Columna de Opinión

CASO PRATS Y LAS ÉLITES. Columna de Gonzalo Rojas (14 de julio de 2010). En adjunto proyecto para degradar a los militares. (UNOFAR Va. Región)

Los números. El gobierno militar se inició con un enorme apoyo popular (y terminó, después de casi 17 años, con un gran 43 por ciento). ¿Todos cómplices? ¿Todos cobardes? ¿Todos culpables? No, sólo las élites, se nos dice. ¿Las élites? O sea, ¿todo dirigente poblacional, laboral, estudiantil, profesional, deportivo, empresarial, social? ¿Todo profesor, intelectual, comunicador o artista? ¿Por el solo hecho de estar en el lado de allá?
Gonzalo Rojas
Miércoles 14 de Julio de 2010
Caso Prats y las élites
A raíz de la sentencia sobre el caso Prats, en diversas instancias se vuelve a insistir acerca de la eventual culpabilidad de todos aquellos que fueron partidarios del gobierno militar. Si apoyaste a Pinochet —se afirma—, aunque sólo fuese desde tu humilde trabajo o con tu abnegado estudio, eres culpable. No es necesario que hayas sido uniformado o funcionario público; basta que tú, chileno de a pie, hayas estado con el 11 de septiembre. Con el solo hecho de apoyarlo, o fuiste cómplice o fuiste cobarde. Y de ahí al “Mereces castigo” no hay más que un par de pasos: simplemente una querella y después una sentencia.
Pero, en tres dimensiones complementarias, esa propaganda no resiste análisis: cuantitativamente es inviable; conceptualmente es ilógica; históricamente es tuerta.
Los números. El gobierno militar se inició con un enorme apoyo popular (y terminó, después de casi 17 años, con un gran 43 por ciento). ¿Todos cómplices? ¿Todos cobardes? ¿Todos culpables? No, sólo las élites, se nos dice. ¿Las élites? O sea, ¿todo dirigente poblacional, laboral, estudiantil, profesional, deportivo, empresarial, social? ¿Todo profesor, intelectual, comunicador o artista? ¿Por el solo hecho de estar en el lado de allá?
Si la respuesta fuese afirmativa, estamos hablando de 50 mil o 100 mil personas, las que a su vez habrían promovido la complicidad o habrían sembrado la cobardía en millones de sus compatriotas.
A procesarlos entonces, a todos, uno por uno, a 50 mil, a 100 mil —y, eventualmente, a millones más—, para que no suceda con ellos lo que pasa en los juicios por corrupción con los jerarcas de la Concertación: que siempre el hilo se corta allá abajo, que las responsabilidades nunca llegan allá arriba, a las élites de estos últimos 20 años. Inviable.
Pero, en segundo lugar, la proposición es absurda. En todos los actos humanos efectivamente malos, hay autores y cómplices, encubridores y beneficiarios, espectadores y herederos… y así hasta el infinito, hasta “lectores sobre los dramas del pasado”, gente también vinculada con esos hechos, aunque sólo por el estudio o por lejanos intereses.
¿Hasta dónde debe llegar la responsabilidad, la eventual culpabilidad? ¿Incluye al opositor a Pinochet que estudiaba en aulas elitistas y que nunca se la jugó en contra de ese gobierno, a pesar de sus críticas actuales? ¿Se extiende al dirigente concertacionista que colaboró con el gobierno militar —justamente en los primeros años—, para —legítimamente— cambiar de bando después?
Si así fuera, en el plano jurídico se acabaría el derecho penal; en el plano moral, se terminaría la responsabilidad desde y ante la conciencia; y en el plano político, fenecería la habilitación para segundas y terceras oportunidades.
Finalmente, la sugerencia es históricamente tuerta. Mentirosa más bien, porque implica que todos los que desde 1965 vieron surgir al MIR, todos los que leyeron los llamados a la lucha armada del PS en Linares y en Chillán (1965 y 1967), todos los que conocían de sobra cómo organizaba el PC su aparato militar, todos ellos, a pesar de todo eso, son inocentes.
O sea, en paralelo: el dirigente poblacional que supo que en noviembre de 1974 habían ido a buscar a un mirista para interrogarlo es culpable; pero el dirigente poblacional que supo que durante agosto de 1973 ese mismo mirista había acumulado explosivos y armamentos varios es inocente. Y el ex parlamentario que conoció una redada antisocialista en 1975 es culpable, mientras que el parlamentario socialista que firmó los llamados a la violencia armada, justo pocos años antes, es inocente.
Qué fácil inventarse teorías. Qué difícil matizar sobre la verdad

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UNOFAR VALPARAÍSO

PROYECTO PARA DEGRADAR A LAS FFAA

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Columna de Opinión

INDULTO DEL BICENTENARIO . ¿SOLUCIÓN AL PROBLEMA?

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
La persecución política desatada a todo dar en contra de los uniformados está comenzando a alcanzar ciertos límites de descaro que afortunadamente la ponen en evidencia ante los ojos de una sociedad que hasta ahora ha mantenido una hipócrita indiferencia, aceptando el cuento que le han querido contar y adoptando una posición de distancia crítica de los “violadores de los derechos humanos”. En ello, no ha habido la menor consideración a las injusticias que a diario cometen en contra de los uniformados algunos tribunales que aplican leyes no vigentes en Chile o que violan principios jurídicos que la Constitución garantiza para todos los chilenos, sin distinción, como por ejemplo: la prescripción

 

Ante la inminente presentación de la propuesta final de la Iglesia Católica sobre el indulto del bicentenario, la izquierda ha comenzado a apretar las clavijas a su estrategia de bloqueo, con el propósito de evitar que se debilite la campaña de persecución político-jurídica que ha orquestado en contra de los militares en retiro.

