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QUÉ ROL TENDRÍA CHILE EN UNA HIPOTÉTICA TERCERA GUERRA MUNDIAL, SEGÚN LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL. Alexis Paiva Mack

 

                                                              QUÉ ROL TENDRÍA CHILE EN UNA HIPOTÉTICA

                                                            TERCERA GUERRA MUNDIAL, SEGÚN LA

                                                   INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Alexis Paiva Mack

La Tercera, 05/07/2024

La invasión de las tropas de Rusia en el territorio de Ucrania ha intensificado las tensiones a nivel internacional.

A más de dos años del inicio de la ofensiva armada, no solo se han registrado decenas de miles de muertos, sino que también pérdidas estructurales y preocupaciones sobre la posibilidad de que haya una escalada global del conflicto, con grandes alianzas continentales.

Desde el Kremlin, la retórica del mandatario ruso Vladimir Putin ha sugerido que las ayudas occidentales al país del presidente Volodimir Zelenski podrían desencadenar una guerra nuclear.

A finales de febrero de 2024, manifestó que sus oponentes “deben recordar que nosotros tenemos armas capaces de alcanzar objetivos en su territorio y que todo lo que plantean asusta al mundo entero”.

“Todo esto amenaza con un conflicto con armas nucleares y, por tanto, la destrucción de la civilización”, enfatizó Putin frente al Parlamento.

Sus declaraciones llegaron unos días después de que el presidente francés, Emmanuel Macron, planteara que los miembros europeos de la OTAN deberían enviar tropas terrestres para apoyar a Ucrania.

Aquel planteamiento fue rechazado en ese momento por potencias como Estados Unidos, Reino Unido y Alemania.

No obstante, las tensiones se han mantenido latentes. De hecho, a finales de enero, el presidente de la Duma Estatal —la Cámara Baja de la Asamblea Federal rusa— advirtió del peligro de una Tercera Guerra Mundial como consecuencia del apoyo occidental a Ucrania.

“La ideología fascista se ha convertido en la norma para los dirigentes de los países de la OTAN (…) Este es un camino peligroso que podría conducir a una nueva guerra mundial”, declaró Viacheslav Volodin en un mensaje difundido en su canal de Telegram.

Tres sistemas de Inteligencia Artificial sugieren qué podría ocurrir en este escenario hipotético. Además, dos analistas matizan y comparten sus perspectivas.

En medio de un contexto en el que la posibilidad de llegar a acuerdos entre las distintas facciones se ve lejana, tres sistemas de inteligencia artificial (IA) consultados por La Tercera entregaron sus suposiciones sobre qué rol podría tener Chile en una eventual Tercera Guerra Mundial.

Cabe destacar que se trata de un escenario hipotético, por lo que los escritos de los programas —en este caso: GPT 4.o de OpenAI, Gemini de Google y Copilot de Microsoft— son referenciales y no equivalen a las opiniones de especialistas.

A su vez, también se le preguntó a dos analistas en materia internacional cuáles son sus perspectivas sobre el lugar que podría ocupar el país en un conflicto de características globales.

Dentro de los puntos abordados, se consideraron ámbitos como el militar, el histórico, el diplomático y el estratégico, además de cuáles serían los posibles efectos a nivel interno.

A continuación encontrarás los comentarios de los sistemas de IA y los de los expertos en el ámbito internacional.

El rol que podría tener Chile en una hipotética Tercera Guerra Mundial, según 3 sistemas de IA.

  1. GPT 4.o (OpenAI). El rol que Chile podría desempeñar en una hipotética Tercera Guerra Mundial dependería de varios factores, incluidos su posición geopolítica, sus alianzas internacionales, y sus capacidades militares y económicas. Aquí algunos puntos a considerar:

Neutralidad: Chile podría optar por una postura neutral, como lo hizo durante gran parte de la Segunda Guerra Mundial, buscando evitar involucrarse directamente en el conflicto y centrándose en proteger su territorio y población.

Alianzas y Tratados: Chile es miembro de varias organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos. Dependiendo de la naturaleza del conflicto y las alianzas que se formen, Chile podría verse presionado a unirse a uno de los bandos, especialmente si hay un llamado a la defensa colectiva o si alguno de sus aliados es atacado.

Contribuciones Logísticas: aunque Chile no tiene una fuerza militar del tamaño de algunas potencias mundiales, podría contribuir de otras formas, como proporcionando recursos naturales, apoyo logístico o acceso a puertos y bases militares.

Impacto Económico: como muchos países, Chile podría verse afectado económicamente por una guerra mundial. La interrupción del comercio global, las sanciones económicas, y la volatilidad en los mercados podrían tener un impacto significativo en la economía chilena, especialmente en sectores clave como la minería y la exportación de productos agrícolas.

Rol Diplomático: Chile podría desempeñar un papel en los esfuerzos diplomáticos para mediar en el conflicto y buscar una solución pacífica. Su historial de participación en misiones de paz y mediación en conflictos regionales podría ser un activo en este contexto.

En resumen, el rol de Chile en una hipotética Tercera Guerra Mundial no es fácilmente predecible y dependería en gran medida de las circunstancias específicas del conflicto y de las decisiones políticas que se tomen en ese momento.

  1. Gemini (Google). Es imposible predecir con certeza qué rol tendría Chile en una hipotética Tercera Guerra Mundial, ya que dependería de una variedad de factores, incluyendo la naturaleza del conflicto, las alianzas internacionales y las decisiones del gobierno chileno.

Sin embargo, podemos analizar algunos factores que podrían influir en el papel de Chile:

Ubicación geográfica: Chile se encuentra en una ubicación aislada, lejos de los principales centros de poder mundial. Esto podría dificultar que sea atacado directamente o que se vea involucrado en el conflicto de manera inmediata.

Recursos naturales: Chile posee importantes recursos naturales, como cobre, litio y salmón, que son de gran valor estratégico. Esto podría convertir a Chile en un objetivo para las potencias que buscan asegurar el acceso a estos recursos.

Capacidades militares: las fuerzas armadas chilenas son relativamente pequeñas y modernas, pero podrían no ser suficientes para enfrentar a un enemigo poderoso.

Alianzas internacionales: Chile es miembro de varias organizaciones internacionales, como la ONU y la OEA. Estas alianzas podrían proporcionar cierto grado de protección o apoyo en caso de guerra.

