La ingeniosa estrategia ucraniana que podría ganar la guerra (1) por Myck Ryan Líder militar y estratega—- Diagnóstico equivocado y propuesta obsoleta por Fernando Thauby García Capitán de Navío IM—¿Aprobar para rechazar? (1) Cristián Warnken
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Presentamos tres artículos de sumo interés, relacionado con los temas propios de la actualidad nacional y mundial, que se encuentra esta semana en portada de cosur.cl les invitamos a leerlos. Ello también se encuentran almacenados junto a muchos más en el sitio Web de Cosur y que divulgan cada mes en el Canal de YouTube Derrotero Digital
La ingeniosa estrategia ucraniana que podría ganar la guerra (1)
Myck Ryan. Líder militar y estratega
A lo largo de su campaña en Ucrania, el ejército ruso se ha visto obligado continuamente a reevaluar sus objetivos estratégicos. El plan “A” consistía en apoderarse de Kiev, Járkov y otros puntos clave, capturar a los líderes gubernamentales y forzar un acuerdo político de Ucrania. El desempeño en el campo de batalla de los ucranianos y el liderazgo estratégico del presidente Zelensky rápidamente revelaron la locura de este plan.
El plan “B” para los rusos consideró ataques de múltiples ejes en el Sur, Este, Noreste, Norte y en los cielos sobre Ucrania, distribuidos en un calendario más extenso. Esta estrategia también fracasó. Luego cambiaron a un enfoque en el Donbas y la creación de un “puente terrestre” desde Rusia a Crimea. Desde que comenzó la invasión en febrero, los rusos han degradado constantemente sus objetivos políticos en Ucrania y la estrategia para alcanzarlos.
Esto no es inusual en la guerra. Mientras que los objetivos políticos determinan cómo se lleva a cabo la guerra y qué batallas se libran, las batallas también modifican los objetivos políticos. Como escribió recientemente el estratega estadounidense Eliot Cohen, “mantener un sentido de dirección en la guerra es una lucha constante para los líderes políticos y militares en la cima, por lo que los oficiales de Estado Mayor (y los periodistas o comentaristas) están condenados a la frustración”.
Los ucranianos no han sufrido un nivel similar de cambio de objetivos. Quizás, como defensores, sus objetivos son simples: preservar su soberanía, su gente y su tierra. Pero, más recientemente, la noción de victoria sobre Rusia se ha incorporado en el discurso estratégico.
El ejército ucraniano, tranquilizado por la firmeza de sus lideres políticos, ha demostrado tener consistencia a lo largo de la guerra.
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Los ucranianos lo han logrado mediante la adopción de una estrategia militar simple: la corrosión. En Australia, describimos la capacidad de luchar como “poder combativo”. Se compone de componentes físicos, morales e intelectuales. El enfoque ucraniano ha vaciado la capacidad física, moral e intelectual de Rusia para luchar y ganar en Ucrania, tanto en el campo de batalla como en el entorno de información global.
Esta estrategia de corrosión ve a Ucrania atacando a los rusos donde son débiles, al mismo tiempo que usa parte de su poder de combate para retrasar las fuerzas de combate rusas. El historiador y teórico militar británico, Basil Liddell Hart, describió esto como la aproximación indirecta. En su libro clásico, “Estrategia”, escribe cómo “rara vez se han logrado resultados efectivos en la guerra a menos que el enfoque haya sido tan indirecto como para asegurar que los oponentes no estén preparados para enfrentarlo. Esta aproximación indirecta ha sido por lo general física y siempre psicológica”.
Los ucranianos se han tomado muy en serio este consejo. Han atacado los sistemas de apoyo físico más débiles de un ejército en el campo: redes de comunicaciones, rutas de suministro logístico, áreas de retaguardia, artillería y a generales en sus puestos de mando. En la Batalla por Kiev, los ucranianos pudieron luchar contra los rusos hasta detenerlos porque lograron penetrar las áreas de retaguardia rusas y destruir partes de su apoyo logístico. Corroyeron la expedición realizada en el norte de Rusia desde dentro y, finalmente, forzaron su humillante expulsión de Ucrania.
En el Este, los ucranianos han vuelto a adoptar esta estrategia de corrosión. Están atacando la logística rusa, aunque los rusos se han movido con más cautela. Los ucranianos también han atacado capacidades críticas como las de ingeniería militar, drones de vigilancia, depósitos de combustible y a los altos mandos rusos. Una vez más, los ucranianos han corroído desde dentro la capacidad física de combate de los rusos.
