RELACIONES INTERNACIONALES Y SEGURIDAD

Disuasión y estrategia en la crisis de 1978. Humberto Julio Reyes. General de Brigada

Disuasión y estrategia en la crisis de 1978 

Humberto Julio Reyes  

General de Brigada 

El presente trabajo intenta explicar resumidamente la forma cómo  Chile enfrentó y resolvió su más grave crisis externa del siglo XX. Está  centrado, fundamentalmente, en los elementos de la conducción  estratégica y la forma en que se aplicaron los diversos factores del  poder nacional en respaldo del modelo estratégico elegido. 

La hipótesis de guerra: origen y evolución. 

La decisión del gobierno argentino de declarar insanablemente nulo el laudo  arbitral, dado a conocer por SM la reina de Gran Bretaña e Irlanda del Norte,  sorprende a la conducción nacional, dado que, desde que se iniciara el proceso,  se había descartado la tradicional hipótesis vecinal tres que había estado vigente  desde fines del siglo XIX. A esto se llegó cuando se estimó que el conflicto con  Argentina sería resuelto exclusivamente por el Campo de Acción Diplomático.

A lo anterior contribuyó el progresivo deterioro de las relaciones con Perú,  fundamentalmente por efecto de la visión geopolítica del gobierno del general  Velasco Alvarado que se expresaba en un indisimulado revanchismo que  pretendía recuperar los territorios perdidos en 1879.

La expresión más evidente de una intención agresiva era el notable incremento  y reequipamiento de sus fuerzas armadas, aspectos que llevaron a que,  rápidamente, Perú alterara definitivamente el equilibrio estratégico a su favor. El mismo 11 de septiembre de 1973, aprovechando nuestra grave crisis interna,  Perú habría estado a punto de intentar, al menos, la recuperación de Arica.

Engañados quizás por una absurda propaganda que asignaba a supuestas  fuerzas leales al gobierno derrocado, la capacidad de generar una guerra civil,  prefirieron esperar condiciones aún más ventajosas.

Probablemente ignoraban que, ese día, la fuerza total en Arica ascendía  solamente a dos compañías, habiéndose enviado la mayor parte de los medios  a reforzar las zonas donde se preveía mayor resistencia de parte de los  elementos que respaldaban al gobierno.

Cuando advirtieron su error, ya era tarde. Hubieron de esperar una nueva  ocasión mientras se iba generando una situación vecinal de grave tensión,  caracterizada por el notable aumento de los efectivos de ambos países en la  zona limítrofe y su alto grado de alistamiento.

Chile se había preparado para enfrentar la crisis en el norte siguiendo un modelo  disuasivo de negación que implicó en la práctica, desguarnecer el frente del Este. Simultáneamente se intentó aislar la hipótesis, neutralizando a Bolivia. A ello  obedeció la iniciativa de Charaña y las posteriores negociaciones para el  Corredor Boliviano.

Si bien un golpe incruento depuso a Velasco, alejando el peligro de guerra, las  negociaciones con Bolivia llegaron a un punto muerto, situación agravada por su  unilateral rompimiento de relaciones diplomáticas.

Así estábamos cuando Argentina decidió desconocer el Laudo Arbitral y presionar  por negociaciones directas.

El dilema estratégico de Chile. 

El país estaba nuevamente enfrentado a una hipótesis que, para muchos  expertos, no tiene solución estratégica: la hipótesis vecinal máxima.

Producto en gran medida del determinismo geográfico y la imprecisión limítrofe  heredada de España, nuestro país, tan pronto inició su proceso de consolidación  territorial, entró en conflicto con el aliado de las guerras de la independencia,  planteándose una primera situación delicada, justamente cuando debíamos  resolver el reto planteado por el gobierno de Bolivia, y que se consideró superada  mediante el tratado transaccional de límites de 1881.

Finalizada la guerra del Pacífico y la Guerra Civil de 1891, las previsiones de los  estados mayores tuvieron que considerar, razonadamente, que había que estar  preparados para enfrentar a los tres vecinos, siendo la primera ocasión en 1898.

Salvo ese año, en que el poder militar chileno permitía prever una solución  favorable en caso de conflicto bélico, reflejada en una planificación de carácter  ofensivo, el progresivo debilitamiento de nuestra Defensa Nacional en términos  comparativos, llevaba a concluir que, en caso de tener que enfrentar a los tres  vecinos, no existía solución estratégica alguna que fuera satisfactoria. Dicho de  otra forma, para no perder frente a los tres, habría que ceder a los menos frente  a uno. Terrible dilema para un gobernante.

