Columna de Opinión

50 años del golpe militar


50 años del golpe militar

            Concuerdo con lo manifestado por Carmen Luisa Letelier Domeyko en su carta de ayer, en el sentido de que “la verdad os hará libres”. Y la verdad es que la responsabilidad principal de las violaciones a los derechos humanos ocurridas en la etapa posterior al 11 de septiembre de 1973 y de los dolores que sufrieron sus seguidores corresponde a los máximos dirigentes de la Unidad Popular que desataron la situación de guerra civil, más que a los militares y carabineros que tuvieron conductas inapropiadas como parte de la difícil, penosa y riesgosa tarea de conjurarla.

Muchas veces me he preguntado: ¿cómo es posible que habiendo transcurrido casi cincuenta años del quiebre institucional que dio origen a la intervención militar, aún se mantenga vigente el odio político que envenena nuestra convivencia y que nos impide enfrentar unidos los grandes problemas nacionales y los desafíos del futuro? Es que no es fácil transitar la verdad y, por motivos diversos, se la calla, se la oculta o se la tergiversa,

La reconciliación nacional pasa por un honesto análisis e interpretación de lo sucedido en Chile desde el año 1970 en adelante.

Adolfo Paúl Latorre

Enviada a El Mercurio de Santiago el 19 de enero de 2023.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

Las opiniones en esta sección son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

Columna de Opinión

JUECES IMPARCIALES: CUANDO HAY QUE SER Y PARECER

 

JUECES IMPARCIALES: CUANDO HAY QUE SER Y PARECER

Alejandra Castillo Ara

El Mostrador, 13/01/2023

El reciente fallo de la Corte Suprema que anula una sentencia definitiva de juicio oral, producto de la falta de imparcialidad de uno de los integrantes del tribunal colegiado, ha abierto el debate sobre la imparcialidad de las y los magistrados, un derecho consagrado tanto a nivel constitucional (artículo 19 N.º 3 inciso 6º de la Constitución Política de la República) como en diversos tratados internacionales ratificados por Chile (a modo ejemplar:  artículo 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 14 el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos).

También está presente en el Derecho comparado (artículo 6.1 del Convenio europeo para la protección de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, por ejemplo) así como en documentos o recomendaciones del Poder Judicial (art. I del Estatuto Interamericano del Juez, que resguarda la independencia del juez).

Si bien es cierto que la legislación nacional no hace alusión de manera textual al “juez natural” o a la “imparcialidad” como tal, se trata de principios que se derivan del debido proceso y cuya vigencia irrestricta y absoluta es incuestionable.

La pregunta, sin embargo, es ¿cuál es el alcance de esta imparcialidad y cómo se puede constatar la misma? ¿Existe alguna especie de prescripción de parcialidad?

Es decir, una persona que en el punto A de la línea espaciotemporal militaba en un determinado partido que defendía ideas radicales en contra de ciertos grupos vulnerables, pero que luego deja dicho partido porque se revierte en el pensamiento en el punto espaciotemporal B, ¿es una persona que está manchada de parcialidad en el caso de tener que juzgar a una de esas personas de grupos vulnerables? ¿No existe acaso también el derecho a cambiar de opinión o a madurar en las posturas políticas, ideológicas o morales en la vida de cada ser humano?

Una persona razonable defendería ese derecho, la pregunta es si los integrantes del órgano adjudicador son personas normales o si bien operan y gravitan con estándares de moralidad y cuidado distintos al resto.

Las y los jueces están sujetos a un estándar de probidad más alto de lo normal y eso es algo que ocurre también con otros funcionarios públicos, quienes no solo están sujetos a las leyes ordinarias, sino que se rigen por el estatuto administrativo y leyes especiales, tendiendo incluso delitos especiales.

Juezas y jueces, por su parte, tienen lineamientos de ética internos e internacionales que regulan su comportamiento tanto en audiencia como fuera de esta, existe un Código Iberoamericano de Ética Judicial y diversos dictámenes que regulan la materia.

