Efemerides, HISTORIA MILITAR Y HÉROES OLVIDADOS, News

Batalla de Dolores. Jorge Villarroel Carmona

 

             Batalla de Dolores

En el contexto del avance chileno en la consolidación del departamento de Tarapacá, después del Asalto y Toma de Pisagua y del combate de Germania (Campaña de Tarapacá), se produce el 19 de noviembre de 1879 la Batalla de San Francisco (Dolores).

En efecto, en la noche del 18 de noviembre, las tropas chilenas que se encontraban en la Estación “Dolores”, dada la importancia del pozo de agua para surtir para las necesidades de alimentación de hombres y ganado, se enteran de un posible ataque desde Santa Catalina, por lo que se resuelve desplegar la fuerza defensivamente en las alturas de los cerros y dar un especial énfasis al empleo de la Artillería.

En la tarde del 19 de noviembre, estalló la batalla, generando una difícil situación para las fuerzas chilenas, dado el ataque a la posición de artillería comandada por el Sargento Mayor José de la Cruz Salvo, cuyos hombres debieron batirse cuerpo a cuerpo para defender sus cañones. El refuerzo del Atacama y del Coquimbo permitieron estabilizar la posición y a la artillería continuar con su fuego certero, mientras que, en el resto del campo de batalla, el combate se había generalizado. Más tarde los efectos de la artillería detuvieron el ímpetu ofensivo del adversario obligándolo a emprender su retirada.

La victoria chilena permitió afianzar la ocupación militar del Departamento de Tarapacá, aumentar pertrechos con aquellos abandonados por el adversario, asegurar el suministro del vital elemento de agua, y quedar en condiciones de avanzar hacia el sur y exigir la rendición de Iquique.

JORGE VILLARROEL CARMONA
Presidente del Círculo Ignacio Carrera Pinto

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

News, Seguridad y defensa

Fuerzas Armadas, alistamiento y presupuesto. Marcelo Masalleras. AthenaLab

 

                                                                        FUERZAS ARMADAS, ALISTAMIENTO Y PRESUPUESTO

Marcelo Masalleras – AthenaLab, 14/11/2024

Desde hace un tiempo, se ha discutido a través de distintos medios de prensa sobre el financiamiento de las fuerzas armadas. Primero fue por la decisión del gobierno de no prever recursos para el fondo de contingencia estratégico y ahora por la situación respecto de los recursos para mantener la planta de soldados de tropa profesional y de soldados conscriptos en el Ejército.

Por cierto, que como en toda discusión, surgen quienes bogan por una mayor asignación presupuestaria, mientras otros justifican los montos actuales e, incluso, otros grupos profesan su disminución.

Sea como sea, este es un tema sensible, pues involucra a una parte del Estado, aquella que tiene la mayor responsabilidad en la defensa de la soberanía y, actualmente, participa al mismo tiempo en tareas de orden interno: las fuerzas armadas (FF. AA.).

En este sentido, cabe preguntarse si los recursos asignados anualmente, ya sea a través de la ley de presupuesto o de otras fuentes de financiamiento como la correspondiente al desarrollo y mantenimiento de capacidades estratégicas, es suficiente.

En las siguientes líneas, se intentará —de manera muy resumida— un ejercicio de análisis básico al respecto. De antemano, se aclara que esto no incorporará antecedentes sobre los motivos que el Estado ha tenido para decidir mayores o menores aportes a las fuerzas armadas.

Para comenzar, se debe afirmar que el tipo, tamaño, características, despliegue y otros aspectos de las fuerzas armadas, es una decisión única y exclusivamente política. No son los militares quienes establecen qué se necesita, sino que es el estamento político quienes lo hacen.

Para lo anterior, se deben identificar las tareas que se les exigirá a estas instituciones, ya sean aquellas definidas en la constitución y las leyes, como también otras misiones que demande el Estado.

No hay duda de que las instituciones de la defensa entregan su asesoría y evaluación técnica proponiendo ideas de solución, pero al final, la decisión es política, la que se traduce en políticas públicas de este ámbito.

A partir de esta definición—en la que participa el ministerio de Defensa y sus subsecretarías—, el Estado Mayor Conjunto, y seguidamente el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, deben desarrollar las fuerzas y unidades necesarias para satisfacer el requerimiento político.

En otras palabras, sobre la identificación de una necesidad (política), las instituciones militares establecen la respuesta técnica militar. Dicha respuesta se transforma en un conjunto de requerimientos que permiten desarrollar las capacidades estratégicas, operacionales y tácticas, indispensables para cumplir lo establecido.