Posible modelo y actitud estratégica 

En 1978, sin embargo, las lecciones del conflicto en el Medio Oriente, ofrecían la  posibilidad de optar por una guerra preventiva, siguiendo lo que se dio en llamar  el modelo israelita, en particular siguiendo la estrategia de la guerra de los seis  días, en 1967. Las semejanzas eran evidentes, especialmente en geografía y  medios militares que se enfrentarían.

Pero, en el plano político, había una gran diferencia. El gobierno militar chileno  enfrentaba una situación internacional que hacía descartar la posibilidad de  adelantarse y golpear primero. Había que recurrir, nuevamente, a un modelo  disuasivo, principalmente de negación y, en el evento de fracaso, optar por una  defensiva estratégica con todo lo que ello implicaba.

Organización para el conflicto 

Para este efecto las fuerzas armadas se organizaron cubriendo dos teatros de  operaciones conjuntos, en ambos extremos. Conviene tener presente que,  gracias a la crisis previa con Perú, la preparación del Teatro de Operaciones  Norte Conjunto estaba muy avanzada, prácticamente completa. En el extremo  austral, por el contrario, la situación era completamente distinta, pese a existir  desde 1960 la llamada Región Militar Austral.

La frontera Este, entre ambos teatros, era responsabilidad del Ejército. La  Armada mantenía la responsabilidad del teatro marítimo, previendo el empleo  prioritario de sus medios operativos en el extremo austral. Por su parte la Fuerza  Aérea, habiendo asignado medios secundarios a los teatros conjuntos, mantenía  bajo su control los elementos de mayor capacidad operativa.

Finalmente, Carabineros aportó con un importante contingente que, después de  un corto período de instrucción militar, pasó a reforzar algunas formaciones del  Ejército.

Aspectos centrales de la planificación de guerra 

Conviene tener presente que, si bien se aplicó toda la doctrina de planificación  vigente en esa época, todo estuvo marcado necesariamente por el signo de la  improvisación. El Plan de Guerra Nacional vigente contenía las previsiones para  enfrentar un conflicto solamente en el Norte.

Rápidamente, un Comité Asesor Político Estratégico (CAPE), encabezado por el  General Matthei, redactó los que se llamó Plan de Acción, destinado a enfrentar  nuevamente la hipótesis vecinal máxima. En maratónicas sesiones del  CONSUSENA, se fueron aprobando sus previsiones, mientras la planificación era  completada en todos sus niveles.

Así podía decirse que, pese a la evidente inferioridad en medios, se había hecho  todo lo necesario para rechazar cualquier intento de agresión.

Medidas de alistamiento 

Aparte de elaborar los planes para los respectivos campos de acción, se  adoptaron todo tipo de medidas para ponerlos en ejecución. Se establecieron las  coordinaciones necesarias y, sin estridencias, se inició la preparación, tanto de  infraestructura como de personal.

La instrucción actualizada de reservistas se incrementó, llegándose a movilizar  selectivamente a determinadas personas. Se mantuvo al contingente procedente  del Servicio Militar Obligatorio por un segundo año. Se practicó al detalle el  desplazamiento de las unidades, especialmente de aquellas que debían reforzar  los teatros extremos.

El dilema de los aliados: ¿Quién primero? 

Pero no todo era desfavorable a Chile. Los aliados, por su parte, debían resolver  un dilema básico que se plantea cuando no existe la plena seguridad del  compromiso contraído así como la verdadera voluntad y capacidad de honrarlo.

No hay duda que era Argentina el adversario que aparecía como más peligroso  y decidido, habiendo sondeado abiertamente algunos de sus mandos la  posibilidad de realizar algunos actos posesorios o a lo sumo una guerra a objetivo  limitado, sin reacción de parte nuestra. Hablaban de “una guerrita”.

Por su parte Perú, como lo sostiene más de algún estudioso de la historia, ya  había pagado la factura en la Guerra del Pacífico, la que, a fin de cuentas, había  sido ganada por Argentina. Por lo demás, quizás le bastaba con recuperar Arica.

Bolivia, que provocó la guerra en 1879, arrastrando a su aliado Perú, para  abandonarlo después de Tacna, era el adversario que hacía la apuesta más alta:  recuperar el litoral perdido. La paradoja es que era y sigue siendo el más débil  de los tres.

Un supuesto nuestro era que, si Argentina lograba algún éxito inicial resonante,  ello incentivaría a los vecinos del norte a ingresar al conflicto. Por el contrario,  si era rechazada, se mantendrían a la expectativa. Esta opción, siendo  naturalmente muy conveniente, obligaba a mantener el despliegue de fuerzas  en presencia como principal elemento disuasivo.

Solución de la crisis 

Cuando el enfrentamiento naval que precedería a la invasión ya era inminente, como queda retratado en el libro “La Escuadra en acción”, el gobierno argentino  acepta finalmente la gestión mediadora de la Santa Sede. Podría decirse que, a  partir de ese momento, y salvo esporádicas situaciones de tensión que se  produjeron durante todo el período de la Mediación Papal, la crisis estuvo en vías  de solución.