La ambigüedad mostrada por el gobierno al no definir claramente su posición frente a la posibilidad de que el beneficio pueda llegar a los uniformados condenados por casos de derechos humanos, ha estimulado a la maquinaria vengadora haciéndola llegar incluso a La Moneda, donde intentó imponer las medidas que sirven para sus espurios intereses. Junto con exigir al gobierno que no incluya a los uniformados en el indulto, demandaron a éste el reemplazo de la Jefa del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, mostrando su insatisfacción por la tarea cumplida por quien dirige la suerte de “cabeza de playa” que la izquierda mantiene dentro del palacio. Esta última petición es realmente curiosa, puesto que hasta ahora dicha funcionaria había realizado al menos dos actuaciones relevantes en favor de la izquierda y que amenazaron gravemente al gobierno de la Alianza.

La primera, como se recordará, correspondió a la insistencia en pedir la reapertura del caso Soria, situación que para fortuna del Ejecutivo fue resuelta convenientemente por la Corte Suprema, evitando que su eventual aceptación desatara una avalancha de reaperturas de otros casos que como éste, se encuentran absolutamente cerrados y ejecutoriados.

La segunda, se trató de la sorpresiva e injustificada citación a declarar en un caso de DD.HH. al recién nombrado Subsecretario de Defensa y ex – Comandante en Jefe del Ejército, la que fuera gestionada por un abogado subalterno del programa en cuestión, sin conocimiento de su jefa, ni menos del Ministro del Interior.

Ambas situaciones debieran haberle ganado a esta funcionaria el agradecimiento de esta suerte de “comando vengador anti-militar”, conformado por una amplia gama de organizaciones establecidas al amparo de la Concertación y financiadas generosamente por los gobiernos anteriores. Sin embargo, el resultado fallido de ambas gestiones incomodó a sus líderes, impulsándolos a exigir su reemplazo a un gobierno que no reaccionó ante el ridículo en que lo dejó esta oficina.

La molestia del Presidente frente a la impertinente exigencia de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos quedó en evidencia con la brusca interrupción de la reunión, informada por los medios de prensa y ratificada por las enojadas y frustradas dirigentas, acostumbradas a que las autoridades se doblegaran a sus demandas. El problema es que las dirigentas cometieron en esta oportunidad el grave error de extralimitarse en el ejercicio del poder adquirido en los últimos años, consiguiendo sacar de quicio a un Presidente que se ha caracterizado por adoptar una posición conciliadora y contemporizadora, que al parecer fue confundida con una debilidad inexistente.

Aún cuando la ratificación de la jefa del programa era la reacción esperable ante el exabrupto de la agrupación en cuestión, llama la atención que el Presidente de la República siga validando la existencia del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, organismo que dice continuar el trabajo de la Comisión de Reparación y Reconciliación, creada por la Ley 19.123 y que terminó su existencia el 31 de Diciembre de 1996. El programa que el Presidente valida, fue creado por Decreto Supremo 1.005 de fecha 25 de Abril de 2007, para un propósito meramente administrativo, es decir para velar por el destino de los bienes de la disuelta comisión, sin que en caso alguno se le faculte para participar en procesos judiciales y sin que pueda prolongar la vida de una corporación extinta por la misma ley que la creó.

¿Cómo se explica entonces que los tribunales de derechos humanos sigan aceptando la participación de este organismo ilegal? ¿Cómo se puede entender que el Ministerio del Interior de este gobierno no se haya tomado la molestia de entender que el tal programa no es otra cosa que una forma de desviación de platas para financiar la venganza? Esta y muchas otras inquietudes surgen de casos como éste, pero es aquí en particular que se agradece el descriterio de la AF.DD.DD., quienes con su acción nos permiten denunciar el hecho de fondo, muchísimo más grave que la buena o mala evaluación de un mando medio del gobierno.

Es realmente sorprendente que la primera autoridad de la nación carezca de una asesoría capaz de advertirle que no debe ni puede seguir validando esta ilegalidad, por la que tarde o temprano alguien deberá rendir cuenta y que

 

?como se han ido dando las cosaspuede ocurrir que por no haberse deshecho de ella a tiempo, la responsabilidad sea atribuida por los descarados de siempre a un gobierno que la recibió de herencia. ?aunque parezca increiblerecién comienza a tener vigencia en Chile a partir de mediados del año 2009, sin poder ser aplicado con efecto retroactivo, según lo establece el propio Estatuto de Roma, instrumento internacional que lo define y que fue suscrito por el gobierno y debidamente ratificado por el Senado. ?ya que no de justiciaa un grupo importante de ex – uniformados hoy en prisión, no es ni la sombra de la solución que este sector de la población necesita, ya que el perdón por el bicentenario solo podrá llegar a algún pequeño universo de presos políticos militares, sin conseguir poner término a la persecución política que se desarrolla sobre una enorme cantidad de ex – miembros del Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Carabineros y que con la ampliación a los casos de “tortura”, promete seguir con uno cuantos miles más. Todo ello, en un país que se jacta de ser “democrático”.

