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NOBOA, ECUADOR Y CRISIS DE EMBAJADAS: EL ANTIHEROƍSMO SIN REPARAR EN MEDIOS. Gilberto Aranda B., Profesor titular Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.

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News, RELACIONES INTERNACIONALES Y SEGURIDAD
FJDM-C
Abril 13, 2024

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Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā NOBOA, ECUADOR Y CRISIS DE EMBAJADAS:

Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā  Ā EL ANTIHERƍSMO SIN REPARAR EN MEDIOSĀ Ā 

Gilberto Aranda B., Profesor titular Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.

El Mostrador, AnƔlisis, 12/04/2024

Noboa, el 21 de abril, ha planteado un referendo con 11 preguntas, que busca confirmar su política de seguridad y combate a la delincuencia, sin óbices de ningún tipo. Como todo antihéroe, es crucial imponer sus términos y desde ahí reconstruir Ecuador conforme a su plan, sin dilaciones.

El héroe y el villano son los arquetipos del bien y el mal que mitos inmemoriales e históricos galvanizan a través del tiempo, y que son recogidos por relatos y géneros de ficción.

El antihéroe, en cambio, es mÔs cercano a nuestra época, un ser que habita en un Ôrea gris, pudiendo ser asocial, amoral, a menudo inteligente, aunque poco ortodoxo en la consecución de sus objetivos, lo que implica un nivel de enajenamiento que no repara en la crueldad o los efectos de su proceder.

Sus atributos simplemente no corresponden al clƔsico hƩroe Ʃpico, ya que, aunque sus fines pueden ser evaluados como beneficiosos, sus mƩtodos, intenciones o motivos sencillamente no lo son.

El presidente Daniel Noboa, obsesionado con el camino de Bukele, un sheriff mandatario para quien los condenados por delitos penales y civiles pierden todos los derechos, incluyendo aquellos fundamentales derivados de su condición humana –una variante extrema de las tendencias descritas por la literatura como populismo punitivo y penal–, ha superado a su ā€œmaestroā€.

Tras los episodios de fuga de jefes de pandillas desde recintos penitenciarios ecuatorianos y la toma de un canal guayaquileƱo, el jefe de Estado de El Salvador dejó un mensaje en la red social X, ā€œno es soplar y hacer botellasā€, alusivo a la campaƱa previa del Gobierno ecuatoriano para construir megacĆ”rceles.

Noboa tomó nota, firmando el decreto 111 que declaraba conflicto armado interno y ordenaba a las fuerzas militares neutralizar a grupos. También decretó que 22 grupos del crimen organizado eran organizaciones terroristas y actores no estatales beligerantes, como en un Estado de guerra.

SĆ­, definitivamente habĆ­a un nuevo comisario en el pueblo, dispuesto a hacer cumplir la ley a como dĆ© lugar, incluso si el uso de fuerza bĆ©lica defensiva fuera empleado en entornos urbanos, sin la preparación debida para prevenir lo que despuĆ©s llaman ā€œdaƱos colateralesā€.

Aquí y allÔ varios aplaudieron al joven presidente por su determinación para enfrentar bandas criminales y en general a quien rompiera la ley, también por corrupción, cayera quien lo hiciera.

Allí apareció el caso de Jorge Glas, mano derecha del expresidente Rafael Correa, vicepresidente y superministro estratégico, condenado a 14 años, de los cuales cumplió solo 5, al ser excarcelado por motivos de salud en 2022.

Hace unos meses, la mÔxima instancia judicial ecuatoriana abrogó la decisión de liberar a Glas. El correísmo se movió rÔpido y planificó la salida del país de uno de sus mÔs fieles partidarios, quien no ha implicado a su jefe en desvíos de fondos.

El exvice entró a la embajada mexicana en diciembre último para reclamar asilo político. México, un país con una dilatada tradición en esa Ôrea, que históricamente recibió desde refugiados de la guerra civil española y de las dictaduras consureñas hasta mandatarios desalojados por golpes de Estado, como Evo Morales, otorgó la protección y asistencia a Glas la semana pasada.

Quito respondió que no emitirĆ­a ningĆŗn salvoconducto para que el polĆ­tico ecuatoriano saliera del paĆ­s. Hasta allĆ­ habĆ­a alguna alternativa para la crisis, desde denegar la autorización de traslado –reproduciendo el caso Assange con un Glas viviendo en la embajada de MĆ©xico– y/o interponer una demanda ante un tribunal internacional, reclamando que no se cumplĆ­an las condiciones para el amparo polĆ­tico concedido. Pero Noboa tomó otro derrotero.

El pasado viernes 5 de abril, efectivos de seguridad ecuatorianos invadieron el recinto que alberga la misión diplomĆ”tica mexicana y ā€œredujeronā€ a los funcionarios diplomĆ”ticos que les impedĆ­an sacar al acusado por tres casos de corrupción.

Una lesión flagrante a la Convención de Viena de 1961, que establece la inviolabilidad de las embajadas como una de las piedras angulares de la convivencia civilizada de los Estados, a la que Ecuador libremente adhirió. Así, el gobernante que intenta imponer el orden interno para dar tranquilidad a la ciudadanía, desprecia el derecho internacional, sumiendo a su país en el descontrol en sus relaciones externas.

