General Baquedano. General invicto.
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NACIMIENTO DEL PRIMER EJÉRCITO NACIONAL
Instituto Histórico de Chile
El 2 de diciembre de 1810, la Primera Junta de Gobierno, emitió un decreto ordenando la conformación de varias unidades militares.
El documento, marcó el nacimiento del Primer Ejército Nacional. En él se disponía la creación de un Batallón de Infantería denominado Granaderos de Chile, de una unidad de Caballería con la designación de Húsares de Santiago y de cuatro Compañías de Artillería.
En la actualidad el Regimiento de Infantería N° 1 Buin, celebra en dicha fecha el aniversario de su creación, al ser heredero del mencionado batallón de infantería.
Esta unidad, que pasó por periodos de cesación, reactivación y cambios de nombre, tuvo una destacada, gloriosa y benemérita participación en las Campañas Militares de la Independencia, de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana y en la Guerra del Pacífico.
En 1906 el Batallón de Infantería N°1 Buin, fue transformado en el Regimiento de Infantería Buin N°1, perteneciente a la II División de Ejército y con asiento en la Guarnición de Santiago, con su cuartel en calle Recoleta.
En 1936, pasó a llamarse Regimiento de Infantería N°1 Buin del Coronel Juan de Dios Vial Santelices.
Años más tarde, en 1960, el regimiento pasó a ser motorizado y, en 1982 fue denominado Regimiento de Infantería N°1 Buin, heredero del Batallón de Infantería Granaderos de Chile, nacido en los albores de nuestra Independencia.
Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
UNA VISITA AL MUSEO DE HISTORIA MILITAR
Humberto Julio Reyes
Hoy, 21 de noviembre, he vuelto a visitar este museo que alberga la historia de nuestro querido Ejército.
Integrando una delegación del Regimiento Tradicional de Artillería “Santa Bárbara” hemos sido acogidos y guiados por sus tres salas de exposición permanente, escuchando a una simpática profesora de historia quien, didácticamente y respetando nuestra disponibilidad de tiempo, nos condujo desde la prehistoria de Chile hasta la década de 1960.
Posteriormente su dinámico director, General Antonio Yakcich, hombre profundamente estudioso de la historia nacional, nos llevó a la más reciente exposición temporal montada en homenaje al invicto General Manuel Baquedano González.
Pudimos también advertir que se preparaba otra próxima exposición cuyo tema no adelantaré en estas líneas.
Finalizamos compartiendo unos gratos momentos en su cafetería y entregamos al Director, a nombre de nuestro regimiento, una réplica de la blusa que lució en vida el Coronel Santiago Polanco Nuño, autor de tantos versos militares, himnos varios y amenas columnas de prensa de la más variada índole exaltando siempre los valores patrios y el espíritu militar.
En la réplica destacan sus parches negros y la insignia de su querido Regimiento “Tacna” que comandó en los años 1957 y 1958 siendo Teniente Coronel.
La prenda en cuestión está destinada a adornar una sala de la biblioteca del museo que ocupa, después de la remodelación, lo que fue el casino de alumnos en mis tiempos de cadete.
Para más de alguno en nuestra delegación fue una grata sorpresa visitar una exhibición que nada tiene que envidiar a museos de países desarrollados lo que me lleva a recomendar, a quienes lean esta columna y que aún no conozcan el museo, que no pierdan la oportunidad de recorrerlo, aprovechando de rememorar los años en que fuera cuartel militar, el “Alcázar de las 100 águilas” y, después de un tiempo en que funcionaron en él diversas reparticiones, destinársele como sede de la Escuela de Suboficiales.
Termino recordando que actualmente el museo custodia en forma temporal el monumento ecuestre del General Baquedano que ha sido restaurado y que actualmente compite con la tradicional escalera de piedra como lugar de preferencia para llevarse un testimonio gráfico de la visita a esta obra de muchos que han aportado con esfuerzo y dedicación para contar con un museo militar que debiera enorgullecernos.
Asalto y Toma de Pisagua
Ricardo Valenzuela Benavente *
Brigadier de Ejército
Con la captura del Huáscar en la batalla naval de Angamos el 8 de octubre de 1879, las aguas del Pacífico se encontraban a la disposición de Chile. La sección ofensiva de la armada peruana se halló reducida a la corbeta La Unión y esta tuvo que retirarse a El Callao, permitiendo a las fuerzas chilenas la posibilidad de invadir el territorio enemigo desde Iquique hasta Lima. Para las autoridades chilenas, había llegado el momento extender la campaña terrestre más allá de Antofagasta.