Quizás lo más importante es que estos actos en el mundo físico están impactando en los componentes morales e intelectuales de la voluntad de lucha rusa. La moral de los combatientes se está corroyendo debido a sus derrotas en el campo de batalla, los desafíos de suministro y las retiradas frente a la presión ucraniana en Kiev y Járkov. El empleo ucraniano de las redes sociales, mostrando las deficiencias rusas, ha magnificado esta corrosión moral. El colapso de la moral ha resultado en una disminución de la disciplina en el campo de batalla, con deserciones rusas en el campo de batalla y crímenes de guerra.
La mala moral y la disciplina, si no se abordan, pueden volverse endémicas en un ejército. Los ucranianos han diluido lentamente la capacidad de lucha de Rusia. Otro revés importante en el campo de batalla podría resultar en un colapso total de la resolución rusa de seguir luchando.
Los ucranianos también han impuesto una forma de corrosión intelectual a los rusos. Bajo la presión de lograr algún tipo de victoria debido a reveses anteriores, los invasores están asumiendo mayores riesgos tácticos y operativos con sus operaciones militares. El desastroso asalto que implicó el cruce del río Severskyi Donets, donde al menos una brigada rusa vio destruida su capacidad de combate, es indicativo de un ejército que se está volviendo menos capaz de evaluar los riesgos de decisiones operativas o tácticas significativas.
La consistencia ucraniana en la implementación de su estrategia ahora ve al ejército ruso acercándose a su punto más alto en Ucrania. Y al corroer a los rusos física, moral e intelectualmente desde adentro, los ucranianos han desarrollado el arte militar. Las operaciones terrestres y aéreas convencionales han absorbido las fuerzas de operaciones especiales y las operaciones de información en un todo nuevo y unificado. Lo que antes entendíamos como operaciones separadas convencionales, no convencionales o de información ahora son componentes de un todo integrado e indivisible.
Así es como se ve la guerra del siglo XXI. Los ucranianos han demostrado ser maestros en ello. Hay mucho que todos los países medianos con recursos limitados (incluida Australia) pueden aprender de ellos.
1 Publicación de Myck Ryan en The Sydney Morning Herald el 17 de junio de 2022
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Diagnóstico equivocado y propuesta obsoleta
Fernando Thauby García
Capitán de Navío IM
Mladen Yopo, posible futuro director de la ANEPE, publicó una columna en el diario “El Mostrador, bajo el título de “Zona de Paz: un imperativo estratégico de las políticas exterior y de defensa de Chile”
A partir de su apreciación del cambio ocurrido en latino américa de fines de los ?80 y principios de los 91 (1) infiere que -hace 30 años- habría habido un “cambio de las percepciones de amenaza y que la voluntad política de la nueva dirigencia democrática hizo prevalecer la búsqueda de solución pacífica a la mayor parte de las disputas fronterizas pendientes, así como el impulso creciente del fomento de la cooperación política, económica y militar”. “Este cambio sumado a la posible elección de Lula en Brasil -en medio año más- y la existencia de un escenario internacional complejo e incierto, habrían vuelto a poner en las prioridades de las agendas de la política exterior y de defensa, el concepto de Zona de Paz”.
A estos tres datos, Yopo agrega que el programa electoral de Boric, propone contribuir a la consolidación de la Zona de Paz regional mediante la promoción de la reconstrucción del regionalismo multilateral para la cooperación en materia de seguridad y defensa”.
Según Yopo, estos cuatro elementos “potenciarían la “idea-fuerza (de la Zona de Paz sudamericana) desarrollada en el contexto de la Guerra Fría”, respecto a la cual lamenta que “sin embargo, y más allá de las esperanzas iniciales puestas en un mundo sin guerra … no se cristalizaron la paz y la seguridad anhelada, al seguir sucediéndose una serie de nuevas guerras, invasiones, conflictos territoriales, genocidios, actos terroristas y una serie de expresiones belicistas más, verificando otra vez que la ausencia de guerra no es la paz en la lógica compleja del conflicto”.
Yopo aprecia también y esta vez acertadamente me parece, “que la actual geopolítica internacional no es más auspiciosa que la del siglo XX para la consagración de la paz en el mundo y la región, que describe en tonos sombríos:
“La actual geopolítica internacional no es más auspiciosa que la del siglo XX para la consagración de la paz en el mundo y la región, en particular; con la invasión de Ucrania y sus efectos; con la disputa hegemónica chino-estadounidense que ha trascendido hacia la confrontación paradigmática/cultural global; el auge de la conflictividad internacional entre potencias con capacidad nuclear; han renovando la necesidad de reponer y actualizar el proyecto de Zona de Paz sudamericano.”
A partir del diagnóstico indicado Yopo, sorprendentemente, identifica la oportunidad para Latinoamérica. Esta oportunidad derivaría de la reducción de la probabilidad del uso de la fuerza para resolver disputas entre los países para aproximarse a un alto nivel de confianza entre las partes y la predisposición / concretización de la cooperación en defensa.
