EL SILENCIOSO ROL DE LOS REPARTIDORES EN EL INCENDIO FORESTAL DE VIÑA DEL MAR
Álvaro Marchant
DFMAS, 31/12/2022
Fue, quizás, el comienzo de la temporada de verano más nublada que ha tenido Viña del Mar en muchos años. A las 17:00 del 22 de diciembre, a menos de 24 horas del comienzo de la época de calor, el cielo de la Ciudad Jardín se cubrió con un paño gris que solo significaba una cosa: humo. En ese momento, pocos sabían el origen de la nube, pero se empezaron a escuchar rumores, sirenas y preocupación en el ambiente costero. Era un incendio.
Rápidamente un mensaje de la Onemi llegó a los celulares: las personas que vivían en los sectores de Agua Santa, 7 Hermanas, la toma Felipe Camiroaga, Puerto Montt, Puerto Aysén y Cabritera debían evacuar la zona. Las llamas comenzaron en las zonas forestales y se acercaban violentamente a los lugares residenciales. Incluso la Quinta Vergara podía ser víctima del fuego.
La noticia ya era de conocimiento público. Nuevamente los incendios complicaban a la Región de Valparaíso. Ante la necesidad de comunicarse, las líneas telefónicas colapsaron y la opción más efectiva fue WhatsApp. Los grupos comenzaron a tener decenas de mensajes por minuto, y el de los repartidores de aplicaciones de delivery no fue la excepción.
“Cuando la situación se puso intensa, de manera espontánea nació la idea de ayudar. Pero había poca claridad de cómo hacerlo”, comenta Irismar Moreno, repartidora de la empresa PedidosYa, mientras camina por la calle Quillota.
Moreno, venezolana, llegó a Chile en 2018 y desde entonces ha vivido en Viña del Mar, específicamente en el sector de Forestal Alto, zona afectada por el fuego.
El siniestro -que dejó más de 300 familias damnificadas- movilizó a 50 motoristas a transportar productos esenciales y a abrir caminos para camiones de bomberos. El 24 de diciembre, además, subieron regalos de Navidad para repartir a los menores afectados. “Las personas salían de sus casas, lloraban, decían que en ese momento el gobierno no había llegado, sino nosotros”, recuerda Irismar Moreno, trabajadora de una aplicación de delivery.
Mientras el incendio avanzaba, la ciudad se convertía en un caos: los habitantes de la ciudad no respetaban las luces rojas y los vehículos iban contra el tránsito. Ante esta situación los repartidores decidieron subir a los cerros y bajar a los afectados en sus motocicletas. Se coordinaron por mensajes de texto.
El reloj marcaba las 21:30 y se dirigieron hasta la pizzería Papa John’s ubicada en la calle Álvarez, a pocos metros del Hospital Gustavo Fricke. Al llegar ahí, Carabineros, en primera instancia, restringieron la subida. Pero al ver a personas obstruyendo el paso de los camiones con agua, dieron luz verde. El trabajo consistió en abrir el camino para que los camiones pudieran llegar a la zona que se estaban incendiando. Se logró.
“Yo vivo en Forestal Alto y la gente está en silencio, dolida, muy triste. Aparte de las pérdidas materiales de muchas familias, hay una pérdida aún más grande que son los animales”, cuenta Moreno.
Emanuel González, repartidor, cuenta que para que los bomberos y otras ayudas pudieran subir a los cerros, realizaron un corte de calle con sus motos. “Apenas pasaron las patrullas, comenzaron las discusiones en la calle, y ahí fue cuando los dejamos circular”, rememora.
El incendio se propagaba. “Fueron horas de mucho pánico, de mucho terror, de desespero, de peligro”, comenta Irismar Moreno. La labor de los motorizados no quedó ahí: con el transcurso de la emergencia, sus tareas aumentaron y de solamente allanar el paso de los camiones, pasaron a trasladar vecinos, subir agua, alimentos y otros tipos de bienes que eran requeridos tanto por los afectados como por bomberos y Carabineros.
Irismar Moreno relata que fue fundamental la coordinación que tuvieron mediante su grupo de WhatsApp, que les ayudó a ejecutar las ayudas que se les estaban requiriendo con mucha responsabilidad.