Desde luego, no es que no existieran ataques a misiones diplomÔticas en los últimos 60 años. Sí se han producido, aunque en otros contextos de inestabilidad política, guerras civiles o internacionalizadas.

El 4 de noviembre de 1979 la embajada estadounidense de IrÔn fue acosada por cerca de un millar de estudiantes iraníes adherentes a la revolución islamista, que poco antes había derrocado al régimen del Shah.

Cincuenta y dos estadounidenses fueron hechos rehenes por 444 días (hasta el 20 de enero de 1981), en una crisis iniciada por la violación del principio de derecho internacional sobre la inmunidad diplomÔtica, y que terminó pesando en la no reelección de Jimmy Carter.

Al Qaeda, y su pretensión de destruir el orden internacional para instaurar un califato, atacó las embajadas de los Estados Unidos en Nairobi (Kenia) y en Dar es-Salam (Tanzania) el 7 de agosto de 1998. Los ataques, que dejaron a 213 personas muertas, entre ellas doce estadounidenses, marcaron la emergencia de Osama bin Laden como el enemigo mĆ”s buscado por Estados Unidos, y una reacción de la potencia global que incluyó uso de misiles contra los ā€œsantuariosā€ de la facción radical islamista en AfganistĆ”n y SudĆ”n.

Menos de un año mÔs tarde, el 7 de mayo de 1999, durante la campaña de bombardeos de la OTAN sobre la antigua Yugoslavia, fue alcanzada la embajada de la República Popular China en Belgrado, matando a tres periodistas chinos. El presidente Bill Clinton ofreció una disculpa formal ante las bajas accidentales, aunque no por eso dejó de irritar a Beijing.

Hace poco mƔs de una semana, las Fuerzas de Defensa de Israel atacaron por aire el edificio anexo del consulado adyacente a la embajada iranƭ en Damasco, asesinando a diecisƩis personas, incluido el alto comandante de la Fuerza Quds de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria IslƔmica (CGRI), el general de brigada Mohammad Reza Zahedi, mƔs otros oficiales iranƭes.

El portavoz de la defensa israelí, Daniel Hagari, aseveró que el objetivo era un edificio militar de las fuerzas Quds y no una embajada, sin embargo, TeherÔn se ha reservado el momento y el lugar para una represalia que hay que dar por descontada.

Queda claro que en estos entornos no existe nada parecido a cierto orden internacional que norme y obligue a las potencias a tener lĆ­mites en su comportamiento. Todo es dictado por la necesidad interna o, simplemente, por la voluntad polĆ­tica de sostener un gobierno –como el de Netanyahu, solo justificado en la Guerra– o de alcanzar la ansiada popularidad.

Este también parece ser el caso de Noboa. Así, si obtiene un buen resultado en la consulta popular, quedaría en buen pie para enfrentar una eventual campaña de reelección en 13 meses mÔs.

En ese cuadro electoral y de marketing político, no parecen importar demasiado los compromisos internacionales de su país en materia de convivencia entre Estados. Lo anterior aun cuando la irrupción en un recinto diplomÔtico no sea conforme a derecho internacional, es decir, que sea ilegal.

Tampoco es relevante que en esta parte del mundo dicha violencia sea un hecho inĆ©dito, al punto que el canciller YvĆ”n Gil, del rĆ©gimen de Maduro –que recientemente ha arrestado a varios dirigentes polĆ­ticos opositores cercanos a MarĆ­a Corina Machado–, refiere con desplante que ā€œni en las mĆ”s atroces dictaduras en la región, como la de Augusto Pinochet en Chile o Jorge Rafael Videla en Argentina, se ha registrado un acontecimiento asĆ­ā€, lo que es bĆ”sicamente correcto.

Incluso la cancillería argentina, cuyo Presidente Milei se ha enzarzado en un tiroteo verbal con el presidente Andrés Manuel López Obrador, no ha dudado en rechazar el asalto a la embajada mexicana.

Por cierto, la decisión de México de romper relaciones es completamente sensata, aunque el asunto no quedarÔ allí. Ya se ha trasladado a foros regionales y podría haber una demanda ante tribunales internacionales, aunque lo mÔs preocupante es que otro aventurero político, en busca de respaldo popular, no dude en ordenar el ingreso a una embajada si la oportunidad lo amerita.

De tal manera parece que regresamos a otros tiempos, como cuando Pancho Villa invadió Nuevo México, propiciando una matanza en Columbus el 9 de marzo de 1916.

La respuesta a semejante tropelía por parte de Washington fue enviar una expedición punitiva al mando del general Pershing, que se internó en territorio mexicano por 11 meses, sin pedir permiso a nadie y sin la aprobación de ninguna facción en la Revolución mexicana. Eran otras épocas, aunque no tanto.

Si en ese entonces se decĆ­a ā€œpobrecito MĆ©xico, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidosā€, hoy podrĆ­amos decir ā€œpobre MĆ©xico, irse a topar con un antihĆ©roeā€.

Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de  Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

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