La persecución política desatada a todo dar en contra de los uniformados está comenzando a alcanzar ciertos límites de descaro que afortunadamente la ponen en evidencia ante los ojos de una sociedad que hasta ahora ha mantenido una hipócrita indiferencia, aceptando el cuento que le han querido contar y adoptando una posición de distancia crítica de los “violadores de los derechos humanos”. En ello, no ha habido la menor consideración a las injusticias que a diario cometen en contra de los uniformados algunos tribunales que aplican leyes no vigentes en Chile o que violan principios jurídicos que la Constitución garantiza para todos los chilenos, sin distinción, como por ejemplo: la prescripción.

Este tipo de abusos pseudo-jurídicos han sido eficazmente cubiertos por el engañoso manto de los delitos de “lesa humanidad”, concepto que

En medio de este caos virtual de la justicia en Chile, la posibilidad de que un indulto permita hacer llegar un poco de clemencia

27 de Junio 2010

Patricio Quilhot Palma

Columna de Opinión

Izquierda Chilena: ¿siempre vencedora y jamás vencida …?

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
¡No vaya a ser que los jóvenes comiencen a descubrir que el Gobierno Militar no fue tan malo y que piensen que Chile puede ser lo que es gracias a los militares…!

 

Para que exista un vencedor, necesariamente debe haber un derrotado y hoy, la Verdadera Historia de Chile ha sido derrotada por el poder de una izquierda que maneja magistralmente las comunicaciones, mostrando que en las últimas elecciones presidenciales habría perdido apenas una batalla y no la guerra. Ante las honestas declaraciones del Embajador Otero, en que hizo público lo que al menos la mitad de los chilenos reconocía hasta hace un tiempo y que a partir de hoy seguramente hará solo en privado, la reacción de la maquinaria comunicacional de la izquierda se movió con prontitud para contener una peligrosa penetración que amenazaba la solidez de la posición pacientemente lograda durante los últimos veinte años.

De manera violenta y usando todos los artilugios característicos de su conocida estrategia, los políticos izquierdistas y sus eternos colaboradores “progresistas”, saltaron hacia el frente para taponear rápidamente el espacio que La Verdad abría ante el mundo, exponiéndolos a que la opinión pública comenzara a zafarse de la tenaza histórica que durante años le han estado aplicando. ¡No vaya a ser que los jóvenes comiencen a descubrir que el Gobierno Militar no fue tan malo y que piensen que Chile puede ser lo que es gracias a los militares…!

El rechazo de la penetración fue demoledor, generando una retirada vergonzosa de La Verdad, quien había logrado hacerse paso entre las falacias marxistas. No hubo en la contraparte voluntad ni valor efectivo para apoyar a un confundido Embajador justo cuando las reservas de la izquierda barrían con él. El temor a enfrentar el odio y la grosería ideológica fue más fuerte, haciendo que la destrucción del valor honesto fuera – por desgracia – plena y sin sobrevivientes. Ello, al más puro estilo de lo que sucede a diario con los soldados, marinos, aviadores y carabineros que en 1973 se entregaron sin restricciones a salvar la Patria de la destrucción marxista y que hoy – aún tantos años después – siguen recibiendo los efectos de la persecución de la misma izquierda dogmática, carentes del apoyo de quienes una vez clamaron por su intervención.

La coincidencia es clara. En ambos casos se observa a una derecha que en su corrección teme enfrentarse a una izquierda violenta, descarada y ofensiva que consigue atemorizar a educados y bien comportados ciudadanos que prefieren no ensuciarse en la batalla. ¿Dónde habrán quedado aquellos valientes civiles que fueron capaces de oponerse sin tapujos a la tiranía marxista, exponiendo sus propias vidas, mientras llegaban las FF.AA.? Por desgracia, parecen haber quedado en el recuerdo, desapareciendo en la nebulosa del tiempo sin haber traspasado a sus herederos el sentido del Honor y de responsabilidad ciudadana que llenó de orgullo a Chile cuando fue liberado de la revolución socialista gracias a la acción mancomunada de civiles y militares.

Con hechos como éste, pareciera confirmarse que el resultado de las elecciones no fue realmente una victoria ganada por la derecha, si no que correspondió mas bien a una derrota autoinfligida por la propia coalición de izquierda, tan embriagada de poder y debilitada por la corrupción que no fue capaz de mantener el dominio político del que hizo gala por 20 años. Peligrosamente, los hechos recientes y en particular la fácil victoria alcanzada en el caso del Embajador Otero, reflejan que su aparente debilidad y la desorganización que siguió a la derrota en las urnas, no es tal y que la fuerza de su doctrina de violencia sigue vigente, consiguiendo una rápida recuperación a partir de las

mismas debilidades estratégicas que mostró la derecha en el pasado y que le permitieron ser gobierno durante veinte años.

Nada indica que la derecha chilena aprende de sus errores. Por el contrario, vemos como ante el rabioso empuje de la izquierda, ésta cede a su presión, claudicando rápidamente en aras mantener un supuesto clima de unidad que no es si no la continuación de una hipócrita “paz armada”, la que tarde o temprano terminará envolviéndolos en un conflicto. El problema es que mientras día tras día la izquierda se fortalece, la derecha derrocha un tiempo valioso para consolidar la victoria alcanzada en las urnas.

