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Combate de Yerbas Buenas (1813). Jorge Villarroel Carmona

 

                                                               Combate de Yerbas Buenas (1813)

 Jorge Villarroel Carmona

Fue la primera acción militar entre fuerzas patriotas y realistas en el contexto del proceso independentista en la etapa denominada “Patria Vieja “.

El General José Miguel Carrera al mando del Ejército patriota y el Brigadier español Antonio Pareja con fuerzas del sur superior en número se enfrentan en los márgenes del río Maule separándolos las correntosas aguas (el norte los patriotas y en el sur los realistas).

Al amanecer del 27 de Abril el Coronel patriota Juan de Dios Puga a la cabeza de un destacamento (600 hbs con artillería) cae sobre el acantonamiento-vivac realista en Yerbas Buenas, sorprendiendo a la tropa y tomando prisioneros. Puga pensaba que se trataba de la vanguardia adversaria, pero los primeros rayos de luz demostraron su error, dado que se encontraba nada menos que en el centro del grueso realista. Trató infructuosamente de escapar, pero cayó prisionero y junto a él, varios jefes y tropa patriota, como también piezas de artillería capturadas y armas que en principio fueron botín patriota.

En total en ambos frentes hubo aproximadamente 200 bajas.

Aproximadamente 400 de los 600 llegaron ilesos al vivac patriota.

Luego el mando del Ejército realista para explotar el éxito intentó cruzar el rio Maule hacia el norte, pero varias de sus unidades desobedeciendo se negaron a cumplir la orden y se devolvieron al sur asustados por los riesgos que asumirían, obligando al Brigadier Pareja a marchar con dirección a Linares.

Si bien Yerbas Buenas fue un combate que no arrojó una victoria patriota, la falta de disciplina demostrada en las huestes realistas supone un resultado con efecto disuasivo ejercido en la línea norte del río Maule a favor de los patriotas.

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

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Batallón Atacama lideró el desembarco en Pisagua. Gabriel Alliende Figueroa. Brigadier de Ejército

 

                                                                                   Batallón Atacama lideró el desembarco en Pisagua
Gabriel Alliende Figueroa
Brigadier de Ejército

Algunos párrafos de prensa y cartas
• “La prensa de Chile entero se plagó de alabanzas para el batallón nortino
que dejó 19 muertos y más de 50 heridos en su bautismo de fuego sobre las amarillentas arenas del puerto peruano”
• “Señor Intendente de la provincia de Atacama Don Guillermo Matta, Santiago 8 de noviembre 1879, No puedo menos que felicitar a US. y a la provincia de su mando por la comportación tan digna del Batallón Atacama en la Toma de Pisagua.

Firmado Cornelio Saavedra

Ver trabajo completo en: 24022HB GAF Batallón Atacama en Pisagua

Fuente: Edición del sitio Web de Cosur Chile y de su revista digital “Tres Espadas”
Av. Bernardo O’Higgins 1452, piso 3, Santiago. www.cosur.cl y contacto@cosur.cl

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HISTORIA MILITAR DE CHILE DEL SIGLO XX. 1891-1990. Episodio N°1. GDD. Roberto Arancibia Clavel

    

GDD Roberto Arancibia Clavel

Para la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional, es un honor y orgullo poder continuar con la presentación y antecedentes de la obra escrita por el General de División Roberto Arancibia Clavel y que recientemente fuera comentada en este mismo sitio por el GDD Andrés Avendaño Rojas.

Presentamos el primer video de su obra, la que puede ser vista en el link que hemos puesto al final de esta página.

La obra, se trata del relato en episodios, de la Historia Militar de Chile del siglo XX entre 1891 y 1990, recreando la época y rememorando los grandes desafíos enfrentados por las FFAA.

https://www.youtube.com/watch?v=YCvUKfYKQLg

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El motín de Urriola. 20 de Abril de 1851. Jorge Villarroel Carmona

                                                                        

                                                                                               Motín de Urriola

20 de Abril de 1851

Un motín cívico militar estalla en las calles de Santiago de Chile, en oposición al gobierno de Bulnes y a la candidatura presidencial de Manuel Montt. En este alzamiento el Coronel (R) don Pedro Urriola es muerto.
Con este hecho comienza la Revolución de 1851, surgido por el descontento del resultado de las elecciones presidenciales que pone a Dn Manuel Montt Torres en La Moneda y deja en el camino a Dn José María de la Cruz Prieto, General de Ejército (R) que se representaba al sur de Chile, específicamente a Concepción.

