U al dia

Algunas consideraciones, entre otras la “Judicialización de la Política”

Cartas publicadas en diferentes medios de comunicación social y escritas por Adolfo Paúl Latorre. “Consideraciones de género” y “Gracias y gracios” Cuando la política entra por la puerta de los tribunales, la justicia sale disparada por la ventana.

 

 

Judicialización de la política

El “problema de los derechos humanos” que afecta a los militares que debieron afrontar la violencia revolucionaria y la guerra subversiva es un problema político que todavía está vigente y que eterniza la división entre los chilenos. Tanto su origen como su solución son de naturaleza política. Lamentablemente los órganos más propiamente políticos —los poderes Ejecutivo y Legislativo y los partidos políticos— han sido incapaces de resolverlo y han puesto su solución sobre los hombros de los jueces; es decir, se ha instrumentalizado el sistema judicial para conseguir fines políticos, lo que ha hecho inevitable que la justicia se politice y que ésta haya pasado a ser parte del arsenal de las luchas políticas contingentes.

La judicatura tiene una incapacidad natural para solucionar un problema que es esencialmente político y no judicial. La judicialización de la política conduce al gobierno de los jueces y la politización de la justicia conduce a la muerte del derecho, porque cuando la política entra por la puerta de los tribunales, la justicia sale disparada por la ventana.

Adolfo Paúl Latorre

Consideraciones de género

La Moneda anunció el envío del proyecto de nueva Constitución para enero. Ojalá que sus redactores no den cumplimiento a las instrucciones dadas por el ministro secretario general de la presidencia, Nicolás Eyzaguirre, en su oficio 934 del año 2016 sobre “consideraciones de género en la formulación de proyectos de ley”, pues quedaría redactada en un lenguaje tan esperpéntico y estrafalario como el de aquella que dice: “Artículo 41. Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República…” (el párrafo sigue con varios cargos más con sus respectivas formas masculina y femenina).

Publicada en El Austral, Temuco, 31 de diciembre de 2017.

Gracias y gracios

Efectivamente, como señala el lector Alberto Plaza en su carta del sábado, según la Real Academia de la Lengua es incorrecto el uso de “todos y todas”, “los ciudadanos y las ciudadanas” o “las y los ciudadanos” o “los ciudadanos (as)”. Cuando decimos “los ciudadanos” se incluye a todos. Basta el uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: “Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto”.

La mención explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto, como por ejemplo: “El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad”. También es admisible como saludo a un grupo o multitud: “chilenos y chilenas”.

El uso genérico del masculino para designar a los dos sexos está firmemente asentado en el sistema gramatical español. Estos desdoblamientos son artificiosos desde el punto de vista lingüístico, producen repeticiones que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y la lectura de los textos.

No es razonable decir “l@s hereder@s” o, como aparece en el folleto informativo de un organismo público: “si se trata de un o una menor huérfano/a o de un adulto/a incapacitado/a”.

La actual tendencia al desdoblamiento del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas, teñidas de ideologías.

Publicada en El Mercurio de Santiago, 24 de enero de 2017

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EN BUSCA DE TIEMPOS MEJORES

Sabemos que la razón del pronunciamiento militar se produjo por incompetencia política de todos los sectores quedando sobrepasados por los sucesos, y ninguno de ellos asume su responsabilidad penal, política o moral; sabiendo que ha transcurrido casi medio siglo de la suscitación de los hechos no seamos capaces de darnos la mano y perdonarnos por el bien de la patria. Creo que el nuevo Gobierno que inicia funciones en marzo, debería buscar los mecanismos necesarios para una solución integral lo más pronto posible que no sea cortar el hilo por lo más delgado, esto es que paguen personas muy subalternas, sin ninguna capacidad de decisión en la época. Un ejemplo admirable fueron las cuatro leyes de amnistía dictadas post Revolución de 1891, en donde la división de los chilenos y atrocidades cometidas contra los DD.HH.