Es evidente, que el deber de comportamiento de quien es llamado a ejercer la administración de justicia en un proceso no es un ciudadano normal y sí responde a estándares más exigentes de comportamiento. Para saber cuándo se es imparcial y, por cierto, y más importante, cuándo se deja de serlo, resulta determinante entender qué es imparcialidad.

La dogmática procesal, ha definido a la imparcialidad en el contexto procesal desde dos puntos de vista: objetivo y subjetivo. Para determinar si existe imparcialidad objetiva, “se toma en consideración la relevancia de aquellas condiciones exteriores que pueden comprometer o perjudicar la administración (…) de la justicia”, aquí se pone especial énfasis a la forma y a la apariencia de objetividad que tengan los jueces, porque la imparcialidad es eso: garantía de objetividad y distancia suficiente frente al caso.

La imparcialidad subjetiva, por su parte, tiene que ver con “el posicionamiento personal de los jueces en los términos de las partes de una causa judicial”. Este posicionamiento se podrá constatar, evidentemente, a través de manifestaciones externas, objetivas y perceptibles que hagan dudar de su falta de vinculación con el caso o alguna de las partes.

Es evidente que los jueces son personas y como tal tiene convicciones y sesgos, no se puede llegar al extremo de inhabilitar a juezas en casos de delitos sexuales solo por ser mujeres; o de pedirle a un vegano que se inhabilite en un juicio de maltrato animal. Existe en algún punto también el rol judicial, y es que los y las juezas aun teniendo convicciones personales, pueden y deben obviarlas al momento de decidir un caso concreto de manera racional y propia de un estado democrático de derecho.

La imparcialidad de las y los jueces no solo es deseada, sino que es obligatoria, pues -como dice Maier- “garantiza la ecuanimidad al decidir el caso” y la correcta administración de justicia.

Por eso, basta para mermar este principio, que exista un “temor de imparcialidad”, es decir, la imparcialidad debe ser un estatuto indubitado y la mera duda sobre su existencia valida el reemplazo del órgano impugnado por uno libre de dudas, o en el caso reciente del Juez de Temuco, la nulidad del proceso y de su sentencia, generando daños irreparables tanto a la familia de los intervinientes como al sistema de administración de justicia, sin considerar, por cierto los costos monetarios que ello implica.

Sobre la titularidad de este derecho, en tanto considerársele un derecho fundamental del proceso, uno podría sostener que si bien tanto víctima como imputado podrían alegar un veto de imparcialidad, lo cierto es que a quien más perjudicaría la imparcialidad judicial es al imputado, bajo el supuesto de que quien está en el banquillo de los acusados se encuentra siempre en una posición desventajosa y tiene particular interés en ser juzgado por un órgano objetivo.

Es difícil de medir y de constatar cuándo la objetividad o imparcialidad existen, pero es fácil de constatar cuando no.

La torpeza y falta de prudencia en el manejo de redes sociales – actos de manifiesto narcisismo-, así como actuaciones que no solo dan cuenta de falta de imparcialidad, sino que son actos que directamente atentan contra la dignidad del cargo, son situaciones que no solo magistrados, sino que todos quienes son parte del sistema de administración de justicia debieran evitar.

¿Significa esto que una borrachera universitaria tiene alguna incidencia en la labor de jurisdicción del mañana de un futuro magistrado? Por supuesto que no. En algún punto la “prueba de la blancura” y la cadena de custodia de la imparcialidad se corta y para ello, la línea temporal sí que juega un rol pero no ad infinitum.

El corte, lamentablemente, es difícil de establecer de manera ex ante y deberá ser una cuestión casuística. Lo central es que la probidad e imparcialidad no solo exista, sino que parezca que exista.

Es evidente que los jueces son personas y como tal tiene convicciones y sesgos, no se puede llegar al extremo de inhabilitar a juezas en casos de delitos sexuales solo por ser mujeres; o de pedirle a un vegano que se inhabilite en un juicio de maltrato animal.

Existe en algún punto también el rol judicial, y es que los y las juezas aun teniendo convicciones personales, pueden y deben obviarlas al momento de decidir un caso concreto de manera racional y propia de un estado democrático de derecho.