Gobierno y política: las decisiones del gobierno chileno en el momento del conflicto jugarían un papel crucial en determinar el rol del país. Un gobierno neutral podría intentar mantenerse al margen del conflicto, mientras que un gobierno alineado con una de las partes podría participar más activamente.

Impacto económico: una guerra mundial tendría un impacto negativo significativo en la economía chilena, ya que interrumpiría el comercio internacional y dañaría la producción nacional.

Opinión pública: la opinión pública chilena también jugaría un papel importante en la determinación del rol del país en la guerra. Un público que se oponga a la guerra podría presionar al gobierno para que se mantenga neutral, mientras que un público que apoye a una de las partes podría presionar para que Chile se involucre más activamente.

En general, es difícil decir con certeza qué papel tendría Chile en una Tercera Guerra Mundial. El país podría verse involucrado de diversas maneras, dependiendo de las circunstancias específicas del conflicto. Sin embargo, su ubicación geográfica, sus recursos naturales y sus alianzas internacionales podrían darle cierta capacidad de influencia en el curso de la guerra.

Es importante destacar que esta es una respuesta hipotética a una pregunta especulativa. No hay forma de saber con certeza lo que sucedería en una Tercera Guerra Mundial, y el papel de Chile en dicho conflicto es incierto.

  1. Copilot (Microsoft). En caso de una Tercera Guerra Mundial, Chile podría tener ciertas ventajas debido a su ubicación geográfica. Según algunos análisis, Chile es considerado uno de los mejores países para refugiarse en caso de un conflicto global. Aquí están algunas razones.

Lejanía de zonas de conflicto: Chile se encuentra alejado de las principales áreas de tensión y conflictos militares. Su distancia de los focos de guerra podría proporcionar cierta seguridad a sus habitantes.

Geografía y aislamiento: la geografía montañosa y la barrera natural de los Andes podrían dificultar la invasión o el acceso aéreo al país. Además, su posición en el extremo sur de América del Sur lo hace menos vulnerable a ataques directos.

Estabilidad política y diplomática: Chile ha mantenido una política exterior relativamente estable y ha evitado conflictos bélicos en las últimas décadas. Esto podría ayudar a mantener la paz interna y a evitar ser un objetivo prioritario.

Sin embargo, es importante recordar que ningún lugar estaría completamente a salvo en una guerra nuclear a gran escala. Las consecuencias serían devastadoras para todo el mundo, y la prioridad debería ser prevenir cualquier conflicto en primer lugar.

Esperemos que nunca lleguemos a ese punto y que la diplomacia prevalezca siempre.

La visión de los analistas en materia internacional.

Guillermo Holzmann, académico Universidad de Valparaíso. Primero que todo, la idea de un ataque nuclear no significa necesariamente que pueda haber una Tercera Guerra Mundial. Lo segundo, es que una Tercera Guerra Mundial no necesariamente sería nuclear. O sea, para algunos analistas ya estamos en una Tercera Guerra Mundial, que es multidominio y que no se evalúa en los parámetros clásicos de lo que fue la Segunda Guerra Mundial.

Eso es lo primero que hay que considerar.

El rol de los países marginales —como es el caso de Chile— a todo lo que son temas geoestratégicos y geoeconómicos que llevan las potencias, está básicamente orientado en poder cooperar con los recursos naturales que el país tiene.

Esto significa, por ejemplo, todo tipo de minerales que contribuyan a la fabricación de drones, de semiconductores y de todo lo que es el sostenimiento de la plataforma tecnológica que va a estar primando en una Tercera Guerra Mundial.

Cuando hablamos de tecnología, nos referimos a sistemas de armas, comunicaciones, radares, satélites y todo eso.

Como Chile no tiene ninguna de esas cosas, el rol sería muy similar al que tuvo en la Segunda Guerra Mundial. Es decir, ser proveedor de recursos.

Eso implica los minerales en primer lugar y luego viene el tema alimentario, desde el punto de vista del Océano particularmente y la agroindustria (…) Después viene todo lo que son recursos forestales. En fin, todo tipo de recursos naturales.

Si es un conflicto nuclear y eso está ubicado en Europa o incluso Medio Oriente, América del Sur en general —y Chile, como parte del continente— se va a ver como una tierra de refugio.

Y, en consecuencia, ahí tendríamos varios escenarios.

Uno es que Chile se abra para recibir refugiados, como fue el caso de lo sucedido en Europa a raíz de la guerra civil en Siria. Y para eso se requieren planes y cooperación internacional, la cual va a estar delimitada por el rol de las potencias.

Va a ser fundamental cómo Chile se maneja frente a China, India, la Unión Europea, Estados Unidos y Reino Unido.

Por lo tanto, inicialmente al menos, la posición más razonable es la neutralidad.

Independiente de los acuerdos, convenios, tratados o negociaciones que se hagan en el marco de la guerra, yo creo que sería una posición de Chile, porque esto tendría al menos dos escenarios. Uno es el bélico, en donde hay una explosión nuclear, y el otro es el diplomático que se va a discutir en las Naciones Unidas.

Chile va a tener que cautelar no solamente su frontera. En términos de que una situación de guerra, aunque puede ser tecnológica a nivel de Europa central, puede ser convencional a nivel de otros países y regiones, dado los sistemas de armas que se poseen.

En consecuencia, se ve la posibilidad cierta de que el Derecho Internacional esté debilitado ya al inicio de una Tercera Guerra Mundial, en el sentido del cumplimiento de las normas. También la soberanía.

Eso puede dar paso a otros conflictos que no tienen que ver con el central, pero aprovechan justamente el ambiente que se produce. Para muchos, sería una posibilidad.

Otro punto relevante es que Chile, más allá de los aportes que pueda hacer en recursos naturales, quedaría en una posición totalmente debilitada, porque una guerra nuclear afectaría directamente a toda la cadena de suministros.

Es decir, todo lo que consume y que proviene tanto de Estados Unidos como Europa y Asia, se va a ver interrumpido.

El país va a tener que decidir cómo coopera con sus eventuales aliados y de qué maneras toma una posición proactiva.

Ahí lo fundamental es que Chile asegure alimentos, energía e insumos básicos de supervivencia para toda la población.

Esos son los elementos más básicos que uno tiene, considerando que una Tercera Guerra Mundial es multidominio.

