafirma principios esenciales que han estado presentes en la vida institucional desde hace un siglo y perfilado a la sociedad chilena, donde la coexistencia de diferentes confesiones religiosas ha colaborado en la promoción de valores propios del bien común.
El Mercurio, Editorial, 21/10/2021
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR. Antonio Varas C.
Lenguas Maternas, por Adriana Valdés (El Mercurio, Columnas de opinión, 01/10/2021) —- Historia de la Escuadrilla de Alta Acrobacia Halcones Pitts S2 y Extra 300, FACH 1994 ( ver al final video)
Las opiniones en esta columna, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión
“Las diversidades manifiestas en las lenguas originarias, las dobles y múltiples lenguas memoriosas en que nos expresamos, son parte de nuestra riqueza cultural y cabe, entonces, atesorarlas”.
La Academia Chilena de la Lengua ha incorporado como miembro honorario al poeta Raúl Zurita, a quien saludo en esta página por su obra notable, y a quien esperamos, si el covid lo permite, recibir con la ceremonia que se merece.
Motivada por unas desafortunadas declaraciones de una autoridad madrileña respecto de la lengua y la conquista españolas, que imagino cuánto habrán hecho sufrir a la diplomacia de su país, recuerdo hoy unas palabras admirables de Zurita sobre nuestro idioma, pronunciadas en una conferencia acerca del “Canto General” de Neruda hace unos años.
A propósito de las Alturas de Machu Picchu, Zurita se refirió a la nuestra como “una lengua doble”, “una lengua que se ha perdonado a sí misma por los crímenes que esa misma lengua impuso”. En una lengua, explica, está el río de la memoria histórica, y esta se da en cada uno de sus hablantes. La grandeza de Neruda en ese poema es traer a la memoria una lengua que es a la vez reconciliación con su propia historia, “capaz de celebrarse a lo Walt Whitman”.
“Las diversidades manifiestas en las lenguas originarias, las dobles y múltiples lenguas memoriosas en que nos expresamos, son parte de nuestra riqueza cultural y cabe, entonces, atesorarlas”. |
En América, el español es a la vez idioma y memoria histórica, que culmina en cada uno de nosotros y en un mestizaje que ha dado, en Gabriela Mistral, en Pablo Neruda, en los premios Cervantes Gonzalo Rojas y Jorge Edwards, en Raúl Zurita y en Óscar Hahn, todos ellos reconocidos en España, una vitalidad inseparable de la grandeza de la lengua. Hoy nuestro diccionario es el de todas las Academias hispanohablantes del continente, de la Asociación de Academias de la Lengua Española y no de la RAE como solemos decir, y la corrección con que habla “la gente educada”, según Andrés Bello, no es patrimonio de la meseta madrileña. El uso correcto es el de los hablantes del mundo.
Conviene recordar en estos tiempos delicados que el castellano de Chile se formó en contacto con las lenguas de los pueblos originarios, lo que significa que absorbió experiencias, formas de emocionarse y de parlamentar, y, como dice el secretario de la Academia, Guillermo Soto, “todo aquello que conforma la cultura”.
La Convención Constitucional ha mostrado la diversidad del país “en un lugar de autoridad en que no estábamos acostumbrados a verla”, señala. Las diversidades manifiestas en las lenguas originarias, las dobles y múltiples lenguas memoriosas en que nos expresamos, son parte de nuestra riqueza cultural y cabe, entonces, atesorarlas.
Contar con una lengua común, capaz de llegar a seiscientos millones de hablantes, es un enorme capital a escala mundial. Conservar como un tesoro los rastros de identidad que cada lengua originaria nos ofrece y nos está demostrando en la Constituyente —lo encarno en la figura admirable de Elisa Loncon— es un enriquecimiento cultural ofrecido a todos los chilenos en un momento extraordinario de su historia.
Adriana Valdés
El Mercurio, Columnas de opinión, 01/10/2021
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