Los políticos insurgentes de la época integrantes de la sociedad de la igualdad convencieron al Coronel Pedro Urriola iniciar una acción militar y lo usaron “como carne de cañón. Los políticos como siempre no dieron la cara -a pesar que en ese tiempo la virtud de “honor” era una de las características del hombre- luego los acontecimientos y la dura acción militar liderada por el General Manuel Bulnes hizo caer a los amotinados en las batallas de Petorca y Loncomilla terminando con la revolución donde algunos cabecillas arrancaron fuera del país. Muchos insurgentes murieron. No hubo persecución de derechos humanos en gran medida porque se entendía que hubo insurgencia y había sentido común en la sociedad no ideologizada.

JORGE VILLARROEL CARMONA

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Una historia militar de Chile del siglo XX. GDD. Andrés Avendaño Rojas

 

                                                          Una historia militar de Chile del siglo XX

GDD.Andrés Avendaño Rojas: “… no existe otra obra que —desde una perspectiva castrense— aborde esta suerte de trenza que durante esa centuria fue uniendo en un destino común a la sociedad, el Estado y a sus instituciones armadas…”.

 

Martes 16 de abril de 2024 (El Mercurio)

En la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (Anepe) fue presentada la última obra del general (r) Roberto Arancibia Clavel, doctor en Historia y miembro honorario de la Academia de Historia Militar, denominada “Historia Militar de Chile del siglo XX”. En tres tomos, recorre y revisa la vinculación y relación de las Fuerzas Armadas chilenas con la sociedad y el Estado entre 1891 y 1990.

Se trata de un aporte novedoso a la historiografía nacional, porque no existe otra obra que —desde una perspectiva castrense— aborde esta suerte de trenza que durante esa centuria fue uniendo en un destino común a la sociedad, el Estado y a sus instituciones armadas.

Hasta la fecha no se había publicado una obra que, abrazando al siglo XX militar, diera cuenta en forma holística y profunda de la relación de las Fuerzas Armadas con su derrotero político y social.

Haber acometido esta enorme tarea es digno de ser destacado y reconocido. Fueron largos años los que el autor debió dedicar a la reunión de antecedentes documentales y a sostener entrevistas con diferentes testigos o actores de los sucesos que habría de reseñar.

El primer tomo del libro, “Profesionalización y Política”, abarca el período de 1891 a 1931, los que son recorridos en forma cronológica, pero también temática, pues en cada período se abordan problemas propios de esos decenios. En detalle se refiere a las tensiones limítrofes con Argentina durante 1892-1902, y las repercusiones que aquellas tuvieron en nuestras instituciones armadas. También se abordan diversos problemas de política interna, muchos de los cuales tienen una particular vigencia hoy, como el papel que las Fuerzas Armadas han cumplido respecto de una función esencial del Estado, como es la conservación del orden público. Las consecuencias que estas misiones tuvieron para la disciplina, para la imagen de las instituciones y para los mandos militares, son ilustrativas de sus complejidades y ayudarán al lector a formarse un sólido juicio personal sobre una materia de palpitante actualidad.

La influencia de la Primera Guerra Mundial en la Armada y en el Ejército es descrita en detalle; para luego entrar en el período de nuestra historia nacional que va de 1920 a 1931. Ahí, con profundidad se relata la movilización de 1920 a la frontera norte; las intervenciones militares de 1924 y 1925, y el primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo.

El tomo segundo, “Vientos de Rebelión”, se inicia con la caída del gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y ahonda en los avatares políticos y militares del tormentoso bienio 1931-1932, además de las difíciles relaciones entre el mandatario en ejercicio y las instituciones armadas. Este período, marcado por las intervenciones de la política en lo militar y de lo militar en la política, es descrito con precisión, proyectando los negativos efectos de esta explosiva mezcla, que se fueron acumulando durante los gobiernos radicales, el segundo período de Carlos Ibáñez, y las administraciones de Jorge Alessandri y Eduardo Frei Montalva, y que alcanzaron su cenit con la elección, en 1970, de Salvador Allende Gossens como Presidente de la República.

En gran parte de estas cuatro décadas se advierte un común denominador, y también un problema de fondo: el descuido o desinterés de las autoridades políticas del país por la función Defensa, lo que provocó inestabilidad, intentos de rebelión y expresiones de malestar de parte de los uniformados chilenos. Los síntomas de las debilidades políticas e institucionales son descritos con sobriedad, pero sin ocultar su cruda realidad.