Durante 1981 se vivieron momentos de peligro y también en 1982. ¿Qué hubiera  ocurrido de triunfar Argentina en la Guerra de las Falkland?

¿Quién disuadió? 

Podríamos sostener que, a nivel de opinión pública, existen dos escuelas de  pensamiento. Una, quizás mayoritaria, atribuye al Papa, el haber logrado que  Argentina desistiera de su inminente agresión y se aviniera a volver a la  búsqueda de una solución pacífica.

Esta visión predomina por estar influenciada por los opositores internos y  externos del régimen militar chileno, los que, habitualmente, restan todo mérito  en la solución al General Pinochet, igualándolo en agresividad con el gobierno  argentino. En parte refuerza esa idea el que la mayor parte de las publicaciones  respecto a este conflicto, incluyendo la más reciente, del General Ernesto Videla,  se centran en la labor de nuestra diplomacia, en particular de quienes fueron  protagonistas de la Mediación Papal.

La otra escuela de pensamiento, liderada principalmente por militares que  tuvieron altas responsabilidades en la conducción chilena, le asigna a la  preparación militar el principal efecto disuasivo. Ello junto a la inequívoca  decisión de resistir a toda costa una agresión, oponiendo al modelo de guerra a  objetivo limitado uno de guerra total que recurriría incluso a la guerrilla si los  invasores lograban ocupar alguna porción de nuestro territorio.

En lo personal creo que fue nuestro Poder Nacional el que disuadió efectivamente  a Argentina, combinando los siguientes factores que nos otorgaban ventajas  comparativas.

  • Haber generado una capacidad militar que haría muy costoso e  improbable el triunfo de nuestros adversarios.
  • Contar con una conducción que unificaba todos los esfuerzos y que ejercía  un efectivo control sobre sus propias decisiones.
  • Haber demostrado la voluntad de usar decididamente los recursos de  fuerza, en caso de cualquier agresión.
  • Una inteligente conducción de las relaciones exteriores que permitió,  justamente, comprometer a la Santa Sede en la solución de la crisis.
  • Finalmente, la fuerza moral y el compromiso del Mediador.

Solución del conflicto 

Si la crisis se superó en 1979 y el peligro de guerra se alejó en 1982, después  de la derrota argentina, estimo que ni siquiera la firma del Tratado de Paz  Amistad, en 1985, puso término al conflicto.

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Tanto es así que, dada la distante actitud de los gobiernos argentinos que  sucedieron al régimen militar y la mantención de un despliegue estratégico  prácticamente inalterado, hasta fines de los años 80 segumos por nuestra parte  manteniendo un alto grado de alistamiento en el extremo austral.

Podría postular que la solución se produjo en forma paulatina, especialmente a  partir del gobierno del presidente Menem, cuando nuestros vecinos del Este  renunciaron, al parecer definitivamente, al ejercicio de algún tipo de hegemonía  en el cono Sur.

Reflexiones finales 

En 1978 nuestras previsiones fueron ampliamente superadas por los  acontecimientos. Hoy, especialmente en el plano militar, se vive con Argentina  un acercamiento notable, lo que se expresa fundamentalmente en las  Operaciones de Paz. No obstante, si miramos al norte, se aprecian nubarrones.

Es de esperar que, en caso de tormenta, la hermandad chileno-argentina no  vuelva a trisarse.

¿Debemos olvidarnos definitivamente de la hipótesis vecinal máxima?

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional.

 

Edición del sitio Web de Cosur Chile y de su revista digital “Tres Espadas”  

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Efemerides

ASALTO Y TOMA DE PISAGUA (02 de noviembre de 1879)

 

 

ASALTO Y TOMA DE PISAGUA (02 de noviembre de 1879)

José Miguel Olivares Eyzaguirre, Lic. en Historia UANDES

Academia de Historia Militar

Con la captura del Huáscar en la batalla naval de Angamos el 8 de octubre de 1879, las aguas del Pacífico se encontraban a la disposición de Chile. La sección ofensiva de la armada peruana se halló reducida a la corbeta La Unión y esta tuvo que retirarse a El Callao, permitiendo a las fuerzas chilenas la posibilidad de invadir el territorio enemigo desde Iquique hasta Lima.

Para las autoridades chilenas, había llegado el momento extender la campaña terrestre más allá de Antofagasta.

La elección del punto de irrupción pasó a tener primera prioridad y fue objeto de arduas discusiones. Una corriente de la opinión pública, a la cual el ministro Santa María se adhirió inicialmente, sostenía que un ataque directo sobre Lima desmoralizaría completamente a los aliados y rápidamente le pondría término a la guerra.