Estas capacidades finalmente demandarán, entre otros: personal, sistemas de armas, vehículos, aeronaves, material de guerra, equipos técnicos, comunicaciones, munición, apoyo logístico, infraestructura, etc., así como una adecuada doctrina, procedimientos, educación y entrenamiento en distintos niveles. Todo lo anterior, exige recursos para adquirir, desarrollar, mantener e incluso eliminar distintos componentes.

De aquí surge la pregunta si los recursos que el Estado le asigna anualmente a la defensa —particularmente a las fuerzas armadas— son suficientes para cumplir con lo que el mismo Estado les demanda y de lo que es el responsable final.

La respuesta —si bien en extremo compleja y difícil de solucionar—, parecería ser que es: No, al menos, en lo más evidente y fácil de observar.

Sin la intención de alargar más de lo necesario este comentario, se puede afirmar que el Estado de Chile mantiene, en términos generales, un presupuesto de defensa de continuidad, vale decir, sin cambios muy significativos de un año a otro (incluso con años en los que ha sido negativo).

De hecho, según la información que entrega el Banco Mundial (basado en antecedentes del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo – SIPRI), el porcentaje de gasto en defensa disminuyó desde un 2,7 % en el año 2000 a un 1,8 % en 2022 (último año con registro).

Segundo, también se puede afirmar que, dentro del presupuesto anual entregado a las fuerzas armadas, desde el año 2000 al 2024, los recursos destinados a “Personal” pasaron de representar un 76,6 % a casi un 90 % del total de presupuesto.

Lo anterior tiene un impacto en el alistamiento de las fuerzas pues, al aumentar la carga destinada a financiar gastos en personal, inmediatamente se disminuye el monto para otras iniciativas.

Tercero, quizás lo más preocupante, al mismo tiempo que el presupuesto es de continuidad y el gasto en personal aumentó, todo indica que el espectro de misiones demandadas a las fuerzas armadas, así como el número, extensión y duración de las tareas dispuestas por el mismo Estado, sólo han aumentado con los años.

En otras palabras, con igual o menor presupuesto, se les está demandando a las instituciones de la defensa, mucho más.

A modo de ejemplo, se puede afirmar que, en términos de despliegue por catástrofes naturales, las fuerzas armadas y en particular el Ejército, se les ha exigido que cumplan funciones de apoyo en (sólo se mencionan las que se estima han sido las de mayor relevancia):

Además de lo anterior, debemos agregar otros eventos catastróficos como erupciones volcánicas, inundaciones o sismos menores. De este modo, no solo se ha ampliado el tipo de misiones (variedad), sino que además estas han sido más recurrentes, en más lugares físicos (extensión territorial) y por períodos de tiempo mucho más largos. Sólo la emergencia relacionada con el COVID se extendió por más de 18 meses. En el caso de las fuerzas desplegadas en la macrozona sur, esta tarea comenzó el 12 de octubre de 2021 y se ha extendido hasta ahora (salvo un corto período de tiempo entre marzo y mayo de 2022), vale decir, por más de tres años.

En un ejercicio simple para evaluar el impacto en la fuerza militar el tema de los despliegues por estados de excepción constitucional (basados mayormente en presunciones y cifras sólo apreciadas sin acceso a información de detalle), podríamos considerar que en la MZS, los medios del Ejército podrían alcanzar a unos 1.000 a 1.200 efectivos, a los que se deben sumar otros 700-800 que se encuentran trabajando permanentemente en la MZN. El problema no termina ahí, pues para tener un total de 2.000 efectivos en terreno simultánea y permanentemente, dicha institución debería disponer del triple de personal, vale decir, no menos de 6.000. Lo anterior, pues hay 1/3 de soldados desplegados, 1/3 que está en preparación de despliegue y otro tercio en post-despliegue. Sólo para completar el panorama, se debe indicar que de acuerdo a los antecedentes proporcionados por la Dirección General de Movilización Nacional este año, el total de soldados conscriptos acuartelados ha disminuido en los últimos años, desde más de 11.000 ciudadanos en 2016, hasta un mínimo de 3.000 en 2022.

En otro orden de cosas, las FFAA colaboran directamente durante actos eleccionarios, desplegando casi la totalidad de su personal para cubrir locales de votación y otras instalaciones necesarias.

A modo de resumen, además de que ha incrementado progresivamente el número de locales de votación por proteger, lo que se traduce en mayor cantidad de efectivos por desplegar, se puede identificar que si se analiza desde el año 2000 al 2024 (en bloques de 5 años) la cantidad de actos eleccionarios que obligan el empleo de las FF. AA. aumentó significativamente.

Si bien la coyuntura política desde el 2020 exigió esfuerzos adicionales, el solo hecho de contar con elecciones primarias para distintos cargos, así como segunda vuelta presidencial y de gobernadores regionales, ha aumentado el número de veces que debimos concurrir a las urnas y, en consecuencia, que las FF. AA. se desplegaran.