Finalmente, el tomo tercero, “Chile en Peligro”, incursiona en la problemática militar durante el gobierno de la Unidad Popular y del Régimen Militar. En el caso de la primera de estas administraciones, se aborda el interés que el gobierno del Presidente Salvador Allende mostró hacia las Fuerzas Armadas, su financiamiento y equipamiento; pero también ilustra acerca de cómo el mundo militar chileno fue viendo con preocupación cómo la cohesión nacional se hundía en un proceso de polarización política y social. Al referirse a los años del Régimen Militar, el autor expone en detalle las graves crisis vecinales con el Perú y Argentina durante la década de 1970, el papel que las Fuerzas Armadas cumplieron en la seguridad interior del país durante estos años, y su adaptación a la nueva realidad política que se inició con el año 1990.

Se podrá discrepar de algunas de las interpretaciones o énfasis que el autor realiza, pero ello no es impedimento para reconocer que han sido el fruto de un trabajo sólidamente fundamentado y fruto de una investigación metódica y rigurosa.

En sus páginas fluye con nitidez la doble dimensión de su autor: por una parte, su formación académica y, por otra, su condición de militar, lo que le permite exponer con rigurosidad los acontecimientos y, a la vez, darles una interpretación novedosa en nuestro medio.

GDD. Andrés Avendaño Rojas
Director ejecutivo Academia de Historia Militar

 

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El bombardero Memphis Belle (1). Ejército de Tierra Español. Octubre 2016

                                                                   El bombardero Memphis Belle (1)

El bombardero B-17 llamado Memphis Belle (La Bella de Memphis) ocupa un lugar importante en la historia de la aviación y las operaciones militares durante la Segunda Guerra Mundial. Se hizo famoso por completar 25 misiones de combate en Europa, una hazaña muy celebrada en la época. He aquí un relato detallado del viaje del Memphis Belle.

Construcción y despliegue
El Memphis Belle era un Boeing B-17F Flying Fortress, un bombardero pesado cuatrimotor. Fue fabricado en la Boeing Aircraft Plant de Seattle, Washington, y entregado a las Fuerzas Aéreas del Ejército de EE.UU. el 15 de julio de 1942.
Tras su entrenamiento inicial y modificaciones, el avión fue asignado al 324º Escuadrón de Bombarderos, 91º Grupo de Bombarderos, con base en Bassingbourn, Inglaterra. La tripulación bautizó al avión como “Memphis Belle” en honor a la novia de su piloto, el capitán Robert K. Morgan, natural de Memphis, Tennessee.
La primera misión de combate del Memphis Belle tuvo lugar el 7 de noviembre de 1942, sobre la Francia ocupada.

Durante los meses siguientes, la tripulación voló en varias misiones, principalmente contra instalaciones industriales alemanas, corrales de submarinos y aeródromos. La naturaleza intensa y peligrosa de estas misiones hizo que el Memphis Belle se ganara la reputación de avión probado en combate.
La 25ª misión
La 25ª misión fue un hito importante para las tripulaciones de bombarderos en la Segunda Guerra Mundial, ya que marcaba la finalización de su período de servicio. La 25ª misión del Memphis Belle estaba programada para el 17 de mayo de 1943 y tenía como objetivo los astilleros de submarinos de Lorient (Francia).
Durante la misión, la tripulación se enfrentó a un intenso fuego antiaéreo y a feroces ataques de cazas alemanes. A pesar de sufrir daños y perder uno de sus motores, el Memphis Belle consiguió regresar sano y salvo a Inglaterra.
Tras completar su 25ª misión, el Memphis Belle y su tripulación fueron enviados de vuelta a Estados Unidos en una gira de bonos de guerra. El propósito de la gira era recaudar fondos para el esfuerzo bélico y levantar la moral entre el público estadounidense.
El avión y su tripulación visitaron varias ciudades del país, atrayendo a grandes multitudes deseosas de ver el famoso bombardero y conocer a su tripulación.
La fama del Memphis Belle creció aún más con el estreno de un documental titulado “Memphis Belle: A Story of a Flying Fortress” en 1944. Dirigida por William Wyler, la película pretendía describir las experiencias de las tripulaciones
de los bombarderos y los retos a los que se enfrentaban durante sus misiones.


El documental mostraba imágenes reales de misiones de combate, incluidas
escenas de la 25ª misión del Memphis Belle.
Esta película ayudó a cimentar el lugar del Memphis Belle en la historia y lo convirtió en un símbolo icónico del poder aéreo estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.