Respecto a la duda de si Chile podría mantener esa neutralidad y a la vez aportar a un sector, la respuesta es sí. Una cosa va a ser la posición política y diplomática oficial, y otra será la forma en que el país cautela sus intereses.

El tema de los aliados va a ser fundamental.

Por ejemplo, asumiendo que Chile asume oficialmente una posición de neutralidad (…) Nuestra relación con Estados Unidos y Europa es bastante potente, particularmente en el tema de seguridad y defensa, los sistemas de armas en general.

Al igual que todos los países de América del Sur, utiliza sistemas de armas basados en la norma OTAN. En otras palabras, tecnología occidental.

Chile tendrá que tomar una decisión, pero este tipo de decisiones son muy complejas, porque si se improvisa, la posibilidad de error es bastante alta.

¿A qué me refiero? A que Chile puede optar por cooperar con Occidente en forma reservada (…) Se va a tener que decidir qué se quiere.

Por ejemplo, si se presta armas, a cambio de qué. Para Chile, el mayor requerimiento es alimentos y energía, en genérico.

Ahora, ¿eso lo podría asegurar mejor China? Si se van a tomar decisiones solamente reaccionando a un hecho concreto y sin tener estrategia para poder hacer las negociaciones, Chile va a quedar aislado y en una situación muy compleja.

Piensa que la gente necesita comer, insumos. Solamente el hecho de que se corte la cadena de suministros significa que nosotros vamos a tener una crisis de petróleo, de combustible.

Sucede que todo nuestro comercio interno, todo lo que es el traslado de alimentos, es vía carreteras y camiones.

Entonces, el desabastecimiento va a ser prácticamente a poco andar. Chile puede hacer racionamiento, pero eso no va a durar más de dos meses, en el mejor de los casos.

Hay todo un tema. Y para tomar esas decisiones tiene que haber alineamiento institucional desde el punto de vista político, militar y empresarial.

Si se corta la cadena de suministro, los problemas que tendría Chile también los van a tener otros países. Hoy la globalización genera tal nivel de dependencia, que al final todos se van a ver afectados.

Una Tercera Guerra Mundial, independiente de que sea nuclear o no, tendría un efecto desastroso en todas las economías y particularmente en las más débiles, como es el caso de Chile.

Pablo Álvarez, académico Facultad de Ciencias Sociales e Historia UDP. En este caso hipotético de una Tercera Guerra Mundial que enfrentaría a Estados Unidos y Occidente contra Rusia y China, el país no tomaría una posición de neutralidad.

Creo que se inclinaría a una postura más alineada con Occidente, por factores como que tiene mayores relaciones históricas, comerciales, económicas y culturales.

Es altamente improbable que se involucre militarmente, porque no tiene la capacidad de despliegue en este ámbito. Entonces, claro, es probable que no adopte una posición de neutralidad, pero posiblemente sí intentaría incidir diplomáticamente a través de los organismos internacionales y de plataformas.

Depende de cómo se den los escenarios de guerra, pero si se revisa, las potencias que tienen capacidad de despliegue global en realidad no son muchas.

De hecho, probablemente Estados Unidos es la única que tiene una capacidad realmente global, si lo vemos desde el ámbito militar.

Eventualmente, el pequeño aporte que podría hacer militarmente Chile sería el de ser una especie de “puente”, por ejemplo, para los barcos de guerra.

Estados Unidos tiene capacidad de despliegue global y tendría probablemente muchos escenarios de guerra en distintas partes del mundo, pero igual necesitarían provisiones y otros suministros. Dada la posición geográfica de Chile, podría ser un buen “puente”.

En ningún escenario de guerra el país podría ser un aporte bélico, en el sentido de enviar tropas o algo por el estilo. Sin embargo, sí podría ser una buena zona de abastecimiento.

En cuanto a nivel diplomático, ahí la incidencia es mayor.

Si vemos lo que ha pasado en el último tiempo y la cronología de los hechos, la guerra en Ucrania y después la guerra Israel-Palestina (…) en muchos países del Sur Global empezaron a protestar y a advertir que hay una suerte de doble estándar de los países occidentales, advirtiendo que “pegan el grito en el cielo por la guerra en Ucrania, pero son tibios respecto a lo de Palestina”.

En un escenario de guerra donde Occidente y Estados Unidos se enfrenten a Rusia y China, países como Chile —que tiene una tradición diplomática importante y que, aunque es chico, es relativamente admirado en el mapa internacional por este motivo— podrían tener un rol en tratar de acercar a las partes y que se solucione esto por la vía diplomática.

Serían clave los países del Sur Global en este conflicto, porque no solamente aportarían recursos, sino que porque en el fondo estarían interesados en que no escale la situación.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas  Clavel

 

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

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ZAMORA HA GANADO UNA BATALLA. Humberto Julio Reyes

 

                                                          ZAMORA HA GANADO UNA BATALLA

                                                                                     Humberto Julio Reyes

¡Cómo no alegrarme!

El ex Cabo Sebastián Zamora, condenado mediática y políticamente hace cuatro años, como autor de un intento de homicidio, se habló incluso de asesinato frustrado, a raíz de un confuso incidente durante la violencia desatada día tras día por “pacíficos manifestantes” que causaron gravosos daños aún no enteramente reparados, ha sido absuelto por tribunales donde la fiscalía no pudo probar conducta dolosa.

Sin embargo, la fiscalía podría intentar un nuevo juicio o los numerosos y activos querellantes podrían recurrir a instancias superiores para revertir lo obrado, es la ley.

Por ello es que este triunfo, obtenido en desiguales condiciones, estimo que debiera alegrarnos, pero es sólo una batalla en una guerra que continúa y por ello y otras razones, no me atrevo a asegurar que se hizo justicia.

A riesgo de parecer maximalista pregunto si acaso la fiscalía investigó qué hacía el joven que huía para evitar su detención, si “quien nada hace, nada teme”.

¿Era un pacífico manifestante o había participado de ataques a carabineros?

¿Su caída al lecho del río lo deja exento de todo reproche social o judicial y se le debe considerar una inocente víctima?

¿Por otra parte, los que “avivaron la cueca” en redes sociales, “pasarán piola”?

Ello es altamente probable y, también lo es que reincidirán en esa habitual conducta que practican todos los que ven como sus naturales enemigos a los representantes de las fuerzas de orden.