En prueba de ello, podemos citar por ejemplo cómo en el ámbito judicial la izquierda sigue negándole al gobierno toda posibilidad de adoptar decisiones libres en cualquier asunto relacionado con los derechos humanos. Para comprobarlo, es cosa de mirar lo que sucede con el Programa de DD.HH. del Ministerio del Interior, organismo de existencia ilegal como ha sido ampliamente demostrado y que sigue funcionando bajo el alero de las nuevas autoridades, enredadas éstas en el temor a la reacción de quienes lo utilizan para perseguir despiadadamente a los uniformados por hechos prescritos, amnistiados o juzgados.

Ni hablar de los escándalos habidos con los desaparecidos-aparecidos, con los abusos con las becas Valech, con el veto a un distinguido General de Carabineros para dirigir Gendarmería, con el descubrimiento de redes que negocian con historias falsas para enjuiciar militares y con un creciente número de otros abusos, tan inmorales como los señalados y sobre los cuales el Gobierno prefiere mantener un bajo perfil o simplemente los ignora, cediendo a sus adversarios un espacio valioso que le costará mucho recuperar, si es que en el futuro consigue alcanzar una relación de fuerzas que le permita cambiar de actitud.

El sacrificio de Otero representa la más reciente demostración de cómo se ceden posiciones para apaciguar a las fuerzas de la izquierda. Lamentablemente, todo indica que éste no será el último sacrificio y que seguiremos viendo cómo la amenaza disuasiva de una izquierda vigilante seguirá restando la libertad de acción que necesita el gobierno para conseguir el éxito que todos esperamos. El problema es que entretanto no sabemos hacia donde podemos estar siendo llevados por una estrategia de alto riesgo y que degrada poco a poco la motivación de quienes se jugaron lealmente para que se recuperara la decencia política en Chile.

La historia demuestra que la indecisión para mantener el ímpetu en una operación exitosa, sea ésta política o militar, ha sido la causa de muchas derrotas inesperadas, acaecidas a fuerzas que parecían destinadas a vencer y que perdieron por no darse el trabajo de alimentar con voluntad y energía la brecha abierta en la posición adversaria. No vaya a ser cosa que nos pase lo mismo y terminemos quedándonos tal solo con la victoria de Enero y nada más. Por supuesto que nadie lo desea y la responsabilidad del gobierno y de todos quienes lo apoyamos es proyectar desde ya el futuro período de 4 años, evitando a los chilenos tener que soportar el regreso de una izquierda corrupta e ineficiente que no volvería a dejar el poder tan fácilmente como lo hizo esta vez.

9 de Junio de 2010

Patricio Quilhot

Columna de Opinión

Otero: de la verdad al perdón (Gonzalo Rojas). Tras la Paletada, nadie dijo nada.. (Washington Sandoval Gessler)

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
“Si usted piensa que hubo aspectos positivos del Gobierno militar, usted necesita un tratamiento intensivo para curarse de tamaña desviación; ha de saber usted que nadie en su sano juicio puede afirmar algo distinto de la verdad oficial, perfectamente compartida por los últimos candidatos presidenciales (sí, por todos): a saber, que el gobierno de Pinochet fue el peor de la historia de Chile”.
Unos opositores persiguen a un embajador por haber manifestado que “la mayor parte de Chile no sintió la dictadura”. Pocos días antes, un religioso había descalificado a un obispo porque en sus tiempos de laico trabajó para el gobierno del Presidente Pinochet.
Dele con la campaña.
Que el embajador Otero crea que debe pedirle disculpas al Presidente (por algo así como tener pensamiento autónomo) revela hasta qué punto la derecha inclusiva y pragmática que algunos de sus correligionarios quieren crear, siembra el temor entre sus propios adherentes.
Que el religioso aquel anuncie que protestará si el obispo ese llega a ser nombrado para Santiago, revela cuán sólida es la seguridad de los “progresistas” respecto de su capacidad de infundir el miedo.
Ambas situaciones muestran que, también en la concepción histórica, el izquierdismo ha indexado nuevos dogmas, a los que pretende que todos los chilenos deban adherir con alma, corazón y vida.
El primero dice así: “Si usted trabajó para el gobierno militar, en cualquier calidad, por definición usted es culpable de complicidad en la violación de los derechos humanos; usted es un genocida por osmosis; usted lleva en su corazón la marca del crimen; usted no puede validarse en el Chile democrático, y si hasta ahora lo ha logrado, es porque engaña a sus conciudadanos, pero usted no puede pretender que no lo persigamos hasta desenmascararlo como un criminal”.
Y el segundo está redactado de este modo: “Si usted piensa que hubo aspectos positivos del Gobierno militar, usted necesita un tratamiento intensivo para curarse de tamaña desviación; ha de saber usted que nadie en su sano juicio puede afirmar algo distinto de la verdad oficial, perfectamente compartida por los últimos candidatos presidenciales (sí, por todos): a saber, que el gobierno de Pinochet fue el peor de la historia de Chile”.
Aquella portada de La Nación acusando de violadores de los derechos humanos a importantes civiles -sin pruebas ni fundamentos- pasó y dejó su mugre. Aquellos ataques a Jovino Novoa pretendiendo inhabilitarlo para presidir el Senado por haber sido subsecretario de Pinochet, hirieron sin razón alguna. Esos anuncios del futuro (actual) ministro del Interior sobre la decisión de evitar nombramientos de funcionarios de Pinochet -por cierto, no cumplida- ofendió sin medida.
Así ha ido instalando la izquierda dura su discriminación arbitraria, así ha logrado que le hagan eco los despistados de variadas denominaciones, y la eficacia de su estrategia ha llegado al punto de que no duda en sumarse a esa campaña un destacado religioso, experto en solidaridad.
Aquellos textos de estudio repartidos por decenas de miles en los que se alaba al MIR y se denigra al 11 de septiembre. Aquel concurso de TVN programado para canonizar a Allende como el chileno más grande, cuando en realidad fue el peor Presidente de la historia. Esa claudicación de los alcaldes aliancistas que ensalzan a Gladys Marín dedicándole avenidas. Con todo eso se ha pretendido que los adherentes a Pino- chet abandonen su defensa del verdadero pasado nacional.
Por cierto, otro destacado religioso me lo dijo un día, cara a cara, con noble sinceridad y clara frialdad: “He pedido que a usted lo saquen de su universidad, porque nadie puede defender al gobierno del dictador Pinochet como usted lo hace; no tiene derecho a ser profesor titular en esa corporación”. Y, consultado, mi rector de la época me confirmó que la gestión había sido hecha, ante él mismo…
¿A dónde llegarán? Eso da igual: son capaces de todo. Lo decisivo es que se les enfrente con un arma que no poseen: la verdad.
El izquierdismo ha indexado nuevos dogmas, a los que pretende que todos los chilenos deban adherir con alma, corazón y vida.