Preservación y restauración
Tras su gira de guerra, el Memphis Belle fue almacenado inicialmente en la Base Aérea de Altus, Oklahoma.
Con el paso de los años, el avión se deterioró debido al abandono y a la exposición a los elementos. Sin embargo, en la década de 1980, se hicieron esfuerzos para devolver al Memphis Belle su antiguo esplendor. El 17 de mayo de 1990, el Memphis Belle, totalmente restaurado, fue presentado en el Museo Nacional de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos) en Dayton, Ohio

Fuente: Edición del sitio Web de Cosur Chile y de su revista, 2016, págs. 136-137 Página 2 de 4ta digital “Tres Espadas”
Av. Bernardo O’Higgins 1452, piso 3, Santiago. www.cosur.cl y contacto@cosur.cl

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Del caballo al tanque y del globo al avión (1) (segunda parte).Andrés P. Mohorte Periodista

                                                                  Del caballo al tanque y del globo al avión (1)
                                                                (segunda parte)

Andrés P. Mohorte Periodista

Las trincheras un lugar confortable.De nuevo, fueron los dirigentes alemanes quienes tuvieron más acierto a la hora de leer la guerra. Como cuenta Paul Fussell en su clásico “La Gran Guerra” y la memoria moderna sobre los pormenores de la vida en el frente, el alto mando alemán había ordenado construir trincheras espaciosas, higiénicas y cómodas.
La mezcla de obsesión por la perfección fabril de Alemania y la rápida asunción de que la guerra, pese a todo lo creído antes de su estallido, sería lenta y muy larga, provocó que los alemanes se desempeñaran a fondo en hacer la vida de sus soldados más fácil.
Y como bien noveló Erich María Remarque en “Sin novedad en el frente”,
Alemania había elaborado un reflexivo sistema de rotación que, hacía que un soldado cualquiera no pasara más de dos semanas seguidas en primera línea.
Se habían asentado diversos puntos en las líneas de abastecimiento de la trinchera (que no consistía sólo en la primera línea, sino en una profundidad de hasta tres niveles), y tras su periodo en el frente, todos los hombres regresaban a la retaguardia a pasar días descansando y recuperándose, pese a todas las
calamidades. Fueron los alemanes quienes antes comprendieron el sino de la guerra, lo que, combinado con su natural eficiencia productiva, derivó en trincheras más saludables, protegidas y habitables que las de los franceses o ingleses.
La situación era distinta al otro lado del frente. Los altos mandos franceses e ingleses, personificados en militares tan clásicos, pagados de sí mismos y reacios al cambio como Robert Nivelle, continuaban creyendo que la guerra sería rápida y que duraría poco, por lo que no invirtieron mucho tiempo en acomodar las trincheras y atender las necesidades inmediatas de sus soldados. Así, los ingleses y franceses en el frente estaban más empapados en barro, sufrían de peores condiciones de alojamiento y se las veían conviviendo de forma amarga con las ratas. En una trinchera francesa, por ejemplo, los soldados no solían pasar demasiado tiempo en primera línea, iban rotando y siendo relevados ante el estrés y lo intenso de las batallas, pero sin un descanso efectivo como el que tenían sus rivales alemanes.

Tras las carnicerías de Verdún y el Somme, ofensivas respectivas de Alemania y Reino Unido para conquistar puntos claves de sus rivales, el tiempo de la guerra cambió. Como constataría Churchill tras los espurios kilómetros ganados en Bélgica, las victorias costaban tanto que se asemejaban demasiado a las derrotas.
Lo cierto es que mediado el conflicto, Francia, Reino Unido y Alemania se desangraban ante la cruda realidad de una guerra librada al uso antiguo con instrumentos modernos. Sí se quería avanzar, había que cambiar, aunque implicara correr mayores riesgos y afrontar cismas internos en los altos mandos.
Y que mejor modo de hacerlo que abrazando la modernidad en su esplendor más puro.