Esta opinión se vio contrastada por aquellos que centraron su atención sobre Tarapacá, cuyo control podía significar una cuantiosa indemnización al momento de entrar en negociaciones para ponerle fin al conflicto.

Esta última posición terminó por predominar ante la posibilidad de la intervención de potencias exteriores. Tanto los Estados Unidos como Europa tenían intereses comprometidos en la disputa y su creciente presión diplomática podía forzar a las partes a tener que llegar a un acuerdo. Mientras antes obtuviera Tarapacá como baza de negociación, más favorable sería la posición chilena.

Decidido este asunto, se presentaron tres localidades del departamento peruano dónde iniciar la Campaña de Tarapacá: Pisagua, Iquique o Patillos.

La elección se llevó cautelosamente y pendiente de varios factores particulares, el principal siendo la presencia de una línea férrea que pudiera llevar a la fuerza expedicionaria hacia el interior del desierto. Otros elementos bajo consideración fueron la existencia de pozos de agua accesibles y la presencia de las fuerzas peruanas-bolivianas, las que se hallaban acumuladas principalmente en Iquique y en la zona de Tacna-Arica.

Finalmente la decisión recayó sobre el ministro de guerra Rafael Sotomayor y el puerto elegido para iniciar la campaña fue Pisagua.

Iquique fue rechazado por el gran número de fuerzas aliadas que allí se hallaban concentradas y Patillos fue descartado porque, a pesar de que presentaba una base bien sostenible en su costa, no contaba con un fácil acceso hacia el interior.

La caleta de Pisagua estaba a 190 kilómetros al norte de Iquique, tenía acceso directo al pozo de Dolores y poseía un ferrocarril en buen estado. Su conquista tenía el beneficio adicional de producir una brecha entre las fuerzas aliadas contenidas en Iquique y las que se estaban concentrando en el norte.

Un poco antes, el Ejército Expedicionario chileno terminó su formación en Antofagasta y para el 28 de octubre ya se hallaba embarcado en alta mar a la espera de la decisión final.

Una vez que esta fue hecha, la armada expedicionaria encaló incontestada el 2 de noviembre en la rada frente al puerto nortino. Sus defensores, una guarnición aliada de alrededor de 1.300 efectivos, se atrincheraron en torno a la bahía y en la zanjas de la empinada pendiente que la rodeaba. Ahí esperaron poder rechazar el embate de una fuerza militar de alrededor de 10.000 hombres.

El enfrentamiento empezó a las 7 de la mañana, cuando los buques de la armada chilena abrieron fuego contra las dos plazas fuertes situadas en los extremos de la bahía. La rápida operación inutilizó los dos cañones Parrot que resguardaban la entrada de la playa y le permitió el acceso a la flotilla de botes que llevaba a las tropas terrestres.

Cerca de las diez de la mañana, la primera de tres olas de desembarco llegó al punto de la bahía llamado Playa Blanca, bajo nutrido fuego del enemigo.

El ataque inicial consistió de 450 hombres provenientes del Cuerpo Cívico Movilizado Atacama y de la Brigada de Zapadores, un número mucho menor al planeado originalmente para la operación.

Esta también estuvo a punto de ser comprometida debido a la confusión reinante en el desembarco, en dónde los remeros de la flotilla se dejaron llevar por la pasión del momento y se unieron la fuerza del ataque [1].

Frente a este retraso que bien podía hacer fracasar la completa operación anfibia, los buques de guerra de la expedición tuvieron que reanudar su bombardeo en auxilio de los soldados en Playa Blanca.

Gracias a este respiro, las fuerzas terrestres pudieron reorganizarse y la flotilla de desembarco se devolvió en busca de los refuerzos. A tres horas del primer desembarco y dos oleadas después, la fuerza de ataque se halló con suficientes efectivos para hacer retroceder al enemigo.

Siguiendo a un encarnizado combate en las trincheras inmediatas a la costa, la vanguardia expedicionaria inició el penoso ascenso por la empinada pendiente que rodeaba a la bahía. En un período de dos horas, los guerreros chilenos lograron alcanzar la meseta de Alto Hospicio que coronaba la punta y, con ello, el acceso al desierto interior.

A las dos y media de la tarde, el territorio se hallaba bajo el control de las fuerzas chilenas. Frente a una pérdida de cincuenta y ocho muertos y 173 heridos, la fuerza expedicionaria había logrado poner en fuga a la guarnición aliada e inició con una entrada triunfante la campaña de Tarapacá.

[1] Nota del editor: Los remeros eran del puerto de Valparaíso, movilizados especialmente para esta tarea por sus especiales características.