 

 

                        Sabemos que la mayoría de los militares y policías presos y procesados involucrados en situaciones de derechos humanos en tiempo del Gobierno Militar, cumplieron órdenes siendo muy jóvenes, e integrando instituciones del Estado regidos por el Código de Justicia Militar:

            “De la desobediencia” (Arts. 334 y 335) que sanciona drásticamente este delito, especialmente en estado de sitio; sabiendo que la mayoría de los oficiales y suboficiales condenados o procesados eran en esa época subtenientes y clases (cabos/sargentos), incluso conscriptos – menores de edad- que cumplían con su servicio militar obligatorio (SMO); sabiendo que si desea buscar responsabilidades en el mando militar, éstos fueron condenados, están fallecidos o con enfermedades propias de la avanzada edad; sabiendo que por lamentable y trágicos que hayan sido los acontecimientos, que existen distintas miradas al pasado reciente, estos delitos están prescritos,  amnistiados, causas juzgadas y reabiertas; sabiendo que no existe ningún militar o policía que haya cometido un “delito de lesa humanidad”, pues el tratado internacional (Estatuto de Roma) que lo rige entró en vigencia en Chile en el año 2009, o sea no estaba tipificado como delito y no es retroactivo, lo dice el propio Estatuto (Arts. 23 “Nulla poena sine lege” y 24 “Irretroactividad ratione personae”); sabemos que la razón del pronunciamiento militar se produjo por incompetencia política de todos los sectores quedando sobrepasados por los sucesos, y ninguno de ellos asume su responsabilidad penal, política o moral; sabiendo que ha transcurrido casi medio siglo de la suscitación de los hechos no seamos capaces de darnos la mano y perdonarnos por el bien de la patria. Creo que el nuevo Gobierno que inicia funciones en marzo, debería buscar los mecanismos necesarios para una solución integral lo más pronto posible que no sea cortar el hilo por lo más delgado, esto es que paguen personas muy subalternas, sin ninguna capacidad de decisión en la época. Un ejemplo admirable fueron las cuatro leyes de amnistía dictadas post Revolución de 1891, en donde la división de los chilenos y atrocidades cometidas contra los DD.HH. fueron horribles.

            Tengo familiares de apellidos Balmaceda Montt, que sirve como patrón de unidad. Recuerden al Papa Juan Pablo II gritando en el Parque O’Higgins “El amor es más fuerte”.

Gabriel Fuentes Campusano

Abogado

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“Quedamos satisfechos por avances logrados y esperamos sea el inicio de una fructífera y leal relación con el Gobierno”

Las breves palabras expresadas por el representante del Comando de Sebastián Piñera, Andrés Chadwick Echeñique, de “hemos conversado y hemos concordado”, sintetizan la reunión sostenida esta mañana con la Multigremial de Militares y Policías en Retiro –FACIR- y la Confederación de las Fuerzas Armadas en Retiro –CONFAR-, ocasión en la que se abordaron las demandas gremiales del sector, las que fueron tratadas una a una durante el encuentro, en el que además participaron el Senador Francisco Chahuán y el Diputado y ex abanderado presidencial, José Antonio Kast.

 

 

Expresaron Militares y Policías (R) tras reunión con Comando de Piñera:

Las breves palabras expresadas por el representante del Comando de Sebastián Piñera, Andrés Chadwick Echeñique, de “hemos conversado y hemos concordado”, sintetizan la reunión sostenida esta mañana con la Multigremial de Militares y Policías en Retiro –FACIR- y la Confederación de las Fuerzas Armadas en Retiro –CONFAR-, ocasión en la que se abordaron las demandas gremiales del sector, las que fueron tratadas una a una durante el encuentro, en el que además participaron el Senador Francisco Chahuán y el Diputado y ex abanderado presidencial, José Antonio Kast.
Así lo dieron a conocer los presidentes de ambas entidades de las FFAA en retiro, Alejo Riquelme Solis por la Multigremial, y Francisco García por la CONFAR, quienes expresaron su satisfacción por los avances logrados en esta cita, estando a muy pocos días de la segunda vuelta eleccionaria, añadiendo que esperan que lo acontecido en este encuentro sea el inicio de una futura y fructífera relación con el Gobierno y el Parlamento, con la claridad que debe materializarse en un marco de cooperación, pero antes que todo de lealtad.

Las expresiones del representante del abanderado de ChileVamos se formularon en las dependencias de la CONFAR, a la salida de la reunión, frente a más de medio centenar de dirigentes que concurrieron de distintas partes de Chile para dar realce al encuentro, pero por sobre todo señal de ser una sola voz en estas demandas gremiales.