El aire: el otro punto de inflexión en la historia de la guerra.
Saltar por encima de las trincheras implicaba tres cosas: Primero, diseñar proyectiles más eficaces que tuvieran un impacto real en el denso entramado defensivo del enemigo. Segundo, apuntar mejor y evitar el reguero de cráteres que hacían impracticable utilizar el terreno conquistado, para seguir avanzando.
Tercero, posicionar a la artillería lo más atrás posible en retaguardia, para protegerla de los daños de sus colegas enemigos, cuyas direcciones de disparo tenían demasiada incertidumbre. Para ello, la tecnología moderna ofrecía una solución brillante: los aviones.
La Primera Guerra Mundial significó poner en la escena bélica, en forma paulatina y definitiva a la aviación. La referencia estaba en España y otros países que habían utilizado elementos experimentales con anterioridad, como el globo en la Guerra hispanoamericana de 1898, tan cercana por aquel entonces, a la novedad a gran escala, que significó la aparición del avión.
Desde los primeros vuelos de aviones, que la historia le entrega méritos tanto a los hermanos Wright en Estados Unidos y a Alberto Santos Dumont, en Francia,
a inicios del siglo XX, el desarrollo de esos ingenios fue sorprendente, impulsado por la proyección comercial y bélica que sus creadores visualizaban en el corto plazo. Fue así como, ya en la Primera Guerra de los Balcanes, el impulso tecnológico permitió pasar de aparatos primitivos a ingenios de mayor estabilidad y autonomía

Pese a que la leyenda de figuras como el Barón Rojo y los duelos de ases del aire colocan a la aviación en un estadio idílico e imaginario durante aquellos años, su función era más de apoyo y por más que, a ras de suelo, los infantes se sorprendían con las pequeñas maniobras aéreas de los avezados pilotos, a estos se les pedía que, utilizaran esa nueva dimensión para observar y fotografiar, más allá de las líneas propias. De hecho, gracias a sus labores de investigación al otro lado del frente, hoy podemos disfrutar de espectaculares imágenes cenitales de la Primera Guerra Mundial.

Los biplanos se dedicaban a surcar el aire con diversos propósitos estratégicos.
Para predecir el movimiento de tropas enemigas y con ello ser más certeros en la movilización rápida de las propias. También para informar de la posición de la artillería rival, con visos de atacarla. Y finalmente, señalar con precisión la posición de las trincheras enemigas, para ajustar la puntería de sus obuses y cañones.
Mas allá de las leyendas como las de Manfred von Richthofen, el Barón Rojo, con 80 derribos sin confirmar, la principal misión de la aviación durante los cuatro años de guerra fue de observación, llamado más tarde de reconocimiento.
Con toda esa información bastante completa la guerra avanzaba la guerra, no obstante, el alto mando germano de turno insistía en la ofensiva, ahora con mayor precisión, hacia dónde se iban a dirigir los próximos ataques. Ello no significó que la aviación quedara limitara a meros trabajos de exploración, sino que, en el verano de 1916, la aviación alemana ya había desarrollado los primeros escuadrones aéreos de combate y en los años siguientes no era raro toparse con pilotos ametrallando desde el aire a la infantería enemiga, cuando la ocasión lo requería, para espanto de los soldados.

La Primera Guerra Mundial también fue testigo de los primeros intentos de bombardeo de población civil, un elemento tan terrorífico y presente en los conflictos subsiguientes tras la matanza de Gernika. Fueron los alemanes quienes se prodigaron en el asunto, aunque no sobre los ligeros biplanos, incapaces de recorrer largas distancias o de portar bombas pesadas, sino sobre los legendarios zeppelines, enormes bolas de gas que surcaban los aires cual destructor los mares, y cuya impresión visual no guardaba relación con su
inestabilidad y alta tasa de siniestralidad.
Los generales alemanes, al provenir de la casta militar prusiana que tan poco aprecio recibían de las gentes comunes propias y muy especialmente de otras naciones, experimentaron con bombardeos a pequeña escala de núcleos urbanos.
Fueron los VI, VII y VIII los primeros zeppelines germanos en lanzar bombas en ciudades belgas, como Lieja o Amberes, causando pocas bajas humanitarias y escasos desperfectos. Asimismo, lanzó a sus zeppelines a explorar el Báltico y a bombardear Londres y París, lo que aterrorizó a las poblaciones civiles en una guerra en la que, en líneas generales, estuvieron al margen de la carnicería que
representó el frente.
Más tarde, aquellos globos gigantes que en muchas ocasiones también ejercieron de exploradores en el frente oriental (en el Báltico), bastante más dinámico de lo que recuerda la memoria colectiva (y abandonado a propósito en este artículo, dado lo inabarcable del largo conflicto), se adentraron en las capitales de los imperios rivales, París y Londres, causando la muerte de hasta 500 personas en la ciudad londinense. Aquel estadio de alarma inusitado
en una población que observaba con terror la llegada de los enormes zeppelines, causó que Inglaterra se tomara más en serio la cuestión aérea y dotara de independencia jerárquica dentro de su ejército la RAF.