Nuevamente se aprecia que la necesidad de desplegar fuerzas ha aumentado en el último tiempo por variadas razones, pero, al final, se ha obligado a las FF. AA. a distraer sus esfuerzos de las tareas principales que les asigna la constitución de la República en la ejecución de funciones distintas y secundarias.

Entonces, no es descabellado ni hay que ser muy agudo para pensar que ninguna organización puede hacer más —o bastante más en este caso— con los mismos recursos. La eficiencia tiene un límite. Es cierto que el Estado entrega recursos adicionales para financiar algunas actividades especiales como son los actos eleccionarios, pero también es cierto que estos no consideran la totalidad del gasto como pueden ser el desgaste del material, el tiempo de preparación y despliegue, entre otros.

Todo lo anterior, es sin entrar a analizar el impacto que tienen estas actividades sobre las tareas fundamentales de las FF. AA., es decir, prepararse para desarrollar operaciones militares de alta intensidad. El mayor uso de sistemas como vehículos, comunicaciones y aeronaves, significan mayor desgaste y, por ende, se acorta la visa útil de los mismos, requiriéndose su reemplazo de manera anticipada, lo que aumenta la demanda de fondos.

Asimismo, el mantenimiento del material, así como el entrenamiento de unidades y tripulaciones requiere tiempo y permanencia, cosas de las que se les ha privado a las FF. AA., en pos de tareas que son secundarias a su esencia.

Tampoco se está incorporando la variable de obsolescencia del equipamiento o la mayor demanda en capacitación y entrenamiento que significa la incorporación de equipos más sofisticados y de mayor complejidad de operar y mantener.

Por último, otro aspecto importante a tener en cuenta, en este caso no relacionado con la asignación de recursos, pero si con la cantidad y extensión de las misiones actuales de las FF. AA., es el impacto en el personal.

En promedio, se estima que cada militar de la zona norte o sur del país, participaría entre 4 a 5 despliegues al año, cuya duración supera los 45 días cada uno, lo que significa que no queda tiempo para otras cosas (sumar predespliegue y postdespliegue), mucho menos para entrenamiento o apoyar ante catástrofes como incendios o inundaciones. De descansar, ni hablar.

Al final del día, alguien debe cumplir las tareas, ese es el personal militar. Por lo tanto, se evidencia un mayor desgaste, lo que podría acarrear mayor número de retiros, licencias médicas, problemas sociales y matrimoniales, desmotivación por falta de desarrollo profesional y, en definitiva, dificultades de retener talento. Esto último es de la mayor gravedad, pues la reposición de especialidades críticas no es factible o demora mucho tiempo y más recursos.

Al concluir, es posible afirmar que las FF. AA. actualmente cumplen funciones en un espectro mayor a lo que se les demandaba hace 20 años, dichas tareas son más recurrentes, en una extensión geográfica mayor y por períodos de tiempo superiores. Esto está generando gran estrés en la fuerza militar.

Del mismo modo, al revisar el presupuesto nacional asignado a defensa, claramente su característica es de continuidad y el gasto en personal ha aumentado progresivamente, dejando menos espacio para otras actividades de las instituciones. Al conjugar estas cosas, se puede establecer que las FF. AA. no cuentan con los recursos necesarios para cumplir adecuadamente las funciones que demanda el Estado.

El Estado, especialmente el poder Ejecutivo y el Legislativo, deben revisar esta situación en profundidad, al mismo tiempo que estudien la necesidad de renovación o desarrollo de capacidades estratégicas.

¿Es suficiente lo que tenemos para todo lo que queremos como país? ¿Contamos con la estructura necesaria para enfrentar los desafíos de seguridad nacional en un mundo cada vez más conflictivo y en una región en peligro por la criminalidad transnacional? ¿Estamos evaluado las repercusiones del envejecimiento progresivo de la población sobre la seguridad y la defensa nacional? Si la respuesta no es positiva —y parece ser así—, hay mucho por hacer.

En síntesis, es el Estado el que debe definir qué FF. AA. necesita y proveer los recursos para ello. Esta tarea es indelegable y no les corresponde a las FFAA, si no que el nivel político que por tanto tiempo ha demandado control sobre los militares.

Como no hay duda de ello, la responsabilidad es plenamente política.