Santiago, 07 de diciembre del 2017

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Querella por genocidio. Publicada en El Mercurio de Calama, 25 de septiembre de 2017. Por Adolfo Paúl Latorre

Tanto la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación como la justicia británica no encontraron en los hechos de violencia política ocurridos en Chile ninguna relación con el genocidio. Aplicando el mismo criterio del Senador, podríamos decir que actualmente se está llevando a cabo una acción genocida contra los militares, carabineros y policías que debieron afrontar la violencia revolucionaria y que, ya ancianos, son enviados a morir a campos de exterminio.

Querella por genocidio

El senador Juan Pablo Letelier, en relación con la querella interpuesta por los delitos de “genocidio y asociación ilícita genocida”, ha manifestado que “genocidio es el exterminio sistemático de un grupo social, motivado por cuestiones de raza, religión, etnia, política o nacionalidad”, lo que tuvo lugar durante el Gobierno Militar como “condición necesaria para imponer un modelo social nuevo, un modelo de refundación capitalista”.

El Senador omite señalar las causas que condujeron al desquiciamiento de nuestra sociedad, quienes fueron sus responsables y que se trataba de reprimir a organizaciones guerrilleras y terroristas que llevaban a cabo una cruenta guerra subversiva a fin de instaurar un régimen totalitario marxista en nuestra patria y que si ellas no hubiesen existido, tampoco habría existido tal represión.

Los ataques de las fuerzas de seguridad del Estado no fueron sistemáticos contra un grupo social por motivos políticos u otros, sino que contra personas armadas y entrenadas militarmente que actuaban según el concepto, las reglas y el método de la guerra revolucionaria; es decir, contra personas determinadas o grupos específicos. Los terroristas y guerrilleros urbanos o rurales eran combatientes de un ejército irregular que estaban dispuestos a matar y a morir por la revolución y que cayeron dentro del marco de la guerra subversiva.

Tanto la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación como la justicia británica no encontraron en los hechos de violencia política ocurridos en Chile ninguna relación con el genocidio. Aplicando el mismo criterio del Senador, podríamos decir que actualmente se está llevando a cabo una acción genocida contra los militares, carabineros y policías que debieron afrontar la violencia revolucionaria y que, ya ancianos, son enviados a morir a campos de exterminio.

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Militares . Por Orlando Sáenz Rojas

La desastrosa Justicia y Acción Prevaricadora que, -con respecto a los MILITARES acusados por transgresiones a los DDHH-; desarrolla un porcentaje alto de los Jueces encargados de esta Materia. En este caso, la palabra de quién escribe, -Don Orlando Sáez-, no puede ser más honrada y verdadera, si tomamos en cuenta su condición de EX FUERTE ADVERSARIO del pasado Gobierno de las FFAA; que, como muchos hombres bien nacidos y patriotas, pudo darse cuenta de la REALIDAD Y SITUACIÓN vivida.

Hasta hace poco más de un mes, yo no conocía para nada al señor Paúl y a su obra. Eso es algo que hay que tener en consideración. Hay también que tener en consideración que a finales del Gobierno Militar yo era un opositor al régimen: creé y presidí movimientos de independientes que estuvieron por el NO y que posteriormente estuvieron por la democratización de Chile y por la candidatura del presidente Aylwin. Eso es también es un hecho. Y también es un hecho que como candidato a parlamentario, en la elección del año 89, hice la petición de investigación y castigo de las violaciones de derechos humanos ocurridas durante el período del presidente Pinochet una parte central de mi discurso de esa época. Eso también es un hecho.

Por lo tanto, esos tres hechos sumados me obligan a explicarles por qué hoy, con complacencia y honor estoy aquí. Porque parece un contrasentido, pero es un contrasentido bastante fácil de explicar. A partir del año pasado, la evolución de Chile comenzó a producirme creciente inquietud, creciente malestar, y eso se tradujo en que me escocieron las manos y comencé a escribir periódicamente artículos que hacía con ellos lo único que podía hacer, que era enviarlos a El Mercurio, concretamente. Algunos los publicaron, otros no los publicaron. Pero los que publicaron bastaron para que comenzara a menudear en mi oficina una lluvia de comentarios, incluso de visitas personales de gente que quería rebatirme o reafirmarme, y sobre todo dar opiniones —que era lo más valioso de todo— respecto a muchos aspectos que intuían tocados y que motivaban mi actividad. Esta lluvia de comentarios comenzó a preocuparme en cuanto muchos de ellos provenían de miembros en retiro de las FF.AA. y eso empezó a generar en mí la creciente sensación de que se había producido un abismo de resentimiento, de desconfianza, entre la sociedad civil y la sociedad militar. Esa situación llego a su cúspide con la celebración —vergonzosa a mi juicio— del cuadragésimo aniversario del movimiento militar de 1973. Esa celebración, que fue para mí personalmente muy dolorosa, motivó un artículo especialmente melancólico, podríamos llamar, dedicado al tema de la falsificación de lo ocurrido en 1973 y del significado del antes y después de lo que entonces había ocurrido.