Se les podrá pedir explicaciones o llamarlos a pedir perdón por sus prejuiciados dichos, pero seguramente evadirán el tema recurriendo a alguna forma de empate, institución nacional practicada en toda discusión.

Por lo demás, en tiempos pre eleccionarios, todo corre el riesgo de politizarse, transformándose un tema judicial en contienda partidista.

Respecto al ex Cabo, entiendo que intentaría regresar a la institución de la cual fue separado por vía administrativa y sin derecho alguno. Lo felicito, debe ser muy grande su vocación para estar dispuesto a volver a someterse a los riesgos inherentes a esa sacrificada profesión.

Le deseo la mejor de las suertes y me permito expresar mi profundo agradecimiento a todos quienes lo apoyaron en estas circunstancias.

15 de jul. de 24

 

 

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Irregularidades de la Corte Suprema de Justicia. ÁLVARO GUZMÁN VALENZUELA Director Ejecutivo ONG JURE Justicia y Reconciliación

                                     Irregularidades de la CSJ

 

Señor Director:
Las irregularidades que comete la Corte Suprema de Justicia están quedando al descubierto y algunas ya son conocidas por la opinión pública, anunciándose por la prensa que ellas serán investigadas en una Comisión de Ética.

Otras irregularidades invisibilizadas para la opinión pública han afectado notablemente a miembros ya retirados de las FFAA y Carabineros, quienes estiman y con razón, que la justicia en Chile es selectiva. De ello hay sobradas pruebas: aplicación de un sistema procesal diferente al de los chilenos, condenas masivas sobre la base de presunciones y ficciones jurídicas, arbitrariedades, ilegalidades e incumplimiento de principios jurídicos internacionales firmados por el Estado de Chile.

Todo ello ha sido comprobado y documentado. Pero la Corte Suprema hace vista gorda a las evidentes irregularidades y arbitrariedad en relación a las normas del debido proceso y ratifica o aumenta las penas que provienen de jueces en visita y cortes de apelaciones.
En abierta traición a los principios del Derecho e incumpliendo su deber, los jueces sacrifican a militares y carabineros con una total falta de consideración a las normas más elementales del derecho humanitario.

Se procesa, acusa y condena con presidio a personas en su mayoría de la 3ª edad, muy delicados de salud; son perseguidos, acosados y privados de libertad, sin otro afán que mantener una presión psicológica brutal, pensando que sus vidas carecen de valor. En consecuencia las penas, más que el cumplimiento de unos años de presidio son penas a muerte porque nadie vivirá por más de 100 años para cumplirlos.
Me pregunto: ¿Se ufanarán los magistrados de su acción? ¿Éstos jueces también podrán ser investigados en la comisión de ética?.

ÁLVARO GUZMÁN VALENZUELA
Director Ejecutivo ONG JURE
Justicia y Reconciliación

 

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LAS DOLOROSAS Y NECESARIAS DIFERENCIAS DE LOS MILITARES. Patricio Amigo Parada, periodista

 

                                                                 LAS DOLOROSAS Y NECESARIAS DIFERENCIAS

                                                        DE LOS MILITARES

Patricio Amigo Parada, periodista

Los uniformados, que se profesionalizan en el uso de las armas, dejan de ser civiles y pierden muchas garantías del Estado de Derecho. Adquieren otras, que son ventajosas y que no tenemos los civiles, pero mi intención es clarificar, si es que puedo, la importante necesidad de la pérdida de los derechos de los uniformados y su tremenda e imprescindible diferencia con nosotros, los civiles.

La diferencia fundamental entre un militar y un civil es que: al profesionalizarse, el militar jura ante Dios y la Bandera obedecer oportunamente las órdenes de sus superiores y defender con su vida la paz y la tranquilidad de la Patria.

Que no tienen derecho a huelga ni a manifestaciones públicas de protesta; que tampoco tienen horario de trabajo ni estabilidad de residencia con su familia, que en el ejercicio de su profesión viven arriesgando sus vidas: enfrentando a enemigos públicos en las calles o en los presidios; volando o navegando, para defender la vida en los accidentes particulares o en los peligros de agresividad interna o externa, son algunos de los detalles que los hace diferentes a nosotros, los civiles.

Pero hay otras diferencias muy importantes.

Para ejercer su profesión de Defensores de la Patria y de la Seguridad de sus Habitantes y poder ascender en su carrera, los Militares deben estudiar el manejo de las armas que matan y destruyen, para usarlas generando el mayor daño posible. Estas materias tienen teoría y práctica intensiva.

Deben superar especialidades en Academias de Estrategia en Chile y en el extranjero. Ignoro detalles de esos estudios que incluyen espionaje y contra espionaje, pero conocí el arma más importante de estos Profesionales de la Violencia: LA DISUASIÓN.

La Real Academia Española define DISUADIR como: “Inducir o mover a alguien a cambiar de opinión o a desistir de un propósito”. Esta es un arma estratégica, fundamentalmente, destinada a minimizar los daños de un enfrentamiento armado, con un golpe de violencia extrema, generando pánico, un miedo tan angustioso que el enemigo huya y desista del enfrentamiento.

En el Pronunciamiento Militar del Once de Septiembre, o en el Golpe Militar que derrotó al Gobierno de Allende, las FF. AA. y de Orden aplicaron la DISUASIÓN y de manera magistral.

Había que derrotar a un Ejército internacional, equipado con armas de Alto Poder Destructivo, dirigido por el General cubano Patricio de la Guardia, para una Guerra Civil que instalara en Chile, con Allende a la cabeza, una dictadura cubana.

Esto no admite discusión: está probada la inmigración de 30 mil guerrilleros, que iniciaron el ingreso a Chile, desde los años 60 y el contrabando aéreo de armas y el desembarco de Carrizal Bajo eran suficientes para ese enfrentamiento que, con Un Millón de Muertos, según pronósticos de los guerrilleros, lograría el triunfo.

Pero la genial DISUASIÓN se inició con el bombardeo aéreo de La Moneda y de los pecaminosos refugios del Presidente Allende, que generaron la angustiosa huida y desbande de los guerrilleros.

El proyecto de Guerra Civil murió de miedo.

Después vino la guerrilla sin frente ni cuartel, el terrorismo cobarde y endemoniado contra civiles inocentes y asesinatos por la espalda de carabineros y soldados.