La duda permanente sobre la probidad e imparcialidad tampoco es algo que garantice la objetividad, sino podría caer en la tentación peligrosa de ser una justificación para elegir el tribunal à la carte.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

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Columna de Opinión

ELOGIO DE LA DESOBEDIENCIA

 

 

ELOGIO DE LA DESOBEDIENCIA

                                                                                                          Humberto Julio Reyes

Antes que usted, estimado lector, se escandalice y no quiera seguir leyendo, le aclaro que no me estoy refiriendo a la llamada “desobediencia civil”, vuelta a poner de moda después de la revuelta popular iniciada el 18 de octubre de 2019 y que algunos insisten en llamar eufemísticamente “estallido social”.

Llamar “desobediencia civil” a la violencia desatada a partir de esa infame fecha es también un eufemismo muy apreciado en los medios y en quienes se identifican con el “buenismo”.

Por desobediencia me refiero a aquella forma meditada, consciente y responsable de no cumplir una orden superior cuando se estima su improcedencia o inconveniencia.

Tampoco quisiera que se confunda con el incumplimiento a la obediencia militar, llámese o no reflexiva, que tiene limitaciones claramente explicitadas en el Código de Justicia Militar y a la cual se compromete todo aquel que jura a la Bandera.

Lo que pretendo señalar es que todo funcionario, sea o no militar, mientras más altos sean su jerarquía y nivel en la toma de decisiones, tiene el deber de “deliberar”, en el buen sentido de la palabra, cuando recibe alguna orden o instrucción que le merece razonables dudas y, como bien dice el dicho, abstenerse de cumplirla aún si ello puede acarrearle algún perjuicio personal.

Ser un mero ejecutor de la voluntad superior debiera inhibir de excusarse si las consecuencias del cumplimiento de una orden resultan negativas ya que siempre habrá un tiempo y existirá una forma para representar antes los inconvenientes; es algo parecido a la objeción de conciencia en mi opinión.

Al dejar de cumplir una orden o desobedecerla es posible que al menos se produzcan dos situaciones:

  • Quien la impartió reflexiona, se da cuenta del error cometido al impartirla y se alegra al enterarse que no se ha cumplido. Respira aliviado.
  • Quien no la cumplió se alegra justamente al verse libre de tener que responder con su cargo y persona frente a quienes habrían censurado su actuación.

Creo haber conocido en mi vida más de lo contrario, autoridades que imparten órdenes sin medir sus consecuencias y subordinados que las cumplen sin mayor análisis. Posteriormente ambos se arrepienten en su fuero íntimo pero ya es tarde. Deben responder.

Por ello sostengo que cuando se tienen altas responsabilidades la verdadera disciplina consiste en saber desobedecer, como lo hiciera en un pasado reciente un ministro de justicia que hoy puede dar la cara sin enrojecerse.

Él le ha señalado el camino correcto a mucho alto funcionario que pareciera privilegiar la mantención de la estima de parte de quien lo nombró en lugar de cumplir con su deber y su conciencia.

Insisto, cumplir una orden improcedente sólo para mantener el cargo es una vergüenza y cumplirla, a sabiendas de su improcedencia, impone el deber moral de defenderla, es decir hacerla propia y “apechugar” en buen chileno.

Santiago, 16 de ene. de 23.

 

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Columna de Opinión

Testamento de guerra

 

 

Testamento de guerra

Viña del Mar, 17 de enero de 2023.

Señor Director:

            En relación con la columna de Marcial Robledano Perucich publicada ayer bajo el título “Recuerdos de un testamento de guerra” cabría comentar que, sin negar una eventual intervención divina, la guerra con Argentina se evitó gracias al fervor patriótico de los chilenos que don Marcial tan bien describe en su columna; por el exitoso efecto disuasivo que produjeron el apresto y la decidida actuación de nuestras Fuerzas Armadas y Carabineros; y por la serena, inteligente y prudente conducción política de la crisis por el presidente Pinochet.

                      Atentamente le saluda.