Por Gonzalo Rojas

Miércoles 09 de Junio de 2010


 

GENTILEZA DEL SOCIO DON: Orlando Gomez Urtubia

                  TRAS LA PALETADA, NADIE DIJO NADA…..
      
      Sr. Director:
                             Escándalo han provocado en ciertos sectores, los mismos de siempre, las declaraciones personales del Embajador de Chile en Argentina, don Miguel Otero, cuando dijo que la mayoría de los chilenos no sintieron la dictadura militar. Sobre el punto, debo confesar que me produjo tristeza la llorada retractación  del señor Otero y más aún el perdón que imploró por decir lo que millones de chilenos pensamos sobre el paso por nuestras vidas de la llamada dictadura militar, porque nunca como entonces disfrutamos de tranquilidad en nuestros hogares y ciudades, pudimos desarrollar nuestras actividades sin temor a las hordas marxistas que ya estaban amargando nuestras existencias en su camino hacia la implantación en Chile de la dictadura del proletariado, que por ser de izquierda extrema, no es calificada de tal. Y la tuvieron en la Unión Soviética sin que nadie de estos mismos conglomerados, ni a título personal, criticaran a uno de los más sanguinarios dictadores de la historia, José Stalin, que mandó a la muerte a millones y millones de seres humanos por el delito de pensar distinto, igual que ese otro siniestro criminal Adolfo Hitler, que envió a la muerte a varios millones de seres humanos por haber cometido la “atrocidad” de ser judíos. Tampoco de labios de estos mismos señores hemos escuchado críticas, si no alabanzas, contra la dictadura de la camorra castrita, tampoco contra la ignominia en que vivieron los alemanes tras el muro de Berlín; menos contra las simientes de doictaduras que ya  se vislumbran en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, contrariamente, les escuchamos aplausos y festejos.
                      El hoy camuflado marxismo chileno nos mantiene acostumbrados a permanecer de rodillas pidiéndoles perdón por lo sucedido durante el régimen militar, entonces surge la pregunta: ¿quién preparó la levadura para que aconteciera esa situación? Hoy,  los príncipes burocrátas y duques de la ex Unidad Popular, velados  con un nuevo nombre,  que profitan de esa democracia que ellos querían matar, y casi lo lograron, en su calidad de senadores, diputados, alcaldes, etc., ¿poseen calidad moral para reclamar contra la dictadura militar, cuando ellos preparaban la propia, ya casi sin contrapeso, hasta el 11 de Septiembre de 1973? ¿Qué hace junto a ellos la hasta ayer valerosa Democracia Cristiana?
                       Yo no me arrodillo ante los señores marxistoides, y digo con todo énfasis que gracias a nuestras Fuerzas Armadas y Carabineros hoy gozamos de la libertad y democracia que otros no se merecen, aunque de ellos hay varios próceres que se vanaglorian de haberla recuperado. Si no que lo digan los parientes y amigos de los millones de seres humanos que sucumbieron bajo los gobiernos  marxistas en todo el mundo, pero como éstos  eran regímenes  de izquierda, parodiando a nuestro insigne poeta chileno Carlos Pezoa Vélez, les digo: por esas víctimas, “tras la paletada, nadie dijo nada, nadie dijo nada”.
                                               Washington Sandoval Gessler
                                                     Abogado-Periodista
Columna de Opinión

El negociado de los Derechos Humanos

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
Hoy somos testigos impotentes de un nuevo acto vergonzoso, gestado durante los gobiernos de la Concertación y evidenciado en frente de las nuevas autoridades, donde una vez más se ha violado la fe pública y se persigue judicialmente a los uniformados, para quienes no existen los derechos humanos o jurídicos, aplicándoseles en cambio un trato vejatorio e inhumano que incluye la negación de la prescripción o del beneficio de la amnistía, bajo el argumento de que se trata de “delitos de lesa humanidad”, concepto que representa en sí un engaño adicional para la sociedad chilena, al ser inconstitucional su aplicación con efecto retroactivo.