Las FF. AA. y de Orden debieron hacer lo suyo: faltaba DISUADIR a países vecinos: que querían aprovechar la ocasión para reducir nuestro territorio y había que reducir a los terroristas y franco tiradores. Era todo muy complejo.

La violencia desordenada de las pandillas guerrilleras tuvo que ser reprimida con violencia extrema. “Morir o matar” era la única alternativa.

¿Qué hubo excesos? ¡Sí, los hubo!

Pero los civiles no tenemos capacidad para enfrentar esos escenarios y no podemos entender que éramos las víctimas, que estábamos en peligro y que hoy disfrutamos de la vida como si no hubiese ocurrido nada.

Soy un periodista que fue exonerado del Canal de la Universidad de Chile en una cacería de brujas dirigida por el actual Ministro del Interior, que era un regalón de Pinochet.

Pero tengo muy claro que hoy soy feliz, en mi ancianidad moderna, gracias a los Soldados del 73, que están encarcelados por la inconsciencia civil que encubre la venganza de los guerrilleros que fueron derrotados.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas  Clavel

 

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

News, Seguridad y defensa

¿HABRÁ UN DÍA DESPUÉS? LAS FUERZAS ARMADAS EN TAREAS DE SEGURIDAD INTERIOR EN AMÉRICA LATINA. José Miguel Piuzzi C

 

                                                           ¿HABRÁ UN DÍA DESPUÉS? LAS FUERZAS ARMADAS

                                                     EN TAREAS DE SEGURIDAD INTERIOR EN AMÉRICA LATINA

José Miguel Piuzzi C., Director, General en retiro del Ejército de Chile, Doctor en Sociología y Magister en Ciencias Militares

Defensa 21 Latam, 05/07/2024

El empleo de fuerzas militares en tareas de seguridad interior ha sido siempre una decisión muy compleja. Más allá de su aporte conlleva riesgos y consecuencias que deben ser analizados cuidadosamente, antes, durante y después de su resolución.

Por ello, junto a la evaluación que haga el poder político sobre el efecto esperado con el empleo de las Fuerzas Armadas en este tipo de funciones, y las apreciaciones de los mandos militares en torno a las misiones específicas que deberán cumplir, es fundamental tener en cuenta las distintas repercusiones que este cometido puede acarrear.

Desde comienzos de este siglo numerosos estudios han abordado el tema de las tareas militares en la seguridad interna. En Europa y Estados Unidos estos han respondido a la preocupación por el despliegue militar dentro de los países, para proteger espacios públicos e instalaciones sensibles, tras una serie de ataques terroristas de diversa magnitud.

En Latinoamérica, por su parte, el foco se ha centrado en el empleo de las fuerzas militares en diversas labores vinculadas al orden interno con especial énfasis, durante la última década, en la lucha contra el crimen organizado.

Actualmente el interés por estos temas radica principalmente en las consecuencias políticas de la ampliación de las funciones militares en actividades que no son inherentes a su naturaleza, y en los efectos que este tipo de quehaceres puede tener en la misión fundamental de defensa que corresponde a las instituciones armadas.

Se afirma, por ejemplo, que la utilización de las Fuerzas Armadas como “un remedio urgente para solventar multiplicidad de problemas” implica en el mediano y largo plazo” “la militarización de muchos ámbitos ajenos a la defensa” (Martínez, 2022).

Desde otro punto de vista, se plantea que el nuevo protagonismo de los militares “tiene menos que ver con un incremento de su influencia política y más con los pobres resultados de los intentos por modernizar las administraciones civiles latinoamericanas” (Ortiz, 2020).

En el ámbito de la defensa y en lo militar, el impacto de las misiones de orden interior en las instituciones armadas es un tema crucial que no puede soslayarse, incluso si se las considera transitorias o se apela a las nociones de polivalencia y de multifuncionalidad militar.

Y es que el cumplimiento de estas puede afectar las capacidades de las Fuerzas Armadas para cumplir su función principal: la defensa frente a amenazas externas, la que depende en buena medida de su efectividad como herramienta disuasoria, capaz de inhibir los potenciales intentos de vulnerar la soberanía o los intereses nacionales.

La necesidad extraordinaria de asignar misiones de orden interior a las Fuerzas Armadas exige un análisis que va más allá de concebir los objetivos más inmediatos, y de determinar el estado final deseado, por muy importante que este sea. Es imperativo precisar también las implicaciones a largo plazo y las acciones necesarias para el “día después”.

Esta perspectiva, esencialmente estratégica, es fundamental para preservar sus capacidades como instituciones encargadas de la defensa exterior del Estado. Es, además, un requisito aplicable a todas sus funciones, pero que adquiere mayor relevancia cuando deben asumir tareas de seguridad interior, a veces de naturaleza policial, como ha sido en varios países latinoamericanos en las últimas décadas.

Mas, anticipar el “día después”, no es algo sencillo ya que exige proyectar escenarios y el examen de situaciones hipotéticas que resultan problemáticas para los planificadores.

En las próximas líneas, se abordarán dos aspectos básicos que pueden ser útiles para un análisis más exhaustivo en torno, precisamente, al “día después”: en primer lugar, esbozaremos algunas ideas sobre las posibilidades de cambio o permanencia del escenario que motivó el empleo de medios militares en tareas de orden interior. En segundo lugar, examinaremos las implicaciones del cumplimiento de estas tareas en las Fuerzas Armadas, tomando en cuenta el impacto en su efectividad, en las complejas y cambiantes circunstancias políticas y sociales que caracterizan el contexto actual.

El escenario y las posibilidades de cambio. El incremento de la actividad criminal, con una dimensión transnacional, ha superado las capacidades de los medios policiales, y en todos los países, la seguridad se ha situado en los primeros lugares de las demandas ciudadanas (Latinobarómetro, 2023; LAPOP, Pulse of Democracy, 2023).

Por su parte, los informes de los organismos especializados dan cuenta de las limitaciones que presentan los medios policiales, los sistemas de inteligencia, la legislación, y la tecnología forense, entre otros asuntos. Asimismo, destacan los riesgos de corrupción a los que están expuestas las instituciones estatales – las Fuerzas Armadas entre estas –, y las dificultades para establecer y mantener una cooperación internacional efectiva. (UNODC, 2023; InSight Crime, 2024).

