General Hernán Núñez Manríquez
Las opiniones en esta sección son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.
General Hernán Núñez Manríquez
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¿Qué se fizo el rey don Juan?
El movimiento triunfante no es una orgánica. No tienen líderes conocidos, tampoco se conocen sus agendas políticas o económicas. Y entre los perdedores también habrá un ajuste de cuentas que moverán lo poco que irá quedando de la vieja clase política.
Cesar Barros, La Tercera, Pulso PM, 17/05/2021
Hasta ayer AM se hablaba de “elección incierta” y todos convocaban a la eterna sabiduría del pueblo chileno, donde la cordura siempre se impone.
Pero lo inesperado de esta elección es un duro golpe a la clase política, pero también a los empresarios.
Temas que se creían superados: Banco Central independiente, Fisco equilibrado y propiedad privada, ya no se ve tan claro que sean instituciones tan permanentes y compartidas como se creyó hasta ayer. Y habrá que reunir a nuevas fuerzas políticas, y a viejos adversarios, para que prosperen esos mínimos comunes, que ahora serán aún más mínimos.
El movimiento triunfante no es una orgánica. No tienen líderes conocidos, tampoco se conocen sus agendas políticas o económicas. Y entre los perdedores también habrá un ajuste de cuentas que moverán lo poco que irá quedando de la vieja clase política.
Extrañamente, los mayores perdedores fueron los que firmaron para elegir a esta constituyente: nadie sabe para quien trabaja.
Pero golpe sentimental aparte, las empresas seguirán funcionando. También lo hacen en La Argentina, y lo hicieron en la UP. Es cierto que el proceso de inversión se hará más lento. Pero no va a desaparecer. Hay inversiones impostergables. Otras en marcha que no se pueden detener. Y la vida sigue para empresarios grandes, medianos y pequeños.
Tendrán que conocer a esos nuevos líderes independientes. Será un proceso de aprendizaje mutuo: para los nuevos políticos y para los viejos empresarios. El empresariado solo murió detrás de la cortina de hierro, y al final, rebotó en la ex URSS, en la China que fue de Mao y resucitará algún día en Cuba.
¿Se va a pasar susto? Claro que sí. Pero habrá, inexorablemente, una transición en que nadie querrá perderlo todo. Ya no hay bolcheviques. Es más, los que más perdieron han sido ellos, que desde 1989 ya no son actores en ningún país con algún peso específico a nivel mundial o regional.
Y el mundo se viene recuperando económica y políticamente, a pasos gigantes. China, EE.UU., Europa y Asia en general. Por eso suben los precios de los commodities -cobre incluido- y Chile está – quiéranlo o no algunos- en una economía mundial pujante. Y esa economía nos va a arrastrar hacia arriba, a pesar de la incertidumbre que hoy debe agobiar a muchos empresarios.
Ser empresario es enfrentar incertidumbres. Es aplicarles talento para salir adelante. Es aprender de las lecciones buenas y malas que trae la vida empresarial. Ahora enfrentan un escenario desconocido: no saben a quién hablarle. Tampoco saben lo que los nuevos dirigentes políticos piensan.
Se armarán nuevas alianzas, habrá nuevas conversaciones. Antiguos enemigos se transformarán en nuevos amigos. Y se van a repensar muchas prácticas elevadas a dogmas, tales como el híper presidencialismo, la súper focalización, y la sobrevivencia perdurable de la ex Concertación.
Y entre las nuevas caras elegidas hay muchas personas razonables. Solo que no los conocen, pero no hay caso: tendrán que conocerlos desde la humildad, virtud no tan común en el ambiente empresarial, donde todo es ser más grande, más potente y rentable.
Y el mundo no viaja hacia la izquierda. Es cosa de mirar a España, a Francia y Alemania. El socialismo europeo ya casi no existe. Bueno, parece que en Chile tampoco. Ni siquiera el PC chileno -uno de los pocos que van quedando- querrá que se les venga un muro encima. No querrán ser Venezuela, ni Cuba o la Argentina Kirchnerista.
Apareció una nueva clase política. Distinta, sin duda. Pero tampoco son marcianos. También se van a tener que entender con los empresarios. Y los empresarios con ellos. Y es muy probable que, de aquí a un año, la vida retome su normalidad.
Pero para eso es necesario dar la pelea en el mundo de las ideas y de las redes sociales. Contestarle a los “sabios”, que creen saber economía aprendiéndola desde Google. No dejar pasar a la ignorancia. No aceptar la dictadura soberbia del nuevo fascismo de izquierda.
En el mundo empresarial nada está fijo. Los ricos de antes de la UP no lo fueron después. Los de antes de la crisis del 82-85 ya no lo son. Y los que vienen serán otros.