Ese artículo hizo que la llovizna de comentarios, se transformara en una lluvia persistente. Y comenzó a aparecer ante mis ojos toda la amplitud del abismo que yo había sospechado. Eso motivó que yo, ya francamente inquieto, decidiera hacer una pequeña recopilación de los argumentos que había escuchado respecto a por qué se había producido este abismo. Y escribí un artículo que nunca vio la luz pública sobre el tema este del resentimiento militar, producto del tratamiento que había tenido el problema de los derechos humanos durante los veinticinco años de democracia después de la salida del general Pinochet. Este artículo lo conoció el señor Paúl porque, si bien nunca fue publicado, yo se lo mandé a un par de amigos que habían participado y me habían ayudado en esta pequeña investigación —llamémosla, de motivos— y alguno de ellos —él no me quiso decir quien— le habrá traspasado una copia, porque él lo leyó y se sintió movido a visitarme; y esto, hace 5 semanas. Las razones por las cuales se sintió movido son, y creo que es mucho más fácil que yo lea la parte del artículo al que me refiero. Este artículo se compone de una introducción que, como es corta, la voy a leer también, porque creo que sitúa a lo que sigue en su debido contexto. El artículo se titula “Militares”.

Desde que existe historia de naciones y estados, es posible apreciar como todos ellos, sin excepciones, han tenido que adaptarse y resignarse a la siempre difícil convivencia con dos grupos internos que, siendo imprescindibles, llevan una vida segregada regida por costumbres, reglas, prácticas y hasta éticas distintas de las del resto de sus conciudadanos, y ello por la naturaleza y praxis propias de sus funciones: esos grupos son el de los militares y el del clero. La historia también nos enseña que la incomprensión o el desconocimiento de estas insoslayables diferencias han conducido, en numerosas ocasiones, a amargos y prolongados conflictos.

Cuando un ciudadano abraza la carrera militar, pone su vida a disposición de la irrestricta defensa de su patria y de sus conciudadanos y abdica de numerosos derechos que asisten a sus compatriotas. Para él no habrá horarios máximos ni derecho a huelga o siquiera manifestación, no habrá oportunidades de fortuna ni de carreras meteóricas. Más trascendentalmente aún, debe renunciar a buena parte de su libre albedrio porque, siendo el acatamiento ciego y la coordinación perfecta requisitos indispensables para la eficiencia bélica, es necesario postergar los instintos y la conciencia individual en aras del sacrosanto principio de la obediencia debida. En reconocimiento de las importantísimas restricciones que la vida militar impone a sus cultores, y atendida la insoslayable necesidad de ella, todos los estados le otorgan y le han siempre otorgado un estatus especial, con sus propias leyes, sus propias tradiciones, sus propios tribunales, su propia previsión y hasta su propia ética. Todo ello porque sería impensable regir un universo tan diferente con las mismas reglas y criterios con que funciona el resto de la sociedad.

En tiempos normales, las enormes diferencias entre el mundo militar y el mundo de los civiles no generan mayores problemas, básicamente porque se mantienen separados hasta físicamente. Pero cuando, por las circunstancias que sean, los militares se transforman en soporte directo de un gobierno, los roces entre los dos sistemas de vida se multiplican y derivan en conflictos de dolorosas consecuencia. Es precisamente lo que ocurrió en Chile durante el largo régimen liderado por el general Augusto Pinochet.

Esta es la introducción. Ahora vayamos a la parte que conmovió a nuestro amigo Paúl. Dice:

Basta esta sucinta reflexión sobre lo que todos sabemos para sospechar la anchura y profundidad del abismo que se ha creado entre la sociedad civil y el mundo castrense a raíz del tratamiento que le ha dado la nueva democracia chilena a las violaciones de derechos humanos ocurridas durante ese periodo. Y ello por razones tan numerosas como evidentes, que voy a leer y que son un extracto de lo que digo:

– Porque, en base a dudosas argumentaciones, se arrastró a tribunales civiles a muchos que debieron ser juzgados en su propio ámbito militar.