Es más, pese a los programas que aplican los gobiernos con recursos propios y con el aporte de organismos internacionales, como los proyectos para “fomentar resiliencia ante el reclutamiento de grupos criminales” en el segmento de jóvenes, y la “disuasión focalizada sobre grupos violentos”, y varios otros, las cifras muestran un avance sostenido de la criminalidad.

De acuerdo con la UNODC (Informe mundial sobre las drogas, 2023), el 50 % de los homicidios en la región están asociados al crimen organizado, en comparación con el 24 % a nivel mundial. Y según estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo la violencia y el crimen organizado le cuestan a América Latina un 3,5 % de su Producto Interno Bruto (BID, Hoja Informativa, marzo 2024) lo que es un drama si se tiene en cuenta que la perspectiva económica para este año es de 1,8 %, según el Banco Mundial (Global Economic Prospects, junio 2024).

Desde un enfoque más bien cualitativo, los mismos informes coinciden en valorar el creciente grado de conciencia social que se ha manifestado sobre los peligros que entraña el crimen organizado. Evidencian, además, la implementación de nuevas estrategias policiales y judiciales en prácticamente todos los países, junto con algunas mejoras en la cooperación regional e internacional, tanto en el intercambio de información como en el apoyo financiero y técnico.

No obstante, en lo que respecta al crimen organizado transnacional (COT), estos progresos resultan insuficientes, por cuanto su realidad, alcance y contención exigen un esfuerzo sostenido y de largo plazo, en lo político, social, económico, y una colaboración internacional que todavía es muy limitada. El Índice Global de Crimen Organizado 2023 (GI-TOC) lo corrobora al afirmar que «todos los mercados y actores criminales de las Américas están presentes en varios países, lo que subraya el alcance de estos mercados y la importancia que tiene el continente para el comercio ilícito mundial. Estos mercados criminales interconectados y transnacionales explotan las debilidades en la resiliencia de cada país y se aprovechan de situaciones de falta de liderazgo y gobernanza» (GI-TOC, p. 99).

En cuanto a la seguridad pública, los niveles de inseguridad han alcanzado cifras alarmantes, constituyendo en varios países una amenaza a la seguridad nacional. Esta situación se ve agravada por el persistente problema de la demanda de drogas ilegales, como la cocaína. Informes sobre la situación de esta droga, particularmente en el consumo en los Estados Unidos, revelan que a pesar del ingreso del fentanilo y de las aprehensiones sobre la baja en la calidad de la cocaína en los últimos años, su consumo se mantiene o habría aumentado. Estos datos, provenientes de diversas instituciones públicas y privadas como la Substance Abuse and Mental Health Services Administration (SAMHSA), InSight Crime, y los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), ponen de manifiesto la imperiosa necesidad de abordar la demanda como un factor crucial en la contención del crimen organizado. De otra manera, las drogas ilícitas seguirán actuando como un motor fundamental de este, y la lucha por controlar los mercados ilícitos continuará generando altos niveles de violencia e inseguridad, afectando directamente la vida de las personas.

Si bien lo planteado hasta aquí, de manera muy escueta, sugiere que el escenario actual por lo general se mantendría sin cambios, es importante considerar un factor adicional que influye en la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de orden público: la visión de «disuasión integrada» promovida por Estados Unidos en América Latina, en el marco de su Estrategia de Seguridad Nacional 2022.

En este contexto, la postura de la general Laura Richardson, comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, resulta particularmente relevante. Durante la XV Conferencia de Defensa Sudamericana (Ecuador, septiembre de 2022), Richardson advirtió que “organizaciones criminales transnacionales (TOC, por sus siglas en inglés), como el Primer Comando Capital, o PCC, en Brasil y cárteles tan lejanos como Sinaloa y Jalisco Nueva Generación están desestabilizando nuestro vecindario compartido. Están envenenando a nuestro pueblo con drogas y extendiendo sus tentáculos de violencia y corrupción por toda la región.”   (www.southcom.mil).

Richardson identificó, además, dos «problemas generales de seguridad» que exacerban la situación: la inseguridad ambiental y los «conflictos de zona gris». En el primer caso, se refiere al COT que se involucraría en actividades como la minería ilegal, la tala y la deforestación, generando un impacto ambiental significativo. En el segundo, se menciona la competencia entre potencias como China y Rusia en los dominios espacial, cibernético y de información en América del Sur que crearía un escenario complejo y desafiante.

La visión de «disuasión integrada» de Estados Unidos busca abordar estas amenazas mediante la colaboración entre las Fuerzas Armadas, las Fuerzas de Orden y Seguridad, y otros actores relevantes. Esta estrategia ha generado debate en la región, con algunos países expresando su preocupación por la creciente participación militar en asuntos de seguridad interna.

Así las cosas, es poco probable que las misiones de orden interior para las Fuerzas Armadas se restrinjan en el corto y mediano plazo. Todo lleva a prever que las demandas ciudadanas por mayor seguridad a lo menos se mantendrán. Además, es muy difícil que los países puedan incrementar en forma relevante las capacidades de las policías en un futuro cercano, y más difícil aun, que conciban, diseñen y organicen, medios o fuerzas de capacidades intermedias para tareas de orden interior (control fronterizo, o bien, protección de instalaciones y de apoyo eventual a las policías).

En este panorama no se pueden desconocer las consecuencias que se presentan para las instituciones armadas, asimismo, en las relaciones civiles militares, e incluso, en la apreciación que se haga de la defensa de cada país, aun cuando la presencia militar en tareas de seguridad pueda tener beneficios para la población, cuya apreciación de resultados es muy cambiante.

Estas consecuencias dependerán, por cierto, del grado de involucramiento que tengan los medios militares en cada situación particular. Así, por ejemplo, si se trata del empleo de medios reducidos, en forma ocasional, y en misiones en que la probabilidad de hacer uso de la fuerza es baja (cercos perimetrales; seguridad de instalaciones), los efectos podrán ser limitados. Sin embargo, sus repercusiones serán mayores en situaciones en que participan medios importantes, en distintos lugares del territorio de un país, con una alta probabilidad de hacer uso de la fuerza, y en periodos extensos de tiempo.