Miren cuáles son las empresas más grandes del mundo hoy. Y ¿dónde están ahora Exxon, IBM, GE, etc.? ¿Quién conocía en los 80 a Bill Gates, Jeff Bezos o Elon Musk?
Como en las coplas de la muerte de Jorge Manrique: “¿Qué se fizo el rey Don Juan? Los infantes de Aragón, ¿qué se fizieron? ¿Qué fue de tanto galán? ¿Qué fue de tanta invención que truxeron?”.
Y este remezón va a lijar viejas herrumbres, y va a sacar a la luz nuevos talentos. La vida empresarial no es fácil. Pero es fascinante, y sobrevivirá este terremoto, como siempre lo ha hecho.
Esto no es peor que la UP en plena guerra fría. Ni el cambio del dólar de $39 a $65 en pocos meses. Ni el sismo del 2010.
Y al igual que esos eventos, será superado, porque hay talento empresarial. Donde no hubo talento fue en la clase política que nos arrastró a la realidad de ayer
Las opiniones en esta sección son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.
Fernando Wilson
Académico Facultad de Artes Liberales
NICOLAS KIPREOS ALMALLOTIS
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LA PALABRA Y EL ENEMIGO
“Existe una cruzada atávica contra el otro, contra la derecha, contra el neoliberalismo, contra las AFP, contra el sistema e incluso contra el Estado de Derecho”.
Leonidas Montes. El Mercurio, Columnistas, 29/04/2021
En este ambiente tan agitado, política e institucionalmente tenso, fue refrescante escuchar a Iván Jaksic hablando de Andrés Bello en la Academia Chilena de la Lengua. Su legado nos dejó profundas huellas. Llegó en medio de una crisis severa. Y todo lo hizo a través de la palabra.
Me acordé también de esa famosa carta que escribe al llegar a Chile. Echa de menos la pintoresca vegetación de Caracas, sus cultivos y la rica vida intelectual. Pero agrega que en nuestra incipiente patria se disfrutaba “de verdadera libertad; el país prospera; el pueblo, aunque inmoral, es dócil” (20 de agosto de 1829). Con nuestra libertad y prosperidad muy golpeadas, conviene pensar nuevamente sobre el sentido de esta frase.
Respecto de nuestra docilidad, la realidad ha cambiado. Solo recuerde esas colas del gran Transantiago, con miles de chilenos resignados y refunfuñando durante esas largas esperas. Partían a su trabajo al amanecer y regresaban de noche, cansados y echando una pestañeada con la cabeza apoyada sobre un vidrio empañado. Iván Poduje, en “Siete Kabezas”, atribuye al Transantiago gran parte de la ira acumulada. Esa rabia explotó con la crisis social del 18 de octubre. Sabemos que Chile ya no es un país dócil.
Nuestra inmoralidad no cambia. Basta ver las noticias o alguna prédica del Savonarola de turno en los matinales. En el debate ya no escuchamos mentiras ingenuas —esas equivocaciones que se pueden corregir y de las cuales uno se puede arrepentir—, sino engaños muy bien pensados y planificados. Por cierto, en períodos electorales abundan las promesas y las descalificaciones. La lucha por el poder aguijonea los ánimos. Y aunque la libido dominandi irrumpe con fuerza, también es cierto que los votos la tranquilizan.
En este mismo espacio escribí sobre la curiosa influencia de Carl Schmitt en Chile (aprovecho de agregar otra curiosidad: su influencia en China es grande).
Este férreo crítico del liberalismo y de la libertad —el Kronjurist que orientó el camino al Tercer Reich— centra su lógica política en una contienda entre amigos y enemigos. El enemigo es el otro que no piensa como uno, el extraño que no pertenece a la tribu. La política sería una guerra permanente, un estado de naturaleza hobbesiano. Estas ideas parecieran guiar el juego político actual. Javiera Parada fue tildada, a lo menos, de traidora. Y todo esto, por ser libre.
Además del evidente parlamentarismo de facto, vivimos una especie de binominal de facto. Como si regresáramos a la Guerra Fría, entramos en un odioso y peligroso juego de todos contra la derecha. En un país de amigos y enemigos, de buenos contra malos, esa simple expresión “por las buenas o por las malas” ha calado hondo. Existe una cruzada atávica contra el otro, contra la derecha, contra el neoliberalismo, contra las AFP, contra el sistema e incluso contra el Estado de Derecho. Y pareciera que todo eso se personificara en la figura del Presidente de la República.
El Presidente Piñera ha cometido errores. Tiene, como todos nosotros, sus defectos. Pero en esta campaña para convertirlo en el enemigo público por antonomasia, debemos reconocer su fortaleza y apego republicano.
Hace ya tiempo venimos caminado sobre una peligrosa cornisa. Hace ya tiempo hay señales inquietantes. Se celebra a Lenin, se llama a desconocer las elecciones en Ecuador y la comisión de Derechos Humanos de nuestro Senado sería presidida por un amigo, promotor y defensor de la dictadura venezolana.