                                                                              Adolfo Paúl Latorre

                                                                                      Abogado

                                                                        Magíster en ciencia política

Diario: El Día de La Serena

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HISTORIA MILITAR Y HÉROES OLVIDADOS

EL REGIMIENTO ATACAMA RECLAMA EL HONOR DE HABER SIDO EL PRIMERO QUE CLAVÓ SU BANDERA EN LA CIMA DEL CERRO DE SAN JUAN.

EL REGIMIENTO ATACAMA RECLAMA EL HONOR DE HABER SIDO EL PRIMERO QUE CLAVÓ SU BANDERA EN LA CIMA DEL CERRO DE SAN JUAN.

Aniversario Batalla de Chorrillos – 13 de enero de 1881

Señor General:

Según aparece de todos los diarios que han venido de Chile, ha sido ascendido a capitán el sargento del Regimiento Buin 1° de Línea don Daniel Rebolledo, por haber sido el primero que pusiera nuestra bandera en las trincheras enemigas, en la batalla de Chorrillos, el 13 de enero próximo pasado.

En esta batalla, señor General en Jefe, cupo al Regimiento Atacama, que tengo el honor de mandar, y al Regimiento Talca, a las órdenes de su comandante don Silvestre Urízar Garfias, ser los primeros que a las 6 A.M. de ese glorioso día tomaron las primeras trincheras enemigas.

Eran los regimientos de vanguardia.

En seguida, después de un momento de descanso, el Atacama y el Talca, unidos, asaltaron y tomaron el cerro fortificado que les había sido designado de antemano.

Tanto en las trincheras como en la cima del cerro, cuyo acceso fue muy difícil, flamearon los estandartes del Atacama y del Talca, los que llegaron en este orden: primero, el del 1° Batallón del Atacama, llevado por el subteniente don Carlos Escutti, joven que para llegar donde clavó el estandarte tuvo que dar pruebas de un valor y arrojo extraordinarios; segundo, el del Talca, conducido por su respectivo porta-estandarte, cuyo nombre siento ignorar  y no poderlo consignar juntamente con el de sus compañeros de gloria; y tercero, el del 1er. Batallón Atacama, sostenido por el denodado subteniente don Enrique Lavergne. a la vez que, señor General en Jefe, los demás regimientos que constituían la 1ª División tomaban las trincheras y alturas de las posiciones enemigas, llevando sus estandartes y banderas.

Desde las cimas de los cerros que ocupó la 1ª División, posiciones tomadas al enemigo con grandes dificultades y perdiendo un tercio de gente, vimos que la 2ª División salía de entre los cerros del valle por el cual hizo la marcha desde Lurín.

El Regimiento Buin pertenecía a esta división y venía en ella, de consiguiente no pudo ningún individuo de ese cuerpo ni de esa división ser el primero que pusiera la bandera chilena en trincheras enemigas.

Hacía mucho tiempo que la 1ª División había asaltado y tomado las posiciones del ala derecha enemiga cuando apareció la 2ª División.

A nombre del Regimiento Atacama, pongo estos hechos en conocimiento de V. S., a fin de que se sirva, no obstante la notoriedad de ellos, establecer la verdad histórica en la forma y modo que V. S. estime por conveniente.

El Regimiento Atacama está dispuesto a reconocer y reconoce con entusiasmo la acción heroica del sargento Rebolledo, ejecutada en el cerro de San Juan, según se dice, y aplaude calurosamente la recompensa que por ella ha merecido, pero no puede aceptar que ningún otro sino el estandarte del 2° Atacama fuera el primero que flameara en las trincheras y posiciones enemigas en la batalla de Chorrillos.

Me hago un honor en expresar a V. S. que al hacer esta manifestación los oficiales del Atacama, principalmente los portaestandartes, no pretenden recompensa de ninguna clase; para ellos es suficiente la satisfacción del deber cumplido.

Lo único que desean es que se restablezca la verdad. No conceden a nadie el honor de haber sido los primeros en ocupar las posiciones enemigas, y mucho menos que otro que el estandarte del 2° Atacama fuera el primero en flamear en ellas.

Dios guarde a V. S.

Diego Dublé Almeyda.

Al señor General en Jefe del ejército chileno expedicionario sobre el Perú y Bolivia.