El riesgo de deterioro de capacidades esenciales. El que las Fuerzas Armadas tengan capacidades que los habilite para actuar en distintos escenarios, o que hayan participado temporalmente, por ejemplo, colaborando frente a desastres naturales o en operaciones de paz, no significa que puedan ser empleadas en cualquier función de apoyo o de asistencia pública, menos aún, en tareas donde la concepción de su empleo y la lógica con que deben actuar tengan repercusiones negativas en su nivel operacional. Es más, los beneficios que puedan traer consigo las misiones de orden interior en labores de seguridad, entre estos, la interacción con distintas organizaciones, la aplicación de nuevos procedimientos, la posibilidad de evaluar de resiliencia del personal, y otras, no se equiparan con el detrimento que se puede producir en su condición de fuerza militar, de acuerdo con la concepción vigente en la mayoría de las instituciones armadas de la región.

Como es sabido las Fuerzas Armadas a diferencia de las policías se encargan de la defensa externa, con ese fin se preparan en el uso de la fuerza frente a un enemigo, y, aun cuando lo hagan en forma racional y en proporción a la amenaza, su propósito es neutralizar y derrotar a quienes enfrentan. De hecho, su contraparte en el empleo de la fuerza tiene que ser apreciado claramente como un enemigo que es parte de una amenaza real para el país. Esto es muy relevante en las fuerzas militares en Latinoamérica por cuanto su sustento anímico y moral se basa en un acendrado componente vocacional de servicio a la patria, especialmente, en su defensa exterior frente a quienes puedan atentar contra la soberanía y la seguridad del país.

Las tareas de orden interior que implican la posibilidad de uso de la fuerza, por muy legítimo que sea su origen, no son solo algo excepcional en el plano institucional, entrañan, asimismo, una contrariedad anímica para un soldado de cualquier nivel, especialmente cuando no existe una definición clara del alcance de su misión, la que debe ser conocida también por la población. De hecho, su contraparte más difícil va a ser un connacional civil, cuya acción, por atentar contra la seguridad interna, ha sido considerada una amenaza por el poder político, lo que generalmente conlleva a la declaración de estados de emergencia, donde no se actúa precisamente frente a un enemigo (algo distinto sería en un estado de guerra interna).

En las condiciones actuales, la diferenciación entre quien es un enemigo y quien atenta contra la seguridad interna, en situaciones de emergencia, está muy presente en la ciudadanía, en los medios de comunicación social, en los organismos de derechos humanos, y está también muy claro en el personal militar. Es así como el uso de las armas frente a un agresor, aún en defensa propia en una situación extrema, demanda una investigación que más allá de las circunstancias y de la correcta aplicación de las reglas de uso de la fuerza, muchas veces termina poniendo al militar como inculpado, y, en ocasiones, es expuesto como culpable, sin presumir su inocencia ni profundizar en la real situación que debió enfrentar.

En lo relativo a las policías la situación es muy diferente. En el ejercicio permanente de su función interactúan con la comunidad y su labor tiene un fuerte componente preventivo, realizando patrullaje, campañas de sensibilización, y trabajando con organizaciones comunitarias para evitar la delincuencia y promover la seguridad ciudadana. En oportunidades, como último recurso, deben usar la fuerza para reprimir o detener la comisión de un delito, con medios que no tienen la letalidad de los militares. Y, si bien en ambos casos se trata de instituciones esenciales para la seguridad del Estado, son vistas por la ciudadanía en forma diferente, por cuanto se está al corriente que su función es distinta y que operan con una lógica y procedimientos diferentes para lograr sus objetivos.

Sin embargo, hay un aspecto fundamental para tener en cuenta en lo singular de las Fuerzas Armadas y que es determinante en la defensa de cada país. Parte importante de su contribución a la seguridad y la defensa lo hacen a través de la disuasión. Esta implica poseer las capacidades y los medios necesarios para llevar a cabo una acción militar, cuya efectividad y resultado previsible inhibe la acción de un potencial enemigo.  Para ello, es fundamental poseer el poder de combate (la preparación, los medios, la disposición de lucha de los integrantes de la fuerza militar, su historia, etc.), y la voluntad política de emplear la fuerza, condición básica para lograr el efecto disuasivo, el cual es esencialmente psicológico.

En las misiones vinculadas a la seguridad pública son muchas y variadas las situaciones en las que, quienes vulneran la ley, desafían y hacen frente a las fuerzas militares (con agravios, amenazas y diversos tipos de agresiones) aprovechando los límites y restricciones que estas tienen para el uso de las armas, a no ser que esté en riesgo la vida. Esta dinámica, con el tiempo deteriora la capacidad de disuasión y distorsiona el propósito para el cual los medios militares fueron empleados; más todavía si no cuentan con un decidido apoyo político y social ante situaciones límites en las que sí deberían utilizar sus armas. Así, se genera un ambiente que conduce a un estado de indeterminación y confusión que degrada la capacidad de disuasión, a la vez que distorsiona el sentido y la condición de fuerza militar. Esto lo perciben las propias fuerzas, la ciudadanía, los grupos delictuales y los potenciales adversarios, con lo cual se pone en riesgo la defensa y seguridad del país.

En este panorama la inconveniencia de emplear a las Fuerzas Armadas no radica en que no puedan operar con gradualidad y cumpliendo las reglas de uso de la fuerza.  El problema que se presenta, especialmente en Latinoamérica, tiene relación con las condiciones en que se hace. Es aquí donde se conjuga, por una parte, un escenario altamente complicado, por otra, cierta indefinición en la misión específica que deben cumplir las fuerzas, y, además, un marco legal que dificulta penalizar a quienes trasgreden la ley, lo que termina por afectar el cumplimiento de las misiones y la capacidad disuasiva que debe mantener una fuerza militar. Todo esto amplifica las posibilidades de riesgo de enfrentamiento, dado que dicho deterioro incentiva y hace más probable el arrojo de quienes violan la ley frente a quienes deben cautelar por la seguridad.

¿Habrá un día después? El fenómeno del crimen organizado, en sus distintas expresiones, se mantiene vigente en nuestra región más allá de los esfuerzos realizados hasta ahora para contener su actividad y brindar mayor seguridad a la población. Sin duda sus manifestaciones y secuelas son mucho más amplias e intrincadas de lo que aquí se ha expuesto; baste mencionar el incremento del tráfico de armas que ha proporcionado a los grupos criminales una capacidad de lucha que compite con los medios policiales, y que les permite intimidar a la población facilitando el control territorial. Además, en todo esto influye la calidad de la gobernanza, la cultura de la legalidad, la corrupción, la pobreza y la desigualdad, entre otros aspectos.