Pese a todo, el espíritu liberal y republicano de Andrés Bello sigue vivo. Y para eso los tres poderes del Estado —Presidencial, Legislativo y Judicial— deben sostener el edificio institucional. Como decía Andrés Bello, la palabra, la política y la ley deben caminar de la mano. Esta es la mejor vacuna contra la decadencia institucional.
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Adolfo Paúl Latorre
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EL AFÁN DISCURSIVO DE SER “COOL” O LA AUSENCIA DE TINO: LAS FUNCIONES DE LAS FUERZAS ARMADAS EN CHILE EN EL MARCO DE LA CONSTITUYENTE
En las últimas semanas he seguido con atención el debate sobre las posibles funciones y vinculaciones respecto de las Fuerzas Armadas en el contexto de la próxima discusión constituyente del país.
Dra. Loreto Correa Vera, Investigadora CIEE-ANEPE – ANEPE, Columnas, 26/01/2021
En las últimas semanas he seguido con atención el debate sobre las posibles funciones y vinculaciones respecto de las Fuerzas Armadas en el contexto de la próxima discusión constituyente del país.
No se trata, por cierto, de un debate sobre preferencias de desarrollo, estimaciones de crecimiento, proyecciones sobre la industria. Se trata o se ha tratado de un ejercicio de suyo ideológico y polarizado en el contexto de la mirada auto referente respecto del Estado de Chile en el contexto regional y mundial sobre la seguridad y la defensa.
Desde ya hace algún tiempo, largo tiempo, la premisa que las Fuerzas Armadas deben ser o no ser tal o cual cosa para y en función del poder civil demuestra que en Chile se ha instalado una discusión pacifista.
Resulta cool, de moda, progresista y “moderno”, señalar por ejemplo que las Fuerzas Armadas deben disminuir su estructura porque son un enorme gasto de la nación. Más cool resulta apuntar que como tienen pensiones más elevadas que el resto, se trata de una injusticia social enorme. En tanto que la guinda del pastel señala que como América Latina es una “zona de paz”, no se necesitan.
En ese marco, una serie de analistas nacionales, y el Grupo GADFA en su conjunto, se han referido de manera aleatoria a la futilidad de las Fuerzas Armadas y su importancia para el país.
Intentar entender qué o quiénes están detrás de estas argumentaciones o motivaciones es un tema.
Veamos quiénes. Lo primero, hombres mayores, con o sin vinculación política castrense. También, hay tecnócratas aficionados a los números y cientistas sociales cercanos al ALBA y la UNASUR.
En el debate, han aparecido, por cierto, algunos exembajadores y, por último, políticos que han encontrado en el tema de las Fuerzas Armadas un mecanismo para mantenerse vigente en los medios de comunicación.
Desde la vereda del frente, contestan, exmilitares y un centro de estudios con elevada presencia en los medios, porque reúne lo que todos los cientistas sociales deseamos: recursos y plataforma digital para expresar ideas.
Sin embargo, ya sea desde una u otra vereda, resulta preocupante que haya mensajes estilo “el sofá de Don Otto” en la materia. Implícitos como: “acabemos con el poder de las Fuerzas Armadas porque no hay amenazas de invasión de nadie”. “Terminemos con los privilegios de las Fuerzas Armadas, porque no se lo merecen por lo que ocurrió en la dictadura”. “Hay que castigarlos por lo que hicieron durante el gobierno militar y porque no han pedido perdón”. “Hay que contenerlos, amarrarlos bien amarrados, porque son una amenaza en sí misma en relación a la institucionalidad y cualquier día vuelven a hacer otro golpe de Estado”.
Tal sinceridad no se expresa abiertamente porque sería obsceno hacerlo. Sin embargo, de todas las frases que han sido expresadas, hay una que llama poderosamente la atención y que menciona pasar integrantes de las Fuerzas Armadas a Carabineros.
Al respecto, y uno esto con el debate sobre la presencia de las mujeres en el debate nacional, me parece que llegó la hora de expresar la falta de tino que manejan estas intervenciones donde la preservación y la integridad del Estado de Chile – en este caso- está ausente. Cual más cual menos, apuntan a dibujar encima de la realidad –desde un mundo de fantasía, donde el peligro transnacional no existiría- un nuevo rol de las Fuerzas Armadas, sobreponiéndose a decisiones individuales y trayectorias vocaciones de todo tipo que por más de 200 años ponen en valor los tres pilares del Estado de Chile: autodeterminación, soberanía y territorio.
Así, los elevados pensamientos de los colegas apuntan más a una “gusticia”, que a una “justicia” en el marco republicano; un “deber ser” acorde con mecanismos de países lejanos y/o en las antípodas geográficas del planeta. Ejemplos que omiten que, si tal o cual país se vieran amenazado, lo más probable es que recibiera ayuda de la OTAN o de los Estados Unidos en su rescate.