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Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

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News, Seguridad y defensa

En medio del debate por los recursos para el Ejército: El expectante momento de las FF.AA. de Argentina y Perú. Ramón Jara A. EMOL

 

                                                                           EN MEDIO DEL DEBATE POR LOS RECURSOS PARA EL

                                                                              EJÉRCITO: EL EXPECTANTE MOMENTO DE LAS FF. AA. DE

                                                              ARGENTINA Y PERÚ

Ramón Jara A. – EMOL, 16/11/2024

“Sólo hay financiamiento para 23% de los soldados necesarios para un Ejército totalmente operativo”. La alerta lanzada hace unos días por el comandante en jefe de la institución, general Javier Iturriaga, respecto al presupuesto destinado para esta rama de las Fuerzas Armadas, no dejó a nadie indiferente en el mundo político y sembró dudas respecto de la situación del país en comparación con los vecinos.

Tanto el gobierno de Javier Milei como el de Dina Boluarte han realizado millonarias inversiones con miras a fortalecer sus cuerpos militares.

Lo cierto es que tanto Argentina como Perú también han enfrentado dificultades de este tipo, al punto de que los gobiernos actuales de Javier Milei y Dina Boluarte, respectivamente, han realizado una serie de grandes inversiones y anuncios rimbombantes para mejorar la situación en materia de defensa y seguridad.

Esta estrategia de potenciar las Fuerzas Armadas no ha estado exenta de polémicas ni críticas. Son varios los dirigentes que cuestionan la excesiva inversión en materia militar dejando de lado otros problemas de tanta o mayor importancia, encendiendo un debate histórico.

Argentina: comenzaron las inversiones. Una vez que asumió la Presidencia de Argentina en diciembre pasado, Javier Milei se puso como objetivo el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas del país.

El diagnóstico, según expertos y la prensa local, era bien complejo: “Lo cierto es que las Fuerzas Armadas de la Argentina se encuentran hoy entre las más rezagadas de América Latina en cuanto a cantidad de uniformados, equipamiento militar y operativos de entrenamiento”, aseguraba una nota del diario El Cronista de enero de 2023, aduciendo a causas como recortes presupuestarios y la ausencia de políticas de Estado sostenidas en el tiempo.

“En los resultados concretos la Argentina sigue estando detrás de las Fuerzas Armadas de Brasil, México, Chile, Perú o Colombia en cuanto a capacidad militar, equipamiento y operatividad.

Yendo a los datos duros, según un reporte del diario La Nación de julio de 2024, desde hace varios años que la inversión de Argentina es del 0,7 % del Producto Interno Bruto (PIB), por debajo de países de la región, como Brasil (1,4 %) y Chile (1,8 %).

“En las propias fuerzas se admite que Chile y Brasil le sacan ventaja a la Argentina en materia de equipamiento militar desde hace varios años”, agregaba el citado medio.

La reputación de las FF.AA. argentinas no es de las mejores. Aún queda latente en la memoria colectiva el recuerdo de la última dictadura militar (1976-1983), que generó una distancia con la ciudadanía que, según el Gobierno actual, también fue alimentada por el kirchnerismo durante su paso por la Casa Rosada.

Así, con la misión de recomponer la relación con la gente, Milei se propuso modernizar y mejorar las condiciones del mundo militar, que a juicio del ahora oficialismo ha estado abandonado durante varios años. El 15 de septiembre, el Mandatario presentó su proyecto de presupuesto para 2025, que considera una inyección de US$6.200 millones a servicios de seguridad y defensa, correspondiente al 5,1 % del total.

La cifra es considerablemente alta, ya que representa poco más del doble del presupuesto de 2024 en esta misma materia (US$3.000 millones). Esto se suma a otras medidas ya tomadas por la Casa Rosada.

En los últimos dos meses, el Ejecutivo ha decretado un aumento en los sueldos de los funcionarios del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea en el orden del 5 %, según publicó Infobae. “Esta medida es posible gracias al orden en las cuentas públicas y al superávit fiscal que permite destinar recursos a valorar el accionar de los soldados de la patria que día a día defienden, incluso con su vida, la paz y la libertad de la República Argentina”, aseguraron desde el Ministerio de Defensa.

Pero lejos, la medida que más ha causado repercusión fue la compra a Dinamarca de 24 aviones de combate F-16 por cerca de 650 millones de dólares. Al ser las aeronaves de fabricación estadounidense, se tuvo que contar con la venia de Washington para lograr este pacto.

Pero más allá de lo espectacular del anuncio -con el ministro de Defensa, Luis Petri, subiéndose a una de las aeronaves-, la adquisición de los F-16 acarrea una serie de problemas: según informó El Cronista, para poder recibir los aparatos será necesario reacondicionar la base aérea de Tandil, porque no cuenta con la tecnología ni la infraestructura necesaria para albergar aviones supersónicos. “La Argentina estaba tan retrasada en lo que es su tecnología para recibir un avión de este tipo, que tenemos que arreglar una brigada”, remarcó el jefe del Estado Mayor Conjunto, brigadier Xavier Isaac.