Columna de Opinión

Selección de cartas al Director enviadas por Adolfo Paúl Latorre a diversos medios de prensa sobre política, derecho y temas varios a contar del 30 de abril de 2022

Selección de cartas al Director enviadas por Adolfo Paúl Latorre a diversos medios de prensa sobre política, derecho y temas varios a contar del 30 de abril de 2022

Una selección de las cartas anteriores están incorporadas en los libros de Adolfo Paúl Latorre titulados
“La disposición constitucional octava transitoria es inconstitucional” y “Sapiens et fidele consilium.
Una contribución al rescate de la verdad histórica”

Ver: –PUBLICADAS a contar 29 abril 2022. ACTUALIZADA 29 octubre 2022 (1)

Las opiniones en esta sección son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

HISTORIA MILITAR Y HÉROES OLVIDADOS

HISTORIA Y MITOS. Socio GDB Humberto Julio Reyes

HISTORIA Y MITOS

Socio GDB Humberto Julio Reyes[1]

La Historia que conocemos, sea que provenga de textos leídos, narraciones o películas, por citar las formas más usuales de transmitirla, contiene habitualmente no pocos mitos.

La estatura de Napoleón o el color blanco de su caballo; Bolognesi y su suicidio desde la cima del Morro; para qué decir la Guerra de Troya.

Esto es especialmente notorio en las versiones encontradas de los historiadores de países que se han enfrentado en guerra donde cuesta encontrar objetividad, especialmente si se trata de reconocer los valores del contrario.

Sin embargo una publicación relativamente reciente de la Academia de Historia Militar de Chile, pareciera que hace un significativo aporte al conocimiento lo más cercano a la realidad de un épico hecho de armas.

Me refiero a “Los inmortales del Morro de Arica” del abogado y profesor universitario Rodrigo Ugalde Prieto quien ha realizado una profunda y minuciosa investigación de todas las fuentes disponibles para confrontar las distintas versiones y arribar a conclusiones que pueden estimarse realmente objetivas.

Algunas de esas versiones las he leído, la mayoría no, ya que tampoco pretendo posar de profundo estudioso de esta acción en particular sino más bien poseer quizás un conocimiento que va más allá del necesario para una conferencia patriótica al contingente.

Sin embargo, desde mi particular punto de vista, lo que más me ha llamado la atención es la forma en que el autor desmitifica algunas de las leyendas que habitualmente hemos tendido a asumir que son ciertas.

Desde “mi más tierna infancia” dibujaba el Morro y a un jinete lanzándose desde la cumbre y por supuesto que creía que era el mismísimo Coronel Bolognesi, tardando muchos años en aceptar que no se trataba de él sino que de otro jefe peruano.

También he modelado una figura del Emperador sobre un caballo blanco (gris para usar la nomenclatura equina) aunque con los años he leído de monturas de diferentes colores que tuvieron la enorme responsabilidad de llevarlo como jinete. También he leído que no destacaba en esta condición, ¿será cierto o es otro mito?

Vuelvo a los mitos del Morro los que el autor desmenuza por así decirlo al contrastarlos con la evidencia disponible, fundamentalmente las versiones de los protagonistas del glorioso hecho de armas.

No los voy a señalar en estas líneas ya que confío haberlos motivado a que lean este magnífico trabajo, el segundo del autor referido a la Guerra del Pacífico, pero algo adelantaré al decirles que el lema vigente en el Ejército del Perú, “Hasta quemar el último cartucho”, corresponde como es sabido a parte de la respuesta que el caballeroso Coronel Bolognesi diera al igualmente caballeroso Mayor Salvo cuando le intimó la rendición.

Nótese que no se comprometió a no rendirse sino a combatir mientras considerara que contaba con los medios de hacerlo, no fue un “Vencer o morir”, aunque ello no le resta mérito, especialmente si uno se detiene en los rasgos que adornaban la personalidad de este héroe que sí murió combatiendo por su Patria.

Termino señalando que considero de especial interés los aspectos biográficos de los mandos que se enfrentaron que, a no dudarlo, han sido inmortales y confío en que lo seguirán siendo.

[1] Profesor de Academia en Historia Militar y Estrategia. Magister en Ciencias Militares.

Columna de Opinión

MATAR AL NEOLIBERALISMO

MATAR AL NEOLIBERALISMO

Daniel Mansuy

El Mercurio, Columnistas, 30/10/2022

En su comentada visita a Chile, la economista italiana Mariana Mazucatto afirmó que el mundo mira con interés a nuestro país, pues seríamos “un experimento muy importante para matar al neoliberalismo”. Más tarde, corrigió la primera parte de la frase: no somos un experimento, sino una experiencia (se agradece el detalle).

Sin embargo, no modificó la segunda parte, tanto o más delicada que la primera: matar al neoliberalismo. ¿Qué significa una expresión de esa naturaleza?