 

Una vez más, la motivación para escribir estas palabras proviene de un sentimiento de vergüenza e impotencia, por desgracia cada vez más frecuente en los últimos tiempos y que en este caso adquieren una dimensión intolerable. La vergüenza, compartida por muchos chilenos ante los abusos cometidos en nombre de la defensa de los Derechos Humanos, es acicateada al conocerse una nueva estafa, cometida para aprovecharse de uno de los múltiples beneficios concedidos por los gobiernos de la Concertación al sector de la población amparado bajo el alero de tan manoseado concepto.

A través de una discreta información, publicada en algunos medios nacionales bajo el título de “descubren anomalías en el programa de DD.HH.”, se supo del descubrimiento en la Región de la Araucanía de una organización clandestina (que hasta ahora no ha sido acusada de “asociación ilícita”), destinada a montar falsos casos de detenidos y torturados, con el propósito de acceder a los beneficios generados por la Comisión Valech.

Para ello, un grupo de violadores de la fe pública, se dedica, quien sabe desde cuándo, a preparar guiones con relatos y detalles de supuestas detenciones y torturas recibidas de parte de las fuerzas militares y policiales de 1973 y años posteriores. Todo ello, a cambio de una módica suma cobrada a sus “clientes”, quienes pueden con ello usar dichos relatos falsos para presentarse ante los funcionarios encargados de adjudicar los beneficios de la citada comisión.

Como antes, este asunto también podría quedar reducido a una simple estafa, cometida por un pequeño grupo de delincuentes. Sin embargo, la repetición periódica de casos similares, como el de las becas Valech, los detenidos “aparecidos”, etc., debería llevar a reflexionar a una sociedad que parece haber sido adormecida por la persistente propaganda emitida por los promotores de la defensa de los Derechos Humanos, libres de cualquier oposición o fiscalización efectiva.

Son tantos los casos detectados y la nula reacción ante ellos que la conciencia nacional parece haber sido anestesiada, considerándose cada nuevo engaño como un hecho irrelevante y sin importancia. El problema es que a través de los sucesivos actos de esta naturaleza va quedando en evidencia que la sociedad chilena, además de contar con una acomodaticia y/o pésima memoria, ha cedido parte importante de su dignidad colectiva en aras de la comodidad, evidenciando una peligrosa indiferencia ante hechos que ofenden el Honor Nacional.

Cuando se constituyó la primera de las comisiones destinadas a reparar los daños causados por el conflicto interno de 1973, se cometió el grave error de focalizar su trabajo en beneficio exclusivo de una de las partes, concentrándose todo el poder benefactor del Estado en un sector de las víctimas, teñido de un definido color ideológico. En dicha oportunidad, la comisión dejó ex – profeso de lado a aquellos ciudadanos que sufrieron la violencia dogmática ejercida por la Unidad Popular sobre sus opositores. Tampoco mostraron el menor interés por analizar y reparar los sufrimientos de las víctimas de la violencia terrorista, omitiendo así a los uniformados y a los civiles que cayeron o fueron secuestrados en nombre de la “resistencia”. Como si unos y otros fueran de distinta nacionalidad que los primeros y no los cobijara la misma bandera.

Esta brutal discriminación, sirvió para exacerbar el ánimo de venganza de quienes venían de la gran frustración por la pérdida del poder y su incapacidad de recuperarlo durante tantos años, ofreciéndoles – servida en bandeja – la oportunidad de acceder a una enorme cantidad de posibilidades para sacar provecho de un Estado paternalista, característico del mundo socialista. De esta forma, se despertó el apetito insaciable de un sector de la población que al conseguir fácilmente sus primeros sus objetivos ya no pudo dejar de exigir cada vez mayores y mejores reparaciones hasta que una vez agotadas las desapariciones forzosas o muertes consiguieron que se les ampliara el horizonte a todo tipo de detenciones, a las que adornaron con la “tortura”, aunque ella se sustente tan solo en el efecto psicológico de haber estado detenido.

Con ello se estimuló la presentación de innumerables casos que reclamaban indemnizaciones, pensiones de gracia, pago de estudios a hijos y nietos, etc., derivando en abusos como los desaparecidos que aparecían vivos, otros que habían fallecido por causas naturales o antes de que ocurrieran los hechos, analfabetos que recibieron títulos universitarios, etc., culminando recientemente en la inmoralidad de crear equipos de redacción de historias para generar casos judiciales en contra de los uniformados. Todo, a vista y paciencia de una sociedad amnésica y lejana, acompañada de políticos que prefieren no involucrarse en un tema capaz de generar las más virulentas reacciones para quien ose enfrentar a sus promotores.

La inmoralidad de los actos descubiertos en forma previa es superada con creces en esta oportunidad, al considerar que hay uniformados que han sido o serán acusados por las detenciones y torturas inventadas a cambio de dinero por estos “intelectuales” inmorales y que terminan siendo acogidas como verídicas por otros inmorales, en una cadena de abusos y violaciones de los derechos esenciales de los afectados que a nadie interesa.