No obstante, fuentes castrenses y del Ministerio de Defensa reconocieron al mismo medio que “el gobierno carece hoy de fondos para proyectar todas las refacciones y adaptaciones que habrá que hacer para los aviones supersónicos”.

Esta millonaria inversión generó diversas críticas en Argentina, considerando la delicada situación económica en la que todavía se encuentra el país, donde la pobreza llegó hasta el 52,9 % de la población, según los datos oficiales dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística y Censo.

Por otro lado, desde el kirchnerismo cuestionaron la compra por ser aviones usados, y señalaron que la mejor opción era haber adquirido las aeronaves JF-17 Thunder ofrecidas por China al Gobierno de Alberto Fernández. “Además de ser nuevos y de última generación, la oferta de China contemplaba una financiación con plazos de gracia”, afirmó la ex ministra de Defensa Nilda Garré, según recogió La Nación.

“En sus recientes visitas a la Argentina, la jefa del Comando Sur, general Laura Richardson, y el director de la CIA, William Burns, fueron terminantes en decir: con China nada. Sin atenuantes ni matices”, enfatizó Garré. Esto se suma al ofrecimiento de Washington a Argentina de US$40 millones para modernización militar, a través del programa Financiamiento Militar Extranjero (FMF, por sus siglas en inglés).

Esto permitiría al país vecino “comprar artículos de defensa, entrenamiento y servicios de Estados Unidos, a través de fondos de asistencia gratuita, y mejorar la interoperabilidad con las fuerzas estadounidenses”, según informó la embajada estadounidense en Buenos Aires.

Perú: Una polémica compra. Al igual que Argentina, el Gobierno de Perú, liderado por Dina Boluarte, empezó a poner en marcha un ambicioso plan para los próximos 25 años, con la intención de fortalecer las Fuerzas Armadas del país. Esto incluye millonarias compras que han provocado diversas críticas de quienes consideran que el Ejecutivo debería centrar sus esfuerzos en otras materias más urgentes.

Ya el año pasado, el Estado peruano realizó una inversión “para equipar a 22 Batallones de Ingeniería del Ejército, lo que ha permitido tener las capacidades necesarias para asistir a la población en casos de Gestión de Riesgos de Desastres”, según explicó a TVPerú el ministro de Defensa, Walter Astudillo.

Asimismo, en mayo de este año la Fábrica de Armas y Municiones del Ejército de Perú (FAME) anunció una inversión de 600 millones de dólares en la producción de sistemas de armas, vehículos y equipamiento para los próximos diez años.

Según reportó TVPerú, entre los proyectos contemplados por las autoridades están el desarrollo de una planta ultramoderna de municiones; la modernización de la planta de metales no ferrosos; y el desarrollo de un parque industrial de la defensa. Esto contempla un convenio con la compañía coreana Hyundai Rotem para la construcción de vehículos blindados y especiales.

Eso se suma al acuerdo entre la empresa estatal Servicios Industriales de la Marina (SIMA) con Hyundai Heavy para la construcción de 23 buques, según explicó el propio Astudillo. Este plan, aseguró el ministro, “es fundamental para recuperar capacidades y garantizar la seguridad nacional”.

Pero así como en Argentina, el hecho que más repercusión ha tenido es el anuncio del Gobierno de la compra de 24 aviones de combate F-16 Falcon. Eso sí, el costo es más de cinco veces superior que lo invertido por el país trasandino: 3.500 millones de dólares que se pagarán en dos años. Esta diferencia se explicaría porque la intención de Lima es comprar aeronaves nuevas, las que serían de fabricación francesa.

La exorbitante cifra causó controversia en Perú, al punto de que algunos medios locales calificaron la compra de “absurda” y se preguntaron si era necesaria, considerando problemáticas como la inseguridad y el estado de servicios públicos. Pero el Ejecutivo se defiende y asegura que esta millonaria inversión se debe a que los gobiernos anteriores no hicieron nada, considerando que la última compra importante en esta materia fueron los 18 aviones interceptores MiG-29 y 18 aviones de ataque a tierra Sukhoi Su-25, comprados durante la administración de Alberto Fujimori entre 1996 y 1998.

Especialistas en la materia también defienden la medida y aseguran que su flota aérea tiene casi 40 años de servicio y contrasta con las inversiones hechas años atrás por Chile, según consigna Voz de América. En ese sentido, el ex ministro de Defensa Jorge Moscoso sostuvo en diálogo con Exitosa Noticias que “vivimos en un entorno regional donde, lo he dicho en algunas oportunidades, nosotros como Estado peruano no tenemos amigos”. “No existe en las relaciones internacionales el concepto de amistad. Mira, por más que se pueda decir que somos países amigos, somos países aliados, no existen los países amigos. Lo que tenemos son vecinos. Estos vecinos, como todos, así como nosotros, tenemos intereses. Y lo que corresponde a un Estado como el nuestro y como los otros es proteger y defender sus intereses”, remarcó.