La elección del punto de irrupción pasó a tener primera prioridad y fue objeto de arduas discusiones. Una corriente de la opinión pública, a la cual el ministro Santa María se adhirió inicialmente, sostenía que un ataque directo sobre Lima desmoralizaría completamente a los aliados y rápidamente le pondría término a la guerra. Esta opinión se vio contrastada por aquellos que centraron su atención sobre Tarapacá, cuyo control podía significar una cuantiosa indemnización al momento de entrar en negociaciones para ponerle fin al conflicto.
Esta última posición terminó por predominar ante la posibilidad de la intervención de potencias exteriores. Tanto los Estados Unidos como Europa tenían intereses comprometidos en la disputa y su creciente presión diplomática podía forzar a las partes a tener que llegar a un acuerdo. Mientras antes obtuviera Tarapacá como baza de negociación, más favorable sería la posición chilena.
La ubicación del ejército peruano del sur concentrado en Iquique, y del ejército del norte concentrado en la zona de Arica-Tacna, hacía evidente la elección de un punto que impidiera la reunión de ambos. Debía elegirse un lugar al norte de Iquique.
Decidido este asunto, se presentaron tres localidades del departamento peruano dónde dar inicio a la Campaña de Tarapacá: Pisagua, Iquique o Patillos. La elección se llevó cautelosamente y pendiente de varios factores particulares, el principal siendo la presencia de una línea férrea que pudiera llevar a la fuerza expedicionaria hacia el interior del desierto. Otros elementos bajo consideración fueron la existencia de pozos de agua accesibles y la presencia de las fuerzas peruanas-bolivianas, las que se hallaban concentradas principalmente en Iquique y en la zona de Tacna-Arica.
Finalmente, la decisión recayó sobre el ministro de guerra Rafael Sotomayor y el puerto elegido para iniciar la campaña fue Pisagua. Iquique fue rechazado por el gran número de fuerzas peruanas y bolivianas que allí se hallaban concentradas y Patillos fue descartado porque, a pesar que presentaba una base bien sostenible en su costa, no contaba con un fácil acceso hacia el interior. La caleta de Pisagua estaba a 190 kilómetros al norte de Iquique, tenía acceso directo al pozo de Dolores y poseía un ferrocarril en buen estado. Su conquista tenía el beneficio adicional de producir una brecha entre las fuerzas aliadas contenidas en Iquique y las que se estaban concentrando en el norte.
Un poco antes, el Ejército Expedicionario chileno terminó su concentración en Antofagasta y para el 28 de octubre ya se hallaba embarcado 9.500 soldados para el asalto anfibio, a la espera de la decisión final. Una vez que esta fue hecha, la armada expedicionaria encaló sin oposición el 2 de noviembre en la rada frente al puerto nortino.
El convoy naval zarpó el 28 de octubre desde Antofagasta y a las 7 de la mañana del 2 de noviembre recaló en Pisagua. El blindado “Cochrane” y la corbeta “O’Higgins”, a cargo del comandante Juan José Latorre Benavente y el Capitán Jorge Montt Álvarez, respectivamente, atacaron el fuerte sur. Casi simultáneamente rompían el fuego contra el fuerte norte la cañonera “Magallanes” y la goleta “Covadonga”, mandadas por el Capitán Manuel Orella Echanez y el Capitán Carlos Condell de la Haza.
Sus defensores, una guarnición aliada de alrededor de 1.400 efectivos y cuya bahía estaba defendida en sus extremos norte y sur con cañones Parrot de 100 lbs. se atrincheraron en torno a la bahía y en las zanjas de la empinada pendiente que la rodeaba. Ahí esperaron poder rechazar el embate de la fuerza militar chilena.
La rápida operación inutilizó los dos cañones Parrot que resguardaban la entrada de la playa y le permitió el acceso a la flotilla de botes que llevaba a las tropas terrestres. Cerca de las diez de la mañana, la primera de tres olas de desembarco llegó al punto de la bahía llamado Playa Blanca, bajo nutrido fuego del enemigo.
El desembarco inicial lo realizaron 450 hombres provenientes del Cuerpo Cívico Movilizado Atacama y de la Brigada de Zapadores, un número mucho menor al planeado originalmente para la operación. Esta también estuvo a punto de ser fracasar debido a la confusión reinante en el desembarco, en dónde los remeros de la flotilla se dejaron llevar por la pasión del momento y se unieron la fuerza del ataque cuando debían haber vuelto a los buques a transportar la segunda ola de desembarco. Frente a este retraso que bien podía hacer fracasar la completa operación anfibia, los buques de guerra de la expedición tuvieron que reanudar su bombardeo en auxilio de los soldados en Playa Blanca.
