¿Qué hace de la bandera algo más que un trozo de tela?
Por Héctor Ignacio Salinas Pinto
Día de la Bandera, 2025
Cuando contemplamos una bandera flamear al viento, la vemos como un símbolo. Pero ¿qué la convierte en algo distinto de un simple paño de colores? ¿Por qué despierta sentimientos tan profundos y convoca a la memoria colectiva, al respeto y al compromiso?
Para responder esa pregunta, debemos ahondar en lo que la bandera simboliza. Algunos sostienen que representa al pueblo, otros que representa al país, la nación, el Estado o la patria. Cada uno de estos conceptos tiene un peso propio, y explorar su significado puede ayudarnos a comprender por qué la bandera no es solo tela, sino un símbolo cargado de historia, afecto y trascendencia.
El pueblo: una comunidad con raíces
El término pueblo es polisémico: puede aludir a una comunidad, a una cultura, a una masa, a un conjunto de habitantes. Pero aquí nos interesa el sentido de pueblo como un colectivo humano unido por vínculos comunes: la lengua, los orígenes étnicos, la historia compartida y el territorio que habitan.
Así, la bandera representa al pueblo chileno: una comunidad hispanohablante asentada entre la cordillera y el mar, desde la línea de la Concordia hasta el polo sur, y desde el continente hacia la Polinesia. Este pueblo está conformado por la herencia entrelazada del Imperio español y del Tahuantinsuyo, así como por la sangre de españoles, italianos, alemanes, croatas, árabes y muchos otros que han hecho de Chile su hogar y su causa.
La nación: una voluntad de estar juntos
Pero la bandera también representa a la nación, entendida al modo del filósofo José Ortega y Gasset: como una unidad de propósito compartido. Según el académico Jorge Acevedo en un artículo de la revista Teoría (1975), la nación no se agota en el origen común, sino que se construye como una idea-fuerza que cohesiona a un grupo humano.
La nación chilena no nació con la independencia, sino que empezó a formarse antes, en la colonia, bajo la presión de la adversidad. Fue la lucha por sobrevivir, la defensa contra enemigos, la adaptación a la naturaleza dura, lo que forjó una conciencia de comunidad. Hoy esa unidad se sustenta en ideales como el progreso, el bienestar y el desarrollo. Por eso, la bandera representa también ese anhelo colectivo de construir algo común y duradero.
El país, el Estado y la República: instituciones que perduran
Hablar del país es referirse a una realidad compleja: la geografía, la historia, la organización política y jurídica que hacen de Chile una entidad concreta. La bandera simboliza entonces al Estado de Chile y a su expresión soberana: la República.
Y la República no es un mero régimen administrativo: es el fruto de luchas, batallas y acuerdos. Es una institución que ha sabido resistir y rehacerse en momentos cruciales: la Constitución de 1833, la Guerra Civil de 1891, el pronunciamiento militar de 1973, y el triunfo republicano del plebiscito del 4 de septiembre de 2022. En todos ellos, la bandera estuvo presente como emblema de continuidad y de fidelidad a un proyecto nacional.
La patria: el símbolo del afecto sagrado
Sin embargo, la bandera es aún más que todo esto. Es el símbolo de la patria, esa realidad espiritual que nos une por lazos invisibles de afecto, memoria y compromiso. La patria es aquello que sentimos como sagrado, aunque no esté en los altares. Es donde están nuestros afectos más hondos: nuestros padres, hijos, amigos, compatriotas; los que trabajan por el bien común y los que ya no están, pero a quienes debemos lo que somos.
En la bandera están los soldados que dejaron su sangre en Chorrillos, Miraflores y La Concepción. Está la sargento Candelaria, que dejó la comodidad de su vida humilde por el llamado del deber. Está Irene Morales, que empuñó las armas por la patria y por el honor de su esposo. Están todos los héroes anónimos que hicieron grande a Chile desde su pequeña historia personal.
Un llamado a la memoria y al compromiso
Por eso, cuando miramos la bandera, no vemos simplemente colores. Vemos un compromiso, un afecto, una herencia viva. En cada bandera flamea el sacrificio, el trabajo, la fe en el mañana. La bandera nos interpela: ¿Quiénes están en ella? Están todos. Los que fueron, los que somos, y los que serán.
Hagamos el ejercicio de mirarla con reverencia. De recordar y agradecer. Y si podemos, visitemos los corazones de los oficiales de La Concepción en la Catedral Metropolitana. Recemos por ellos. No por superstición, sino por justicia. Y porque quizás, desde donde estén, aún nos cuidan.
La bandera no es un trozo de tela.
Es un símbolo de amor.
Por la razón o la fuerza
Un aporte de nuestro Director Luis Cabezón
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