Las campañas de bombardeos civiles de los zeppelines causaron un enorme malestar en Francia y muy especialmente en Reino Unido, lo que contribuiría al relato acusador y poco dialogante de los vencedores sobre Alemania, cuando el bloqueo económico y militar le hiciera firmar la paz con sus enemigos.
Pero, en fin, aquellos zeppelines de corto recorrido no serían más que una rareza en una guerra librada y determinada por otras fuerzas. La principal, la artillería, a la que la aviación ayudaría enormemente en su radical reformulación de su estrategia de guerra. Pasado 1916 y tras el fracaso sin atenuantes de las ofensivas alemanas de Verdún y el Somme, donde la artillería se centraba en el bombardeo durante días (o semanas, como el inicial británico frente a los alemanes en el Somme), de las trincheras enemigas, los aliados comprendieron que nada iban a extraer de sus tácticas tradicionales, y que si querían avanzar necesitaban neutralizar a la artillería enemiga. Sin embargo, y como ya hemos visto, el larguísimo alcance de los nuevos proyectiles impedía visualizar las posiciones enemigas, por lo que en muchas ocasiones disparar más allá de las trincheras se convertía en un inmenso ejercicio de azar. Era entonces apremiante que la artillería propia pudiese acceder a las posiciones de sus similares adversarias, en aras de neutralizarla. Para ello se valieron de la punta de lanza de la aviación, que les permitió conocer en tiempo real la ubicación de las líneas enemigas.
Post 1916 el Reino Unido, en paralelo con su proyección aérea, introdujo varias novedades que le permitirían hacer daño real a la artillería alemana. Por un lado, mejoró la capacidad explosiva de sus proyectiles, que antes eran incapaces de estallar a no ser que se estrellaran directamente contra figuras muy sólidas, como un búnker de hormigón, ahora productos más efectivos como el proyectil Number 106 Fuze que, con una espoleta de acción inmediata, requerían tan sólo de un ligero roce con el alambre de espino para saltar por los aires, mejorando la efectividad de los ataques artilleros. Asimismo, y más importante aún, Reino Unido y por extensión Francia dejaron de apuntar hacia las trincheras, conocedores de las brutales sangrías perpetradas por las ametralladoras intactas de los alemanes. El ejercicio de cartografía realizado por los aviadores, indispensable en este punto, y delicados cálculos matemáticos (en los que se mezclaban coordenadas desplegadas por los pilotos, avistamientos a ras de suelo y la identificación del humo y de los estallidos de luz obligados en cada disparo enemigo), permitieron a los ingenieros balísticos determinar en forma rápida la posición de la artillera enemiga para su posterior destrucción.

Así, tras la mejora de la identificación de un objetivo, esa información era comunicada de inmediato al cañón que tenía que disparar, el Reino Unido obtuvo una ventaja táctica relevante frente a la tradicional potencia artillera de Alemania.
La eficiencia del sistema se complementó con innovaciones técnicas que contribuyeron a neutralizar el efecto del viento durante el disparo, mejorando el perfil aerodinámico de los proyectiles y su trayectoria de vuelo. En aquel complejo proceso en el que el avistamiento aéreo era el primer paso, el Reino Unido llegó al punto de localizar y disparar sobre un objetivo tan pronto como como era detectado.
La situación, durante 1917 y 1918, favoreció enormemente la capacidad militar de los aliados, que luchaban frente a una potencia en progresivo estado de ebullición interna por el bloqueo y las penurias de la población alemana y que, ante lo impracticable del campo de batalla, había desplegado un nuevo elemento revolucionario: el tanque.

1 Nota del editor: La publicación original del periodista español Andrés P. Mohorte, disponible el sitio Web Xataka.com indicada, ha sido editada y complementada por Luis Filippi de Solminihac con referencias históricas de aquellos episodios más relevantes mencionados en el escrito. Ello con el propósito de entregar al lector una visión integral de ese importante episodio, que fue la Primera Guerra Mundial. Para su publicación se consideraron 3 partes con similar número de páginas. Agradecimientos por esta colaboración a Jean Pierre Hulaud y su permanente aporte a la Revista Tres Espadas.

Fuente:

Edición del sitio Web de Cosur Chile y de su revista digital “Tres Espadas” Av. Bernardo O’Higgins 1452, piso 3, Santiago. www.cosur.cl y contacto@cosur.c

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