“Soy delivery, soy apoyo”. En la noche viñamarina del 22 de diciembre, lo único que iluminaba el cielo eran las más de 130 hectáreas que el fuego estaba consumiendo. En esa madrugada, mientras los repartidores finalizaban su jornada de apoyo, el Presidente Gabriel Boric decretó estado de excepción de catástrofe. Al mismo tiempo, el Ministerio del Interior y Seguridad Pública nombró como Jefe de Defensa Nacional al almirante René Rojas.
Habitualmente a las diez de la mañana comienzan las labores de los delivery. La gente empieza a solicitar productos, y ellos los van a buscar y a dejar. Ese viernes 23 la tónica fue diferente. Los repartidores, sin nada a cambio, comenzaron a dejar las cosas que habían recolectado: agua, pañales, cepillos de dientes, cloro, entre otros.
Si bien parte de la ayuda fue financiada por los mismos motoristas, también desde algunas empresas de delivery hicieron un aporte en alimentos y bebestibles. La suma de la ayuda rondó los $ 250 mil y $ 300 mil.
“Nosotros tuvimos otra iniciativa, que fue pegar carteles en las motos. Pusimos ‘soy delivery, soy apoyo, puedo llevar donaciones a los centros destinados’. Fue como una especie de hashtag. Nos sirvió porque la gente nos veía en los negocios, y como no podían ir a dejar sus donaciones, nos las entregaban y los chicos las dejaban en un galpón de acopio”, comenta Moreno.
El 23 de diciembre, una vez que recolectaron suficientes productos, 50 repartidores motorizados -junto a conductores de Uber- se dividieron en grupos para entregar la ayuda. 30 motos y 5 autos acudieron a 7 Hermanas, y 20 motos y un auto a Agua Santa. “Subimos a la montaña y estaba lleno de agujeros, tierra, barro. Era una locura”, recuerda González.
Una vez que vieron llegar a los repartidores, los aplaudieron y abrazaron. “Las personas salían de sus casas, lloraban, decían que en ese momento el gobierno no había llegado, sino nosotros. Que gracias a nosotros pudieron subir los bomberos. Nos decían: ‘Gracias cabros’”, relata la repartidora.
El panorama era complejo: el incendio llevaba horas y, si bien las recolecciones ayudaban a resistir la catástrofe, las energías de quienes luchaban por apagar el incendio no eran las mismas. “Cuando eran las 2 de la mañana del viernes vi a un bombero agotado”, cuenta José, otro repartidor que formó parte de la entrega.
“Sabemos lo que es vivir tragedias”. La mayoría de los repartidores en Viña del Mar pertenecen a la comunidad venezolana. A partir de datos entregados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), hasta el 31 de diciembre de 2021, Venezuela es el país que representa la mayor parte de los migrantes en el país con un 30%.
La sensación de estigma por parte de los chilenos es generalizada, según cuentan algunos repartidores. Sin embargo, ante una emergencia como esta “las diferencias quedan de lado”, remarcan.
“Aquí hay mucha gente que nos cataloga como malas personas, pero somos gente buena. Nosotros, por todo lo que pasamos en nuestro país, sabemos lo que es vivir tragedias”, señala Emanuel González.
A solo un día de Navidad Irismar Moreno, vecina de Forestal Alto, vio cómo las viviendas de sus vecinos eran consumidas por las llamas.
Aquel 24 de diciembre los repartidores quisieron subir a las zonas afectadas. Ante eso, la gama de productos recolectados se amplió: en esa jornada los juguetes fueron lo esencial.
“Yo vivo en Forestal Alto y la gente está en silencio, dolida, muy triste. Aparte de las pérdidas materiales de muchas familias, hay una pérdida aún más grande que son los animales”, cuenta Moreno.
Si bien actualmente la situación se encuentra controlada por bomberos y autoridades, el trabajo no ha terminado aún. Los vestigios del incendio siguen siendo una tarea para rescatistas y voluntarios. “Si necesitan nuevamente nuestra ayuda, ahí estaremos”, concluye una repartidora.
Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel
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