De este modo, el problema de comprensión de la realidad y el contexto chileno es tanto o más notorio, cuando las argumentaciones reflejan etapas no superadas en la vida.
Odiosidades con justificaciones que ni siquiera Michelle Bachelet en su historia de vida familiar se atrevería a argumentar. Es más, nunca lo hizo. En ese plano, el discurso del abogado Rendón ameritaría una revisión personalísima.
Pero más complicada es la argumentación del GADFA, que reúne a políticos y embajadores que se refieren a las Fuerzas Armadas en un debate que no llegó al siglo XXI y convive con fantasmas del siglo XX.
En este plano, la sinceridad es madre de la razón. Los pactos sociales de los países nacen desde el respeto a todos los actores. No hay unos actores más legítimos que otros.
Por ello, lo primero, es la profunda convicción que hablar de defensa y no involucrar a la política exterior del país es una omisión integral al asunto. La defensa es un pilar clave para mantener o no la soberanía nacional, claro está. Un ejemplo: Si el Estado de Chile ha defendido sus principios en La Haya recientemente, no es solo porque cree que los países vecinos, tienen o no tienen razón. Es porque detrás de la política exterior nacional está la defensa nacional de respaldo.
Es esta fuerza, cientos de miles de hombres y mujeres con vocación, que han decidido en tiempos de paz ponerse al servicio del país porque lo aman y desean servirle. Por ello, con todas sus letras resulta maniqueo apelar a los 70, 80 y hasta la realidad de los 90, pasado que evidencia una ignorancia obsesiva.
Por otra parte, y esto le duele a un sector político nacional, una parte de la juventud chilena admira, pese a los esfuerzos en contrario, a las Fuerzas Armadas de Chile. Y las admiran porque representan valores y principios que identifican un Chile capaz de alcanzar cualquier meta.
Entonces, ¿Vamos a refundar sus instituciones? ¿Con cargo a qué? ¿Contándoles qué historia? ¿O vamos a emprender el penoso y fracasado camino de la memoria histórica? Porque si es esto último lo que vamos a hacer como país y que ni en la propia Alemania hizo con sus Fuerzas Armadas, ¡cerremos la puerta y que se vayan todos para su casa!
Hoy, doctrinariamente hablando, no hay quien señale dentro de las filas que los problemas políticos del país son causados o factibles de arreglar con un liderazgo castrense. Y en este plano, valga contradecir la ligereza de Jorge Baradit, quien las acusa de ser “un botón de pánico de Chile cada cuarenta años” o de ser responsables institucionales de “las enormes c… HISTÓRICAS” del país, haciendo borrón y cuenta nueva de las sentidas palabras de Patricio Aylwin al respecto.
Es esta juventud y una parte de la nación que quiere paz social, desarrollo y un país sólido, la que sabe que las Fuerzas Armadas chilenas no han salido de sus cuarteles sino por la presión de la clase política.
En función de esta realidad, enrostrarle a las Fuerzas Armadas relatos y argumentaciones latinoamericanistas como hace el GADFA, es ubicarlas en un plano caudillista que no solo no procede, resultan ser un falso dilema que no aplica a Chile, un “artefacto althusseriano” .
Siendo serios, la topografía del poder exige, antropológicamente hablando, abandonar el espejo retrovisor. Y siendo aún más francos: mantener el discurso de los 17 años de dictadura y recordar el golpe de Estado una y otra vez, sin recordar además que los que están vivos y fueron responsables de delitos están presos, es muestra que hay mucha gente que no avanzó en su vida lo suficiente en términos ideológicos y que ignora lo que actualmente las Fuerzas Armadas hacen o no hacen, o cómo lo hacen. Ese mundo, y particularmente, después de lo que hemos visto en estos días en Estados Unidos, murió hace años. Resígnense, actualícense.
Un segundo punto es la mirada de futuro. Las Fuerzas Armadas de Chile tienen enormes desafíos y roles en tiempos de globalización que no son ni remotamente cercanos a los roles tradicionales de la Guerra Fría.
Son cuerpos disciplinados y jerarquizados con capacidades para cumplir funciones específicas que no podría cumplir nadie más dentro del país, ni una Guardia Nacional –si la hubiera-, ni la PDI o los mismos Carabineros, ya de suyo diversificados en una enorme cantidad de labores. Y lo más importante, no son ni quieren ser deliberantes.
Algo de ello esboza Ricardo Couyoumdjian en su columna de El Mostrador del 8 de enero de 2021. Sin embargo, además están el apoyo y soporte que prestan dentro del marco del Sistema Político Internacional a través de las operaciones de paz –cierto, suspendidas, pero no clausuradas de por vida.
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