“En la paz positiva, los Estados no se preparan para un conflicto armado con los países vecinos, ni esperan que otros estados de la zona lo hagan, a partir de la densidad de las relaciones”, “reconfigurando la percepción de amenaza … hacia la identificación de amenazas o empleos extrarregionales de las capacidades nacionales, específicamente de las FF.AA”.
De alguna manera Yopo parece suponer que las capacidades militares latinoamericanas combinadas, en desuso por parte de los países por no tener conflictos entre ellos, podrían conformar una capacidad regional para influir en la evolución del nuevo orden mundial.
Concluye su argumentación señalando que “la eliminación de la guerra como una alternativa para la solución de controversias dentro de la región, es una situación que claramente reporta un beneficio para todos sus miembros”. Pero no parece considerar los riesgos de una incursión regional autónoma fuera de la región y olvida las amenazas derivadas del traslado de estas disputas internacionales a la región con la presencia militar directa y/o indirecta de Estados Unidos, Rusia, Irán, Turquía y China … que ¡el mismo identifica!
Yopo continúa estableciendo que “La llegada de gobiernos de izquierda y “superados y/o en retiro los gobiernos de derecha y de sus presidentes empresarios se ha empezado a reponer la vocación latinoamericana del progresismo y de un realismo fundado en que el nuevo equilibrio de poder internacional se decidirá entre los poderes regionales; es decir, uno anclado, a países-continentes y zonas/espacios que sean capaces de generar una “región– Estado” (caso de la Unión Europea) que favorezcan los diálogos regionales en la perspectiva de crear una cooperación reforzada”
Concluye con la sentencia de Boric: “O nos salvamos juntos o nos hundimos por separado”.
Valorando que el análisis se remonte hasta eventos tan antiguos como el fin de la guerra fría, pareciera que los hechos que configuran la realidad actual que el mismo describe, más otros como la reanudación de la tensión EEUU – Rusia bajo nuevos parámetros geopolíticos, el desplazamiento de India hacia las proximidades de EEUU; el creciente protagonismo Europeo bajo el liderazgo de Alemania; la aceleración de la revolución tecnológica/industrial/ comercial mundial; la activación de Indo Pacífico con su brazo comercial – el TTPS-, y específicamente en nuestro entorno, la creación de una nueva realidad política y estratégica entre Chile y varios actores del Pacífico -Australia, Nueva Zelanda, India, Japón, Gran Bretaña y Francia señalan que el mundo de la Guerra Fría parece haber sido superado ampliamente pero no simplificado ni estabilizado, sino reemplazado por otro mucho mas complejo y variable.
Yopo asegura que “La llegada de gobiernos de izquierda y “superados y/o en retiro los gobiernos de derecha y de sus presidentes- empresarios que incentivaron los clivajes ideológicos y las divisiones a partir de sus visiones transaccionales de corto plazo, se ha empezado a reponer la vocación latinoamericana del progresismo”.
Esta aseveración se apoya en juicios de valor por lo menos discutibles, y respecto a la vocación progresista latinoamericana, que podría ser real, se combina con una también vocación regional por la inestabilidad política, la crisis económica recurrente y la falta de seriedad y constancia en sus tratos económicos y diplomáticos.
Este nuevo marco ideológico y vocacional se manifiesta en una cambiante diversidad política, intensa y frecuente en Latinoamérica: liberales / estatistas; prósperos / arruinados; estables / volátiles; con sus fichas puestas en EEUU / China; democráticos / dictatoriales.
La inestabilidad mental y política regional hacen muy improbable que Latinoamérica pueda estructurar una dinámica que permita siquiera acercarse a la conformación de una poder que incida en el nuevo equilibrio de poder internacional que se decidirá entre los poderes regionales “que sean capaces de generar una “región-Estado” que favorezcan los diálogos regionales en la perspectiva de crear una cooperación reforzada”, apenas, y si es que algunos, logren avanzar en la paz y progreso de sus propios países.
Apostar nuestra seguridad, prosperidad, estabilidad y destino a un conjunto de grupos políticos regionales que repetidamente han fracasado no solo en conformar poder regional, sino que también en el manejo de la paz y progreso de sus propios países, parece ser una apuesta perdedora.
Menos aún en medio de un realineamiento profundo en el ordenamiento geopolítico y comercial mundial en que los diferentes actores se están moviendo con gran dinamismo y fluidez, ingresar -o siquiera intentarlo- incorporado en un grupo heterogéneo, inestable, volátil y con niveles de desarrollo muy bajo la media, hacen que intentar una aventura así, sea hacerlo en condiciones de fracaso seguro.
Lo que no funcionó en el mundo congelado de la Guerra Fría menos lo hará en el líquido mundo actual.