La pregunta no es baladí. Después de todo, tanto el Frente Amplio como el PC han empleado majaderamente dicha consigna. Sin ir más lejos, tras el 18 de octubre se repitió una y otra vez que nuestro país sería la tumba del neoliberalismo.

Chile había despertado después de largos años de alienación.

Luego, el exconvencional Barraza afirmó que el texto rechazado buscaba acabar con el neoliberalismo “en un solo acto”. De aquí emerge la retórica ampulosa de las transformaciones profundas que caracteriza a Apruebo Dignidad.

Este discurso, además, juega un papel diferenciador, pues permite marcar una distancia radical respecto del ciclo político de las últimas décadas (que habría sido de mera administración, pronunciado en tono peyorativo).

Lo curioso, desde luego, es que el resultado del 4 de septiembre mostró que ese proyecto no tiene por dónde ser mayoritario. La izquierda apostó por plebiscitar mucho más que una Constitución: lo que estaba en juego eran los 30 años.

Aunque sufrió la peor derrota electoral de su historia, muchos se resisten a abandonar esa lógica (de allí la bizarra entrevista del senador Latorre publicada la semana pasada en estas páginas).

Esto tiene una explicación. La identidad de parte del oficialismo no tiene más contenido que la afirmación de Mazucatto. Dicho en simple, la vocación exclusiva de muchos consiste en abolir el sistema que nos habría oprimido durante décadas. Para peor, si asumen un discurso reformista, le cederán la iniciativa política a los sectores moderados que desplazaron hace pocos meses.

”La operación es moralmente tranquilizadora (nosotros, compañeros, luchamos por el bien), pero intelectualmente pobre (no todos los males del mundo remiten al neoliberalismo). Así, han gastado la palabra hasta convertirla en basura conceptual”.

Esto conduce a otra reflexión: a estas alturas, el neoliberalismo es un significante vacío. En lugar de reflexionar y ponderar una realidad ambigua, la izquierda ha puesto allí todo lo que detesta.

La operación es moralmente tranquilizadora (nosotros, compañeros, luchamos por el bien), pero intelectualmente pobre (no todos los males del mundo remiten al neoliberalismo). Así, han gastado la palabra hasta convertirla en basura conceptual.

De muestra, un botón: la izquierda sigue calificando al TPP11 como neoliberal, a pesar de que ha sido suscrito por varios gobiernos socialdemócratas. ¿Cómo explicar esto? ¿Los socialdemócratas también son neoliberales? ¿Quién se salva entonces, fuera de ellos?

Por otro lado, ¿qué hacer con la vieja Concertación que sigue prestando servicios? ¿No fue Mario Marcel uno de los creadores de la regla del superávit fiscal, epítome perfecto de los 30 años? ¿Alguien puede creer que Marcel será el verdugo final de aquello que el Frente Amplio llama neoliberalismo?

Desde luego, nada de esto quita que no podamos discutir sobre modelo económico y estrategias de desarrollo. Pero quienes han dinamitado esa posibilidad son precisamente quienes han simplificado nuestro debate hasta volverlo estéril.

Si Chile es la “Norcorea neoliberal”, entonces no hay espacio alguno para conversar seriamente.

La voluntad transformadora es, por cierto, legítima, pero debe cumplir con dos condiciones. La primera es construir mayorías amplias, que sirvan de soporte. Sobra decir que, en este plano, Apruebo Dignidad ha realizado un esfuerzo sistemático en la dirección contraria: tono mesiánico, desprecio a otros sectores y afirmación de superioridad moral.

En otras palabras, no construyeron confianzas, pues, por algún extraño motivo, siempre supusieron que al mundo le asiste el deber de rendirse a sus pies. ¿El resultado? Una cacofonía insoportable al interior del oficialismo, que vuelve inviable cualquier transformación.

La segunda condición de dicha aspiración pasa por elaborar un proyecto serio. Y no, lamentablemente no basta haber leído y predicado “El Estado emprendedor” de la misma Mazucatto.

Es curioso, pero el sector más crítico de todas las formas de colonialismo tiene (muy) poco diagnóstico original sobre Chile. No ha reflexionado sobre nuestra realidad, nuestras singularidades y nuestras auténticas posibilidades de acción. En otras palabras, no será una economista extranjera —sin perjuicio de sus eventuales méritos— la que resolverá nuestros problemas, ni zanjará nuestros debates.

En virtud de todo lo anterior, resulta simplemente inverosímil suponer que este gobierno vaya a “matar al neoliberalismo”. Es más, llegados a este punto, la actual administración solo puede aspirar a conducir con algún éxito reformas puntuales.