– Porque, en base a otros dudosos argumentos, se eludió la ley de amnistía y se anuló incluso el límite de tiempo mediante el inverosímil expediente de considerar la desaparición como delito de secuestro permanente.

– Porque muchos militares fueron condenados por los mismos tribunales civiles que fueron más culpables que ellos como instrumentos de los crímenes del régimen al que obsecuentemente sirvieron.

– Porque casi ninguno de los verdaderos responsables volitivos de esos crímenes desfiló ante los tribunales de justicia.

– Porque hoy, a cuarenta y cuatro años de los hechos, se sigue acosando a muchos que eran subalternos de subalternos en aquella época.

– Porque se hizo tabla rasa del dogma de la obediencia debida, que hasta los aliados respetaron después de la Segunda Guerra Mundial, y a pesar del mayor genocidio que conoce la historia de la humanidad (solo se juzgó y condenó a aquellos en que se pudo demostrar que tenían el libre albedrio suficiente para evitar los crímenes en que participaron).

– Porque la casi mitad de Chile que casi logró prolongar el régimen militar hace veinticinco años enmudeció y desapareció como por encanto cuando llegó la hora del ajuste de cuentas. Hoy es tan difícil encontrar un pinochetista como fue difícil encontrar un allendista a los pocos meses de gobierno castrense.

– Porque el aprovechamiento político del asunto de los derechos humanos llegó a límites repugnantes el pasado septiembre, en que, con la propia colaboración del gobierno, se falsificó la historia en forma que el propio Homero habría envidiado. Esta alusión a Homero se refiere a que los griegos se demoraron entre tres y cuatro siglos en mitificar la probablemente insignificante Guerra de Troya, en el poema épico más famoso de la humanidad. En Chile, en solo veinticinco años han mitificado lo ocurrido hace cuarenta años, en una forma que no la reconocemos los que la hemos vivido.

– Porque ver a los comunistas embanderar el penal Cordillera cuando su partido es miembro centenario de un panel internacional autor de los peores crímenes contra los derechos humanos que se conocen, es una afrenta insoportable para los militares chilenos (como que uno de ellos se suicidó de vergüenza).

– Porque la repetida historia de que todo lo ocurrido afecta a personas y no a la institución militar es un eufemismo que no creen ni los que lo afirman.

– Porque de sus caídos en la “guerra sucia” nadie se acuerda en el mundo civil, mientras que Santiago arde en cada aniversario del joven combatiente que cayó desafiando la ley y el orden.

Bueno, esta es la enumeración de causales del abismo que yo he señalado. Y terminé con el comentario siguiente:

No se vaya a creer que esta enumeración significa que yo piense que los crímenes de los militares durante el gobierno del general Pinochet debieron quedar impunes. De hecho, como candidato parlamentario de la Concertación en las elecciones de 1989, clamé públicamente por verdad y justicia y me sentí muy orgulloso cuando el presidente Aylwin inició ese camino a pesar del estrecho espacio de maniobra que tenía su gobierno. Pero en un cuarto de siglo lo que comenzó siendo “verdad y justicia” se convirtió en escarmiento y venganza y últimamente en caza de brujas y aprovechamiento político, en que hasta el Partido Comunista enarbola la defensa de derechos humanos mientras se le caen de la mochila los recuerdos de Stalin, Ceacescu, los Castro y la plaza Tienament, ante los cuales no hizo otra cosa que rendir homenajes.

Creo que Chile no puede vivir con un foso de recelo y resentimiento entre la sociedad civil y el estrato militar. No tenemos situación internacional para continuar con lo que, a estas alturas, no es otra cosa que un sainete en cuyo reparto nunca estuvieron todos los que son ni son todos los que estuvieron. Hace rato que sonó la hora en que, por el bien y la seguridad de Chile, hay que ponerse a la tarea de restaurar el respeto y la confianza entre esos dos universos. Yo no sé si los políticos chilenos han postergado esa imprescindible tarea por ceguera intelectual o por conveniencia electoral —como demostró el aquelarre de septiembre pasado—, pero sí sé que mejor harían en aplicarse a resolver este problema de imperativa importancia en lugar de perder el tiempo atendiendo a la agenda que les dictan los agitadores de la calle.

Bueno, este fue el artículo que llegó por misteriosas rutas a oídos de Adolfo Paúl, quien decidió visitarme. Me preguntó si yo conocía su obra. Le dije que no y me pidió que la leyera, la estudiara y la analizara dentro de mis capacidades y que si yo estaba conforme con esa lectura me pidió que fuera uno de los presentadores.