Respecto a las consecuencias del empleo de las instituciones armadas, especialmente en tareas de seguridad interna, hay mucho que profundizar, por cuanto, más allá de nuestra percepción, no sabemos con suficiente certeza cómo puede estar afectando, por ejemplo, en el reclutamiento o en la preparación profesional de su personal, derivado del continuo empleo en misiones de orden interno, en especial, en aquellos países donde las dotaciones se han visto reducidas en las últimas décadas.

Si hay algo claro, y que está presente en todos los estudios especializados, es que el crimen organizado transnacional COT) se ha transformado en una amenaza tangible a la seguridad de los estados en América Latina, y, lo más probable, es que persista en el mediano plazo. Por tanto, así como se abordan los desafíos del presente, que en este ámbito son muchos, es imperativo hacerlo pensando en las condiciones en que se podría llegar al “día después”, aunque se estime muy lejano. Con esta perspectiva se podrán complementar las apreciaciones que se han hecho, y proyectar en forma más clara y objetiva los efectos de las misiones que se están cumpliendo, a fin de tomar a tiempo las medidas necesarias mitigar aquello que pueda perjudicar las capacidades más propias de las Fuerzas Armadas.

En materia de capacidades estratégicas no caben improvisaciones puesto que, cuando estas se deterioran, son muy difíciles de recuperar. Sería un error sobrestimar las posibilidades de “vuelta a los cuarteles” en los niveles operacionales normales, luego de un periodo en que las fuerzas militares han sido empleadas en tareas de seguridad en el plano interno. Esto puede llegar a ser crítico si se examinan otras situaciones que demandan la presencia de las Fuerzas Armadas, como los desastres naturales (terremotos, inundaciones, “mega incendios”), que exigen una participación cada vez más frecuente en tareas de apoyo y de protección ciudadana, a consecuencia de las limitaciones de los países de la región en materia de agencias y organizaciones especializadas en este tipo de emergencias.

Por otra parte, mientras no se reduzca la demanda de drogas ilícitas principalmente desde los países desarrollados, en particular de la cocaína, será difícil que en Latinoamérica se pueda minimizar de manera sustancial la acción de los carteles y redes delictuales. De aquí surge cierta inquietud frente a la posición de Estados Unidos, donde pareciera que no es posible adoptar una actitud más proactiva en el control del consumo interno, a pesar de que en distintas instancias sus autoridades han reconocido que todo el continente está siendo afectado por la violencia y la corrupción que se origina en el crimen organizado.

Por el momento, exista o no un “día después”, o bien persista la duda de si este tipo de tareas va a terminar siendo parte de los cometidos habituales de las Fuerzas Armadas, es indispensable hacer lo que podríamos llamar una “pausa estratégica”, para realizar una revisión, también estratégica, que permita visualizar, al menos, los cambios que ya han sido asumidos, sus alcances en cada una de las ramas de la Defensa, y establecer lo qué es necesario corregir en distintos niveles. Porque el problema principal no estaría en el empleo de los medios militares en forma excepcional en las tareas de seguridad interna, sino que emerge a partir de un conjunto de factores que inciden en el cumplimiento de las misiones, muchos de ellos ajenos a lo militar; entre estos,  las circunstancias en que estas se llevan a cabo; los plazos en que se desarrollan estas actividades con relación a las dotaciones disponibles; la realidad de los medios y agencias que deben cooperar; el grado  de congruencia del marco regulatorio con el contexto donde se opera, y el respaldo político y social.

Para los líderes militares el momento actual es un desafío mayor en su asesoría a la autoridad política, puesto que, por más que se declare la polivalencia de las Fuerzas Armadas, si las tareas de orden interior perduran, lo que se impondrá es un replanteamiento de la función Defensa. De hecho, el modelo de profesionalidad (explicitado o bien implícito), la doctrina de empleo, las dotaciones, la estructura orgánica y los medios de cada una de las instituciones armadas, no están orientadas hacia tareas de seguridad interna, salvo en situaciones de excepción y de carácter temporal.

En resumen, son muchas y de gran trascendencia las implicaciones que tienen las tareas de seguridad interna en las Fuerzas Armadas, pudiendo afectar tanto sus capacidades para la defensa externa, como también, en las actividades de apoyo al interior de cada país. El reto, como siempre, es mitigar los efectos negativos que se presentan y generar nuevas capacidades, porque de acuerdo con lo tratado, lo más probable es que el escenario se mantenga por un buen tiempo.

Pero, si existe algo indiscutible, es que las amenazas a la seguridad interna, entre estas, el crimen organizado, comprometen al Estado y a las sociedades, y demandan cooperación intrarregional. Por lo cual, cualquier análisis que trate de abordar estos temas es conveniente que comience aplicando la metáfora del iceberg, ya que es muy probable que lo que estamos observando sea una parte menor de un desafío bastante mayor. Por el momento, de cara al “día después”, pausa y revisión son acciones que se imponen, las que por difíciles que parezcan no conviene eludir.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

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La Sumatoria de la Amistad. Antonio Yakcich Furche

                                                   La Sumatoria de la Amistad
                                                   Antonio Yakcich Furche
Fuente imagen: https://saludosdiarios.com/bella-amistad-compania-lealtad-frase/
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Juramento a la Bandera y Bendito Orgullo.

                                                    Juramento a la Bandera y Bendito Orgullo
                                                  Antonio Yakcich Furche
EL JURAMENTO A LA BANDERA
Señor Director:
Son tantas las noticias derivadas de los múltiples acontecimientos que a diario se viven en nuestro país, que tendemos a olvidarnos de aspectos, que si bien no son necesariamente noticiosos, son importantes por su trascendencia.
Entre estos últimos se encuentra un hecho ocurrido en el siglo XIX y que año a año recordamos, por cuanto está asociado a los más puros sentimientos nacionales, como el amor a la Bandera.
En la Concepción, 77 integrantes del Regimiento Chacabuco rindieron su vida, en defensa de los intereses patrios, legándonos un ejemplo que motiva año a año, que los nuevos integrantes de las Fuerzas Armadas juren a la Bandera.
Bueno sería que aquellos que no conocen la historia de los chacabucanos, leyeran al respecto, encontrarán que es inigualable a nivel mundial, además de ser impactante y con un alto contenido valórico.
ANTONIO YAKCICH FURCHE
Historiado

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