Gracias a este respiro, las fuerzas ya desembarcadas pudieron reorganizarse y la flotilla de desembarco se devolvió en busca del resto de las tropas. A tres horas del primer desembarco y dos oleadas después, la fuerza de ataque se halló con suficientes efectivos para hacer retroceder al enemigo.
Con la artillería de los buques se atacó exitosamente el ferrocarril y los montones de carbón y salitre, donde se mantenían refugiadas gran parte de las tropas enemigas. Las granadas navales encendieron el salitre y comenzaron los incendios.
Siguió un encarnizado combate en las trincheras inmediatas a la costa, la vanguardia expedicionaria inició el penoso ascenso por la empinada pendiente que rodeaba a la bahía. En un período de dos horas, los soldados chilenos lograron alcanzar la meseta de Alto Hospicio, realmente agobiados por el cansancio, coronando la cima y con ello, el acceso al desierto interior.
A las dos y media de la tarde, el territorio se hallaba bajo el control de las fuerzas chilenas. Frente a una pérdida de cincuenta y ocho muertos y 173 heridos, la fuerza expedicionaria había logrado poner en fuga a la guarnición aliada e inició con una entrada triunfante, la Campaña de Tarapacá.
El enemigo había retirado ya sus efectivos hacia el interior. Las naves, que ya silenciaban sus cañones pudieron ver a las tres de la tarde como el teniente Rafael Torreblanca del Regimiento Atacama, clavaba la bandera chilena en un poste de Alto Hospicio.
Las bajas de los adversarios aliados fueron calculadas en 200 entre muertos y heridos. Con este desembarco, las fuerzas chilenas se ubicaron como cuña entre el ejército aliado de Tarapacá y el de Tacna y abrieron un importante acceso al territorio enemigo. La campaña terrestre se había iniciado con una victoria conjunta de las Fuerzas Armadas de Chile.
Este hecho constituye el primer desembarco anfibio orgánico efectuado en el mundo y se convirtió en un ejemplo típico de este tipo de operación militar, tanto por su organización, como por su ejecución, que hasta nuestros días se estudia en las Academias Militares y Navales del mundo.
Honremos pues hoy, la memoria de estos ciudadanos de uniforme, que con su sangre y arrojo nos legaron el país que hoy habitamos y de cuyos nombres ni siquiera recordamos, seamos capaces de pregonar que allí murieron por defender la Patria y sus seres amados.
* Especialista en Estado Mayor de la Academia de Guerra del Ejército
Edición del sitio Web de Cosur Chile y de su revista digital “Tres Espadas”
Av. Bernardo O’Higgins 1452, piso 3, Santiago. www.cosur.cl y contacto@cosur.cl
Boletín correspondiente al mes de octubre del Instituto O´higginiano de Chile
EDITORIAL
En este mes de octubre 2022, nuestra institución, desarrollo un extenso programa de actividades a través de nuestras filiales nacionales y extranjeras, destacándose la activa participación de nuestros Consejeros Nacionales y miembros de número en la difusión de la vida obra u legado del Padre de la Patria don Bernardo O’Higgins Riquelme, y que se resaltan en las páginas de este boletín.
Destaco, por lo significativo la solemne ceremonia en la catedral de Santiago, el lunes 24 de octubre, ocasión en la que se conmemoro los 180 años del fallecimiento del Padre de la Patria don Bernardo O’Higgins Riquelme. El Instituto que lleva su nombre, con la asistencia de su Consejo Nacional, sus miembros de número, autoridades civiles y militares, representantes del cuerpo diplomático agregados militares, y los ciudadanos de Santiago, se reunieron con gran concurrencia en la Catedral Metropolitana. En la Homilía se destacó el recuerdo de su vida y obra dedicado a Chile, es un modelo de servicio a y ejemplo para las nuevas generaciones por su sacrificio y legado a su pueblo, al que nunca olvidó, aun en su destierro, tal así, que sus últimos pensamientos fueron para su amada nación. “No trepido en asegurar, que siempre he considerado como lo más importante, la Unidad de todos los chilenos, de sur a norte, de oriente a poniente, de cordillera a mar, en una gran familia”. y Magallanes … Magallanes. Las obras de O’Higgins perduran hasta nuestros días, nuestra identidad republicana, al crear nuestra ciudadanía, la denominación de chilenos firma la independencia, creación de la bandera e himno nacional, la implementación en su reglamento y constitución de los tres poderes del estado, la creación de la Escuela Militar, La Escuela Naval, la reapertura de la Biblioteca Nacional y el Instituto nacional, entre otras.