Yo me llevé la obra a mis vacaciones y la leí en lo básico, en lo que más captaba, pues no tengo formación jurídica, por tanto no puedo opinar sobre esa materia como lo hizo mi ilustre colega; pero ni siquiera me interesaba mucho, las leyes de los hombres son a veces distintas de la justicia, y la justicia es lo que yo creo y no lo que dicen la Corte Suprema o los jueces. De manera que estudié la obra y estoy aquí con agrado y con honor, porque es una obra, en primer lugar, valiente, en un país donde el valor no es frecuente; es valiente porque toca un tema que es “políticamente incorrecto”, pero lo “políticamente incorrecto” a veces es mucho más importante y mucho más trascendente de lo que pudiera ser lo “políticamente correcto”.

Este libro es, en primer lugar, un libro valeroso en una sociedad que no se caracteriza por su valor. En segundo lugar, es un libro macizo; detrás de éste hay un estudio, un profundo análisis y, seguramente, muchas horas y años de trabajo. Es un libro importante; es un libro que todos los chilenos —no nos hagamos ilusiones— debieran conocer, porque arroja luces sobre la historia. Los pueblos que olvidan su historia están condenados a revivirla y ocurre que después de veinticinco años de democracia, gran parte de los chilenos cree en el mito de que hace cuarenta años una usurpación instigada terminó con el mejor de los gobiernos que ha tenido Chile. Calculen ustedes si eso es sostenible, cuando el presidente Allende es, sin ninguna duda, el peor presidente que haya tenido la República desde su fundación. Entonces, la verdad de las cosas es que por eso este es un libro importante y es por eso que yo, de todo corazón, se los recomiendo como estudio y como lectura.

Muchas gracias.

Nota: Este artículo corresponde al comentario realizado por el autor en la reciente presentación de la segunda edición del libro “Procesos sobre violación de derechos humanos. Inconstitucionalidades, arbitrariedades e ilegalidades” de Adolfo Paúl Latorre.

U al dia

Un Ejército, una nación. Humberto Oviedo Arriagada, General de Ejército, Comandante en Jefe. Martes, 19 de septiembre de 2017. Opinión El Mercurio

“…la institución ha cumplido su cometido con eficiencia, exhibiendo durante más de dos siglos una trayectoria que ha contribuido -junto a las otras instituciones armadas- a la conservación de un estado de paz, que por su continuo goce, a veces no es suficientemente valorado…”.

Humberto Oviedo Arriagada General de Ejército Comandante en Jefe

Opinión

El Mercurio
“…la institución ha cumplido su cometido con eficiencia, exhibiendo durante más de dos siglos una trayectoria que ha contribuido -junto a las otras instituciones armadas- a la conservación de un estado de paz, que por su continuo goce, a veces no es suficientemente valorado…”.

Más de cien años han transcurrido desde aquel 28 de enero de 1915 en que, bajo la Presidencia de don Ramón Barros Luco, se fijara por ley el 19 de septiembre como el “Día de todas las glorias del Ejército”.

La inspiración de este genuino gesto de reconocimiento republicano a una institución permanente del Estado alcanza a todos los chilenos -profesionales o movilizados- que han defendido a la nación frente a las amenazas que se le han presentado, desde los inicios de su vida independiente, recordando su decisión y valentía al momento de proteger, incluso con su vida, al país y a sus habitantes.

Cuesta atribuir a la casualidad o a una coincidencia el que prácticamente la totalidad de los países del mundo tengan ejércitos. Pareciera entonces que su existencia obedece a esa necesidad irrenunciable que, efectivamente, tiene toda sociedad organizada de contar con un estamento profesional que garantice y preserve la paz.

Abundante literatura hace referencia a lo consustancial que resulta la presencia de organizaciones de esta naturaleza en la vida de los pueblos. No en vano, una buena parte de la historia ha sido narrada usando como referente a los ejércitos, sus batallas, características, movimientos y su influencia social. A su vez, es fácil constatar que han sido relevantes eventos históricos los que han marcado su evolución; sin ir más lejos, la propia Revolución Francesa imprimió, desde fines del siglo XVIII, un nuevo rumbo a la disposición militar de los pueblos, influyendo sustantivamente en su diseño y funcionamiento.