 

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel.

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Seguridad y defensa

RELACIONES POLÍTICO-MILITARES. UNA REVISIÓN A LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA EN CHILE. MÁS LUCES QUE SOMBRAS

RELACIONES POLÍTICO-MILITARES. UNA REVISIÓN
A LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA EN CHILE.
MÁS LUCES QUE SOMBRAS
Jaime Abedrapo*

En el proceso de transición hacia la democracia, uno de los temas más complejo de abordar en Chile fueron las violaciones a los derechos humanos durante el gobierno militar-dictadura. En esa perspectiva, el éxito de la Reconciliación Nacional dependía de la forma en que se abordaran la verdad (hechos), justicia, perdón y reparación.

En ese escenario, las Fuerzas Armadas fueron un actor esencial para dar algún grado de respuesta a dichas demandas, allanando el camino hacia el entendimiento nacional. Proceso que tenderá a ser desconocido por la nueva elite política que hoy está en el gobierno.
Palabras claves: Reconciliación Nacional, Derechos Humanos, Transición, Comisión de Verdad y Reconciliación, Mesa de Diálogo y Fuerzas Armadas.

Ver texto completo:

04-ABEDRAPO+DERECHO+Nº27

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Columna de Opinión

PETRO EN CHILE

PETRO EN CHILE

Hernán Felipe Errázuriz

El Mercurio, Columnistas, 14/01/2023

La visita de Estado del Presidente Gustavo Petro pareció lamentablemente marcada por el ideologismo, activismo y personalismo del mandatario colombiano, por sobre la conmemoración del bicentenario de las relaciones bilaterales, su valoración y proyección.

Chile y Colombia ostentan una histórica y fructífera relación en lo político y económico que no debe ser ignorada.

Colombia, con una población que más que duplica a la chilena, registra una economía de tamaño similar, inversiones recíprocas directas importantes y en alza, en los dos países; en nuestro caso, las segundas en importancia con países latinoamericanos, y a diferencia de los demás, con relevante y diversificada inversión de empresas colombianas en Chile.

El intercambio comercial, aunque mayormente dependiente de importaciones de carbón, es creciente. Comercio, además, amparado por el acuerdo de integración regional de más proyecciones, moderno, reconocido y eficiente, la Alianza del Pacífico, prácticamente obviada en la visita.

Correctamente se incluyeron en la agenda acciones conjuntas para el fortalecimiento de la democracia y la integración en América Latina, políticas ambientales, colaboración nacional al proceso de paz en Colombia, intercambio cultural y cooperación en materias antárticas, satelital y en otros rubros de interés compartido.

”El ideologismo del visitante opacó la conmemoración histórica”.

Imposible de omitir fue la esperada colaboración en aspectos migratorios. La migración procedente de Colombia, que además facilita el tránsito a venezolanos, es de altísima preocupación nacional, especialmente en la zona norte, donde abundan el descontrol fronterizo y los ingresos ilegales. Habrá que seguir con atención la realidad de la colaboración colombiana ofrecida y pactada.

La visita se vio interrumpida —se dijo— por el anticipado regreso de Petro para atender los derrumbes en el departamento del Cauca (donde llegó dos días después), dejando pendiente su reunión con el presidente de la Corte Suprema.

Al mismo tiempo, la coincidencia y atención derivadas de la asonada en Brasil, las violentas protestas e inseguridad en Perú, y la controversia y crisis de gabinete nacional causadas por los indultos presidenciales opacaron la conmemoración del bicentenario de las relaciones bilaterales.

Interesante es destacar los distintos enfoques de los presidentes de Chile y Colombia a la diplomacia. Siendo ambos de izquierda y con afinidades en políticas públicas, el Presidente Boric exhibió una visión y conducción bajo políticas de Estado, respetuoso de la situación interna de Colombia. No fue así por parte del visitante.

Chile y Colombia tienen un amplio espacio y potencial de renovada cooperación, valores compartidos y una considerable agenda pendiente que exige, por encima de las relaciones personales entre los mandatarios, una diplomacia profesional.

Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

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