Congregados en la catedral de Santiago el Instituto O’higginiano de Chile, renovaron su compromiso de seguir trabajando por mantener su legado, de amor a la Patria servir y procurar siempre lo mejor para nuestro país en un clima de unidad respeto y fraternidad. El invaluable ejemplo de su vida será para todas las generaciones de chilenos, el lucero que nos guie y como el Réquiem creado para el Liberador, en esta ocasión, “transformar en virtud, en comprensión fraternidad y solidaridad” todos los desafíos que como hombre y con visión preclara el Padre de la Patria y héroe inmortal debió asumir y lego como ejemplo.
Rodolfo Pereira Albornoz
Presidente Instituto O’higginiano de Chile
Los invitamos a leer el boletín completo en el siguiente link: BOLETIN OCTUBRE Instituto O’Higginiano
HISTORIA Y MITOS
Socio GDB Humberto Julio Reyes[1]
La Historia que conocemos, sea que provenga de textos leídos, narraciones o películas, por citar las formas más usuales de transmitirla, contiene habitualmente no pocos mitos.
La estatura de Napoleón o el color blanco de su caballo; Bolognesi y su suicidio desde la cima del Morro; para qué decir la Guerra de Troya.
Esto es especialmente notorio en las versiones encontradas de los historiadores de países que se han enfrentado en guerra donde cuesta encontrar objetividad, especialmente si se trata de reconocer los valores del contrario.
Sin embargo una publicación relativamente reciente de la Academia de Historia Militar de Chile, pareciera que hace un significativo aporte al conocimiento lo más cercano a la realidad de un épico hecho de armas.
Me refiero a “Los inmortales del Morro de Arica” del abogado y profesor universitario Rodrigo Ugalde Prieto quien ha realizado una profunda y minuciosa investigación de todas las fuentes disponibles para confrontar las distintas versiones y arribar a conclusiones que pueden estimarse realmente objetivas.
Algunas de esas versiones las he leído, la mayoría no, ya que tampoco pretendo posar de profundo estudioso de esta acción en particular sino más bien poseer quizás un conocimiento que va más allá del necesario para una conferencia patriótica al contingente.
Sin embargo, desde mi particular punto de vista, lo que más me ha llamado la atención es la forma en que el autor desmitifica algunas de las leyendas que habitualmente hemos tendido a asumir que son ciertas.
Desde “mi más tierna infancia” dibujaba el Morro y a un jinete lanzándose desde la cumbre y por supuesto que creía que era el mismísimo Coronel Bolognesi, tardando muchos años en aceptar que no se trataba de él sino que de otro jefe peruano.
También he modelado una figura del Emperador sobre un caballo blanco (gris para usar la nomenclatura equina) aunque con los años he leído de monturas de diferentes colores que tuvieron la enorme responsabilidad de llevarlo como jinete. También he leído que no destacaba en esta condición, ¿será cierto o es otro mito?
Vuelvo a los mitos del Morro los que el autor desmenuza por así decirlo al contrastarlos con la evidencia disponible, fundamentalmente las versiones de los protagonistas del glorioso hecho de armas.
No los voy a señalar en estas líneas ya que confío haberlos motivado a que lean este magnífico trabajo, el segundo del autor referido a la Guerra del Pacífico, pero algo adelantaré al decirles que el lema vigente en el Ejército del Perú, “Hasta quemar el último cartucho”, corresponde como es sabido a parte de la respuesta que el caballeroso Coronel Bolognesi diera al igualmente caballeroso Mayor Salvo cuando le intimó la rendición.
Nótese que no se comprometió a no rendirse sino a combatir mientras considerara que contaba con los medios de hacerlo, no fue un “Vencer o morir”, aunque ello no le resta mérito, especialmente si uno se detiene en los rasgos que adornaban la personalidad de este héroe que sí murió combatiendo por su Patria.
Termino señalando que considero de especial interés los aspectos biográficos de los mandos que se enfrentaron que, a no dudarlo, han sido inmortales y confío en que lo seguirán siendo.
[1] Profesor de Academia en Historia Militar y Estrategia. Magister en Ciencias Militares.