Hoy somos testigos impotentes de un nuevo acto vergonzoso, gestado durante los gobiernos de la Concertación y evidenciado en frente de las nuevas autoridades, donde una vez más se ha violado la fe pública y se persigue judicialmente a los uniformados, para quienes no existen los derechos humanos o jurídicos, aplicándoseles en cambio un trato vejatorio e inhumano que incluye la negación de la prescripción o del beneficio de la amnistía, bajo el argumento de que se trata de “delitos de lesa humanidad”, concepto que representa en sí un engaño adicional para la sociedad chilena, al ser inconstitucional su aplicación con efecto retroactivo.

Es grotesco leer en estos días en la prensa que se han iniciado los primeros 100 nuevos casos judiciales de un total de 1.197 querellas que se encuentran listas para ser presentadas ante los tribunales, por supuestas detenciones indebidas y torturas. ¿Cuántos de ellas corresponderán a guiones teatrales redactados por grupos de delincuentes como éstos? ¿De cuántos nuevos “PRESOS POLITICOS MILITARES” tendrá que hacerse cargo la administración actual? ¿Cuántas futuras demandas en contra del Estado podrán gestarse en los miles de uniformados injustamente enjuiciados por este tipo de hechos?

La verdadera respuesta no está en cuantificar querellas ni demandas, si no en la demostración práctica de una verdadera VOLUNTAD POLITICA que ponga fin a una de las mayores estafas que se han cometido en nuestra Patria: los negociados de los Derechos Humanos y su corolario: la persecución en contra de quienes una vez salvaron a Chile del totalitarismo revolucionario y hoy siguen siendo acorralados por la venganza de unos pocos.

Patricio Quilhot P

Columna de Opinión

DOBLE ESTÁNDAR EN DERECHOS HUMANOS (Enrique Maldonado Roi). LA VENGANZA DE LOS DERECHOS HUMANOS (P. Quilhot)

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de UNOFAR
Nadie puede asombrarse por el uso del concepto de “preso político”, calificación que merece cualquier ciudadano que sea perseguido por actuaciones vinculadas a sus ideas, en este caso muy distintas a las de una ideología política, de las que se diferenciaron por corresponder a un ideal patriótico, materializadas en el cumplimiento del deber militar.
Con ocasión de la muerte del suboficial Mayor de Ejército Sr. Héctor Omar Vallejos Birtiola en el hospital de la Penitenciaría de Santiago. Preso político uniformado, sin piernas hace años por una dura enfermedad y en la miseria e indigencia provocada por el aislamiento sin cuidados, me viene a la memoria el caso del jerarca alemán Hoeneker al cual, después de la caída del muro de Berlín, el gobierno de Chile ( de la concertación) realizó extraordinarios esfuerzos para evitar su procesamiento logrando, finalmente, que no fuera llevado a juicio por razones humanitarias ya que padecía de un cáncer terminal y logró su deportación a Chile, donde recibió las atenciones del gobierno de turno.  El S.O M. Vallejos Birtiola, acusado y condenado a 5 años de cárcel por la muerte en la cordillera de la IV Región de un matrimonio extranjero que trataba de salir del país por un paso no habilitado, fue detenido en la Serena casi treinta años después de los hechos investigados (causa por homicidio prescrita) cuando se encontraba postrado y se le había amputado una pierna a causa de una avanzada diabetes. Los policías a cargo de la detención y después la cárcel de Serena hicieron presente el precario estado de salud del detenido, logrando como única atención “ humanitaria” su traslado a Punta Peuco luego hubo que amputarle la otra pierna y se le detectó un cáncer . Durante el Gobierno de la Presidenta Bachelett no se dio curso a una solicitud de indulto por razones humanitarias y el gobierno del Presidente Piñera tampoco hizo nada para darle la oportunidad de morir junto a sus familiares en La Serena. Volviendo al doble estándar y la situación alemana, no he escuchado que después de la caída de muro se haya procesado por crímenes de “lesa humanidad” a algún policía o soldado que haya disparado y dado muerte a uno de los miles de alemanes que cayeron tratando de escapar del paraíso comunista, en tanto en Chile se procesa y condena después de 30 años a soldados marineros o conscriptos por el solo hecho de formar parte de una patrulla que detuvo y entregó en una repartición o centro de detención a una persona que hoy figura en la lista de detenidos desaparecidos.

¿No será que el llamado Derecho Internacional Humanitario es una arbitrariedad que solo se aplica a los sudamericanos que lucharon contra la guerrilla izquierdista de los años 70 y mañana contra policías y militares colombianos que hoy combaten a las FARC?
Enrique Maldonado Roi
27 de mayo de 2010

LA VENGANZA DE LOS DERECHOS HUMANOS

 

 

Sin que la sociedad chilena lo haya notado, en forma discreta y sin mayor difusión, en la noche del 25 de Mayo de 2010 se ha producido en el Hospital de Gendarmería el primer fallecimiento de un PRESO POLITICO MILITAR. Se trata del Suboficial Mayor de Ejército ( R ) don Héctor Vallejos Birtiola (Q.E.P.D.), quien cumplía condena de 5 años en el Penal de Punta Peuco, por hechos ocurridos hace 37 años. El cáncer y la diabetes lo derrotaron finalmente a la edad de 71 años, encontrándolo encarcelado y lejos de sus seres queridos.

Se trata del primer militar que fallece en cautiverio, formando parte de una larga lista de Presos Políticos, condenados en razón a su participación no buscada en el hecho más relevante ocurrido en nuestro país durante el siglo XX, cuando se evitó la imposición de un modelo revolucionario rechazado por la inmensa mayoría de los chilenos.