Si bien los orígenes del Ejército nos retrotraen al año 1603, siendo entonces gobernador de Chile don Alonso de Ribera, el acto formal que representa la génesis republicana de nuestra institución se remonta al decreto del 2 de diciembre de 1810, que da vida a las primeras unidades militares del nuevo orden. No obstante, debemos reconocer que su verdadero fundador fue Bernardo O’Higgins, lo que resulta evidente al leer un párrafo de su Manifiesto del Capitán General de Ejército a los pueblos que dirige: “Conociendo que sin fuerza armada el Estado queda expuesto al encono de España o a las aspiraciones de un aventurero, fue mi primera atención establecer una Academia Militar donde por primera vez recibió la juventud de Chile esta clase de educación”, haciendo referencia a nuestra Escuela Militar, que a su denominación agrega con justicia el nombre del padre de la patria.

La conformación del Ejército en nuestro país nace como respuesta a los acontecimientos mundiales que contextualizan la emergencia de Chile como Estado-Nación, disponiendo así de una fuerza entrenada y preparada para no improvisar ante las recurrentes amenazas de agresión armada que caracterizaron al siglo XIX.

Nos asiste la convicción de que la institución ha cumplido su cometido con eficiencia, exhibiendo durante más de dos siglos una trayectoria que ha contribuido -junto a las otras instituciones armadas- a la conservación de un estado de paz, que por su continuo goce, a veces no es suficientemente valorado. Para conseguir este propósito, el Estado de Chile exige a los hombres y mujeres que integran su fuerza militar un carácter altamente profesional y marcadamente vocacional, como condiciones que garanticen su compromiso de entrega sin límites hacia la Patria.

El Ejército de Chile, en el día en que la ciudadanía honra a sus glorias, agradece sus muestras de adhesión y afecto, que no hacen sino comprometernos aún más para continuar cumpliendo nuestro rol como tributarios de la política exterior o como un medio imprescindible de apoyo a nuestros compatriotas, cada vez que se ven afectados por los embates de una geografía que es tan pródiga en la belleza de su paisaje como desafiante en el impacto de sus fenómenos.

Chile puede sentirse seguro con su Ejército, fuente de preservación de la paz, que es una condición indispensable para su desarrollo.

U al dia

SEPTIEMBRE, FUERZAS ARMADAS Y CARABINEROS. CARTA DE LOS EXCDTES EN JEFE Y DIRECTORES GENERALES DE CARABINEROS. VER COMPLETA EN ADJUNTO. Carta de Corynav , organización que reúne a los Coroneles de Ejército, Fuerza Aérea. Publicada en El Mercurio

“Hacemos un llamado a las autoridades de hoy y de mañana a reflexionar sobre esta situación, así como a buscar los consensos que aseguren un actuar político y judicial con visión de futuro, con una justicia sin discriminación, con las garantías procesales a que tienen derecho todos los chilenos….”

 

 

09-09-17 09:40:12: Jorge Perez L: Publicada hoy en El Mercurio

Señor Director,
Los abajo firmantes reunidos -desde hace años- en la Corynav, organización que reúne a los Coroneles de Ejército, Fuerza Aérea, Carabineros y los Capitanes de Navío de la Armada en situación de retiro, expresamos nuestro respaldo a la publicación que, en este prestigioso medio, hicieran los ex Comandantes en Jefe de las FF.AA y ex Generales Directores de Carabineros de Chile en la cual llaman a las autoridades nacionales a reflexionar en torno a los hechos del pasado y a la necesidad de: “…reforzar la paz interior, la amistad cívica, la cohesión social…”

Así mismo, nos sumamos a la preocupación de nuestros Generales por la forma en que la política y la justicia han transgredido la simetría en las responsabilidades que le cupieron a los actores –activos y pasivos- del ayer.

Perseguir a unos y otorgar impunidad a otros… no es el camino que nos sugiere la historia y mucho menos, la actitud que esperamos de las autoridades para alcanzar el sueño de construir un mejor futuro para nuestra patria.

Crl Cristian Labbe Galilea. Pdte. del Centro del Coroneles del Ejército en retiro.

CN Alejandro Armstrong de Aguirre. Pdte. de la Cámara de Capitanes de Navío en retiro.

CA Sergio Lizasoain Mitrano. Pdte. del Circulo de Coroneles de Aviación en retiro.

CC Hector Jara Llanos. Pdte. del Circulo de Coroneles de Carabineros en retiro.