La creación de una Zona de Paz con socios tan poco pacíficos, inestables y volátiles suena bien, pero no funciona. Nunca lo hizo. Para finalizar, una breve lectura de la prensa y una ojeada al mapamundi muestra que nuestro mundo es “hacia el Pacífico” y sus actores.
Nuestra escasa capacidad política y estratégica encuentra su espacio natural y más rentable en este nuevo escenario.
1 Democratización descontando a Cuba, Venezuela, Nicaragua y la cuasi democracia de Néstor Kirchner.
Página Editorial del sitio Web Cosur Chile y de su revista digital “Tres Espadas” Av. Bernardo O’Higgins 1452, piso 3, Santiago. www.cosur.cl y contacto@cosur.cl
¿Aprobar para rechazar? (1)
Cristián Warnken Lihn
Profesor
Unos “aprueban para reformar”, otros “rechazan para reformar”. Y se dice que los primeros aprueban así para no rechazar (aunque, en el fondo de su conciencia, rechazan). Por lo tanto, los que en verdad estarían rechazando hoy son mayoría, tan contundente como el 78% del Apruebo del plebiscito de entrada. Pero ese Rechazo transversal quedará invisibilizado en el resultado, porque los “rechacistas” encubiertos prefieren disfrazarse de “apruebistas”. Apruebistas con bien poco entusiasmo, apruebistas resignados.
El país en el fondo, en su mayoría, ya parece haber asumido que esta no es una buena Constitución (la que se nos está presentando), pero, para muchos, cruzar el Rubicán y votar Rechazo supera toda posibilidad de su resistencia psíquica, y han encontrado una solución que puede sonar “cantinflesca”: la de aprobar ahora para empezar a reformar inmediatamente después de haber aprobado.
Cantinflesca y riesgosa. Entre las cosas que quieren reformar está el sistema político, el “motor” de cualquier Constitución. Comprar el auto sabiendo que el motor está malo. ¿Es razonable eso? La palabra “apruebo” empieza asía convertirse en una palabra vacía, una “flatus vocis” a la que se aferran todos los que sienten que estar cerca de la derecha es como estar cerca de la peste o la lepra, y que decir “rechazo” sería “infestarse”. ¿Vale la pena distanciarse lo más posible de la demonizada derecha, aun a costa de aprobar una mala Constitución del país?
La presión de la “tribu” es asfixiante, pues nuestra libertad (que es lo más sagrado que tenemos como individuos) puede quedar atrapada dentro de 1a/cárcel de gruesos barrotes de las lealtades mal entendidas. Muchas veces el destino de los países y las comunidades se juega más en el territorio de lo irracional que en el de la razón. ¿Por la razón o la fuerza? No: por la razón o la tribu. El que ose cruzar la línea de la duda y votar lo mismo que el “enemigo” va a ser motejado de “oveja negra”, de traidor, de hereje. La tribu no perdona. En estos lares, en política, somos mucho más primitivos de lo que declaramos ser.
¡Pobres los libres de espíritu que no siguen a su manada! Para ellos la funa, el ostracismo, la cesantía permanente. No hay embajadas, subsecretarías ni seremías para ellos. Por eso, en este plebiscito, muchos, muchísimos, votarán “para callado”. En el plebiscito de entrada les tocó a los disidentes de la derecha pasar por este trance al osar declarar públicamente su “apruebo”. Ahora les toca el turno, en este plebiscito, a los disidentes de la centroizquierda que voten rechazo. Ellos corren el peligro de ser enviados a la hoguera. Porque el proceso constituyente ha sido investido de un aura de sacralidad y su texto final parece más el Corán de los pueblos que un texto constitucional.
Qué claustrofóbicas son las opciones binarias: si hubiese habido una tercera opción en la papeleta, otro sería el escenario y no existiría esta tensión dramática que nos llevará nuevamente a la eterna y en cierto sentido artificial división de la que no podemos salir desde hace décadas. Estamos atrapados, somos prisioneros del eterno retorno de lo mismo. Los lobos con los lobos, las ovejas con las ovejas, aunque todos sabemos que hay ovejas que en el fondo son lobos y lobos que son ovejas. Pero hay muchos que no quieren (porque no les conviene) que se rompa este guion.
¿Cuándo los montescos y los capuletos podrán abrazarse sin problemas, cuándo se acabará el país binario que nos arrastra como peso muerto al pasado y nos impide avanzar hacia el futuro, cuándo las fronteras de las tribus se harán más porosas, para que nuestros hijos y nietos rompan con la posta nefasta que ahora hace decir a muchos: “apruebo para esconder mi rechazo”, para que nadie vaya a pensar que me convertí en “otro”? ¿Puede ser sana tanta cobardía y poca honestidad, vale la pena seguir escondidos en el closet, como niños asustados que no quieren decir de verdad lo que piensan?
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Columna de opinión publicada en El Mercurio de Santiago el 16 de junio de 2022
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