Nadie puede asombrarse por el uso del concepto de “preso político”, calificación que merece cualquier ciudadano que sea perseguido por actuaciones vinculadas a sus ideas, en este caso muy distintas a las de una ideología política, de las que se diferenciaron por corresponder a un ideal patriótico, materializadas en el cumplimiento del deber militar.

Si a lo anterior agregamos que a dicho ciudadano se le aplica una legislación diferente y principios legales muy distintos a los que tiene derecho el común de los mortales, entonces nadie puede discutir que en el Chile del siglo XXI, tenemos PRESOS POLITICOS.

Confirma lo anterior el somero análisis del caso del fallecido Suboficial Mayor Vallejos:

 

1. Los hechos por los cuales fue condenado ocurrieron en el año 1973, como parte de las acciones desarrolladas para impedir el escape de terroristas extranjeros que se encontraban infiltrados en nuestro territorio nacional.

2. En la época de los acontecimientos, el Suboficial Mayor Vallejos ostentaba un grado jerárquico claramente subalterno, estando obligado por Ley y por los Reglamentos a cumplir sin cuestionarla toda misión que le fuese impuesta, en especial al encontrarse vigente el “estado de sitio”.

3. Durante el proceso que culminó con su condena se hizo caso omiso a su derecho a la prescripción, pese a encontrarse ampliamente cumplidos los plazos que extinguían el delito del que se le acusaba y siendo su aplicación una obligación ineludible para el Juez.

4. Igualmente, se le negó el derecho a beneficiarse con la Ley de Amnistía, dictada para promover la paz social y el reencuentro entre los chilenos y que fuera ampliamente usada para favorecer a terroristas y delincuentes subversivos.

5. Los fundamentos esgrimidos por el Juez para desconocer la validez innegable de la prescripción y la amnistía, se basaron en que se trataba de “delitos de lesa humanidad”, concepto que recién en el año 2009 fuera validado por el gobierno de Chile, sin que pueda ser aplicado sobre hechos ocurridos con anterioridad.

 

Todo lo anterior, demuestra que la Justicia chilena no solo renegó de sus propios principios de legalidad, irretroactividad y otros, sino que utilizó en contra de este distinguido Suboficial Mayor, como de muchos otros militares, criterios

discriminatorios e inconstitucionales, alentados por una campaña de venganza política que nace del odio que caracteriza a sus gestores.

Se suma a ello, la falta de humanidad con la que el gobierno de Bachelet rechazó de plano la humilde solicitud de indulto formulada por el moribundo Suboficial Mayor, quien solo pretendía terminar sus días junto a su familia. Pudo más el odio acumulado por quienes propugnan el “ni perdón ni olvido”, con lo que prolongan indefinidamente en la gente el recuerdo de la violencia de las hordas marxistas del pasado.

Vemos con pena que nuestros soldados comienzan a morir en la cárcel. Pena por ellos, por sus familiares y por Chile, cuyos ciudadanos parecen haberse doblegado ante la campaña de desinformación desatada para ocultar las verdaderas causas del 11 de Septiembre de 1973 y que con su silencio culpable permiten que se siga abusando de un sector de la sociedad, tradicionalmente digno, disciplinado y de correcto proceder, pese a lo cual hoy es denostado por haber alguna vez defendido los derechos de todos, a costa de arriesgar sus propias vidas y comprometer gratuitamente su futuro.

La cobardía y el odio de quienes detentaron el poder por los últimos veinte años puede ser justificada por la falta de valores morales inherente a su añeja ideología rectora. Sin embargo, no es comprensible el desinterés mostrado por quienes declaran cultivar los valores y principios propios del humanismo cristiano. Por desgracia, los hechos demuestran que el nuevo gobierno desea evitar a toda costa involucrarse en el tema de la venganza de los derechos humanos, dejando que sus impulsores sigan actuando libremente, algunos de ellos incluso cómodamente infiltrados dentro del propio gobierno.

Mientras los militares comienzan a morir en la cárcel, nos preguntamos ¿Hasta cuándo durará el abuso y la discriminación? ¿Qué reacciones podemos esperar en los años venideros? ¿Llegará el día en que la comunidad nacional comience a cansarse de ello? ¿Llegará el momento en que el mundo comience a preguntar por qué hay presos políticos en Chile? ¿Veremos comenzar una nueva ola de juicios y demandas contra quienes como Garzón se consideran judicialmente intocables?

Todo esto y quizás que otra cosa podría llegar a pasar cuando el abuso sature la capacidad de aguante, puesto que la historia ha probado con creces que cuando ello sucede, la reacción del ser humano desesperado y sin nada que perder puede alcanzar niveles insólitos e inesperados. Ojala que antes que ello ocurra, las bien intencionadas declaraciones de unidad nacional de los nuevos gobernantes se transformen en hechos concretos y que a partir de ello nuestra sociedad sea capaz de mostrar un grado de mayor madurez, dejando las odiosidades definitivamente atrás.

En este triste momento, formulamos votos por la difícil resignación que esperamos llegue prontamente a la querida familia militar del Suboficial Mayor Vallejos (Q.E.P.D.), esperando que su sacrificio injusto sirva para hacer reaccionar a las autoridades, para que se decidan de una vez por todas a poner término a la vergonzosa discriminación que afecta a nuestros PRESOS POLITICOS MILITARES.

Patricio Quilhot P