En otra línea, el Gobierno de Dina Boluarte también enfrenta una polémica por la posibilidad de dejar a las FF. AA. el control del orden interno de Perú, en medio de la crisis de seguridad que atraviesa el país por culpa del crimen organizado y el aumento de extorsiones y asesinatos. “Tenemos que prepararnos para la guerra si queremos garantizar la paz”

César Torres, viceministro de Políticas para la Defensa. “Si llega a ser necesario tendremos que evaluar la posibilidad de que esto varíe y sean las Fuerzas Armadas que tomen el control del orden interno (…) es un hecho que no descartamos y que estamos evaluando de la misma manera que estamos evaluando”, dijo a TVPerú el primer ministro, Gustavo Adrianzén. De momento, está claro que el Ejecutivo peruano ha buscado darle un realce a las FF.AA. peruanas, aunque los cuestionamientos son variados.

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

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Columna de Opinión, News

Kioscos de autoatención en aeropuerto Pudahuel: Transformación digital mal diseñada e implementada. Alejandro Barros. El Mostrador

 

                                                                                  KIOSCOS DE AUTOATENCIÓN EN

                                                                                      AEROPUERTO PUDAHUEL:

                                                                                          TRANSFORMACIÓN DIGITAL

                                                                                                  MAL  DISEÑADA E IMPLEMENTADA                         

                 

                                                                       

                                                                                                         

Alejandro Barros, Profesor Adjunto de Ingeniería Industrial, U. de Chile – El Mostrador, 13/11/2024

Hace ya un tiempo que los kioscos de autoatención funcionan para el egreso (21) e ingreso (30) al país en el aeropuerto Arturo Merino Benítez. Implementados por la Policía de Investigaciones, en un esfuerzo por modernizar dicho proceso, las cosas no han salido como se esperaba.

Hoy existen críticas desde diversos sectores y, en especial, de parte de los propios pasajeros, cuyo proceso de egreso e ingreso al país se ha transformado en un verdadero calvario.

Cuando un porcentaje muy relevante de los usuarios no puede cerrar el circuito y/o prefiere el antiguo proceso manual, no estamos frente a una transformación digital. Solo se trata de una digitalización bastante pobre.

Partamos por identificar cuáles son los principales atributos que un servicio basado en estos dispositivos debe tener para lograr una experiencia usuaria fluida:

  • El diseño de la interfaz debe ser fácil de entender y usar, incluso para personas sin experiencia en tecnología. Una estructura clara, iconografía adecuada y un flujo de navegación simple son esenciales.
  • La pantalla debe ser sensible y precisa, permitiendo una interacción fluida. Debe ser lo suficientemente grande para mostrar la información de manera clara.
  • Es importante que el kiosco esté diseñado para ser accesible para personas con discapacidad, incluyendo opciones de audio, altura ajustable y compatibilidad con lectores de pantalla.
  • Los kioscos deben ofrecer algún canal de asistencia.

El servicio recientemente implementado por la Policía de Investigaciones tiene serias deficiencias en varios de estos atributos, algunos de ellos bastante obvios. Corresponden a problemas detectados por varios usuarios (pasajeros), todos ellos con experiencia en este tipo de servicios, como es el caso de Claudio Seebach, decano de Ingeniería de la Universidad Adolfo Ibáñez, y Patricio Poblete, exdirector del Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Chile, más mi propia experiencia, entre los cuales se cuentan los siguientes:

  • El sistema no les avisa a los pasajeros que están esperando su turno cuando hay un dispositivo libre.
  • Después viene la prueba del escaneo del pasaporte. Uno se confía, porque dice “escanee el pasaporte” y muestra cómo hacerlo. La sorpresa viene cuando dice “ahora escanee el otro lado del documento”. ¡Pero si es un pasaporte, no hay nada por el otro lado! En todo caso, hay usuarios que me han comentado que existen formas de hacerlo leso, por ejemplo, volviendo a poner el pasaporte por el mismo lado. Después de insistir se puede pasar esa etapa.
  • Luego pregunta por información que debería tener, por ejemplo, datos que ya residen en poder del Estado y otros que se podrían obtener vía interoperabilidad con las líneas aéreas, como los vuelos.
  • Los menús y opciones no tuvieron (al menos no se aprecia por su estructura) chequeos de usabilidad mínimos.
  • Finalmente, con el código QR que genera el sistema, si es que tuvo la suerte de llegar a ese punto, se entrega a un funcionario que, generalmente, solo lo recibe, sin validarlo.
  • Solo los chilenos pueden utilizar la plataforma.