En ese sentido, la aserción de Mazucatto ilustra a la perfección el contraste entre la grandilocuencia de la campaña y la prosaica realidad del poder. En rigor, el Gobierno no solo está lejos, muy lejos, de “matar al neoliberalismo”, sino que su impericia bien puede terminar alimentando algún tipo de restauración.

Nadie sabe para quién trabaja.

Un aporte del Director de la Revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

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Columna de Opinión

CHILE, ¿UN CAMPO DE PRUEBAS?

 

CHILE, ¿UN CAMPO DE PRUEBAS?

El Mercurio, Editorial, 28/10/2022

En economía existen tendencias y hasta modas. Algunas logran mostrar fundamentos conceptuales sólidos y resultan validadas por la evidencia. Estas son las que terminan transformando el conocimiento económico.

Se trata de innovaciones de la ciencia social que permiten generar crecimiento y aumentar el bienestar de la población. Sin embargo, hay muchas otras menos exitosas que representan altos riesgos para aquellas sociedades que ingenuamente las abrazan.

Un caso reciente de moda económica desacreditada es el movimiento conocido como la Teoría Monetaria Moderna. Sus promotores, aprovechando la década de baja inflación y bajas tasas de interés, impulsaron la idea de que los gobiernos debían imprimir dinero casi sin restricciones, impulsando así la expansión de las economías.

Los costos de inflación, se argumentó, podrían ser controlados por la vía de mayores impuestos a los privados. Estas ideas se hicieron populares en libros que alcanzaron circulación masiva pero cuyos contenidos no habían pasado por el exigente filtro académico. Alertas técnicas y la acumulación de evidencia terminaron por echar abajo su influencia.

No se puede descartar que algunas de las ideas que motivan la agenda económica de la nueva izquierda latinoamericana tengan similar destino.

Abrazar una moda económica con escaso sustento en la evidencia es un riesgo letal para nuestras posibilidades de desarrollo.

Una de ellas es la del Estado emprendedor. En esencia, ella revive la añeja aspiración (y errada estrategia) de la izquierda de las décadas de 1960 y 70, en cuanto a apostar por un mucho mayor protagonismo del aparato público en distintos ámbitos de la economía.

Sus promotores —uno de ellos, Mariana Mazzucato, por estos días de visita en el país— han construido un hábil relato en torno a las supuestas virtudes de este enfoque, pero sin ofrecer evidencia robusta que lo sustente. Esto explica la falta de publicaciones académicas de primer nivel de algunos de sus inspiradores, más conocidos por sus textos de difusión masiva que por haber desarrollado investigación de punta.

Así, la facilidad con que sus ideas son abrazadas sin reparos por una parte de nuestro mundo académico habla más de las debilidades de este que de la fortaleza de aquellos planteamientos.

Por cierto, una clave de la popularidad de estas modas pasa por su atractivo para dirigencias políticas que buscan suplir su falta de nuevas ideas. Así, por ejemplo, la posibilidad de un “Estado emprendedor” puede resultar un mensaje atractivo que confirma sus sesgos contrarios a la iniciativa privada y ofrece una fórmula aparentemente fácil para salir de la mediocridad económica, a partir de la acción de burócratas o agencias gubernamentales a los que repentinamente se atribuye la condición de innovadores y visionarios. La añoranza ideológica o la simple ignorancia de la historia pueden contribuir a bloquear la capacidad crítica frente a la falta de evidencia.

Existe otra arista de esta moda que representa también una gran amenaza. Como ha sido discutido en la literatura, la popularidad de la idea de un Estado emprendedor se explica por su compatibilidad con las motivaciones de grupos de interés ya establecidos, los que pueden aprovechar una débil institucionalidad para impulsar por esa vía sus agendas.

Son precisamente estos grupos —tanto públicos como privados y económicos como políticos— los que suelen captar los flujos de recursos fiscales destinados a promover el desarrollo de actividades identificadas desde el Estado como “prioritarias”.

Esto explica que gran parte de estos esfuerzos terminen con mínimos impactos sociales y altos costos económicos para los países. Ello es el resultado de la falta de incentivos adecuados, de la selección arbitraria de supuestos “ganadores” por parte del Estado y de recursos públicos que pueden ser gastados sin los riesgos personales que enfrenta un privado al invertir su capital.

Por supuesto, existen contados casos de resultados más positivos, selectivamente explotados por los promotores de la idea e ingenuamente adaptados por sus seguidores, pero son la excepción y no la regla.

La innovación que promueve el crecimiento y desarrollo en un país depende de una institucionalidad clara y estable que incluya el aseguramiento de los derechos de propiedad, acceso libre y abierto a mercados, un sistema monetario estable y reglas que favorezcan la competencia y emprendimiento.

Tomar seriamente cualquier moda que no nazca de estas condiciones e impulsada por personas sin responsabilidades materiales en sus relatos representa un experimento —o experiencia— letal, no para el neoliberalismo, sino para cualquier sociedad que busca progresar.