RESTAURACIÓN DE LA CASA O’HIGGINS REVELA HALLAZGOS CONSTRUCTIVOS
Íñigo Diaz
El Mercurio, 31/10/2022
Incluso hoy, que se encuentra rodeada de edificios actuales de densificación urbana en el centro de Santiago, la casona se termina imponiendo en el entorno de calle Santo Domingo, con amplia fachada de 150 m2, sus muros de adobe de 80 centímetros de espesor, alto pórtico y una hilera de ventanas que dan a la estrecha vereda.
De una planta, tiene tres patios, 18 habitaciones de 3,6 metros de altura y unos 1.000 m2 construidos en total.
Y por su valor como ejemplar de la arquitectura colonial urbana cuenta con estatus de Monumento Histórico desde 1981.
Es la casa Santo Domingo 623 – 627, una denominación técnica que identifica al edificio en las direcciones en que se encuentra, pero por su historia los investigadores también la han conocido como la Casa O’Higgins: el la adquirió a su propietaria, María del Rosario Melchora Puga y Vidaurre.
Veinte años menor, fue la madre de su hijo Demetrio.
Desde 2019, un equipo de especialistas del Grupo Praedio se encuentra desarrollando un plan maestro de restauración para una de las residencias capitalina más antiguas vigentes, junto con la Casa Velasco, a veinte pasos de ahí.
“La Velasco es un ejemplar colonial muy valioso. Conserva su pilar en la esquina, pero, en cambio, ha tenido muchas intervenciones posteriores que le han incorporado elementos decorativos no coloniales. La Casa O’Higgins mantiene sus atributos del siglo XVIII casi intactos”, dice María Jesús Guridi, directora de Praedio.
Se refiere, por ejemplo, a esos tres patios interiores, que en su tiempo contaban con funciones específicas. “El primero tenía una dimensión social; el segundo representaba el espacio privado y el tercero estaba dedicado a las zonas de servicio de la casa”, explica.
Original del siglo XVIII en calle Santo Domingo, es un emblema colonial en medio de una ciudad transformada. Las obras de la techumbre dejaron a la vista materialidades y tecnologías de hace cerca de 200 años intactas. |
Pero existe el hallazgo de un atributo original más, que los especialistas de Praedio están dando a conocer.
Coligüe y curagüilla. Desde el inicio del plan, el equipo ha logrado finalizar dos de las etapas de rescate de la fachada de calle Santo Domingo, que le ha dado una presencia en el barrio.
Luego le siguió una actualización de los sistemas eléctricos.
El objetivo es recuperar la totalidad de la casa para fines culturales y sociales. La organización propietaria, cuyo rol original estaba en el socorro y atención de salud a las personas necesitadas, planea darle un programa nuevo y sustentable como centro cultural, con salas de exposiciones, salas de conferencias, oficinas para organizaciones y espacios de acceso público.
La tercera etapa está en marcha con la intervención de la techumbre, unos 500 m2 de tejas musleras originales -es decir, moldeadas en el muslo del artesano-, piezas de 60 x 35 cm.
“Al retirar las tejas nos encontramos con el encañado original de la casa, lo que representa un valor extra al proyecto pues se releva el sistema constructivo de su tiempo”, dice Jorge Domínguez, ingeniero a cargo de la restauración de la techumbre.
“De esa gran superficie que estamos interviniendo, existen unos 120 m2 sanos”, agrega.
La Casa O’Higgins exhibe vigente un sistema constructivo que comenzó a desaparecer -señala Domínguez- hace unos 140 años. Los restauradores descubrieron una cubierta de tierra de 20 cm de espesor, que permitía estabilizar las tejas y proveer de aislación térmica del edificio.
Bajo ella se encuentra una cama de curagüilla, la fibra utilizada en la fabricación de escobas típicas, y luego un entablado de coligüe con amarras de cáñamo. “Esa construcción viene del siglo XVIII y funciona en perfecto estado. Creemos que la materialidad proviene de las riberas del Mapocho”, infiere Domínguez.
La intervención en el techo del patio principal finalizará en enero, pero los problemas mayores están identificados en el tercer patio, donde la falta de mantención de las cubiertas ha ocasionado acumulación de material y atascos en las bajadas de aguas lluvias, lo que ha deteriorado sostenidamente la materialidad de los muros.
“Una etapa de trabajos ahí es lo que viene en el plan de restauración. La casa estará terminada en 2025”, cierra María Jesús Guridi.
Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional
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