Esto ha llevado a que muchos pasajeros, producto de su frustración y serios problemas de usabilidad, caigan derrotados cuando les aparece en la pantalla un mensaje que dice “PASE A CONTROL MANUAL”Plop, como diría Condorito.

La plataforma tecnológica fue adquirida mediante licitación pública el año 2020 y adjudicada a la empresa Pegasus por $1.618.500.000 (casi 2 millones de dólares). Ante el reclamo de algunos usuarios, la respuesta de la empresa fue:. “La tecnología que soporta el actual sistema es alemana, de reconocido prestigio y utilización internacional, donde inclusive el Gobierno alemán es accionista del fabricante”

Supongo que esta solución en otras implementaciones ha sido adaptada a los requerimientos locales y no solo se instaló el equipamiento (hardware) y software base original.

Otra cosa que llama la atención es la solicitud de datos que residen en poder del Estado, que la ley de Transformación Digital del Estado (Ley 21.180) exige que sea el propio servicio público el que acceda a esos datos.

Cabe señalar que uno de los elementos más relevantes de este tipo de servicios es la experiencia usuaria y reducir la fricción de uso al mínimo. En base a toda la evidencia actual, nada de eso se cumplió.

Cuando un porcentaje muy relevante de los usuarios no puede cerrar el circuito y/o prefiere el antiguo proceso manual, no estamos frente a una transformación digital. Solo se trata de una digitalización bastante pobre.

 

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

 

Columna de Opinión, News

Destruir, un propósito. Gonzalo Rojas Sánchez. El Mercurio

 

                       DESTRUIR, UN PROPÓSITO

Gonzalo Rojas Sánchez – El Mercurio, Editorial, 13/11/2024

En cada una de las cuatro esquinas de la vida nacional se acumula la basura: muchas instituciones están dejando de funcionar; la economía está estancada y se llena de sombríos presagios; se suceden las noticias sobre la corrupción, la deshonestidad y los abusos; se multiplican las muertes, en un clima de pavorosa inseguridad.

Instituciones, economía, moralidad, seguridad: en las cuatro esquinas hay abundante mugre impidiendo el paso hacia un Chile mejor.

La evidencia del desastre es tan apabullante que, en medio de la desazón, se vienen buscando las causas para sugerirle a un próximo gobierno cómo limpiar la basura de las cuatro esquinas. Y, por eso, se ha repetido la triple acusación contra quienes hoy “habitan” el gobierno: ineptos, deshonestos, ideologizados.

Sobre lo primero y lo segundo, los ejemplos abundan y hay procesos judiciales en marcha. Pero respecto de la iluminación ideológica, parece que no se ha logrado penetrar a fondo en la dimensión última del proyecto neomarxista en marcha en el país. Hemos develado los muy variados objetivos que ese diseño se propone, e incluso hemos comprendido su permanente disposición a usar la violencia para conseguirlos.

Pero sospecho que se nos ha escapado un eslabón de esa pérfida cadena.

En efecto, habitualmente estamos pensando en las formas que tomaría una institucionalidad refundada (y conocimos el proyecto constitucional que la proponía); estamos imaginando una economía socialista en manos de un Estado omnicomprensivo y omnipotente; se nos representa un sistema moral-cultural completamente secularizado y, finalmente, tememos la eliminación de las libertades públicas en nombre de una seguridad garantizada por una policía secreta.

O sea, se tiende a juzgar la iluminación neomarxista desde una mentalidad proyectiva; los juzgamos por lo que quieren hacer y, en parte, están haciendo.

Pero, pero… esa crítica, “lo que ellos quieren es muy malo para Chile”, siendo correcta olvida un dato. Para lograr algo de lo que se proponen, creen imprescindible destruir.

O dicho de una manera completamente clara y rotunda: lo que nosotros llamamos “fracaso de sus gobiernos”, es para ellos simplemente el eslabón deseado para demostrar que nada de lo que recibieron era aprovechable, que todo debía morir.

¿Habrá una frase que resuma mejor esa disposición a buscar el fracaso presente con vistas a un hipotético éxito futuro que la de Gabriel Boric en julio de 2021, después de triunfar en las primarias? Dijo: “Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”.

Matar lo que el Presidente llamaba “neoliberalismo” viene significando, en la práctica, destruir las instituciones democráticas, frustrar el desarrollo basado en una economía libre, corromper todos los hábitos del sistema moral-cultural, en fin, dejar a los ciudadanos en descampado ante el crimen. ¡Qué importa que se diga que eso es culpa de un gobierno de ineptos, corruptos e ideologizados, si lo que se consigue con ese fracaso es la destrucción del tan odiado sistema! Dialéctica pura, señores.