Un aporte del Director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

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HISTORIA MILITAR Y HÉROES OLVIDADOS

RESTAURACIÓN DE LA CASA O’HIGGINS REVELA HALLAZGOS CONSTRUCTIVOS

RESTAURACIÓN DE LA CASA O’HIGGINS REVELA HALLAZGOS CONSTRUCTIVOS

Íñigo Diaz

El Mercurio, 31/10/2022

Incluso hoy, que se encuentra rodeada de edificios actuales de densificación urbana en el centro de Santiago, la casona se termina imponiendo en el entorno de calle Santo Domingo, con amplia fachada de 150 m2, sus muros de adobe de 80 centímetros de espesor, alto pórtico y una hilera de ventanas que dan a la estrecha vereda.

De una planta, tiene tres patios, 18 habitaciones de 3,6 metros de altura y unos 1.000 m2 construidos en total.

Y por su valor como ejemplar de la arquitectura colonial urbana cuenta con estatus de Monumento Histórico desde 1981.

Es la casa Santo Domingo 623 – 627, una denominación técnica que identifica al edificio en las direcciones en que se encuentra, pero por su historia los investigadores también la han conocido como la Casa O’Higgins: el la adquirió a su propietaria, María del Rosario Melchora Puga y Vidaurre.

Veinte años menor, fue la madre de su hijo Demetrio.

Desde 2019, un equipo de especialistas del Grupo Praedio se encuentra desarrollando un plan maestro de restauración para una de las residencias capitalina más antiguas vigentes, junto con la Casa Velasco, a veinte pasos de ahí.

“La Velasco es un ejemplar colonial muy valioso. Conserva su pilar en la esquina, pero, en cambio, ha tenido muchas intervenciones posteriores que le han incorporado elementos decorativos no coloniales. La Casa O’Higgins mantiene sus atributos del siglo XVIII casi intactos”, dice María Jesús Guridi, directora de Praedio.

Se refiere, por ejemplo, a esos tres patios interiores, que en su tiempo contaban con funciones específicas. “El primero tenía una dimensión social; el segundo representaba el espacio privado y el tercero estaba dedicado a las zonas de servicio de la casa”, explica.

Original del siglo XVIII en calle Santo Domingo, es un emblema colonial en medio de una ciudad transformada. Las obras de la techumbre dejaron a la vista materialidades y tecnologías de hace cerca de 200 años intactas.

Pero existe el hallazgo de un atributo original más, que los especialistas de Praedio están dando a conocer.

Coligüe y curagüilla. Desde el inicio del plan, el equipo ha logrado finalizar dos de las etapas de rescate de la fachada de calle Santo Domingo, que le ha dado una presencia en el barrio.

Luego le siguió una actualización de los sistemas eléctricos.

El objetivo es recuperar la totalidad de la casa para fines culturales y sociales. La organización propietaria, cuyo rol original estaba en el socorro y atención de salud a las personas necesitadas, planea darle un programa nuevo y sustentable como centro cultural, con salas de exposiciones, salas de conferencias, oficinas para organizaciones y espacios de acceso público.

La tercera etapa está en marcha con la intervención de la techumbre, unos 500 m2 de tejas musleras originales -es decir, moldeadas en el muslo del artesano-, piezas de 60 x 35 cm.

“Al retirar las tejas nos encontramos con el encañado original de la casa, lo que representa un valor extra al proyecto pues se releva el sistema constructivo de su tiempo”, dice Jorge Domínguez, ingeniero a cargo de la restauración de la techumbre.

“De esa gran superficie que estamos interviniendo, existen unos 120 m2 sanos”, agrega.

La Casa O’Higgins exhibe vigente un sistema constructivo que comenzó a desaparecer -señala Domínguez- hace unos 140 años. Los restauradores descubrieron una cubierta de tierra de 20 cm de espesor, que permitía estabilizar las tejas y proveer de aislación térmica del edificio.

Bajo ella se encuentra una cama de curagüilla, la fibra utilizada en la fabricación de escobas típicas, y luego un entablado de coligüe con amarras de cáñamo. “Esa construcción viene del siglo XVIII y funciona en perfecto estado. Creemos que la materialidad proviene de las riberas del Mapocho”, infiere Domínguez.

La intervención en el techo del patio principal finalizará en enero, pero los problemas mayores están identificados en el tercer patio, donde la falta de mantención de las cubiertas ha ocasionado acumulación de material y atascos en las bajadas de aguas lluvias, lo que ha deteriorado sostenidamente la materialidad de los muros.

“Una etapa de trabajos ahí es lo que viene en el plan de restauración. La casa estará terminada en 2025”, cierra María Jesús Guridi.

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