Pero, ¿no implicará eso perder la próxima elección? ¡Qué importa! No le importó nada a Bachelet II destruir, y que ganara Piñera, porque sobre esa destrucción era más difícil construir; no le importará nada a las izquierdas duras que la destrucción con que le entregarán Chile a un gobierno de centroderecha, dentro de 18 meses, sea aún mayor, porque así se le hará a la nueva administración aún más complejo construir.

Su diseño es claro: mientras peor les vaya, peor le va al sistema, peores condiciones encontrarán sus rivales al gobernar, y por fin —siempre la utopía— desde cero podrán construir.

 

Un aporte del director de la revista UNOFAR, Antonio Varas Clavel

 

Las opiniones en esta sección, son de responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de la Unión de Oficiales en Retiro de la Defensa Nacional

 

Columna de Opinión, News

Carta al Director. ” ¿Nadie esta por sobre la ley?. Adolfo Paúl Latorre

 

                      ¿Nadie está por sobre la ley?

Viña del Mar, 15 de noviembre de 2024.

Sr. Director:

 

Se dice que en Chile nadie está por sobre la ley, lo que no es efectivo por cuanto los magistrados de los tribunales superiores de justicia sí lo están. En virtud de tal supremacía —que de hecho se atribuyen— vulneran el sagrado principio de legalidad y fallan contra leyes expresas y vigentes en las causas judiciales seguidas en contra de militares y carabineros que debieron afrontar la violencia revolucionaria.

 

Atentamente le saluda.

 

Adolfo  Paúl  Latorre

Abogado

 

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Columna de Opinión, News

Sólo una teoría. Humberto Julio Reyes

                        SÓLO UNA TEORÍA

      Humberto Julio Reyes

         Desde que, años atrás, y como directa consecuencia de la “Mesa de diálogo”, los ministros de fuero comenzaran a reabrir causas falladas y ejecutoriadas y la Corte Suprema “adaptara” la institucionalidad jurídica con el declarado propósito de impartir justicia, he buscado explicación a lo que hoy sucede en el poder judicial, que pareciera haber declarado una guerra, a todo aquel que pudiera haber tenido alguna participación en la represión del extremismo durante el gobierno militar.

Con el loable y declarado propósito de obtener verdad, justicia y reparación para las víctimas de violaciones a los derechos humanos, la legislación vigente a la fecha en que se habrían cometido dichos atropellos ha sido ignorada, dejando en la indefensión jurídica a quienes deben defenderse de las imputaciones que se les formulan.

Así, los ministros de fuero, habitualmente en extremo rigurosos, condenan a altas penas y reparaciones, y las instancias superiores ya no morigeran sus excesos, salvo contadas excepciones.

Asumo que, en gran medida, los jueces se sienten obligados a compensar la comprensible inacción de sus antecesores, no pudiendo descartarse, por humana falibilidad, un compromiso ideológico que les llevaría a presumir que todo uniformado que sirviera en esos años, es culpable per se. Es lo que se llamaría el delito de pertenencia, puesto de moda últimamente.

Recayendo el peso de la prueba en quien es procesado, habitualmente todo aquel que es mencionado en alguna declaración, es altamente probable que terminará en prisión lo que le quede de vida útil.

Hasta aquí ninguna novedad.

Sin embargo, la semana pasada, crucé dos informaciones públicas que, a primera vista, no estarían relacionadas.

La primera, dos cartas al director, publicadas por El Mercurio y que se refieren a los procesos por derechos humanos, cuyo texto difícilmente habría sido aceptado años atrás por “políticamente incorrecto”. Grata sorpresa para mí y mi absoluta solidaridad con los señores Droguett y Soler, quienes, al enviarlas, desmienten a quienes acostumbran a publicar en redes sociales frases del estilo “nadie hace algo al respecto”.

El problema radica en que los destinatarios de dichas cartas tienen otras preocupaciones que los absorben.

La segunda, corresponde al listado de personas, que estarían en los chats del abogado Hermosilla, donde aparecen ministros de esa segunda sala que, por unanimidad, fulmina con duras penas y otorga generosas reparaciones, mientras rechaza todo recurso que interponen las defensas en un vano intento de obtener justicia para sus clientes ex uniformados o resguardar el interés fiscal, en la parte civil por parte del Consejo de Defensa del Estado.

Es comprensible que, a quien llega a integrar dicha sala, le resulte difícil oponerse y quedar en minoría, es algo propio de la dinámica grupal pero, a riesgo de parecer malicioso, he llegado a pensar que, a las motivaciones ya mencionadas, podría sumarse el propósito de asegurarse un apoyo de la izquierda, “por si las moscas”.

Sólo una teoría estimado lector.

14 de nov. de 24

 

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